• Cotizaciones
    viernes 11 de julio de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Una victoria

    Columnista de Búsqueda

    N° 1863 - 21 al 27 de Abril de 2016

    El cuento Deutsches Réquiem, como la mayoría de los que compuso Borges, está narrado en primera persona por su protagonista: en este caso se trata del escrito de un criminal de guerra nazi en la noche anterior a su ajusticiamiento. Tanto o más que los estudios de Salomón Ash sobre la perturbación que ejerce el peso de las mayorías en las decisiones individuales, o que los experimentos que revelaron y midieron la curiosa lógica de la falta de censura en los procesos de obediencia a la autoridad que realizó en Yale y en Harvard Stanley Milgram, o que las investigaciones de Theodor Adorno en torno a los altos niveles de prejuicio e intolerancia aceptados en las sociedades occidentales, esta pieza es un aporte reflexivo y muy original para entender la esencia del terrible legado político y moral que ha dejado el nazismo.

    La pieza presenta esa noche infinita en la que el asesino que estuvo al frente de un campo de exterminio da cuenta de su proceso; ve desfilar su vida, los planes de su juventud y la brusca intervención de los hados, que lo llevaron al más abyecto escenario de la historia. El lector que fue Borges empieza por ubicar las referencias bibliográficas y las pasiones intelectuales; su personaje cuenta que en sus años verdes fue tomado por la música y la metafísica, habitó en una mentalidad abierta y diversa: “No puedo mencionar a todos mi bienhechores, pero hay dos nombres que no me resigno a omitir: el de Brahms y el de Schopenhauer”. El contraste entre lo que sabemos —será fusilado por haber sido parte del proyecto del Holocausto— con la belleza, con la sensibilidad, con el afán de conocimiento y la delicadeza de espíritu debería chocar, molestar, pero no es así; resulta perfectamente comprensible: “También frecuenté la poesía; a esos nombres quiero juntar otro vasto nombre germánico, William Shakespeare. Antes la teología me interesó, pero de esa fantástica disciplina (y de la fe cristiana) me desvió para siempre Schopenhauer, con razones directas; Shakespeare y Brahms, con la infinita variedad de ese mundo. Sepa quien se detiene maravillado, trémulo de ternura y de gratitud, ante cualquier lugar de la obra de esos felices, que yo también me detuve ahí, yo, el abominable”. En la oración siguiente revela que años más tarde venturosamente entraron en su vida Nietzsche y Spengler.

    El plan de cumplir su alto destino militar fue alterado por una bala perdida en una refriega, que le costó la movilidad de una pierna, una internación tediosa y humillante y el trabajo oscuro en la retaguardia; los merecidos méritos lo llevaron al lager y en poco tiempo, como era de esperar en el ambiente, se convirtió en monstruo. Allí, nada de su antigua persona quedó de pie o entero; el sistema le quitó el alma, le extirpó de un solo gesto la conciencia, le paralizó la voluntad de pensar. Vencidas sus últimas defensas humanas, se aplicó al horror minucioso y al desdén con la misma dedicación y empeño con que los santos se aplican a la piedad, al amor desinteresado y a cargar con la desdicha de los que sufren y ya nada esperan. Ejerció el poder y sus peores abusos, hizo de la abominación un timbre de honor, un camino de vida. Ante la derrota, y ya viéndose frente al pelotón, sobre la madrugada reflexiona acerca de lo que su sacrificio y el de su generación prodigaron al mundo. Dice que la inmolación entera de Alemania justifica lo que se dejará a la humanidad como enseñanza y camino abierto. Y plantea una regocijada y maldita profecía que es, a todas luces, el testimonio de un horizonte pesimista que se ha corporizado en el seno de la civilización y que hoy, a 70 años de descubierto el Holocausto y a casi el mismo tiempo en que se compuso este cuento, es más verdad que nunca, es más tenebroso que todos los temidos infiernos que imaginamos: “Se cierne sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas. Si la victoria y la injusticia y la felicidad no son para Alemania, que sean para otras naciones. Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno”.

    Este texto, cuyo título evoca la inmortal ceremonia de difuntos de Brahms, pertenece al libro El Aleph, publicado en 1949.