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León XIV: cómo se elige el nombre del papa

Una vez que el cónclave elige a una nueva máxima autoridad de la Iglesia y esta acepta, se le pregunta cómo quiere ser llamado; y la respuesta dice muchas cosas

El 8 de mayo de 2025, Robert Francis Prevost se convirtió en León XIV, siguiendo una tradición que tiene casi 500 años.

De la misma forma, Albino Luciani se había convertido el 26 de agosto de 1978 en el brevísimo Juan Pablo I. Quien es hasta hoy el último papa italiano fue el primero de la historia en escoger un nombre papal compuesto. Lo hizo en homenaje a sus dos antecesores, Juan XXIII, fallecido en 1963, y Pablo VI, quien había muerto el 6 de agosto de 1978.

Cuando Juan Pablo I murió sorpresivamente poco más de un mes después de ser ungido (dando pie a una ola de rumores, hipótesis y versiones de conspiraciones que no vienen al caso), el polaco Karol Wojtyla fue elegido como su sucesor el 16 de octubre de 1978. Como reconocimiento a su predecesor, adoptó el nombre de Juan Pablo II al iniciar un pontificado que terminó el 2 de abril de 2005.

El “nombre papal” es el que adopta el sumo pontífice una vez designado por las dos terceras partes de los asistentes al cónclave, una vez aceptado el cargo y una vez respondida la pregunta “quo nomine vis vocari?”, abandonando así su nombre secular. Es de la forma en la que quiere ser conocido y solo él puede decidirlo.

Es una tradición que no comienza con la Iglesia católica. Empezó en 1555, cuando Gian Pietro Carafa decidió llamarse Pablo IV. Hasta entonces lo habitual era que su santidad (el título oficial) siguiera usando su propio nombre, continuando una dinastía si algún tocayo hubiera sido papa antes o iniciando una nueva.

Pero hay un antecedente un milenio y medio lejano en el tiempo: Juan II en realidad se llamaba Mercurius (Mercurio). Pero cuando fue electo, en 553, consideró poco adecuado llamarse como un dios romano, por lo que cambió su nombre, convirtiéndose en el primer nombre papal propiamente dicho. Lo escogió en homenaje a Juan I, que ya entonces era recordado como un mártir.

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Según la reciente película Cónclave (Edward Berger, 2024), cada cardenal ya tiene escogido su nombre papal. La elección es libre y muchas veces no tiene mayor significado, pero en otras refleja la admiración del nuevo sumo pontífice por alguno de sus antecesores, lo que a su vez permite vaticinar si será un papa conservador o reformista.

En 2005, el alemán Joseph Ratzinger escogió el nombre de Benedicto XVI. Su predecesor en esa línea, Benedicto XV, fallecido en 1922, había sido recordado por sus esfuerzos en favor de la paz durante la Primera Guerra Mundial. El argentino Jorge Bergoglio prefirió llamarse Francisco en 2013 en honor a san Francisco de Asís, fundador de la Orden Franciscana, quien nació en una familia opulenta en el siglo XII y se convirtió en el patrono de los pobres y los humildes.

El flamante León XIV adoptó un nombre que ya ha sido asociado a las causas sociales: León XIII, papa desde 1878 hasta 1903, se alejó de lo meramente doctrinal e intentó acercar a la Iglesia a las realidades del mundo que se vivían, interesándose en los movimientos obreros (condenando al mismo tiempo al naciente socialismo) y modernizando la diplomacia de la Santa Sede.

Hay quien hipotetiza que esta denominación le haría seguir una línea “progresista” iniciada por el papa Francisco.

Muchas veces, en cambio, el nombre queda en eso. Juan XXIII y Pablo VI fueron reformistas. Se aseguraba que Juan Pablo I seguiría en esa senda, pero su pontificado duró poco más de un mes. Juan Pablo II tomó su nombre, pero su postura fue notoriamente más conservadora.

El primer papa de la historia fue Pedro, uno de los apóstoles de Jesucristo. Pero nadie ha querido ser llamado Pedro II. Según una profecía, ese sería el último de la historia.