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“Las mujeres hacen posgrados más cortos y hay un punto en el que ya no estudian más”
La bioquímica Erika Teliz ganó el Premio L’Oréal-UNESCO por las Mujeres en la Ciencia 2021 con su proyecto sobre baterías de litio-ion que aporta al sector productivo y la movilidad eléctrica
Con 36 años y más de 20 artículos publicados en revistas científicas internacionales, incluidas Journal of the Electrochemical Society e International Journal of Hydrogen Energy, Erika Teliz está comprometida con el desarrollo tecnológico eléctrico. Especializada en la conversión electroquímica de energía, ciencia interdisciplinaria que estudia la interrelación entre los efectos eléctricos —es decir físicos— y la química, la licenciada en Bioquímica, magíster y doctora en Química desde 2017, enseña en la Facultad de Ciencias y la de Ingeniería mientras integra el Grupo Interdisciplinario de Ingeniería Electroquímica (GIIE), conformado por siete uruguayos de formación ingenieril y otros en ciencias, como es su caso.
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Con el fin de apoyar desde la academia al sector productivo de vehículos eléctricos en Uruguay y atender las necesidades que se generan en el país debido a este cambio en la matriz energética, Teliz presentó en octubre de 2021 su proyecto a la convocatoria del Premio L’Oréal-Unesco y lo ganó. “En el mundo hay un gran incentivo a la movilidad eléctrica, entonces tenemos muchas baterías que están entrando al país”, comenta la científica. “Es algo que crece y hay un compromiso mundial hacia ese cambio”.
El proyecto, que desarrollará junto con su equipo GIIE, trata, por un lado, sobre el desarrollo de nuevos diseños y materiales para las baterías de litio-ion, las más comerciales, livianas y de mejor rendimiento dentro del rubro eléctrico, y por otro lado, sobre el testeo de baterías comerciales, apuntando al estudio de los factores que afectan la autonomía y seguimiento de su estado de salud.
Al recibir el premio de 20.000 dólares a modo de subsidio para contribuir a la ejecución del proyecto por un período máximo de dos años, Teliz recibió llamados de varias empresas que fabrican vehículos eléctricos en Uruguay y otras responsables de generar energía con paneles solares, en busca de su ayuda.
Foto: Lucía Durán
¿Cuándo comenzó su interés por la ciencia?
Sabía que quería estudiar por el lado de la ciencia pero no tenía un rumbo claro. Hice la Licenciatura en Química y en segundo año tuve la materia de Electroquímica, ahí descubrí mi pasión. Con el responsable del laboratorio, Fernando Zinola, que trabaja en la conversión electroquímica de energía, descubrí un mundo y decidí especializarme para desarrollar nuevos materiales para dispositivos conversores de energía química a eléctrica.
¿De qué trata esa conversión de energía?
La electroquímica es muy vasta, existe la bioelectroquímica, electroquímica ambiental, la industrial, etc. Nuestro grupo (GIIE) se enfoca en ingeniería electroquímica. Dentro de esta conversión hay dos líneas de investigación bien marcadas. Una es el ciclo de hidrógeno, que implica la obtención del hidrógeno a partir de la electrólisis del agua (que es hidrógeno y oxígeno). Para romper esa molécula necesitamos un electrolizador —un dispositivo eléctrico— y así obtenemos oxígeno por un lado e hidrógeno por otro. Este último lo almacenamos para extraerlo y depositarlo en una celda de combustible para que reaccione con el oxígeno, y ahí vuelve a generarse agua y luego energía eléctrica. Sería el proceso inverso al electrolizador. La segunda línea de investigación son baterías recargables, hay muchas dentro de esa categoría pero las que más trabajamos son aquellas desarrolladas con tecnología de litio. En el mundo hay un gran incentivo a la movilidad eléctrica, entonces tenemos muchas baterías que están entrando al país. Dentro de las baterías de litio trabajamos el testeo de baterías comerciales. Vemos qué se importa, si el importador cumple con lo que dice que tiene que durar esa batería o no, probamos las baterías de manera electroquímica. Lo que sería una certificación completa requiere probar cuánto aguanta un golpe y temperaturas extremas, nosotros solo hacemos el testeo electroquímico, de rendimiento. Soy responsable de un proyecto que acabamos de terminar con la empresa Wheele. Venden vehículos eléctricos pequeños como bicicletas, monopatines y motos. Uno de sus problemas era que veían que a nivel de rendimiento no todas las baterías que compraban en China eran iguales. Además, para testearlas tenían que ellos mismos subirse al vehículo, andar y ver cuánto les rendían. Existen equipos que trabajan para simular eso y testear de manera más rápida. Obtuvimos resultados impresionantes, significó una ganancia increíble para la empresa. Por un lado, ganaron en tener un respaldo científico de sus baterías y, por otro, ahora saben qué rendimiento real tienen las baterías que compran. Son testeos clave que en Uruguay no se hacen. Por otra parte, hacemos diseños de nuevos materiales para baterías de litio-ion, pero también con nuevas tecnologías como la de litio-azufre, tecnología que aún no es comercial. Estamos trabajando en el desarrollo de esto último en colaboración con el Politécnico de Torino, Italia, y la Universidad de Catamarca en Argentina. El proyecto que presenté para L’Oréal-Unesco forma parte de este proyecto más grande. Buscamos desarrollar un prototipo de batería con los materiales que sintetizamos acá que no va a competir con las que se traen de China.
Entonces, ¿su proyecto se conecta con el cuidado del medio ambiente?
Sí, esa puntita del proyecto es lo que podemos volcar en la sociedad. Cuando trabajamos con Wheele vimos que el sector productivo de vehículos eléctricos tiene un montón de dudas. Es algo que crece y hay un compromiso mundial hacia ese cambio. Al ser una industria que está naciendo, nosotros tenemos que aprender a entender qué dudas tienen ellos y ellos tienen que aprender a hacer las preguntas. Este proyecto apunta a aportar conocimiento al sector productivo, y creo que funcionó. El premio ha ayudado a visibilizar nuestro trabajo, me han llamado de varias empresas de movilidad eléctrica y constructoras con dudas sobre el almacenamiento de energía en baterías de litio, que se pueden usar para los paneles solares. La academia en general tiene muchísimo que aportar, tenemos más de 30 años trabajando en baterías, y una gran limitante para nosotros son los fondos. Tenemos que seguir investigando para que en 10 años podamos resolver otros problemas. La academia está formada para apoyar al sector productivo, no es necesario ir a buscar ese apoyo al exterior. Está bueno que aumente la inversión a la academia por parte del sector productivo para así seguir aportando al desarrollo del país.
Foto: Lucía Durán
¿Cómo describiría al rubro de la ciencia en términos de desigualdad de género?
Está bueno visibilizar la trayectoria de cada mujer porque eso pone sobre la mesa las diferencias de género que hay. La ciencia no debería tener género, y lo que puede aportar la mujer es lo que puede aportar cualquier individuo. Si bien se puede pensar que la visión de la mujer es diferente, eso es una construcción cultural, en la que se piensa a la mujer como más sensible, más ordenada. Probablemente sea así pero no deja de ser una construcción de género. Deberíamos deconstruir eso y pensarnos a todos como iguales y no al hombre como lógico, al que mantiene la casa, el que tiene nuevas ideas y a la mujer como la que cuida. Se debe hacer desde la niñez. Que las niñas sientan que pueden hacer lo mismo que un varón. Soy mamá y superfeminista y no creo que todos los cuidados deban recaer solo sobre nosotras. Sin embargo, una lo tiene tan arraigado que siente que el cuidado tiene que ser solo de una. Si no vas a una reunión de padres sentís culpa; eso a los hombres no les pasa. Es un peso que cargamos las mujeres y no los varones. Hay un estudio de género que se hizo en la Facultad de Ciencias (Udelar) en 2017 y muestra la desigualdad real que hay, por ejemplo, en los cargos. Los cargos más humanos, las carreras más biológicas, por ejemplo, son más para las mujeres y las más lógicas, como la matemática, la ingeniería, para los hombres. Eso de a poco va cambiando en las inscripciones de las carreras pero todavía no cambia a los altos niveles. Las mujeres tienden a hacer posgrados más cortos y hay un punto en el que ya no estudian más. Algo diferente a los hombres que tienden a hacer más doctorados, a crecer más en su carrera académica. Hay una desigualdad llamativa a nivel de los grados 4 y 5. Esto impacta y debería hacernos pensar en por qué las mujeres, por lo general, tenemos que elegir si cuidar a la familia o no. Está cambiando, de hecho la decana de la Facultad de Ciencias es Mónica Marín y la de Ingeniería es María Simon, pero falta mucho.