La parte táctica y estratégica,
que no emerge a simple vista, fue lo que lo enamoró. Esta es una respuesta
común a todos los consultados por Galería. Me gusta que es 100% táctico.
“Para quien lo ve por primera vez, es un juego muy entrecortado, en el que se
avanza por oportunidades (downs, hasta cuatro por ataque). En cada uno
de estos, se para un equipo ofensivo y otro defensivo. Ahí se hacen las jugadas
de ataque y defensa. Nosotros en la selección uruguaya tenemos un libro con 150
jugadas, ¡los equipos de la NFL tiene 300 o 350! Las jugadas se plantean
dependiendo del rival, de qué jugadores tenga disponible, algunos eligen más
linieros para defender al mariscal de campo (el quarterback, el jugador
más importante del equipo), otros más receptores, más corredores, más alas
cerradas, otros prefieren ponerte un gordo para que ponga más fuerza… Todo esto
es un tira y afloje de la ofensiva y defensiva que me hizo enamorarme”,
concluye este diseñador gráfico y posproductor de videos.
Los fans se entusiasman y
lo expresan en explicaciones que a oídos no familiarizados suenan a esperanto,
pero también aseguran que es amor a segunda vista.
En el gremio de comunicadores y
periodistas uruguayos es frecuente encontrar adeptos al football,
también (menos) conocido como gridiron por el esquema de parrilla del
campo de juego. En el caso de Gonzalo Delgado (46) y Gonzalo Cammarota (45) el
interés nació en México. El primero vivió de chico en ese país, donde debido a
la cercanía con su poderoso vecino el fútbol americano goza de mucha
popularidad, e incluso jugó en las calles la variante flag football,
donde en vez de los violentos tackles, los defensores tratan de anular a
los atacantes sacándoles una media o trapo colgada en la cintura. El segundo
estuvo ahí de visita ya de adulto y se enganchó viendo un partido de los
Carolina Panthers. Ya en Uruguay, el cable e Internet alimentaron la afición.
“Yo tengo la teoría de que el
fútbol americano es una empresa en función del deporte, es el capitalismo
elevado a su máxima expresión”, piensa Cammarota y desarrolla: “Se mide el
desempeño de cada parte en forma aislada. Cada equipo en realidad son tres
equipos: el que ataca, el que defiende y los ‘especiales’”. Cada plantel consta
de 45 hombres por partido, pero en la cancha solo puede haber 11 por lado. Una
de las características de este deporte es que hay jugadores específicos para
una única función: patear, pasar, sujetar, correr, ayudado por los cambios
ilimitados permitidos en cada match.
La idea futbolera de un volante mixto o polifuncional es acá una
abstracción inentendible. “Es una cosa ultraestratégica porque todo tiene que
funcionar como un reloj, cada pieza debe cumplir su función hiperespecífica,
¡por eso lo del capitalismo!”.
No todo es estrategia. A Gonzalo Delgado le gusta la
capacidad de “improvisar sobre la marcha” que tiene el quarterback, el
mariscal de campo, lo que traducido al balompié sería el 10, el habilidoso que
decide la jugada ofensiva. “Muchas veces tiene que cambiar sobre el pucho la
orden que le indicó el coordinador porque la defensa rival se paró de forma
distinta a lo previsto”. Así, a veces no le queda más remedio que correr hacia
adelante en vez de efectuar el habitual forward pass (pase adelantado
con la mano), una de las reglas que lo diferencia de su pariente el rugby.
Cortado por la fuerza de las reglas y del exceso de estrategia, sin la
continuidad de juego que tienen el fútbol, el rugby e incluso el básquetbol,
“también puede ser sumamente plástico y estético, sobre todo en una carrera
larga”, agrega.
Cortado y todo, esta manera de
jugar garantiza puntos, emociones y resultados inciertos hasta el final. Por
caso, un deporte en el cual el 0 a 0 es un resultado común (no hace falta decir
cuál) difícilmente cale hondo en un público ávido de show como el
estadounidense.
Que lo mira por TV. A diferencia de otras de las major leagues de
Estados Unidos, la temporada regular de la NFL es muy breve y se desarrolla en
18 semanas de setiembre a diciembre. Los 32 equipos, repartidos en dos
conferencias (la Nacional y la Americana), a su vez subdivididos en cuatro
divisiones, juegan 17 partidos cada uno antes de los play offs. Los
abonos se venden como agua y las entradas son muy caras. Para el Super Bowl,
donde se enfrentan los campeones de cada conferencia, la entrada más barata
—ahora solo disponible en el mercado negro— puede valer unos 9.000 dólares.
“Vas a ver un partido o te comprás un autito”, ríe Medeiros.
Quizá por ello, ninguno de los
fanáticos uruguayos consultados pudo vivir in situ la experiencia del
fútbol americano, que incluye música, luces, hectolitros de cerveza y buffalo
wings, alitas de pollo fritas y bañadas en salsa que son al fútbol
americano lo que la torta frita al baby fútbol (y que de alguna manera
explican los problemas de obesidad que hay en Estados Unidos). “No es como la
NBA, que siempre hay partido. Acá tenés que tener mucha liga para ir a una
ciudad de EE.UU. y que haya un juego. Una vez estuve cerca, cuando anduve en
Foxborough (N. de R.: donde juegan los New England Patriots, los más ganadores
del Super Bowl), pero era una crueldad ir con mi mujer con 15 grados bajo
cero”, dice Cammarota. Medeiros lo jugó en Uruguay entre 1999 y 2010 en Druidas
y Golden Bulls, pero en la Meca del deporte lo más vivencial para él fue ir al
Hall of Fame en Canton, Ohio.
Quien estaría más cerca de verlo
es Agustín Onetto (22). Desde agosto estudia el equivalente a Administración de
Empresas en el Brevard College de Carolina del Norte, adonde llegó con una beca
deportiva para jugar al fútbol (el no americano). Ya de Uruguay llevó su gusto
por el fútbol (el americano), nacido de mirar ediciones del Super Bowl y de
jugar al Madden, un videojuego que es a este deporte lo que la saga del FIFA es
al balompié. No irá al partido definitivo: no hay entradas, el campus está en
la otra punta del país y, para peor, los Packers fueron eliminados, lo que aún
le duele. En el college instalarán una pantalla gigante y se apronta un
kilaje récord de buffalo wings. Pero ya palpita la pasión.
“Tengo pendiente ir a la NFL, pero
ya he visto partidos por las ligas colegiales. Es increíble, acá (en Brevard,
una localidad de menos de 8.000 habitantes) la cancha tiene una tribuna sola,
para unas 800 personas, y siempre está lleno. Van policías, comerciantes,
familias, los de las ambulancias, se para todo el pueblo; vienen alumnos,
profesores, exalumnos... Es el deporte que más convoca y cada comunidad tiene
su equipo”, cuenta.
Entonces, el seguimiento es por televisión, sobre todo
por ESPN, o por Internet. La NFL tiene una aplicación que, por 80 dólares
anuales, permite acceso a todos los partidos, entrevistas, highlights y
toda la información para saciar al más fanático. Medeiros por supuesto la
tiene; estamos hablando de un hombre que posee además camisetas, gorros,
llavero para el auto y sobres de dormir para sus dos hijos con la insignia de
los Packers, además de conducir un podcast —Cheese Chat— para 50 o 60
fieles seguidores en Sudamérica. Cammarota tiene la blusa 4 de los Packers, la
misma que usó el legendario Brett Favre (sí, el de Loco por Mary). Juan
Pittaluga (35), periodista de Búsqueda, tiene una remera de
entrenamiento de los Patriots, la franquicia de la que es hincha porque tiene
los mismos colores de Nacional.
Uno de los motivos que se ha
esgrimido para explicar el escaso ingreso de este deporte en el tercer mundo es
el costo. Un equipamiento “medio pelo” —casco, calzas, hombreras y jersey— se
puede conseguir en Estados Unidos por 600 dólares, estima Medeiros. Y es lo
mínimo para no terminar con todos los huesos rotos. Para el fútbol, en cambio,
alcanza con una pelota y un par de buzos para los arcos en un campito.
Tiempos modernos. “Sufrí mucho bullying, sobre todo cuando volví de
México, que me vivían tomando el pelo. Todavía en la radio (Del Sol FM) lo
hacen cuando digo algo sobre el tema”, dice Delgado. “A mí me tomaban pila el
pelo mis amigos, sobre todo los que jugaban al rugby, que me decían que el
casco era para blanditos”, añade por su lado Onetto.
“Te joden con que es una cosa
yanqui, ¡yo lamento que no me guste el mundial de taba!”. Cammarota se burla de
los prejuicios, sustentados posiblemente por ese “capitalismo” llevado al deporte
que él mismo señala. “Acá nadie corre en
Fórmula 1 pero nadie te dice nada si la mirás. Capaz que por temas ideológicos
alguien te dice algo, pero eso cada vez menos. A ver, ¡en su momento también
decían que el rock era imperialista!”, concluye el conductor, quien en eventos
como el del domingo que viene ha llegado a organizar reuniones con hasta 15
participantes, para las que tenía que preparar tanto sus propias alas de pollo
con salsa como la paciencia para explicarles a los amigos la mitad de las cosas.
Hace 20 años, cuando un uruguayo
aficionado al fútbol americano era un marciano, fue aterrizando el zapping
en el Super Bowl de 2002 que Pittaluga, de casualidad y aburrido con amigos en
una noche de verano, descubrió que adoraba ese juego. Es que fue un partido de
esos que engancharían a cualquiera: los Patriots derrotaron a los Rams (que en
ese momento estaban en San Luis) por 20-17 con un “gol de campo”
—paradójicamente, una de las pocas jugadas en las que se usa el pie en un
deporte llamado football— faltando siete segundos, tras una notable
jugada de un tipo que completaba su primera temporada como quarterback-
titular: un tal Tom Brady. El halftime- show, además, fue una
contundente actuación de U2 que, pese a ser irlandeses, estuvo insuflado de
patriotismo: hacía poco que EE.UU. había sufrido los ataques del 11-S.
“No entendí un carajo del partido, pero estuvo
buenísimo”. En aquel momento, Juan era una rara avis; Hoy prepara un
domingo de Super Bowl con cerveza y nachos por si se suma alguien. “No lo miro
con la tensión que miraría un partido de Nacional, a menos que juegue New
England”, aclara. No es el caso este año. Algunas cosas cambiaron: hay —cero
pruebas, cero dudas— muchos más aliados en su gusto, Brady anunció el 1º de
febrero que se retiraba —tras siete títulos y el honor de ser considerado el
mejor jugador de todos los tiempos— y mucha menos violencia en las canchas que
entonces, por más que esta era considerada esencial.
En marzo de 2016, las autoridades de la NFL admitieron
la existencia de un vínculo entre las conmociones cerebrales que sufrieron
cientos de jugadores y la encefalopatía traumática crónica (ETC). Por más
músculos y estado físico que se tenga, romperse la cabeza contra otra mole
lanzada en velocidad y en sentido opuesto no podía salir gratis. La película La
verdad oculta (2009), basada en las conclusiones que el médico patólogo
nigeriano estadounidense Bennet Omalu (interpretado por Will Smith), da una
idea de lo impactante que fue. “Muchos jugadores al retirarse se suicidaban, se
deprimían o caían en las drogas. Y ese médico descubrió que los golpes en la
cabeza en los partidos tenían mucho que ver”, cuenta Pittaluga. Según la BBC,
para cuando ocurrió esa confesión —comparable a la vez que en 1997 la industria
del tabaco admitió que su consumo podía causar cáncer y problemas cardíacos— se
calculaba que más de 5.000 deportistas habían demandado a la NFL por no
haberles advertido suficientemente los riesgos que corrían chocando entre sí
con todas sus fuerzas.
“Entonces, se empezaron a
controlar más las lesiones y a cambiarse las reglas”, cuenta Pittaluga. “Ya no
se permiten golpes en la cabeza y se protege más al quarterback, ya que
no se puede taclear por debajo de la cintura”, ejemplificó. Tampoco se permite
el bloqueo por la espalda a un jugador corriendo ni por el lado ciego. Se
obligó el uso de rodilleras y musleras de protección. Para 2018, las
conmociones cerebrales se habían reducido un 35% en las jugadas de inicio
respecto a la temporada anterior. “Pero hay hinchas muy tradicionales, los
blancos de Alabama, por ejemplo, que protestan contra esto, que dicen que le
quita el espíritu al juego”, ríe el periodista.
Es que en el football y el
fóbal, para el redneck del sur de EE.UU. y el viejo inquilino de talud
que añora al Tito Goncalvez o al Peta Ubiñas, la pasión no es tan distinta.
HISTORIA
1869 · Se considera que este año se jugó
el primer partido de fútbol americano, entre los colleges de Rutgers y
Princeton. Las reglas estuvieron en evolución constante hasta 1918.
1892 · Comienzo de la profesionalización
del deporte.
1920 · Se crea la National Football
League.
1967 · Año en que se disputó el primer
Super Bowl.