Nº 2137 - 26 de Agosto al 1 de Setiembre de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl suicidio de tres futbolistas uruguayos durante el mes de julio puso con fuerza el tema de la salud mental en la agenda local. Durante el mismo mes, la gimnasta estadounidense Simone Biles abandonó la competencia olímpica, aludiendo a razones de vulnerabilidad y estrés: “Tengo que centrarme en mi salud mental”, declaró. Probablemente, el programa que implementó la Asociación Nacional de Atletas Universitarios en 2015 para atender estos temas, contribuyó a que Biles pudiera manejar mejor su padecimiento, una herramienta con la que no contaron los futbolistas uruguayos. También es verdad que, según las estadísticas, es más probable que se suicide un hombre a que lo haga una mujer, pero un análisis de salud mental en términos de género presenta muchas otras complejidades.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los problemas de salud mental son la principal causa de discapacidad en el mundo. Cerca del 20% de los años de vida saludables “perdidos” se debe a problemas de salud mental como depresión, ansiedad o dependencia del alcohol. Sin embargo, tan solo 10% de quienes necesitan un tratamiento por este tipo de padecimientos a nivel mundial, efectivamente lo reciben.
En un análisis por género, se puede observar cómo estos trastornos afectan a las personas en forma diferenciada: según datos de la OMS, la depresión es dos veces más común en las mujeres y puede además ser más persistente en estas que en los hombres. También los trastornos de ansiedad y las somatizaciones afectan principalmente a las mujeres, así como el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Por otra parte, los hombres presentan más del doble de probabilidad de desarrollar una dependencia al alcohol que las mujeres, y tres veces más de probabilidad de ser diagnosticados con un trastorno antisocial de la personalidad (un trastorno que provoca ausencia de remordimiento y de empatía, egocentrismo, impulsividad, falta de responsabilidad, necesidad de experimentar sensaciones de control y poder, entre otros síntomas). Por último, aunque la tasa global de suicidio es más alta en los hombres, las mujeres presentan una mayor tasa de intentos de suicidio.
El género como categoría de análisis resulta clave para comprender estos temas. Como explica la OMS, muchos de los factores de riesgo de los trastornos mentales comunes afectan desproporcionadamente a las mujeres: la violencia de género en todas sus formas (física, sexual, psicológica, simbólica, económica, entre otras), los bajos ingresos y la desigualdad salarial, un lugar jerárquico inferior en la estructura social y cultural o la constante responsabilidad por las tareas de cuidados. La enorme violencia sexual a la que están expuestas las mujeres genera en estas una alta tasa de estrés postraumático, lo que resulta en que las mujeres sean el grupo más grande de personas afectadas por este trastorno. Pienso en este momento cómo estarán afrontando su salud mental y su vulnerabilidad las mujeres y niñas afganas ante la llegada de los talibanes al poder; pero pienso también en las uruguayas, en las que conviven diariamente con sus agresores; en las madres y hermanas de las víctimas de femicidio; en las niñas abusadas sexualmente; en las víctimas de Operación Océano y de todos los demás casos de explotación sexual; en todas las que fueron abusadas en ámbitos musicales, publicitarios, políticos o académicos y que el año pasado se animaron a romper el silencio en redes sociales; en las que vuelven cansadas de su trabajo precario para seguir trabajando en el hogar, sin remuneración; en las que son acosadas en la calle por su identidad, su cuerpo o su color de piel.
Si los factores de riesgo de los trastornos mentales son diferentes para mujeres y hombres, entonces la atención de salud debería tener un abordaje especializado en género. Sin embargo, los diagnósticos y tratamientos relacionados con salud mental no solo no tienen esta especialización, sino que además muchas veces reproducen estereotipos, en vez de encontrar necesidades específicas. Así, la OMS señala que es más probable que los médicos diagnostiquen depresión a las mujeres que a los hombres, incluso cuando presentan síntomas idénticos. Asimismo, es más probable que a las mujeres les receten psicofármacos que alteran el estado de ánimo, que a los hombres (según la OMS, las mujeres tienen 48% más de posibilidades de recibir medicación psiquiátrica). Por otro lado, la tendencia de los hombres a pedir menos ayuda psicológica o no demostrar sus síntomas, también dificulta su correcto diagnóstico.
Se trata sin dudas de un tema complejo que es necesario abordar integralmente, y no solo para evitar muertes, sino también para evitar la pérdida de tantos “años de vida saludables”.