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Capturas de la vida de Nairobi en cuarentena

Varado en Kenia hace cuatro meses, el fotógrafo uruguayo Alan Kugelmass aprovechó el cierre de fronteras para retratar la diversidad de Nairobi; su trabajo muestra la cultura ancestral, la vida de las tribus y la influencia europea

Varado en Kenia hace cuatro meses, el fotógrafo uruguayo Alan Kugelmass aprovechó el cierre de fronteras para retratar la diversidad de Nairobi; su trabajo muestra la cultura ancestral, la vida de las tribus y la influencia europea

El sacudón llegó de golpe y sin aviso. En pleno febrero, el fotógrafo uruguayo Alan Kugelmass, de 34 años, armó una valija, puso la cámara en una mochila y llegó al aeropuerto de Buenos Aires (donde reside hace una década) para tomarse un avión a Kenia. La excusa del viaje era perfecta: su hermana estaba de forma transitoria en Nairobi y su otro hermano, que vivía en Londres, quería conocer la cultura africana. Su idea era recorrer la ciudad en familia, capturar la vida salvaje y regresar a Argentina para cumplir con sus compromisos laborales. Lo poco que sabía de África lo había visto en documentales de National Geographic y en las películas infantiles de Disney, pero el destino lo iba a sorprender. Y la sorpresa llegó por partida doble: se encontró con un fuerte choque cultural y un viaje que resultó siendo mucho más largo, incierto y transformador de lo que esperaba. Mientras paseaba por Kenia fue contactado para realizar una producción, cambió el pasaje de vuelta y quedó varado por la pandemia. Su hermano se había ido y se quedó solo con su hermana. Lo único conocido era la cámara debajo del brazo.

De esta forma, y sin anestesia, tuvo que dejar de ver a Kenia como un destino turístico. Hace cuatro meses está compartiendo una casa con otros extranjeros y es parte de la vida de Nairobi, que terminó por convertirse en la protagonista de su último fotorreportaje.

Lejos de dejar que la incertidumbre lo paralice, la situación le sirvió como un impulso creativo para retratar lo que está ocurriendo en la ciudad africana durante la cuarentena. "Todo fue confuso y muy rápido. No tengo ni idea de cuándo voy a volver, pero este tiempo me sirvió para hacer las fotos que me gustan. Armé una red para moverme y voy a ver cuáles son mis posibilidades", dice a galería en una charla telefónica. El uruguayo se encargó de capturar destellos de una sociedad donde conviven las tribus, los animales salvajes y las villas, con edificios construidos con la influencia europea. En esa mezcla se pueden percibir las diferencias del territorio, que abarca sabana, lagos y zonas montañosas, la riqueza de la fauna y el atractivo de los safaris.

La casa de los Masái y la vida salvaje. Antes de viajar, la hermana de Alan le había contado que Nairobi no era como imaginaba. La capital de Kenia es una ciudad cosmopolita con muchos extranjeros que llegan a organizaciones sin fines de lucro para trabajar en distintas empresas (sobre todo de tecnología) y startups. Hay edificios imponentes, autos de alta gama y grandes gimnasios. Pero el contraste con el resto de la sociedad existe y se siente. "Podés estar pasando por una calle y ver a alguien durmiendo la siesta a cualquier hora. Podés ver las vacas caminando en la ruta", cuenta el fotógrafo. El tránsito puede ser caótico y las zonas céntricas agobiantes. Sin embargo, la pandemia cambió la vida de la ciudad.

Ante la alerta de la Organización Mundial de la Salud, los accesos de salida hacia otros condados fueron cerrados y las autoridades decretaron un toque de queda que rige desde la tarde hasta la madrugada. Los restaurantes y bares cerraron sus puertas y recién ahora están empezando a retomar el ritmo habitual. El gobierno utilizó los canales oficiales y la vía pública para advertir sobre los riesgos del coronavirus, pero no decretó la cuarentena obligatoria por la fragilidad social. "Es que la mayoría tiene trabajos informales. La gente vive de lo que vende en los puestitos de las calles y necesitan seguir laburando para comer. Los primeros días sentimos el mismo pánico que en todos lados y más los que estamos en contacto con Occidente. No querés caer en un hospital acá", dice. Y sus fotografías muestran la razón.

Hay barrios de Nairobi construidos sobre suelo inestable, calles rojizas, sin desagües y malas condiciones higiénicas. Los hospitales tienen pocas camas y pocos respiradores disponibles, la población no suele ir a consulta y hay quienes desconfían de la existencia del coronavirus. "Las restricciones son grandes, pero la gente no presta mucha atención. A pesar de que dan datos oficiales, no se sabe realmente cuántos casos hay porque no suelen ir al médico. Están acostumbrados a tener fiebre, a las plagas u otras enfermedades; se les pasa y siguen con su vida", dice Kugelmass.

Aunque para los occidentales esta situación puede resultar escandalosa, es importante estudiarla -y en este caso mirarla- desde otra perspectiva. Tal y como muestra el trabajo de este fotógrafo, los códigos sociales, la tradición y las creencias responden a otra realidad. A kilómetros de la ciudad, se encuentran comunidades nativas de Masái que siguen largas tradiciones y se distribuyen en villas de casas de barro y arcilla. Aquí el hombre se encarga de pasear al ganado y la mujer del cuidado del hogar. "De repente estás cruzando la calle y se te cruza una persona paseando vacas. O vas por el parque y tenés a 60 monos que caminan al lado. Algo parecido me pasó en casa el otro día: uno entró por la ventana, agarró una bolsa de pan y se quedó comiendo", cuenta.

Junto con los animales salvajes y los paisajes, los Masái son los grandes protagonistas de las historias documentadas por Alan Kugelmass. Porque más que mostrar un paisaje bonito o la belleza de África, sus tomas son composiciones simbólicas y atrapantes sobre los pobladores y el golpe social provocado por la pandemia. En medio de la crisis mundial, las clases están suspendidas y los niños pasan los días corriendo y jugando en medio de las calles de tierra. Muchos siguen inmersos en sus rutinas como los hombres de la villa Oltepesi, que fueron retratados con vibrantes atuendos de telas a cuadros, pulseras y collares.

La amenaza por el coronavirus no detuvo la vida cotidiana, pero agrava problemas estructurales anteriores. "Al quedarme acá empecé a armar una red de contactos y me junté con la organización Team Pankaj Kenya que lleva comida a las villas, porque estaba todo cerrado y la gente no tenía nada. Nosotros fuimos a las escuelas, a sus casas y nos vinculamos mucho; ellos nos contaban sus vidas y los problemas. También aprendimos tradiciones; nos enseñaron a prender fuego con palos y dos maderas. De afuera parecía fácil, pero cuando traté de hacerlo me rompí las manos", cuenta Kugelmass. En aquella intervención conoció a pobladores como Maureen Kayanja, una madre de seis hijos que no tiene un trabajo estable ni puede pagar una vivienda. Uno de sus hijos tiene miedo de que su escuela siga cerrada y pierda el año. Y ella comparte ese temor. "No quiero que sea como yo. Tuve que abandonar en segundo por falta de fondos", dice su madre en el video Todo lo que tienen, grabado por Kugelmass para la organización. La situación es compleja y las imágenes lo muestran.

Un futuro incierto y como mzungu. En estos cuatro meses, Kugelmass pasó por situaciones que jamás imaginó vivir. La incertidumbre de no saber cuándo será el día de su partida, el miedo a no tener trabajo y estar encerrado en un país ajeno le sirvieron para encontrar refugio en sus fotografías. Es cierto que ha tenido que tomar recaudos, pero salió (tapabocas mediante) a disparar su cámara frente a personajes, animales y paisajes exóticos y se sumergió en la rutina de otro continente. También aprovechó para salir a correr por el medio del bosque y a probar sabores locales. De a poco está viendo cómo la ciudad retoma su ritmo habitual y el continente más vapuleado de la historia transita la pandemia.

No tiene claro cuándo volverá al Río de la Plata y para hacer qué: "Lo que más me gusta es la fotografía callejera, el reportaje. Hace 10 años me fui a Buenos Aires a estudiar Dirección de Arte Publicitario, pero nunca lo vi como carrera. Empecé a trabajar en Google y sacaba fotos los fines de semana. Después decidí meterme de lleno y ahora veo una oportunidad. Sigo con proyectos remotos y estoy armando una red para moverme. No puedo desaprovechar este destino", asegura.

Mientras tanto, explora la cultura de Nairobi y prueba los sabores locales. Eso sí, en los puestos callejeros tiene que prestar atención porque si los precios no están anotados, los vendedores con solo mirarlo le suben unos chelines. Es fácil engañar a los extranjeros y con verle la piel, los rasgos y las rastas, los pobladores saben que no es de ahí. Ellos lo ven como un mzungu, que se traduce como "hombre blanco". "Te saludan, te gritan. Estoy seguro de que son mucho más amables de lo que seríamos nosotros si fueran a Buenos Aires o Montevideo. Los niños se vuelven locos: te tocan la piel, las rastas. No lo pueden creer". Y es que, en la cuna de la humanidad, los exóticos somos nosotros.