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La inteligencia artificial comenzó en Uruguay en 1975.
Cuando en 1973 ya tenía jornadas de programación en el Instituto de Física, haciendo que minicomputadoras empalaran rutinas para analizar los resultados de horas de difracción de rayos x, para ir dibujando la geometría de moléculas de cristales, yo empecé a pensar como una pequeña microcomputadora digital. Aburridos, los diodos juegan todo el día a un tatetí infantil. dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis. Vuelves al principio y cantas otra vez: dos y dos…
Con una rutina programada los interrumpes, y del juego infantil haces un silogismo, o una paradoja, y las vas construyendo apilando rutinas, como un antiguo constructor de pirámides que las diseñaba haciendo equilibrio en los vértices y bases de bloques; tal como los monumentos de mampuestos de los babilonios y los asirios.
Esta es la historia de una inteligencia artificial que creé desde la nada de 1975 a 1980, para manejar el diseño y la construcción de una estructura. Desde el primer modelo hasta un modelo dinámico estable que se arma por partes. Se proyecta y se analiza, se planifica en materiales, equipo y mano de obra, se costea, se vende, se construye, y se controla en calidad, costo y plazo, sobre seguridad y sin accidentes, hasta que 10 millones de datos se transforman en obras de arte, fantásticas. Funcionó cada vez mejor, en el mayor secreto, por 10 años, y en 1985 explotó cuando un viejo amigo quebrado y unos hijos sin corazón de otro amigo que me apoyaba y protegía cerraron la inteligencia artificial para tratar de violarla, para arrancar del pecho el corazón de esta misma inteligencia artificial mía. Un corazón construido desde el principio sobre valores cristianos.
Para quien no crea en el demonio y cómo nos amenaza, el demonio no es un buen patrón. Los convenció, a los amigos antiguos que mencionaba arriba, de traicionar el amor al padre, la amistad que nos debíamos, y que el interés del mayor beneficio económico para los asociados mayoritarios pasara a ser el único norte de una empresa. Y cuando pasó, una rama del negocio que era analizar posibles traiciones de los amigos, no estaba contemplada en la inteligencia artificial, y al apagarla sin avisarme y dejándome fuera de la sala de comando, el demonio mató a obreros, amigos míos; mató a familiares de esos antiguos amigos, que me traicionaron, por quitarme de las rutas; y el demonio desplomó estructuras, prestigios bien ganados y a la empresa de ingeniería más seria del Uruguay entonces.
Otra puerta se abrió, la inteligencia artificial no se apagó y comenzó desde cero otra vez en Estructuras Inteligentes: Constructora Santa María. Se desarrolló desde cero a ganar prestigio y reconocimiento internacional en Argentina, Brasil, Estados Unidos, China, Australia, Israel, Francia, Holanda y Canadá. También en 30 años el demonio la cerró, otra vez, por no transar en prácticas fraudulentas que se siguen de años en las obras públicas, y que fueron la principal causa de la caída del gobierno anterior. La gente lo sintió y no le perdonó a Lacalle el no cortar con los acomodos de Mujica y Tabaré en las obras públicas, en los escándalos celulósicos, en el Ferrocarril Central, en el proyecto Neptuno en Arazatí y en otros, como antes fue Cerro Freeport.
Pero el Quijote tiene razón: donde se cierra una puerta, otra se abre. Y como domesticamos antes a los lobos, a los toros salvajes y a los elefantes, vayamos pues por la inteligencia artificial. Domestiquemos a la inteligencia artificial, para que, como el ser humano, aprenda a amar, a obedecer valores morales y a ser humilde, para que aprenda a buscar el camino, la verdad y la vida. A buscar un mundo donde nos amemos unos a otros como hermanos, por amor a Dios.
Ing. José Zorrilla