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Recife, Olinda y Praia dos Carneiros: tres destinos imperdibles del nordeste brasileño
Recife es un destino al que acudir por su verano eterno y su interés histórico. Ubicado en la costa del Océano Atlántico, al noreste de Brasil, la capital y también una de las cinco mesorregiones del Estado de Pernambuco ofrece opciones turísticas para todos los gustos.
Recife es un destino al que acudir por su verano eterno y su interés histórico. Ubicado en la costa del Océano Atlántico, al noreste de Brasil, la capital y también una de las cinco mesorregiones del Estado de Pernambuco ofrece opciones turísticas para todos los gustos.
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Mientras en el sur del continente se vivían los últimos días fríos del año, Recife se convierte en un destino al que acudir por su verano eterno y su interés histórico. Ubicado en la costa del Océano Atlántico, al noreste de Brasil, la capital y también una de las cinco mesorregiones del Estado de Pernambuco ofrece opciones turísticas para todos los gustos. En Recife existen hermosas playas, como la de Boa Viagem, en donde se pueden ver los característicos arrecifes naturales, similares a barreras rocosas de arena que se extienden por toda su costa y que ofician de barrera natural para los tiburones, evitando que lleguen a las playas de aguas cristalinas.
El pintoresco casco histórico es también un atractivo que hace viajar en el tiempo a cualquier visitante. Uno de los puntos clave, al que no se puede dejar de ir, es la Praça do Marco Zero, considerado el kilómetro cero de la ciudad. En ella existen varios puntos en los que fijar la atención, como una placa que se colocó en el año 2000 como forma de conmemorar los 500 años de Brasil, una estatua en homenaje a Naná Vasconcelos, un personaje del pueblo que siempre se encargaba de abrir el Carnaval de Recife, o las letras corpóreas que forman la palabra Recife.
En esta misma plaza se hace una fiesta popular que dura todo el mes de junio en la que las quadrilhas hacen el baile típico de San Juan y los participantes comen choclo, tiran fuegos artificiales, prenden fogatas y reúnen las tradiciones más antiguas y coloridas de la capital.
Enfrente, mirando hacia el mar, además de la hermosa vista se encuentra la Torre de Cristal, un monumento característico de la ciudad, y hacia el otro lado, la antigua sede de bolsa de valores, en donde hoy existe un museo con obras de arte que también llama la atención de los turistas. A unos metros de allí, sobre la Rua do Bom Jesus -anteriormente conocida como Rua dos Judeus- se ubica la primera sinagoga de Brasil, llamada Sinagoga Kahal Zur Israel, fundada en 1636 y cerrada en el año 1654.
A esto se suman incontables rincones por descubrir, como el teatro de marionetas, ubicado frente a una plaza a metros de la costa, y el centro de artesanos.
Praia dos Carneiros.
Más historia. Olinda, que fue la capital de Pernambuco hasta el siglo XIX, es junto a Salvador de Bahía una de las ciudades más antiguas de Brasil. Fundada el 12 de marzo de 1535 y Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad desde 1982, Olinda es muy conocida por su Carnaval y, más específicamente, por el frevo, la danza típica de esta localidad. Este ritmo surgido en Pernambuco es una adaptación de la capoeira, y quienes la practican utilizan miniparaguas con franjas en rojo, verde, azul y amarillo, que funcionan para equilibrar el peso del cuerpo.
En esta ciudad todo es alegría, desde los residentes, que bailan para conseguir algo de dinero a cambio, hasta las casas de colores, las calles empedradas, los vendedores ambulantes y la música, que llega a cada rincón y llama la atención de los turistas.
Olinda.
Allí existen 22 iglesias y 11 capillas. Entre ellas, en lo que se conoce como Alto da Sé, el punto más alto de Olinda, se encuentra la Catedral da Sé, fundada en 1537. Además de tener una de las mejores vistas de la ciudad, en Alto da Sé se puede visitar el Museo de los Cabezones, en donde aparecen personajes icónicos de su cultura, como el cantante residente Luiz Gonzaga, o simplemente recorrer el casco histórico y probar algunas de las comidas típicas del destino brasileño.
Un clásico de Olinda que lleva 27 años abierto es el restaurante Oficina do Sabor, en donde se ofrecen desde jugos frescos como el umbucaja o el cajú -preparado con frutos típicos de Brasil-, hasta entradas, platos elaborados y postres.
Momento de relax. A unos kilómetros del centro de la ciudad de Recife y a tan solo 30 minutos del aeropuerto se encuentra el Hotel Sheraton Reserva do Paiva. Una ruta desierta conduce al resort y, luego de atravesar un peaje, aparece el agua, y con ella el hotel, ubicado en el Cabo de Santo Agostinho.
El resort no solo está pensado para viajes corporativos; también resulta un buen destino para las escapadas en familia, en pareja y entre amigos. A metros del hotel, sobre el río Jaboatão, se encuentra el Sollarium, en donde se ofrecen paseos en lancha ideales para ver la caída del sol y a los peces, que llegan a saltar a más de un metro de altura. Cuando este río se une con el río Pirapama se forma una península que llaman la Isla del Amor. Allí vive Tarzán, un hombre solitario de 65 años desilusionado del amor que se volvió un personaje para los lugareños.
Un dato importante a tener en cuenta si se quiere ver el atardecer es que hay que llegar temprano, pues en Recife el sol se pone muy pronto. Alrededor de las 16 horas la luz comienza a disminuir y, en cuestión de una hora y media, la oscuridad toma por completo al destino brasileño.
Recife.
Salió el sol. En Recife los días también comienzan muy temprano: a las 5 de la mañana el sol ya se escabulle por las cortinas del hotel. Si se quieren visitar las playas cercanas a la capital y aprovechar el día, es necesario levantarse a las 6 de la mañana y emprender el viaje bien temprano.
El Hotel Sheraton Reserva do Paiva se encuentra a tan solo 30 minutos del aeropuerto de Recife.
Uno de los paseos obligados es Praia dos Carneiros, conocido por ser el punto brasileño que está más cerca de África (seis horas en avión). Desde un restaurante llamado Bora Bora salen todas las lanchas que hacen los paseos para los turistas, que por lo general tienen tres paradas: la primera es un banco de arena, en donde se puede bajar y tomar un baño en las aguas tibias características de las playas del nordeste de Brasil. La segunda parada es en una iglesia ubicada en la isla de Carneiros, y la tercera en una isla en la que las mujeres locales esperan a los visitantes con máscaras de arcilla prontas para aplicar en el rostro o en el cuerpo a modo de masaje.
Durante esas tres horas de recorrido puede llover y parar varias veces. Es un clima bien tropical, al que los artesanos que esperan en las playas para vender ropa, collares o comida ya están muy acostumbrados. Los caprichos del tiempo pueden tomar por sorpresa a los visitantes, pero los artesanos locales ya han desarrollado un don que les permite darse cuenta de cuándo va a comenzar a llover, cuándo tienen que comenzar a guardar las cosas para volver a sus hogares o cuándo es, simplemente, una amenaza o una llovizna pasajera.