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Cimarroncitas al Mundial: el proceso hacia un inesperado e histórico logro
De forma inesperada y tras un proceso largo y complejo, la Selección Uruguaya de Hockey sub–21 clasificó por primera vez al campeonato mundial, un hecho que marcó un hito en la vida de este deporte en Uruguay
Agustina Martínez, Lucía Santucci y Elisa Civetta. Fotos: Adrián Echeverriaga
Martes, dos de la tarde de un día gris de primavera,
casi invernal. Agustina Martínez, Josefina Lage, Lucía Santucci, Agustina
Suárez y Elisa Civetta conversan en círculo al costado de una enorme cancha
azul sobre la que giran grandes regadores. El viento arrastra parte del agua
hacia las jóvenes, que no se inmutan; la charla parece estar demasiado
interesante como para molestarse por un poco de agua. Hablan sobre la facultad
y sobre los estudios, pero aquellos temas en realidad se cuelan sobre uno central:
el hockey. El precio de los equipos deportivos (que “valen un riñón”, bromea
una de ellas), el campeonato de truco que organizan para el fin de semana para
recolectar fondos, la nueva y “soñada” cancha de agua y lo “erizada” que estaba
una de las jugadoras al pisarla por primera vez.
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A los pocos minutos no les queda
otra que interrumpir la conversación: llegó el momento de las fotos. Y las
sonrisas para la cámara de Galería son más bien carcajadas contenidas.
Las que están siendo fotografiadas se niegan a adoptar la típica posición de
equipo de fútbol. Mientras, las que están detrás de la cámara hacen chistes.
“Dale, perfilate un poco más”, bromean las otras jugadoras hacia las que están
posando. “Ríanse, que ahora les toca a ustedes”, dice una de ellas entre risas.
Se acercan las tres de la tarde y llegan dos, cuatro,
cinco chicas más, hasta que en el camino donde al principio había siete
mochilas tiradas, ahora hay treinta. Llegan el preparador físico, Matías Núñez,
el director técnico, Andrés Vásquez y la ayudante técnica, Bettina Bocca. Las
jugadoras mueven colchonetas, pesas y bandas elásticas a la cancha. “Ay, nadie
trajo parlante, ¿no?”, vocifera una de ellas. “¡Yo tengo! ¡yo tengo!, pero
chiquito”, responde otra mientras sale corriendo a buscarlo. Se acuestan y con
un rolo (rodillo de goma) masajean sus músculos para aflojarlos luego de un
lunes de descanso. Suena la música de María Becerra y así, al ritmo del
pop/reggaeton es como las Cimarroncitas, como se le llama a la Selección
Uruguaya de Hockey sub–21, empiezan sus
dos horas de entrenamiento.
Si hay algo a lo que estas 30
hockistas están acostumbradas, es a entrenar: lo vienen haciendo desde niñas en
sus colegios y con sus respectivos clubes. Pero aquel está lejos de ser un
entrenamiento cualquiera.
Lo que las convoca desde el 10 de setiembre durante dos
o hasta cuatro horas los martes, miércoles, viernes y sábados es un hecho sin
precedentes: dentro de exactamente dos meses estarán en la ciudad sudafricana
de Bloemfontein, donde disputarán el primer Mundial en la historia del equipo.
Las 30 Cimarroncitas son mundialistas y por eso, aunque no parezcan del todo
conscientes, son históricas.
El hito. Si existiera la posibilidad de rebobinar, Victoria
Bate, golera del equipo, reviviría una y mil veces un momento: cuando sonó la
corneta que marcó el final del partido contra Estados Unidos en el Panamericano
Junior de Chile, el 26 de agosto, un sonido que marcó el hito, es decir, el
pase definitivo de las Cimarroncitas al Mundial. En pocos minutos, fueron
muchas sensaciones juntas para las 18 jugadoras de entre 17 y 21 años que
viajaron a competir. Primero la euforia tras el gol de Belén Barreiro a los 51
minutos, cuando faltaban apenas nueve para terminar el partido. A los pocos
minutos, la desilusión cuando Estados Unidos metió la bocha en el arco
uruguayo. Y en los últimos segundos del partido, la alegría inmensa: el gol de
Estados Unidos fue anulado, por lo que ganó Uruguay. “Se terminó el partido con
el corazón en la boca. Fue un altibajo de emociones”, recuerda Bate. “Se
puede”, son las dos palabras que la marcaron a fuego después de todo el proceso
que las llevó al logro histórico.
En el Panamericano Junior la
selección uruguaya enfrentó a grandes potencias del hockey como Argentina,
Canadá y Estados Unidos. Como siempre, la selección fue preparada para dar lo
mejor de sí, aunque sin despegar los pies de la tierra. Así como las
Cimarroncitas lo dan todo, también lo hacen las potencias, que además tienen
equipos profesionales y, por ende, con otros recursos. Lo saben bien las
jugadoras y también el equipo técnico. Por eso, la clasificación al Mundial fue
una verdadera sorpresa. Lo explica el director técnico, Andrés Vásquez:
“Impensados los resultados que se obtuvieron. Desde el momento uno sabíamos los
rivales con los que íbamos a jugar. La aspiración principal era hacer buenos
partidos y poder demostrar que se estaba a la altura, pero no de la manera como
después se terminó dando todo, de igual a igual y hasta ganando. Esa fue la
sorpresa y la alegría que después se sintió en el cuerpo técnico. Y si para uno
era impensado, para las chicas también”. Bettina Bocca confirma aquella
sensación: “Fue impresionante. Vos preparás los partidos para que se den de una
forma pero también sabíamos que iban a ser rivales duros, tres potencias, y de
pronto, como se dieron las cosas, llegamos”.
Victoria Bate, además, fue elegida
como la mejor golera del Panamericano Junior. Para la jugadora, que además de
integrar Cimarroncitas también ataja en Old Christians, fue todo un sueño
cumplido. “Siempre estamos ahí de conseguirlo pero nos falta un poquito, y esta
vez se dio. Es una locura, te quedás esperando que de nuevo falte un poquito,
pero suena la corneta al final del partido y te das cuenta de que ese poquito esta
vez no faltó, es increíble”.
Entre las 30 que ahora se preparan
para el Mundial hay jugadoras que estuvieron durante todo el proceso, otras que
se incorporaron antes del Panamericano Junior, y algunas que ingresaron a la
selección recién el 10 de setiembre. Es que seis jugadoras que formaban parte
del equipo que logró la clasificación no estarán en el Mundial por su edad, ya
que son parte de la generación 1999. Belén Barreiro, quien metió el gol ante
Estados Unidos, es una de ellas. También Jimena García, la capitana. “Ahora
tenemos que encarar nosotras”, dice la golera. “Ya extrañamos a las 99”,
asegura quien por su antigüedad en el proceso se perfila como una de las
capitanas naturales del equipo. “Hay que rearmar el grupo e ir encontrando de
vuelta los nuevos roles en el equipo. Está ahora en las que somos las ‘nuevas
grandes’ el asumir esos roles con toda la base que venimos trabajando”,
explica.
Bocca, por su parte, prefiere pensar
que cuando se pierden referentes en un equipo en realidad se “ganan” jugadoras
para la selección mayor. “Eso hace que otras tomen ese rol, y eso también es
importante porque tienen la oportunidad de hacerlo, y nosotros la posibilidad
de conocerlas en ese rol que las hace crecer y madurar como jugadoras. Ese
punto de vista nos sirve para que sigan creciendo como deportistas”. Aunque
“perder referentes” también es difícil. “Siempre las más grandes son las que
tienen más experiencia, y eso es lo que va a ser difícil de suplir, pero
confiamos en las chicas que están y hemos citado”, afirma la ayudante técnica.
Podría decirse que el camino hacia
la clasificación al Mundial empezó con un viaje a China en 2019, donde las
Cimarroncitas entrenaron durante un mes y medio. Jimena García formó parte de
todo ese proceso que culminó con aquel partido contra Estados Unidos, pero
cumplió 22 años, por lo que ella tampoco irá al Mundial. Sin embargo, la
excapitana se muestra feliz y orgullosa. Logré entender que son las reglas de
juego. A la generación 99 nos tocó esto pero estamos orgullosas de haber
formado parte de este hecho histórico, y sabemos que las que vayan nos van a
representar de la mejor manera posible”, asegura a Galería. Y con hechos
demuestra su cariño al equipo. Más allá de ser compañeras en el juego, buena
parte de las Cimarroncitas son amigas. Las jugadoras cuentan que las que no
irán al Mundial igual ayudan a organizar los eventos para recaudar fondos, y
están siempre presentes. “Se formó un grupo de amigas y están para nosotras.
Las vamos a seguir teniendo como compañeras en la selección mayor y siempre
están para ayudar”, dice Bate.
El proceso. El camino hacia la clasificación fue duro, algo en lo
que todas coinciden. A diferencia de los futbolistas, que cuando clasifican al
Mundial se ocupan de rendir al máximo a nivel deportivo, para las jugadoras de
hockey —al igual que para tantos otros deportes— llegar a un Mundial o a
cualquier otro campeonato internacional requiere de un sacrificio extra. Deben
financiarse cada viaje, a lo que se suma que ninguna se dedica solo al hockey.
Todas estudian, y muchas también trabajan. “Estudio, hago dos carreras:
Nutrición y Bioquímica. Y trabajo como asistente técnica en mi club, Old
Christians. Además entreno”, cuenta Bate. Su rutina es similar a la de las
demás jugadoras.
Para llegar al panamericano, las
Cimarroncitas vendieron tapabocas, cuellos para el invierno y stickers.
Ahora, para el Mundial de Sudáfrica —bastante más costoso— tienen apenas dos
meses para juntar la plata. Con ese fin están organizando eventos como un
torneo de truco y las clínicas de hockey para niñas y madres. “Es un deporte amateur,
no recibimos el suficiente apoyo externo como para poder poner el foco
solamente en entrenar. Estamos constantemente buscando formas de ir recaudando
para poder financiar el viaje, el torneo, la estadía y las comidas”, explica la
golera. Es la Federación Uruguaya de Hockey la encargada de organizar todo el
viaje y luego pasar un presupuesto a las jugadoras para que lo financien.
Al mismo tiempo, a este proceso se
le agregó una dificultad obvia: la pandemia. En marzo de 2020 los
entrenamientos pasaron a hacerse vía Zoom. Bocca recuerda lo difíciles que
fueron esos meses. “Nosotros nucleamos jugadoras de muchos clubes, entonces por
los contactos era un lío. Estuvimos bastante parados, con mucho Zoom. Después,
a principios de año arrancamos a full porque el torneo (Panamericano)
estaba previsto para diciembre del año pasado, pero se pospuso para marzo de
este año, y se volvió a posponer hasta agosto”.
En medio de todo este proceso interrumpido
y las dificultades para entrenar, otro hecho sacudió al equipo: las denuncias
de acoso sexual, abuso y violencia por parte de un entrenador de hockey sobre
césped, quien finalmente fue inhabilitado por 20 años.
Todas estas adversidades
fortalecieron y unieron al equipo como nunca antes. Y a la hora de buscar
motivos para explicar su clasificación, no pueden evitar hablar de las
dificultades. Tampoco puede evitarlo Bettina Bocca. “La unión del grupo vino
desde mucho antes. Se juntaban para hacer tapabocas, para comprar cuellitos.
Todo eso las fue uniendo, las fue haciendo más fuertes. Las convirtió en un
equipo que se autogestionaba en muchos rubros y eso las va haciendo más
maduras, desde todo punto de vista”, destaca.
Andrés Vásquez, quien se integró como director técnico
en junio de este año, previo al Panamericano, se encontró con un grupo humano
muy fuerte y consolidado. “Lo que siempre observo es el grupo humano. Siempre
recalco que al haber estado 10 días en cuarentena en burbuja, en un hotel (en
Chile), no hubo ni un problema, ni una discusión, ni mal humor. Las chicas
hicieron todo recontrafácil”.
Cancha nueva. Más allá de los momentos difíciles, otro hecho que
destacan es la inauguración de la primera cancha de hockey de agua de Uruguay.
No parece tan casual que el equipo haya clasificado por primera vez a un
mundial luego de haberse preparado por primera vez en una cancha de este tipo.
“Tenemos la ventaja de no tener que adaptarnos a la cancha del país en el cual
vamos a jugar, porque ya contamos con una cancha de estas”, asegura Vásquez.
Además, desde que se inauguró a inicios de este año, el equipo se ahorra el
trabajo de reservar canchas para cada entrenamiento. La golera coincide: “Es un
paso enorme para el hockey en Uruguay. Antes había que ir una semana antes a un
torneo para adaptarse a la cancha porque el pique es distinto, la velocidad de
la bocha es otra. Hay un montón de cosas que ya no se tienen que hacer y es una
ventaja para nosotras en este momento. Además, es un plan poder estar
entrenando ahí”, dice.
Lo que viene. Tienen dos meses para prepararse para el primer Mundial
en su historia. Como todo suceso imprevisto, la clasificación cambió todos los
esquemas. “Más allá de que uno tiene sus delirios de que había chances de
clasificar, sabíamos que era una chance muy remota, y no nos habíamos preparado
mucho para el después. Cuando se nos dio, a los pocos días tuvimos charlas,
reuniones y ya empezamos a planificar esto, que en lo previsto era impensado”,
detalla el director técnico.
Si la idea era rendir el examen de
una materia de la facultad, o el plan era tomarse unas vacaciones en el Caribe,
ahora la prioridad durante dos meses pasó a ser una: Cimarroncitas. Eso implica
coordinar horarios entre 30 jugadoras, enviar cartas a la facultad para cambiar
fechas de exámenes o justificar faltas y hacer lo posible para que ninguna
resulte afectada a nivel laboral. “Ahora la prioridad es preparar al equipo lo
mejor que se pueda, reorganizar nuestras vidas, porque en el rompecabezas del
día a día es complicado con todas las actividades que tenemos. A veces hay que
dejar alguna cosa de lado para poner foco en esto que es único y hay que
valorarlo como tal, disfrutarlo y dejar todo”, confiesa Bate.
Son 30 jugadoras que se preparan con
una ilusión que, tras la hazaña, parece estar intacta. De todas ellas, no
obstante, son 18 las que viajarán a Sudáfrica a representar a Uruguay.
Elegirlas es, para los entrenadores, el momento más “doloroso” del proceso. A eso
se refiere Vásquez: “Uno trata de ser lo más justo posible en la toma de
decisiones, pero es tan fino que es muy difícil, es el peor día. Es decirle a
una chica que en este proceso se terminó, pero esto sigue. En dos meses estará
arrancando otro proceso para otro torneo”, apunta.
Y para el Mundial, la expectativa es
prácticamente la misma con la que viajaron al Panamericano. Esperar el sorteo
de la serie, prepararse al máximo para enfrentar a cada país y dejar a Uruguay
“lo más alto posible”. Paso a paso y siendo realistas. Pero la clasificación
histórica demostró que también hay motivos —y de sobra— para soñar en grande.