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Los uruguayos invadieron La Plata para acompañar a la selección de fútbol sub-20, que disputó la final del mundial contra Italia; y la hinchada celeste fue "local"
El domingo 11 en Buenos Aireses un día cualquiera. Para los argentinos, un día muy frío de invierno. Sin embargo, a 58 km de la capital algo grande se está gestando. Desde las primeras horas del mediodía una marea celeste invade las calles de La Plata, al ritmo de alguna batucada y con la esperanza casi intacta. La selección uruguaya sub 20 disputa ese día la final del Mundial contra Italia, después de haber tenido un excelente desempeño en las fases previas. Un sueño celeste que, como era previsible, muchísimos uruguayos quisieron presenciar in situ. En pocas horas, incluso antes de iniciar el partido, el Estadio Único Diego Armando Maradona, que cuenta con 53.000 plazas, estará vibrando al ritmo de “soy celeste, soy celeste”.
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Mateo Gómez, Natalia Moris, Camila Gómez y Martín Gómez.
“¿Viste lo que es esto? Se siente desde acá. Cuando es fútbol, Uruguay viste cómo es”, comenta emocionado a Galería Robert, uruguayo que desde hace más de 20 años vive en la vecina orilla. Con su gorro y bandera de Peñarol, se dispone tras el vallado para apoyar a la selección desde afuera del estadio, ya que no ha podido conseguir entrada. “Los últimos dos partidos, los vine a ver y ganamos. Contra Inglaterra no vine y perdimos. Hoy de alguna manera tenía que estar”, afirma convencido. A su lado, Vanessa se encuentra en la misma situación. También uruguaya, vive en La Plata desde 1984. “Vinieron desde Uruguay dos primos a ver el partido y toda la plata que tenía se la di a ellos para comprar sus entradas, para la mía no me dio. Yo estuve en la semifinal”, explica y agrega: “Es tan hermoso venir al estadio a ver a Uruguay. Es estar en un pedazo de nuestro país”.
Foto: Mauricio Rodríguez
Ricardo y Agustín Scaglia.
A pocos minutos de empezar el partido, los molinetes de ingreso no dejan de girar, los hinchas uruguayos siguen pasando: grupos de amigos, parejas, familias enteras. “Vinimos desde Uruguay para hacerles sentir a los niños una final del mundo”, comenta Martín, con dos niños agarrados de la mano y escondidos entre bufandas y gorros celestes. “Esto es divino. Lleno de uruguayos. ¡Uruguay nomááá!”, grita de emoción Andrés al ser consultado. “Los uruguayos coparon. Desde el mediodía esto está lleno de uruguayos. Banderas italianas hemos visto una docena, el resto, todas uruguayas”, dice Enzo, que se encuentra trabajando en la puerta de ingreso, con chaleco azul de la AFA (Asociación de Fútbol Argentino).
Foto: Mauricio Rodríguez
Rodrigo Aznárez, Agustín Palermo, Sebastián Baudo, Darío di Giovanni y Leandro Esquivel.
Dentro del estadio todo es euforia. La garra charrúa de los jugadores asoma desde el primer minuto y la hinchada celeste no se queda atrás. “¡Volveremos, volveremos! ¡Volveremos otra vez! ¡Volveremos a ser campeones, como la primera vez!”. El hincha celeste lo siente. A los 30 minutos es consciente de la primacía de Uruguay en la cancha y se entusiasma. Entre los hinchas se escuchan comentarios como: “¡Uruguay es mejor! Lo tenemos ahí. Volveremos”. Pero el primer tiempo termina sin goles.
Foto: Mauricio Rodríguez
En el segundo tiempo la euforia trepa a límites insospechados. Cada corner para Uruguay, cada buena jugada de la Celeste o alguna falta de los italianos es motivo para hacer estallar el estadio: cánticos, vuvuzelas, aplausos, abucheos, silbidos, gritos, revoleo de banderas, todo sirve para descargar la emoción que se lleva adentro. Ni que hablar cuando hay chance clara de gol. Parece que Uruguay llega, pero no. La hinchada es una montaña rusa de emociones.
Foto: Mauricio Rodríguez
Foto: Mauricio Rodríguez
Ser italiano y estar en la tribuna del estadio de La Plata puede no ser lo más cómodo del mundo. En el minuto 80, el juez saca tarjeta roja para Matteo Prati, jugador italiano, pero al recibir un llamado de atención del VAR, decide levantarla. El estadio rompe en un abucheo generalizado y al grito de un sin número de insultos. Un italiano, barbudo y panzón, que hasta ahora había pasado desapercibido entre tanto uruguayo, se levanta, ondea la bandera de su país y se da unos golpes en el pecho en señal de orgullo. Luego, con mirada hostil y el ceño fruncido, se lleva el dedo índice a la boca, intentando imponer silencio y respeto. Pero nadie lo ve. Mejor para él.
Foto: Lucía Durán
María Eugenia Mora y Noelia Ferreira.
Si supiera que para el hincha italiano todavía no ha pasado lo peor. Tan solo cinco minutos después de este suceso, en un corner desde la derecha y luego de varios rebotes, Luciano Rodríguez anota de cabeza el primer gol para Uruguay. El gol de la consagración. El estadio se viene abajo de la emoción. Los jugadores festejan. Bien merecido lo tienen. La hinchada los acompaña. Saltos, lágrimas, abrazos, celulares para registrar el momento histórico. Todo sirve para manifestar lo que se siente. “¡Volveremos, volveremos!”, el cántico se vuelve más real que nunca. Los uruguayos lo saben y lo entonan con más fuerza.
Foto: Lucía Durán
Foto: Mauricio Rodríguez
Solo faltan unos minutos, que se hacen largos, pero por fin el juez pita el silbato. ¡Uruguay es campeón del mundo sub-20! El estadio explota otra vez, al grito de Uruguay. Los jugadores lloran de la emoción y enseguida dan la vuelta al estadio para festejar con la hinchada. Ni unos ni otros lo pueden creer. Por las pantallas gigantes repiten el gol de Luciano Rodríguez. Muchos lo miran y vuelven a gritar el gol, como convenciéndose de lo que están viviendo. En el estadio de La Plata estamos todos, los tres millones de uruguayos. Todos esperando recibir y levantar la copa. Y cuando esto sucede, “¡qué lindo, boo!”, se escucha una voz femenina entre la tribuna.
Foto: Lucía Durán
Y tiene razón. Qué bien se siente ser campeón del mundo otra vez. Que bien se siente “volver”. Ya fuera del estadio, Rafael, de nacionalidad argentino-uruguaya, señala orgulloso a Galería: “Ahora soy doble campeón del mundo. Estoy feliz. Que gane Uruguay es la reivindicación de los que luchan”. Y añade: “Las dos copas del mundo quedan en el Río de la Plata. Esto es histórico”.
Foto: Lucía Durán
Los hinchas se van del estadio al grito de “soy celeste”. Cada tanto la emoción hace estallar desde el fondo del corazón un “¡Uruguay nomááá!”. “Cómo cambia volver a Uruguay con la copa. Te cambia el humor. ¡Te cambia todo!”, manifiesta Juan Manuel. Unos pasos más adelante, un hombre sesentón, comenta alegre a su mujer: “Yo no tengo apuro, pero ahora ya lo vi todo. Ahora soy campeón del mundo. ¿Qué más puedo pedir?”.