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    Qué bien toca la señora

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2252 - 23 al 29 de Noviembre de 2023

    El martes 21 se presentó en el Teatro de Verano de Montevideo la banda inglesa Pulp, icónica para amantes del pop británico, que tuvo su momento de máximo esplendor en la década de los 90 y principios del 2000. La noche fue una fiesta: no solo porque dejó de llover justo para el inicio del show y porque Uruguay le ganaba a Bolivia por varios goles en el Estadio Centenario, sino, sobre todo, porque la magia de Jarvis Cocker y su banda colmó los corazones de las personas que bailaban, radiantes, con una inevitable sonrisa en los rostros.

    Disfruté del show de principio a fin y me alegró en particular la presencia de dos mujeres en la banda. Una de ellas es la tecladista Candida Doyle, que toca en el grupo desde 1984, y es la responsable de la intro de Common People, el mayor hit de la historia de Pulp. Era un placer verla tocar, con su aura brillante de lentejuelas plateadas detrás del teclado. Pero justo en el momento en que vuelve la banda al escenario y saludan antes de tocar los bises empiezo a escuchar alrededor mío algunos comentarios que me llamaron la atención, tipo: “Ja, ja, la señora”, “mirá la señora”, “qué genia la señora”. Se notaba que era dicho con cariño, pero no decían “qué excelente la tecladista”, decían “la señora”. No había escuchado a nadie esa noche referirse al cantante de la banda como “el señor”, y era curioso ver ese trato diferencial que recibía Candida Doyle, que en realidad tiene exactamente la misma edad que Jarvis Cocker: 60 años.

    Hay últimamente cierta sorna en el uso de la palabra señora, que se aplica como una suerte de insulto, como algo despectivo. Es curioso, porque el significado de la palabra en sí tiene connotaciones respetuosas, pero es la acepción que refiere a la edad la que funciona como una ofensa. Y es que el doble rasero que se aplica para hombres y mujeres en relación con los años es muy fuerte. Recuerdo una vez, dando clase en la universidad, que me referí a una colega docente como “la señora”. Enseguida surgieron risas y las estudiantes decían “pah, la mataste”. Decidí dedicar un rato de la clase a conversar sobre lo sucedido, ya que si para ellas, estudiantes universitarias de en torno a 20 años, había algo negativo en el hecho de ser una señora, en primer lugar, evidenciaba varios problemas relacionados a discriminación por edad y, en segundo lugar, les deparaba un destino muy triste, ya que todas llegarían a convertirse en esas “señoras” que les resultaba tan patético ser.

    Es que los medios de comunicación y la cultura en general suelen mostrar una imagen de felicidad asociada a la juventud, donde apenas aparecen personas mayores. Y cuando estas son representadas, se suele mostrar una imagen negativa y marginal, o se las adapta con base en estereotipos de perfección y “juventud como ideal”. La industria de la belleza ha potenciado esta ansiedad en torno al envejecimiento, y algunas teóricas que han analizado publicidades de cosméticos señalan que la fijación con la juventud va de la mano con un desprecio al hecho de envejecer. A esta forma de discriminación hacia las personas “mayores” se la conoce como edadismo, término acuñado en 1969 por el psiquiatra Robert Butler. La evidencia muestra que la discriminación por edad no afecta a todas las personas de la misma manera, sino que es más probable que suceda cuando la edad va asociada a otras características como el género, la etnia o la clase social, que actúan como amplificadoras de estereotipos. Así, por ejemplo, no se trata de la misma manera a un octogenario varón que a una mujer. O, como lo expresó Madonna en un posteo de Instagram en febrero de este año después de que la insultaran por el aspecto de su rostro durante la entrega de los Premios Grammy: “Vivimos en mundo que se niega a celebrar a las mujeres mayores de 45 años”.

    Como explica la socióloga y gerontóloga española Elena del Barrio, las sociedades todavía no se han dado cuenta de lo interiorizada que está la discriminación por edad. “Igual que hubo un momento en el que el machismo o el racismo estaban muy naturalizados en películas o series hasta que se puso en evidencia esas actitudes, con el edadismo esto aún no ha sucedido. Quizá ahora se está iniciando”, afirma Del Barrio.

    Cuando vi este año Ida Vitale, la película dirigida por María Arrillaga, sentí que era la primera vez que observaba en la pantalla grande la vida de una mujer de esa edad, y me di cuenta de lo importante que eran ese tipo de representaciones. Porque, como recuerda la psicóloga y escritora Anna Freixas, es necesario “valorar la diferencia y validar la edad mayor como un tiempo diferente y significativo”.

    Así que gracias por tu música Candida Doyle, sos una señora tecladista e hiciste brillar el Ramón Collazo.