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    Piano en modo Buenos Aires

    Pablo Ziegler, exmiembro del quinteto de Astor Piazzolla, en el Sodre

    Este pianista porteño nacido en 1944 que brilla con luz propia en el firmamento del jazz internacional fue durante 11 años fue titular en el quinteto de Astor Piazzolla, una formación mítica de la música popular del siglo XX. Tocó varias veces en el Festival de Punta de Punta del Este cuando era el “de Lapataia”. Evoca con emoción haber tocado con Paquito D’ Rivera, Loe Lovano y Dave Samuels. Y conserva nítida una referencia temporal mucho más pretérita. “A fines de los años 50, cuando empecé a tocar jazz, aún menor de edad, fuimos a tocar al Hot Club de Montevideo, y recuerdo perfecta la dirección: Rondeau 1444, un lugar fantástico. Tocó un grupo de Estados Unidos, por supuesto de be-bop, y fue la primera vez que vi un trombón en mi vida”. El legendario pianista, compositor y arreglador argentino Pablo Ziegler, que tocó en discos icónicos de bandoneonista marplatense como Biyuya, Hora cero y Piazzolla y Gary Burton, actuará en el Auditorio del Sodre este viernes 1º a las 21, con entradas en Tickantel de $ 1.200 a $ 2.300, en formato trío, junto a Walther Castro (bandoneón) y Horacio Mono Hurtado (contrabajo). Este virtuoso establecido desde hace mucho tiempo en Nueva York, donde suele presentarse en templos como el Blue Note o el Village Vanguard, presentará su reciente álbum Jazz tango (2017), que le valió el Grammy (el posta) al Mejor álbum de jazz latino.

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    En charla con Búsqueda contó que pintaba para pianista clásico pero un vecino torció su destino. “Hubiera pasado toda mi vida aburrido tocando los mismos conciertos que todos tocan pero por suerte se me cruzó el jazz y me llevó a otros caminos. Ahora cada tanto toco con orquestas, pero toco mis músicas”, dice, sin ocultar su risa oronda. “Un programa mucho más entretenido”, acota. Ziegler hizo el click entre la música clásica y el jazz cuando un vecino de su casa en Caseros (Gran Buenos Aires), que lo oía practicar al piano, le tocó timbre para mostrarle un disco de Duke Ellington con grabaciones de 1939. “Quedé como loco, y el tipo me invitó a tocar en un trío de dixieland que estaba armando. Al poco tiempo éramos teloneros de los Kansas City Stompers, y casi en seguida me llamaron de esa orquesta porque el pianista se pasaba a la trompeta. Así que en poco tiempo pasé de ensayar Chopin a tocar en una orquesta de jazz”.

    Después pasó por el hot jazz, por el be-bop, se mató con Ellington, siguió a Jelly Roll Morton y Bill Evans hasta que un día de 1978 conoció a Piazzolla. Cuando lo cuenta, Ziegler hace gala de un admirable poder de síntesis: “Todos los jazzeros estábamos muertos con Piazzolla. Tenía una aproximación al jazz que nadie en el tango tenía. Él conoció el jazz en su juventud en Estados Unidos, luego pasó por Troilo y se empapó de tango y volcó esa síntesis en su música, su sonido. Astor nunca fue un tanguero tradicionalista, pero si tocaba un buen tango te volaba la cabeza. Él se apropió del tango y lo reinventó a su modo”.

    Ziegler se considera un seguidor de Piazzolla, especialmente en el ancla porteña: “Él siempre me aconsejó: pensá en Buenos Aires, y es lo que siempre hice al componer. Es lo que van a escuchar en Montevideo. Astor está en mi música y en mi corazón. Él me quiso y me trató como a un hijo. Es más, yo tengo la edad de su hijo” (ríe). Ziegler recuerda a Piazzolla como alguien “muy relajado, muy tranquilo”: “Vivíamos entregados y apasionados por esa música. Era un aprendizaje constante y todo estaba en permanente evolución. Más estimulante, imposible. Después de los conciertos cenábamos todos juntos con él casi siempre y charlábamos mucho. Él no te daba lecciones, te daba consejos”.

    ¿Qué lugar ocupa el piano en ese jardín sonoro de cinco solistas que es la música de Piazzolla? Ziegler lo explica clarito, y recuerda una foto que tiene de don Astor al piano: “Era un quinteto de cámara y el piano era el esqueleto. Él componía en el piano, quería ser pianista pero el papá le puso un bandoneón en la falda. Y viste cómo se respeta al nonino en las familias italianas”.

    Si bien el pianista define como “bastante tanguera” su forma de improvisar en el jazz, dice que su obra solista es un continuo proceso de desapego de la impronta piazzolliana. “Para hacer mi música me fui separando de la suya; igual siempre hago dos o tres temas de Astor, y en Montevideo estarán”.