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    Occidente acobardado

    Nº 2171 - 28 de Abril al 4 de Mayo de 2022

    , regenerado3

    Occidente está acobardado. La gota que derramó el vaso fue la invasión de Rusia a Ucrania y la débil reacción de las potencias de Occidente que respondieron con medidas económicas, pero con poco apoyo logístico para pelear en el campo de batalla, que es donde se ganan o pierden las guerras.

    Pero la gran batalla que tiene que dar Occidente no es por un pedazo de tierra en Ucrania sino por la defensa de los valores de la civilización occidental, que se resumen en la defensa de los derechos individuales en la democracia como sistema político representativo, en la defensa de la propiedad individual y el derecho a la vida y a la libertad.

    ¿Cómo surgen y crecen los Putin en Rusia, los Chávez en Venezuela, los Pablo Iglesias en España, los Kirchner en Argentina o los Boric en Chile? Todos ellos proponiendo y gestionando modelos fracasados en lo económico, político, social y cultural, pero exitosos electoralmente. Estoy convencido de que estos resultados se dan, en gran parte, porque aquellos que deberían defender la libertad a ultranza, no lo han hecho. Han cedido ante lo políticamente correcto y no han dado la batalla cultural.

    En la Europa de los años 30, la figura de Hitler iba creciendo junto a sus nefastas ideas, hasta que accede al poder (vía elecciones legítimas) y lo nombran canciller en el año 1933, cuando dimite el presidente Von Hindenburg. En esos años (y hasta luego de que estalla la II Guerra en 1939) en Inglaterra se daba el debate entre los “apaciguadores” (quienes por cobardía o cálculos electorales pretendían no enojar a Hitler y llegar a un acuerdo) y los “halcones” (entre los que estaba Winston Churchill, quienes demandaban pertrecharse con más maquinaria bélica y darle la pelea política al Führer). Lamentablemente ganaron los primeros durante muchos meses.

    Los apaciguadores de estos tiempos son los que ceden ante los embates de un feminismo cuasi fascista (que está lejísimo de defender la igualdad de derechos entre hombres y mujeres); o que nos sintamos culpables por ser heterosexuales (que nada tiene que ver con defender a quienes optan por su propia identidad sexual) o incluso por ser blancos (como si serlo implica una contraposición a otras razas). Y algo similar sucede con la inmigración descontrolada.

    En este último punto, el ex primer ministro australiano, el conservador Tonny Abbott, defendió la “superioridad” de la cultura occidental frente a aquellos que justifican los asesinatos “en nombre de Dios”, refiriéndose a ciertos fanáticos islamistas. Y agregó: “También es el momento de que los australianos dejen de disculparse por los valores que han hecho que nuestro país sea libre, justo y próspero como cualquier otro en el mundo. No es culturalmente insensible demandar respeto a la civilización occidental. Las culturas no son iguales”. Y tiene razón.

    Dicen que uno de los motivos por los cuales cayeron los suscriptores y el valor de las acciones de Netflix fue por incluir estos temas políticamente correctos en sus series, e igual camino podría seguir Disney, que anunció que el 50% de sus nuevos personajes en sus filmes para niños, serán de la comunidad LGTB.

    Una cosa es defender los derechos de las minorías (causa más que loable para cualquier liberal) y otra muy diferente es utilizar estas nobles causas para atacar valores que son bien caros a lo que podemos llamar la “civilización occidental”. Distinguir una intención de otra no es tarea fácil, pero sí necesaria. Y para hacerlo se necesitan líderes convencidos y no acobardados.