En 2020 llegó
la pandemia, que afectó su salud mental, como a miles de personas en todo el
mundo. Estar en su casa todo el día lo hacía sentir dentro de un bucle que no
le daba ningún beneficio y lo sumergía en un estado de sinsentido. “Empecé
terapia y me hicieron una recomendación: ocupar mi tiempo en algo que me
ayudara a no pensar y que me gustara”. La ecuación fue sencilla. Le dijo a
Regi: “Me voy a comprar un detector y voy a intentarlo”.
Primero se lanzó con un equipo que vio en venta por Internet sin haberse informado
mucho sobre qué comprar. Hay equipos de diferentes tipos y precios, varían en
la forma en la que detectan el metal, no todos son aptos para la playa o
sumergibles y también tienen distinta duración de la batería.
Pero haber
elegido un equipo como un novato le dio la oportunidad de hacerse amigo de
Germán Haro, un detectorista con más experiencia con el que
se cruzó en su segunda salida a la playa. Jacinto tenía tantas preguntas que al
verlo en la otra punta se acercó a charlar con él para sumar conocimiento. Se
presentaron, intercambiaron información y hoy salen juntos a detectar.
Jacinto Bolajuzón y Germán Haro se hicieron amigos detectando en la playa, ahora son compañeros de búsqueda.
El primer problema con el que se enfrentó Jacinto con su equipo nuevo fue
que era muy poca la profundidad a la cual detectaba, lo que bajaba mucho el
porcentaje de posibilidades de encontrar algo. Así, con su mejor cara, le
explicó a Regi que a pesar de que había comprado un detector hacía tan solo dos
semanas necesitaba cambiarlo por uno mejor. El trato fue vender el primero al
mismo precio que lo había comprado. Y los dioses estaban de su lado, porque así
pasó y pudo mejorar su equipo en menos tiempo del que lleva decir
“detectorismo”. Con su nuevo instrumental y toda la esperanza puesta en él, fue
a la playa Pocitos acompañado de su nuevo amigo Germán, y encontró un anillo de
plata con una perla que le regaló a Regi.
El segundo tema que tuvo que solucionar fue la falta de implementos que
necesitaba para la tarea, como una pala o un pointer, que es un detector
chico que sirve para la cercanía, ya que lee a unos 10 centímetros y en
espacios pequeños como un pozo, donde el detector grande no entra.
Regi, esposa de Jacinto, lleva un anillo que él hizo a partir de una moneda.
Costos
y tipos de detectores. Los precios de los detectores van de 100 a 5.000 dólares. El plato es un
elemento diferencial porque varía según el tipo de objeto o metal que se quiere
buscar. Los platos con menos diámetro tienen menos profundidad pero mayor
sensibilidad.
El detector tiene una bobina de alambre por donde fluye electricidad que
crea un campo electromagnético. “Cuando el detector se acerca a un objeto
metálico, el campo electromagnético se ve alterado y el aparato emite una señal
audible o visual para alertar al usuario. La intensidad de la señal varía según
el tamaño, la composición y la distancia del metal. Con la experiencia se
aprenden a diferenciar ‘errores’ que pueden leer los detectores. Una pieza
circular de metal, como puede ser una tapita de botella, al ser un círculo
cerrado genera una lectura de medición similar a la del oro, por ejemplo”,
explica el detectorista.
Los detectores de metales pueden localizar una amplia gama de materiales,
como metales ferrosos, no ferrosos, preciosos y de otro tipo, según la
sensibilidad del aparato. La capacidad para detectar los diferentes tipos de
metales depende de su diseño y configuración. Algunos equipos están diseñados
específicamente para ser sensibles a ciertos tipos de metales, mientras que
otros son más versátiles y pueden encontrar una amplia gama de objetos.
La colección de anillos que el detectorista ha ido armando con sus hallazgos.
Interés
histórico o monetario. Muchos lugares con historia han sido saqueados en la región por personas
que no tienen el mismo interés histórico que Jacinto y usan esta actividad como
posibilidad de encontrar objetos para la conversión monetaria. Uno de los
tantos proyectos en los que Jacinto está involucrado es en Ayacucho, su pueblo
natal. Está trabajando en lugares que
tienen que ver con la fundación del pueblo, estancias y parajes de entre 1840 y
1850, donde arqueólogos han hecho varios relevamientos. “Acá se entra en una
discusión sobre si las excavaciones deben ser hechas por arqueólogos o no, pero
lo que termina sucediendo es que no se hacen porque no tienen el equipo
adecuado. Los detectoristas tienen las herramientas pero existe el prejuicio
sobre el cuidado que pueden llegar a tener sobre el terreno y las piezas a
encontrar”, dice Jacinto.
¿Cuál es el mejor lugar para encontrar cosas? Jacinto asegura que “es
relativo, porque primero hay que definir qué es lo mejor para cada uno. Hay
quienes tienen fascinación por el oro. En ese caso la persona interesada debe
hacer una investigación y preguntarse en qué época la gente usaba oro. En los
años 50 y 60, por ejemplo, era muy común el uso de artículos de oro, tanto que
hasta a los recién nacidos les regalaban piezas de ese material. Hay otras
personas que van a lugares donde sucedieron hechos históricos para buscar
piezas con ese valor”. ¿Tiene el mismo valor sacar una espuela del 1800 que un
anillo de oro? Para Jacinto el valor es relativo a la emoción que uno siente
cuando descubre el objeto. “A veces sucede que, por falta de conocimiento, se
encuentran cosas que en el momento no se entiende bien su procedencia, pero al
estudiarla son objetos importantes dentro de la historia del país y la emoción
viene tardía pero aparece”. Entre los tesoros que encontró este detectorista
figura una de las primeras monedas acuñadas en Uruguay y, en ese caso, solo con
el tiempo se dio cuenta de lo que había desenterrado.
Revólver de pequeño calibre encontrado en el agua en la rambla Sur.
Sus cuentas de TikTok y de Instagram tienen miles de seguidores que mes a
mes siguen subiendo. Una de las razones, aparte del entusiasmo que da ver los
encuentros de piezas interesantes, es que Jacinto ha devuelto algunas de esas
piezas a sus dueños. Uno de sus videos que se hizo viral se trata de una chica
de su comunidad de seguidores que había perdido en la playa un dije que le
había regalado su madre. Jacinto fue a buscarlo y lo recuperó.
Su playa favorita es la Ramírez. La considera un pozo sin fondo por su
riqueza cultural y social, como lo que pueden dejar las ofrendas de Iemanjá,
por ejemplo. “Es una playa llena de cosas que la gente le entrega al río, y el
río tarde o temprano las devuelve. Cosas con historias, pedacitos de vidas”.
Jacinto es muy respetuoso y, si es una urna, por ejemplo, del material que sea,
la deja donde la encontró. Aparte, como el agua arrastra más arena de la que
devuelve, esta playa tiene mucho relleno de otras playas o lugares, y es normal
encontrarse cosas como plaquetas de defunción.
Jacinto ha detectado en playas, ríos, arroyos y campos. También hace
pesca magnética con imanes de medio y gran tamaño que al tirarlos al agua
atraen lo que haya metálico en el fondo y lo arrastran a la superficie. Con ese
método encontró una de las piezas que tiene expuestas en su casa, un revólver
antiguo de pequeño calibre que estaba hundido en la rambla Sur, junto al Puerto
de Montevideo.
Luego de detectar un metal, se usan una pala y el pinpointer para encontrar exactamente el lugar de la pieza.
El
detectorismo en el mundo. Con respecto a lo que sucede en esta materia en el
mundo, hay desde una feria internacional hasta una serie inglesa llamada Detectorists,
sobre las aventuras de dos amigos que se dedican a encontrar objetos bajo la
tierra. La historia se ambienta en una ciudad ficticia al norte de Essex y se
centra en la vida de sus habitantes y el Club de Detección de Metales de
Debury. Esta serie muestra con bastante exactitud lo que rodea al mundo del
detectorismo.
En el mundo
existen muchos ejemplos de encuentros increíbles realizados por detectoristas.
En 2009, Terry Herbert encontró el tesoro anglosajón de orfebrería de oro y
plata más importante en Staffordshire, Inglaterra. Está valuado en 4,3 millones
de dólares. El hallazgo incluye en su mayoría armas, como espadas con
empuñaduras de oro e incrustaciones de piedras preciosas, y también unos 5
kilos de oro y 2,5 kilos de plata. Todavía no se sabe si fue una ofrenda para
los dioses o un olvido fortuito, lo que sí se sabe es que puede cambiar algunas
ideas sobre la historia anglosajona.
La serie inglesa Detectorists, de 2014, tiene tres temporadas y muestra ese mundo por dentro. Foto: BBC
En 1980, en
Australia, el detectorista Kevin Hillier encontró una pepita de oro con forma
de mano y por esa razón la llaman La Mano de la Fe. Es la pepita de oro más
grande encontrada por un detector de metales en el mundo. Está en exhibición en
el hotel Golden Nugget Las Vegas y fue comprada por 1 millón de dólares.
Jason Mass, un aficionado de 45 años, encontró con su detector un anillo
de sello romano de oro de 1.800 años de antigüedad en Somerset, Inglaterra.
Un adolescente de 14 años que hacía un trabajo para el colegio salió con
un detector por la granja familiar en el norte de Dinamarca y junto con su
padre encontraron partes de un avión de
la Segunda Guerra Mundial, dentro del cual aún permanecían los restos del
piloto que había muerto en el accidente.
Al darse cuenta de que estaba juntando demasiadas monedas, Jacinto decidió darles una segunda vida convirtiéndolas en anillos.
El primero de todos.
El invento
del detector de metales está asociado con el asesinato del presidente
estadounidense James Garfield en 1881. Para encontrar la bala alojada en su
cuerpo mientras estaba con vida, Alexander Graham Bell inventó un aparato
rudimentario para detectar metales. El aparato no funcionó correctamente porque
la cama donde estaba acostado Garfield era de metal y hacía interferencia y,
finalmente, el presidente murió.
En Uruguay esta actividad se desarrolla desde hace alrededor de 25 años.
Se calcula que entre 1.000 y 1.500 personas practican el detectorismo, de las
cuales la mayoría son hombres. Hay algunas mujeres pero en general son parejas
de detectores que se entusiasman con la actividad y la hacen junto con él. En
el resto del mundo la realidad parece ser otra. Las mujeres han tomado por el
mango al detector para ser también parte de la historia de esta actividad
fascinante.
En un rincón de su casa Jacinto armó un minimuseo de piezas encontradas,
dentro de las que hay una colección de anillos y otra de monedas de todo tipo.
En marzo pasado Jacinto se trajo del exterior una prensa de anillos y
embutidores para reutilizar el material y darle una nueva vida. No todas las
monedas viejas tienen valor. Uno de los servicios que presta a su comunidad de
colegas es ayudar a reconocer qué monedas tienen valor y cuáles no.
Para quienes
les interesa profundizar en el tema, en la localidad rochense de Valizas vive
un detectorista que publica la revista Descubriendo Tesoros, con mucha
información sobre el tema y hallazgos increíbles, que se puede encontrar en su
versión impresa y en digital.
A medida que se lee e investiga, más ganas dan de ser parte de esta
comunidad. Tal vez esta nota entusiasme a más de uno para que compre un
detector, y en alguna de sus búsquedas termine encontrando la olla de oro al
final del arcoíris.