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    Sabiduría para entender la diferencia

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2232 - 6 al 12 de Julio de 2023

    Quizás Sueños de libertad sea una de las películas que cualquier amante del cine o de las buenas historias debería ver o, al menos, tener en su lista de pendientes. El film está inspirado en una novela corta de Stephen King y relata la historia del banquero Andy Dufresne, quien es condenado a cadena perpetua en la cárcel de Shawshank (de ahí el nombre original de la película The Shawshank Redemption).

    Los primeros años en prisión de Dufresne están dominados por dos sentimientos bastante claros: aburrimiento y disconformidad. Sus días se hacen eternos, aburridos, sin grandes cosas que hacer más que defenderse de los ataques de las pandillas que típicamente aparecen en este tipo de historias queriendo ejercer su poder en la prisión. Por otro lado, aparece en Dufresne una queja al decir una y otra vez que está condenado injustamente, ya que no fue el responsable del asesinato de su esposa.

    Sin entrar en el famoso spoiler, la vida de Dufresne dentro de la prisión, interpretada de forma genial por Tim Robbins, toma un vuelco radical en el momento en que acepta que estará allí para toda la vida. Lo asume como su nueva realidad y comienza a vivir su vida en clave de aceptación de las cosas que en verdad no están dentro de su alcance controlar o cambiar. Pasa de espectador a protagonista.

    En su libro Good to great, Jim Collins, analizando el desempeño de empresas que sobresalen por encima de otras, habla de este concepto de aceptar lo que “tocó en suerte” como la identificación y la capacidad de asumir los brutal facts, como él los denomina, de la industria, el sector de actividad o de la propia empresa.

    La capacidad de aceptar la realidad es una de las habilidades más importantes y quizás de las menos valoradas en un líder. Es un concepto que ha existido durante siglos en filosofía, y más recientemente en la psicología aplicada a la empresa. Carl Jung, el reconocido psicólogo suizo, solía decir: “No podemos cambiar nada hasta que lo aceptemos”.

    Usualmente identificamos a los líderes como generadores de grandes cambios, pero no como personas que apliquen la aceptación lo suficiente como una herramienta valiosa para lograr mejores resultados.

    Se habla mucho sobre líderes cuya fuerza de voluntad parece desafiar la realidad. Eso no resulta nuevo. Si pensamos rápidamente en los tres o cuatro líderes que más nos inspiran o identifican, es seguro que vienen a nuestra cabeza personas que han sido capaces de producir grandes cambios. En parte de eso se trata el liderazgo, de provocar cambios relevantes.

    Es cierto que hay un valor admirable en esta fuerza de voluntad y capacidad de transformar la realidad, pero esta dimensión suele ser sobrevalorada en líderes que carecen del contrapeso equilibrador que tiene aceptar la realidad en la que les toca vivir. Jack Welch, líder emblemático que logró un cambio radical en General Electric, solía decir: “Afronta la realidad tal como es, no como era o como te gustaría que fuera”.

    La mayor parte de los liderazgos donde a veces se observa un mal comportamiento tiene sus raíces en la incapacidad de aceptar y trabajar dentro de los límites de lo que está sucediendo o de las circunstancias reales. Esta desconexión ocurre en empresas de todo el mundo…, todos los días. La cantidad de tiempo, esfuerzo y energía que vemos desperdiciados por los líderes mientras discuten y luchan contra la realidad es asombrosa.

    ¿Cómo poder empezar a generar en mí y en los demás esa sintonía de aceptación? ¿Qué podemos hacer en nuestras empresas para realizar menos quejas hacia el afuera y tomar conciencia y responsabilidad plena de que las cosas son como son y que exceden aún el máximo nivel de control o de entrega que le hayamos puesto?

    Los resultados malos son una realidad. A veces mejores, a veces peores, pero podemos enfrentarnos a un mal año, un mal semestre, una mala venta o una zafra que no resultó como queríamos. Los líderes podemos dudar, despotricar, buscar culpables, pero no es hasta que se produce un clima real de aceptación de lo sucedido, que se logran avances o que somos capaces de guiar a alguien a seguir intentándolo.

    Esto no significa que debamos ser condescendientes con los malos resultados. Se trata de no canalizar la energía en desear que las cosas fueran diferentes, comportarnos de manera poco profesional o discutir sobre la realidad. Incluso puede requerir que examinemos nuestra responsabilidad en los resultados.

    Jim Collins también habla de esto en su libro. Dice que las empresas que sobresalen tienen líderes que cuando enfrentan buenos resultados miran por la ventana y se preguntan qué habrá pasado afuera, qué habrán hecho o aportado los demás para alcanzar ese logro. En cambio, cuando les va mal, cuando “fracasan”, suelen mirarse al espejo y preguntarse qué errores cometieron, en qué fallaron, en qué se equivocaron. La aceptación siempre comienza por uno mismo.

    Como líderes, a menudo nos enfrentamos a circunstancias que escapan a nuestro control. Andy Dufresne no puede traspasar las rejas de la prisión ni puede cambiar la condena que lo lleva a vivir el resto de su vida en la cárcel. Muchos libros de inteligencia emocional hablan sobre el concepto de renuncia del control y comienzan por el hecho de darse cuenta de que tal control en realidad nunca existió.

    Una gran cantidad de líderes no fallan porque tengan pensamientos y sentimientos indeseables o repetidos, eso es inevitable. El problema es cuando quedan atascados en esa situación, lo que la psicología llama pensamientos rumiantes. En el mundo actual, la capacidad de manejar los pensamientos y los sentimientos se torna esencial para el éxito empresarial.

    La aceptación brinda el poder para avanzar de la manera más efectiva posible en lugar de librar una batalla inútil contra las circunstancias que no se pueden controlar. La respuesta puramente emocional, la búsqueda de culpables, en particular cuando se trata de luchar contra algo que no está bajo nuestro control, no proporciona el comportamiento más productivo ni en nosotros ni en lo demás.

    También los equipos y el trato para con ellos son clave. “Estos son los bueyes con los que aro”, se suele decir. Ningún colaborador es perfecto. La buena noticia es que todos somos capaces de hacer cambios y mejoras. Un punto de partida podría ser aceptar a los demás tal como son y tomar decisiones basadas en la persona real, no en lo que deseamos que sea.

    Si tenemos en el equipo a alguien que, después de un esfuerzo adecuado en capacitación, entrenamiento y desarrollo, todavía no cumple con las expectativas, hay que tomar una decisión. Podemos aceptar que tiene valor para el negocio tal como es o podemos dejarlo ir. Donde se ve la mayor frustración y la falta de esfuerzo productivo es en invertir constantemente tiempo, dinero y energía en los demás con la esperanza de que se conviertan en personas diferentes o desarrollen nuevas habilidades, cuando han demostrado una y otra vez que ninguna de las dos cosas está sucediendo.

    El otro sentimiento que acompaña a Dufresne en sus primeros años en prisión es el aburrimiento. No sabemos qué hacer si no estamos todo el tiempo siendo productivos, haciendo cosas. He descubierto que justo ahí, en el ralentizar, como suele llamarse a la baja de las revoluciones, al espacio de “no hacer”, es donde suceden los grandes cambios personales que terminan repercutiendo en el exterior.

    Byung-Chul Han, filósofo coreano y autor de La sociedad del cansancio, plantea el tema del aburrimiento como una oportunidad única de cambios y de aceptación. En una sociedad donde el multitasking (con el cual me siento muy identificado) es una habilidad extremada y contraproducentemente valorada, Han plantea esta característica como una especie de retroceso a la vida animal y no como un avance. Han habla de un aburrimiento profundo al cual el empresario actual, lleno de actividades, no puede llegar nunca. Según Han, esta idea del aburrimiento es central para que florezca el pensamiento filosófico y artístico, porque sin él es imposible la reflexión y la posibilidad de ejercer la creatividad en la vida más contemplativa.

    La aceptación y el aburrimiento en prisión llevaron a Andy Dufresne a un cambio tan profundo que su vida en Shawshank cambió por completo. Cultivar estas dos dimensiones es un camino mucho más individual que colectivo, mucho más interior que exterior, pero mucho más potente de lo que creemos.

    La plegaria de la serenidad de Reinhold Niebuhr es un buen resumen de todo esto: “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”.