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150 años de La Paloma: pasado y presente de un ícono de la costa océanica

Conocido por su carácter familiar y por ser meca del surf, el balneario más popular de Rocha llega a su siglo y medio enfrentando nuevos desafíos

Antes de existir, La Paloma era el cabo de Santa María, las dunas y el puerto natural. La única manera de llegar a estas tierras, con imponente costa oceánica, era por mar. Vicente Serra venía seguido. Era el capitán del barco El Tabaré, de la compañía Lussich, que hacía viajes desde Montevideo, pasando por Punta del Este, con el objetivo de transportar pasajeros y traer mercadería. En aquellos años de fines del siglo XIX, la travesía en mar no era fácil. La costa rocosa y los cayos jugaban malas pasadas y muchas embarcaciones naufragaban antes de llegar a destino.

regenerado

En 1870, cansado de tantas peripecias y de pérdida de vidas humanas, el gobierno uruguayo decretó la construcción de un faro en el cabo Santa María. Sin embargo, el proceso de construcción tampoco estuvo exento de tragedias. Cuando la torre había alcanzado los 30 metros de altura, una noche de tormenta de 1872 se derrumbó, provocando la muerte de los obreros que pasaban la noche en el lugar. Se necesitaron dos años más para dar por terminado el faro. Su inauguración fue el 1 de setiembre de 1874, día en que emitió el primer destello de luz. Desde entonces, esa fecha se toma como referencia histórica de la fundación del balneario de La Paloma.

Ya con el faro, los habitantes de la zona, la mayoría de ellos pescadores, se comenzaron a multiplicar y los navegantes pudieron realizar sus viajes con más seguridad. El capitán Serra­, originario de Punta del Este, fue uno de los principales impulsores de la vida social del nuevo balneario y fundador del primer club social, denominado Villa Serra, aunque nunca llegó a establecerse en estas tierras.

En la primera mitad del siglo XX llegó el tren y el primer plan de urbanización a cargo de los arquitectos Nicolás Solari y Carlos Gómez Gavazzo­. Pero fue en la segunda mitad de ese siglo cuando La Paloma comenzó a recibir a los primeros turistas no rochenses. Javier Serra, sobrino nieto de Vicente, que desde niño vive en Rocha y pasa sus veranos en La Paloma, recuerda la cantidad de pasajeros provenientes de otras zonas del país, que los primeros días de enero de los años 50 y 60 bajaban del tren dispuestos a disfrutar del verano en las paradisíacas playas. “Venían familias enteras, con el equipaje, para pasar todo el verano”, comentó a Galería. Desde entonces La Paloma, que este año celebra su 150 aniversario, ha mantenido un marcado perfil de balneario familiar.

Crecimiento turístico y poblacional. A lo largo que este siglo y medio, este refugio tranquilo y agreste situado sobre el océano Atlántico­, signado por la magia del viento, las arenas blancas, el agua cristalina e impetuosa y los atardeceres naranjas, ha cautivado a muchas familias uruguayas, que todos los veranos lo eligen para disfrutar de sus vacaciones. También suele ser punto de atracción para muchos argentinos, que llegan seducidos por su tranquilidad y por sus playas oceánicas ideales para la práctica del surf. Aunque en las últimas temporadas, la presencia de turistas del vecino país ha disminuido considerablemente.

“Últimamente La Paloma es mayormente un lugar receptor de turismo interno. El turista nacional al que le gusta La Paloma es fiel. Vuelve siempre”, señaló a Galería Sergio Muniz, el alcalde. Los números de consumo eléctrico de UTE de la presente temporada muestran que en enero La Paloma y sus balnearios satélites (La Aguada y Costa Azul) albergaron hasta 60.000 personas, cuando se calcula (también a partir del consumo de energía eléctrica) que actualmente viven en la zona de forma estable 12.000.

Esta cifra de población estable contrasta con el último dato oficial del censo 2011, que daba cuenta de la existencia de 5.600 habitantes estables en la zona. “Estamos ansiosos de tener los datos del censo (2023)”, expresó Muniz­, quien adelantó que el “brusco” proceso de crecimiento demográfico pospandemia es uno de los principales desafíos que enfrenta el balneario en su 150 aniversario. “Notamos que en los últimos años la población permanente de La Paloma se ha multiplicado. Eso implica que la demanda de servicios, como la recolección de basura, ha tenido un aumento muy pronunciado”, lo que dificulta su debida prestación.

La mayoría de los nuevos pobladores provienen de la zona metropolitana o del interior del país, propietarios de casas de verano, que resolvieron instalarse en la zona, amparados en las posibilidades que otorga el trabajo remoto. “Se trata de un perfil de teletrabajador joven, familias con niños chicos”, sostuvo Muniz, quien agregó que el establecimiento en Punta del Este del Centro Universitario Regional del Este (CURE) de la Universidad de la República también ha motivado la instalación de muchos docentes e investigadores en la zona. Sumado a esto, se ha constatado la presencia de muchos extranjeros, provenientes sobre todo de Francia­ y Alemania.

La revitalización de la zona fuera de la temporada de verano es la otra cara de la moneda del crecimiento poblacional. “Ahora mucho comercio queda abierto todo el año. Entre ellos, una cafetería y algún restaurante. Antes, los supermercados de grandes superficies abrían en verano tres locales y en invierno cerraban todos. Ahora dos quedan abiertos todo el año”, aseguró el alcalde. No corrió la misma suerte la sala de cine, que en los últimos días anunció su cierre por falta de público.

Más allá de esto, el jefe del municipio alertó que el invierno en La Paloma no es para cualquiera. “Los palomenses siempre decimos que el que supera julio y agosto, se queda. Muchos, cuando llegan esos meses, renuncian a la aventura de vivir todo el año acá. El invierno en La Paloma es bravo. Implica estar mucho tiempo encerrado, las calles no están en las mejores condiciones y las distancias son largas”.

El casco antiguo de La Paloma, que se encuentra en las inmediaciones del faro, todavía conserva casas de fines del siglo XIX y principios del XX. El casco antiguo de La Paloma, que se encuentra en las inmediaciones del faro, todavía conserva casas de fines del siglo XIX y principios del XX.

El crecimiento poblacional y turístico en La Paloma ha llevado también a la aparición de nuevas zonas urbanizadas, como es el caso de La Serena, la última playa con servicios de guardavidas hacia el sur del balneario y próxima a la laguna de Rocha. Una zona agreste y con frondosa vegetación, que desde hace ya varios años es el destino obligado de jóvenes surfistas y de familias enteras. Su vista panorámica y su tranquilidad, lejos del bullicio del centro, la han convertido en un lugar de veraneo privilegiado y, por momentos, exclusivo. La construcción de modernas casas con amplios espacios verdes y la presencia de varios complejos de cabañas y apart hoteles dan cuenta de ello. En plena temporada, los costos de una noche para dos personas en un apart hotel supera los 100 dólares. En tanto, el alquiler de una casa de una habitación puede llegar a los 250.

No solo se vive del surf. El surf es el deporte de La Paloma por antonomasia. Contra él no puede ni siquiera el crudo invierno. La Balconada, La Aguada, La Serena, la de los Botes, cualquiera de sus playas —menos Bahía Grande— son ideales para correr olas, obviamente en verano, pero también en invierno. Lo único que hay que tener en cuenta es la orientación del viento, por lo que la mejor opción varía según el día y las horas.

De hecho, en la playa La Aguada la escuela de surf para niños Pater funciona durante todo el año. Es en esas aguas, de las más tranquilas del balneario, donde se recomienda dar los primeros pasos en este deporte, comentaron desde Peteco Surf Shop, la tradicional tienda de La Paloma. Allí aseguraron también que el turismo surfer se prolonga en la zona de enero a diciembre. “En invierno vienen bastante desde Brasil, hacen excursiones desde Santa­ Catarina­”. Los uruguayos también son un público fiel. Según expresaron desde Peteco, estos suelen aprovechar los fines de semana largos y las vacaciones de julio para irse hasta allí a disfrutar de las olas.

Pero en La Paloma no solo se practica surf. Desde hace cinco años el Club Náutico Sudestada, ubicado sobre la playa Bahía Grande, ha revitalizado los deportes náuticos en la zona. Con casi 300 socios y una cuota de 600 pesos mensuales, el club ofrece durante todo el año variedad de opciones para grandes y niños: desde nado, vela, remo y kayak, hasta windsurf­, wingsup, stand up paddle y surf. Rafael Silva, instructor, dijo que el club cuenta con apoyo municipal y está validado por Prefectura­. A su vez, resaltó su carácter social y familiar. “Vienen familias enteras. Mientras la madre hace windsurf, el hijo asiste a clase de optimist”. Sudestada cuenta también con la opción de socio de verano, lo que permite a muchos turistas sumarse a la propuesta por una cuota mensual de 1.800 pesos.

Conciencia ambiental. En La Paloma se respira conciencia ambiental. Tal es así que para el alcalde, la conservación del medio ambiente forma parte de la identidad del balneario. A los tres viveros existentes, a escasas cuadras uno de otro, se suma el nuevo ecoparque de plantas psamófilas, el trabajo de recuperación de dunas y el plan de reciclaje que lleva a cabo el municipio, que cuenta con la colaboración de 400 familias y 100 empresas adheridas, y que en 2022 ganó el premio nacional de Ambiente.

El ecoparque psamófilo Costa Azul es un proyecto de vecinos, que preocupados por la degradación del suelo y la deforestación en la zona, decidieron hacerse cargo de la conservación de un bosque psamófilo (plantas resistentes a la arena y al viento), ubicado a seis cuadras del mar, sobre un terreno arenoso y con cárcavas. Algunas de las especies vegetales que se pueden encontrar allí son carqueja, marcela, coronilla, canelón y espina de cruz, entre otras tantas plantas enmarañadas, que casi no dan paso al visitante. Elena Lujambio, del grupo de vecinos, señaló que la conservación de este terreno es importante “porque la mayor parte de los bosques psamófilos de Uruguay han sido talados” y ellos cumplen una función vital en el ecosistema costero: filtran el agua, mantienen el suelo, refrescan la zona y protegen la fauna característica.

Raúl Nin es el propietario del vivero Ca'aguigua y un experto en plantas nativas, que hoy asesora en la recuperación de humeadles y otros ecosistemas. Raúl Nin es el propietario del vivero Ca'aguigua y un experto en plantas nativas, que hoy asesora en la recuperación de humeadles y otros ecosistemas.

“Cortaron los bosques y ahora lloran porque se erosiona el suelo y se contamina el agua” es la leyenda que contiene uno de los carteles que dan la bienvenida al visitante del vivero Ca’aguigua de plantas nativas. Raúl Nin, su propietario, hace 50 años que trabaja con la vegetación nativa, preocupado por la falta de conciencia que existe en Uruguay sobre su conservación. El vivero, de dos mil metros cuadrados, cuenta con más de 200 especies nativas, agrupadas por el perfume. “Muchas de estas plantas son consideradas maleza, por eso las cortan, y no se dan cuenta del mal que provocan en el ecosistema”, expresó Nin. Hasta allí llegan extranjeros interesados en conocer la flora nativa y también uruguayos preocupados por la recuperación de humedales y la calidad del suelo. De hecho, Nin actualmente trabaja en distintas zonas del país, asesorando en la tarea de recuperación de los ecosistemas.

La reforestación de La Paloma y sus zonas aledañas es uno de los principales objetivos del vivero municipal, que funciona hace tres años. Para Omar Vicente, encargado de Áreas Verdes del municipio y capataz del vivero, el Covid-19 marcó un antes y un después. “Con la pandemia se despertó la conciencia ambiental en la zona”, señaló. Para que las plantas sean accesibles para todos y se logre su cometido, el vivero intercambia plantas por alimentos no perecederos, que luego el municipio distribuye entre las familias necesitadas que no llegan a los comedores. A su vez, cualquier cliente puede acceder de forma gratuita a plantines de huerta (lechuga, tomate, albahaca). En este caso, el propósito es incentivar las huertas familiares.

Rosario Sampson lleva adelante el vivero Rincón Verde, que con 31 años de trayectoria se ha convertido en un atractivo turístico del balneario. Rosario Sampson lleva adelante el vivero Rincón Verde, que con 31 años de trayectoria se ha convertido en un atractivo turístico del balneario.

El vivero Rincón Verde llama la atención por la abundante vegetación y las flores de colores intensos que el caminante encuentra en la intersección de las calles Anacahuita e Ibirapitá. Con 31 años de existencia y ocho terrenos repletos de especies vegetales, ya se ha convertido en un punto de atracción turística. “Hasta aquí llegan excursiones. Hay gente que no se quiere ir de La Paloma sin pasar por acá”, comentó a Galería su dueña, Rosario Sampson. Recorrer sus senderos es un paseo de colores, texturas y olores. El espacio cuenta también con un mirador y muchas veces se ambienta con música clásica.

La labor de concientización que realizan los viveros y el ecoparque sobre la importancia de los ecosistemas se ve potenciada por el trabajo de recuperación de dunas que lleva a cabo el municipio. “El año pasado llegamos a recuperar casi tres mil metros. La recuperación dunar es importantísima para conservar y proteger el ecosistema marino”, resaltó Muniz, quien manifestó que a esto se suma la figura del capataz de playa, quien se encarga de limpiar, mantener y recuperar todo lo que tiene que ver con la franja costera. En definitiva, con el tesoro más grande que tiene La Paloma, ese que, como dice el dicho popular, permitirá seguir surfeando hasta que el cielo quede naranja.

La playa junto al puerto es una de las tantas que el turista tiene para visitar y disfrutar en plena temporada. La playa junto al puerto es una de las tantas que el turista tiene para visitar y disfrutar en plena temporada.
La construcción de un anfiteatro sobre un cañadón frente al mar, en la zona de Costa Azul, es otra muestra del afán de La Paloma por preservar la flora y la fauna e integrarla a la vida recreativa y cultural.La construcción de un anfiteatro sobre un cañadón frente al mar, en la zona de Costa Azul, es otra muestra del afán de La Paloma por preservar la flora y la fauna e integrarla a la vida recreativa y cultural.
En los últimos años, La Serena se ha convertido en una zona exclusiva, con muchos complejos, apart hoteles y modernas casas de veraneo. En los últimos años, La Serena se ha convertido en una zona exclusiva, con muchos complejos, apart hoteles y modernas casas de veraneo.