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    La década de las oleaginosas: transformaciones que pueden ser estructurales para la agricultura uruguaya

    El mundo del petróleo volátil y de las guerras en Medio Oriente, del calentamiento global y de la generalización del uso de la aviación por la clase media global precisa mucho más aceite; los precios para esta zafra son muy atractivos

    Hubo un tiempo en el que la soja a US$ 500 por tonelada era la señal clara que llevaba a la expansión agrícola, liderada por esa oleaginosa y los cultivos de verano. Esa fue la historia de buena parte del siglo XXI. Una revolución en la primera década de este siglo que se consolidó dejando más de 1 millón de hectáreas de un cultivo que ha cambiado completamente la lógica agrícola de Uruguay.

    Pero en sentido estricto, el carácter oleaginoso de la soja es relativo. Solo 20% del grano es aceite. Las altas oleaginosas como colza, carinata, camelina o girasol, están en su momento, y tal vez en su década de mayor expansión. Especialmente a partir de cambios ocurridos en este mes de junio. La señal de precios por encima de US$ 500 por tonelada ahora se está instalando en las oleaginosas de invierno de alto contenido de aceite.

    En esta segunda década la colza se agrega a esas transformaciones y varios hechos ocurridos en este mes dan la pauta de que esas transformaciones pueden ser estructurales para la agricultura uruguaya.

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    El mundo del petróleo volátil y de las guerras en Medio Oriente, del calentamiento global y de la generalización del uso de la aviación por la clase media global precisa mucho más aceite. Y mientras una tonelada de soja da 200 kilos de aceite, una de colza da 400 kilos.

    La soja seguirá siendo la principal fuente de proteína para la producción animal, pero para los aviones que precisan combustibles de bajas emisiones y de un precio no dependiente de la volatilidad de Medio Oriente la colza y cultivos similares, como carinata y camelina, tienen todo para generar un cambio tan profundo como el que hizo la soja en la primera década de este siglo.

    Esta situación se ha visto venir y fue planificada en varios grupos de productores, con el resultante de un razonable recorte en las áreas de trigo y cebada, y un aumento a más del doble del área del año pasado, afectada por exceso de lluvias que dificultaron la siembra.

    La superficie de colza de este año más que duplica a la del año pasado en Uruguay, al menos 280.000 hectáreas de acuerdo con las estimaciones del sector privado (Urupov). Y tal vez llegue a 300.000 hectáreas, dada la perspectiva reciente para los precios del cultivo.

    Hasta el 10 de junio los agricultores tenían como datos la fuerte demanda por biocombustibles de Europa, la escasa oferta de Ucrania, la ausencia de Rusia del abastecimiento europeo y los problemas en países productores.

    En Canadá, la escasez de la cosecha anterior de colza y la preocupación por la sequía para el cultivo actual han venido impulsando los precios, a pesar del arancel del 100% que China impuso a los canadienses como represalias a las barreras que Canadá pone a los automóviles eléctricos chinos.

    El escenario ya era favorable, y la presupuestación presiembra con un precio de US$ 480 por tonelada ya daba mejores márgenes esperables que trigo y cebada. Pero al cerrar la primera quincena de junio el marco de la colza dio un cambio cualitativo.

    En los últimos días se agregaron otros componentes favorables al precio. Si la guerra entre Irán e Israel se expande y persiste afectando al flujo petrolero, la disparada de las oleaginosas se hará mayor. Pero esa situación probablemente sea coyuntural. A diferencia de la invasión de Rusia a Ucrania, que probablemente persista por años, la guerra entre Israel e Irán difícilmente sea persistente.

    La aprobación de una nueva normativa sobre biocombustibles en Estados Unidos en junio de 2025 está redibujando el mapa global del mercado de aceites vegetales. Las consecuencias ya se sienten en la soja, la canola canadiense y en los cultivos de colza en lugares tan distantes como Uruguay, que podría estar frente a una ventana histórica de oportunidad para expandir su participación en un mercado en reconfiguración.

    EEUU y la nueva ola del biodiésel

    La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por su sigla en inglés) aprobó incrementos en los mandatos de mezcla de biocombustibles para 2026 y 2027. Particularmente, el mandato de biodiésel a base de biomasa crecerá hasta 7,12 mil millones de RINs (números de identificación renovables), que equivale a más de 5,6 mil millones de galones de biodiésel, un aumento sustancial respecto a los niveles de 2024. Unos 20 mil millones de litros por año, mucho más de lo que la propia industria del bodiesel había pedido.

    Simultáneamente, se redujo la habilitación a los biocombustibles generados por importaciones al 50%, favoreciendo la producción interna de materias primas como la soja y la canola. La mayor parte de las materias primas que Estados Unidos importa para hacer biocombustibles no son granos, sino aceite de cocina usado, que en su mayor parte llega desde China.

    El resultado inmediato: los precios del aceite de soja se dispararon, al igual que los de la canola canadiense, producto de una anticipada expansión de la demanda en la industria de diésel renovable (HVO) y de Sustainable Aviation Fuel (SAF). Y esa suba originada por el cambio de reglas de juego se superpuso al factor guerra.

    Mercado del petróleo

    A este movimiento regulatorio se suma una nueva fase del mercado del crudo. Con precios por encima de los US$ 75 por barril, y con un techo que nadie puede conocer, una mayor presión para descarbonizar la matriz energética, los aceites vegetales se vuelven cada vez más atractivos como sustitutos del diésel de origen fósil. Este efecto indirecto ha creado una demanda creciente por aceites con alto contenido energético, entre ellos el de colza.

    Colza: la diferencia está en el aceite. Mientras la soja contiene 18% a 20% de aceite por tonelada, la colza supera el 42%. Este diferencial de rendimiento hace que la colza sea una materia prima de alto rendimiento para biodiésel, especialmente en sistemas de HVO. Además, el aceite de colza posee una composición más saludable y más estable que el de soja, lo que lo hace preferido para alimentos y biocombustibles.

    Por otro lado, la harina de colza, aunque con menor concentración proteica que la de soja, encuentra mercados en rumiantes, porcinos y en la industria salmonera de Chile, complementando su aprovechamiento industrial.

    Relación de precios

    Tradicionalmente, la colza europea (Matif) cotiza entre 20 y 40 euros por tonelada por encima de la canola canadiense (ICE Winnipeg). Sin embargo, en junio de 2025 esa brecha se invirtió, y la canola se vendió más cara que la colza europea. Este cambio anómalo es resultado de la presión del mercado estadounidense sobre la oferta canadiense, y del aumento de fletes y restricciones arancelarias hacia China.

    Este contexto genera incentivos para que la Unión Europea y otras regiones busquen abastecedores alternativos. Uruguay, con una colza libre de organismos genéticamente modificados (OGM), con garantías de libre de deforestación, podría estar ante una perspectiva de crecimiento que vaya mucho más allá de la actual zafra.

    Las Brassicas (canola, carinata y camelina) son piezas clave para diversificar la agricultura y los mercados, ya que no se referencian a Chicago como la soja. Pueden llevar incluso, en el mediano plazo, a profundizar el desarrollo de la industria aceitera local o de biocombustibles, captar nuevas inversiones en el marco de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, y consolidar la reputación del país como proveedor sustentable y trazado de alimentos y energía vegetal.

    En la segunda quincena de junio la colza llegó a US$ 520 por tonelada y la carinata a US$ 580. Como referencia, la colza había sido presupuestada en US$ 480 por tonelada, y a ese precio ya era el cultivo que más margen prometía.

    Un salvavida para la soja

    La situación bélica y de los biocombustibles en Estados Unidos ha dado soporte a la soja apenas cosechada. El informe mensual de junio del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por su sigla en inglés) coincidió en gran medida con las expectativas para la soja estadounidense, que ha tenido un buen comienzo de cultivo.

    Mantuvo sin cambios el pronóstico de producción para 2025-2026, y aumentó las existencias finales mundiales en 1 millón de toneladas.

    Las perspectivas de un amplio suministro de soja desde el Mercosur es otro factor que pesa. La Conab (Compañía Nacional de Abastecimiento, de Brasil) revisó al alza la producción de soja de Brasil para 2024-2025 en 1,26 millones de toneladas (Mt), hasta 169,6 Mt (el USDA proyectó 169,0 Mt), mientras que la Bolsa de Cereales de Buenos Aires aumentó la estimación de cosecha de Argentina en 0,30 Mt, hasta 50,3 Mt (el USDA la estimó en 48,5 Mt).

    Pero aún con esos factores, que incidiendo sobre un grano aceitero como la soja, el mercado oleaginoso tiene todo para seguir subiendo. Un crecimiento fuerte del turismo y, por lo tanto de la aviación, la normativa estadounidense, y lamentablemente la guerra que dispara los precios del petróleo, desata el dominó de subas en precios de los aceites.

    La soja que parecía condenada a un muy modesto rango de precios, de entre US$ 350 y US$ 360 por tonelada, se colocó sobre US$ 370, y competirá de mejor manera por área en la próxima primavera, cuando es atractivo el maíz y las pasturas destinadas a la ganadería.

    Mientras los cereales siguen bajo presión bajista, también por un muy buen comienzo del cultivo de maíz en Estados Unidos, que se encamina a superar las 400 millones de toneladas.

    El 72% del maíz tiene un estado bueno o excelente, 4% por encima del promedio de los últimos cinco años, y 1% por encima de la semana anterior. En soja el porcentaje bueno o excelente es 66%, 2% más que el promedio de los últimos cinco años, y 2% menos que en la semana anterior.

    El rumbo lo determinará la marcha de la guerra, con un escalón estructural hacia arriba para las oleaginosas por las políticas estadounidenses. Una era propicia para las oleaginosas –que incluye al girasol– parece ser el signo de la segunda mitad de esta década.