Viejas, libres y peleadoras

Viejas, libres y peleadoras

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2121 - 6 al 12 de Mayo de 2021

“¿Por qué ustedes no escriben mejores papeles para mujeres? De hecho, ¿por qué no escribís simplemente un papel para hombres y después dejás que lo actúe yo?”, cuenta la actriz norteamericana Frances McDormand que le solía decir a su marido, el guionista y director Joel Coen (de los “hermanos Coen”). Es que, como es sabido, la industria del cine en general, y Hollywood en particular, no han sido particularmente amables con sus actrices.

En primer lugar, porque los roles femeninos representados en las pantallas suelen ser roles secundarios que giran en torno a la acción masculina. Para comprobar esto, el “test de Bechdel” siempre resulta un buen ejercicio: cuando miren la próxima película, háganse estas sencillas preguntas: ¿hay al menos dos personajes femeninos, que tengan nombre?, ¿hablan entre ellas?, ¿hablan de algo que no sea un hombre? La cantidad de películas que no pasan el test es abrumadora y evidencia que la escasa presencia femenina en el cine es un problema estructural.

Según un estudio realizado en 2016 por los economistas Robert Fleck y Andrew Hanssen, que toma en cuenta las películas de Hollywood entre 1920 y 2011, los hombres obtuvieron históricamente “más de las tres cuartas partes de los papeles cinematográficos”. A pesar de algunos avances, los hombres ocupan, aún hoy, “más del 66 por ciento” de los papeles de cine.

Pero además de ser escasos y secundarios, quienes efectivamente logran ocupar esos papeles suelen ser mujeres blancas, preferiblemente rubias, y sobre todo muy jóvenes. En Hollywood, se volvió habitual que actrices de entre 20 y 25 años representen papeles de mujeres en sus 30 o 40 (Jennifer Lawrence, por ejemplo, tenía 22 años cuando representó a una mujer viuda en El lado luminoso de la vida, y 25 cuando actuó en Joy como una mujer en sus 40). Además de lo problemático que resulta conceptualmente representar a mujeres adultas con cuerpos 15 o 20 años menores, el problema es también laboral para aquellas actrices que efectivamente tienen entre 30 y 40 años: cada vez les resulta más difícil encontrar roles en los que puedan trabajar. A esto se suma que la presión para mantenerse “eternamente jóvenes y bellas” recae cada vez más sobre sus espaldas, algo que no les ocurre a los actores masculinos. Según el citado estudio de Hanssen y Fleck, “después de los 40 años, los hombres ocupan el 80 por ciento de los papeles protagónicos, mientras que las mujeres solo obtienen el 20 por ciento”.

Por todas estas razones, varias de las películas estrenadas en 2020 aparecen como una bocanada de aire fresco para quienes buscan en el cine algo diferente. Películas dirigidas por mujeres, que hablan de temas imprescindibles pero pocas veces abordados por la industria, protagonizadas por mujeres e interpretadas por actrices de la edad que corresponde, cuyos personajes tienen (o no) vida sexual pero no están innecesariamente sexualizadas. Me refiero por supuesto a las dos galardonadas en los Premios Oscar: Nomadland, de la directora china Chloé Zhao y Promising Young Woman, de la inglesa Emerald Fennell, y también a The Forty-Year-Old version (disponible en Netflix) de la neoyorkina Radha Blank.

La sensación de que algo nuevo está pasando en el cine es de un placer infinito, aunque quizás para muchas personas implique adaptarse a ritmos, temas y propuestas diferentes. Como expresa Zhao: “En una industria que discrimina tanto el envejecimiento, alguien como Frances McDormand, que es tan auténticamente ella misma, que no ha intentado borrar las arrugas de su cara ni taparlas para encajar en la industria, va a ser relevante para siempre”. También es inusual una presencia como la de Radha Blank, guionista, directora y protagonista de The Forty-Year-Old version (traducida al español como Rapera a los 40), una historia basada en su propia experiencia como mujer, negra, de 40 años, que intenta hacer oír su voz como dramaturga en Nueva York. Además de abordar temas como la discriminación racial, de género y edad, introduce también problemáticas como la gentrificación, y en medio de todo eso tiene un romance con su joven productor musical, 15 años menor. Finalmente, la valentía de la película de Fennell pone sobre la mesa el tema del consentimiento y la cultura de la violación, dándole vida a un personaje femenino que da unas cuantas cachetadas de realidad al ritmo de éxitos de la música pop.

Si todavía no las vieron, son todas excelentes planes para el fin de semana.