En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
El mercado laboral sigue siendo complejo para la comunidad LGBTQ+
Durante setiembre, Montevideo se embandera con el arcoíris y muchas empresas aprovechan para hacer grandes campañas de marketing. Sin embargo, los especialistas sostienen que a nivel de empleo el panorama sigue siendo complejo para la población de la comunidad LGBTQ+
Jean Pierre Mosquera recuerda el 28 de
junio de 1992 como si hubiese sido ayer. Ese día, en la plaza Cagancha, tuvo
lugar la primera concentración del grupo Homosexuales Unidos, precursor en
Uruguay de todos los movimientos asociados a los derechos de la comunidad
LGBTQ+. No se le podía llamar marcha. Como mucho, serían 20 personas. Jean
Pierre se acuerda del frío y de los gorros y bufandas, accesorios que más que
la función de abrigo cumplían la de ocultar los rostros, porque “ser
identificado en aquella época era todo un tema”, relata. Pero entre todos esos
recuerdos, el que más destaca es otro: la cara de pánico con la que un amigo
entró a su oficina al día siguiente. “Él estaba en la marcha. Me cuenta que lo
llamó su gerente para comentarle algo de trabajo y vio sobre su escritorio un
diario, y en la página central había una foto de nosotros en la concentración.
‘Si se da cuenta de que soy yo, me echa’, me dijo”, rememora Jean Pierre acerca
del temor justificado y constante que sentían gran parte de los homosexuales en
aquellos tiempos.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Pasaron casi 30 años y aquella tímida concentración casi
exclusiva para homosexuales se convirtió en una marcha a la que van decenas de
miles de personas a manifestarse por los derechos de los gais, lesbianas,
bisexuales, transexuales y queer. Antes de 2013 el matrimonio entre dos
personas del mismo sexo era ilegal en el país y recién en 2018 se aprobó la ley
que establece políticas públicas específicas para garantizar los derechos
humanos de la población transgénero. Ya nadie —o casi— siente la necesidad de
esconderse bajo una bufanda por miedo a perder el trabajo por su opción sexual.
El momento es otro y los avances son innegables. Pero
aunque en setiembre Montevideo se embandere con el arcoíris y muchas empresas
lancen grandes campañas de marketing, basta con hacer una sola pregunta para
obtener otro termómetro de la realidad local: ¿Cuántos ejecutivos de la
población LGBTQ+ lideran empresas sin ser dueños de ellas? Y la respuesta a una
segunda pregunta resulta aún menos alentadora: ¿cuántos de ellos son de la
población trans?
Los especialistas sostienen que el panorama en las
empresas, en general, sigue siendo complejo, y que aún hay más motivos para
luchar por la diversidad que para celebrarla. “Si bien hay un creciente interés
en empezar a problematizar estos temas, muchas empresas se quedan en un ámbito
más superficial. Dan un taller, lo cual es un avance indudablemente, pero no se
controla quizás que haya una verdadera inclusión en la interna, o los sesgos
que puede haber en los ascensos. Se quedan en una intención más liviana”,
apunta Rocío Calvo, directora de la consultora Equitá y diplomada en género.
Destaca, de todas formas, cualquier tipo de iniciativa que tenga una empresa
para generar concientización, y admite que —si se compara con apenas una década
atrás— hubo grandes avances en el mercado de trabajo. “Creo que los avances que
hay corresponden a los avances a nivel social. Si bien aún falta muchísimo, es
real que el panorama ha cambiado. Las empresas son sistemas abiertos que están
en constante relación con el entorno, la sociedad avanza, hay más
visibilización, normativa que contemple y evidentemente esto va a llegar a
algunas empresas. Hay otras que lo dejan por fuera”, apunta.
En su opinión, las empresas del sector tecnológico y
multinacionales son las pioneras a la hora de llevar a la práctica políticas de
diversidad e inclusión de personas de la comunidad LGBTQ+. “En la parte
tecnológica las personas son mucho más jóvenes y si vos desde el equipo de
gestión humana hacés una encuesta de clima respecto a las temáticas que las interpelan,
podés notar que hay intereses en problematizar estas cuestiones. Muchas veces
los talleres nacen del interés de las personas que trabajan allí, que piden que
haya un grado de conciencia”, dice Calvo.
La diversidad es altamente beneficiosa para las empresas,
y los datos lo confirman. Estudios de Great Place to Work (GPTW) muestran que
cuando los empleados confían en que ellos y sus colegas serán tratados de
manera justa, independientemente de su raza, género, orientación sexual o edad,
se genera 9,8 veces más de probabilidades de tener ganas de ir a trabajar, 6,3
veces más de probabilidades de sentirse orgulloso de su trabajo y 5,4 veces más
de probabilidades de querer permanecer mucho tiempo en la empresa. Según los
datos recabados para el ranking de Great Place To Work, en Uruguay la mayoría
de los empleados siente que en sus lugares de trabajo hay un trato igualitario
con las personas, sin importar su orientación sexual, su género, su raza o su
edad. No obstante, la percepción de discriminación por género aumenta
considerablemente en aquellos empleados que no definen su género como masculino
o femenino. Además, si bien los resultados generales son de buen nivel, estas
personas sienten —más que quienes se definen como género masculino o femenino—
que es posible que no sean escuchadas ante un trato injusto.
“Si bien Uruguay presenta muy buenos niveles en cuanto
al trato igualitario, la inclusión y la diversidad en los lugares de trabajo,
aún hay ciertos puntos en los que trabajar, como los mencionados anteriormente”,
concluye el estudio.
En primera persona. Magdalena
Rodríguez y Rosario Monteverde están juntas desde 2007 y se casaron en 2014.
Son dueñas de PRO Internacional, una empresa de desarrollo web con más de 800
clientes y que vende a unos 15 países, y fundadoras de GPSGay, red social para
la comunidad LGBTQ+ y emprendimiento ganador de varios premios internacionales
que las llevó a instalarse en San Francisco y recibir capital de inversores
extranjeros. “Mujeres, lesbianas y latinas, teníamos todos los checks.
San Francisco es un lugar muy gay friendly pero menos del 3% de las
inversiones son hacia mujeres y menos del 1% hacia latinas”, apunta Rodríguez.
Mujeres, lesbianas y latinas, pero lo lograron.
Rosario Monteverde y Magdalena Rodríguez
Radicadas ahora en Washington, donde
Rosario trabaja como business partner para el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), aseguran que en el ámbito internacional “Uruguay es amado”.
“Lo tienen como modelo de lugar libre, abierto, democrático. Uruguay es el país
más gay friendly de América Latina y está en el top 10 de los países más
gay friendly de todo América, por encima de Estados Unidos”, agrega.
Pero aún en un país considerado “libre, abierto y
democrático”, la población de la comunidad LGBTQ+ todavía tiene que atravesar
barreras, situaciones o vivencias que para el resto de la población no existen.
Rosario y Magdalena, por ejemplo, tuvieron que rechazar
capital de inversores que sin ningún escrúpulo lanzaban frases como “no me
gusta el tema (la homosexualidad), pero negocios son negocios”, y enfrentarse a
marcas que ignoraron su propuesta por no querer verse asociadas a la comunidad
LGBTQ+. De todas maneras, Magdalena considera que sintieron más obstáculos por
ser mujeres en tecnología que por su orientación sexual. “Creo que ser lesbiana
ante un hombre hasta te da un pequeño estatus, te ven casi como un hombre, lo
cual es ridiculísimo. La mayoría de las mujeres lesbianas no tiene hijos, te
ven más ambiciosa. Es una percepción”, cuenta.
Entre las empresas que se asociaron a GPSGay, Rodríguez
destaca a Unilever e IBM, que fueron las primeras en hacerlo.
IBM, pionera en políticas de diversidad y que apuntan a
la población LGBT, creó en 1984 una política global de no discriminación por
orientación sexual. Jean Pierre Mosquera, de 55 años, pasó buena parte de su
carrera laboral (12 años) en esta empresa, donde se desempeñó como especialista
en IT. Por eso, en parte, se considera afortunado. “Debo ser uno de los más
afortunados en ese sentido, porque si en algún momento me discriminaron no me di
cuenta, no lo pasé mal”, asegura. Reconoce, no obstante, que su caso es
bastante excepcional dentro de su generación. “Hubo gente que la pasó muy, muy
mal y la sigue pasando mal hoy en día”. Mosquera atribuye su “suerte” no solo a
su paso por una empresa diversa, ya que antes de IBM trabajó en una compañía
aérea, de donde solo tiene buenos recuerdos. Según cuenta, haber vivido en una
ciudad “sumamente abierta” como Seattle (Washington) hasta los 18 años y contar
con el apoyo de su familia lo ayudó a siempre ser “natural” y nunca entrar en
el famoso closet. “Hoy con 55 pienso eso, que venía con otra cabeza, otra
mirada y fue lo que me ayudó a ser más natural, capaz eso a la gente le cayó
bien y lo aceptó”, comenta. Esa misma mentalidad fue la que lo llevó a dirigir
la División de Diversidad de IBM en Uruguay.
Aunque nunca se sintió directamente discriminado en el
trabajo, los juicios de la sociedad en su generación lo llevaron a mantener
siempre cierta reserva al hablar de su vida privada y a medirse —o no— dependiendo
de con quién interactuara. “No andaba a los cuatro vientos diciendo que soy
gay, y si me preguntaban a dónde había ido el fin de semana, lo disfrazaba un
poco. No decía ‘fui con mi novio’, sino ‘fui con alguien’, un amigo”, cuenta.
“En otros trabajos he tenido compañeros que si bien no te decían nada, notaba,
escuchaba comentarios en general, y eso te da la pauta de hasta dónde podés
llegar con esa persona. Vas cambiando un poco la estrategia o te soltás un poco
más, según con quién interactuás”, agrega.
Jean Pierre Mosquera. Foto: Adrián Echeverriaga
Aunque hoy ya no sienta necesario medirse como antes,
Jean Pierre cree que en Uruguay aún falta mucho camino por recorrer a nivel
empresarial. Una clara muestra de ello se la dan los talleres que realiza en
las empresas junto con la Cámara LGBTQ+, de la que forma parte. Allí, cuenta,
no falta aquel que le asegure que la homosexualidad es una enfermedad. “Los
talleres son abiertos y aunque seguimos un programa, fomentamos la discusión.
Ahí es cuando tenés un muestreo de cómo es la situación realmente. Hay
muchísima ignorancia”, señala. En esos talleres, la idea de un baño sin género
siempre genera polémica y debate. “No es que entrás y la gente va a estar
desnuda, pero la gente no está muy cómoda con esa idea”, cuenta.
Dice vivir “sin ningún tipo de inconveniente”, pero hay
algo que envidia de las nuevas generaciones. “Nosotros venimos de la vieja
escuela, de la vieja militancia, la época en la que por andar agarrados de la
mano nos llevaban presos, entonces no lo hacemos. Tenemos esa cabecita y capaz
eso a su vez funciona como una especie de protección. Amigos de nuestra edad
tienen la misma conducta. Lo tenemos incorporado, es automático”.
Alex Bukstein, de 34 años, agradece a las generaciones
que lucharon para que hoy pueda caminar libremente de la mano de su novio y
estar en los aprontes de su casamiento. Hoy vive en México, donde ocupa el
cargo de director de Marketplace de Mercado Libre, empresa en la que trabaja
hace siete años. Ahora, desde un lugar de privilegio, con una vida plena, una
carrera ascendente y una familia que siempre lo acompañó, se siente en el deber
de dar voz y visibilidad a la lucha de la población LGBTQ+. “Entendí que cuando
tenía 23 años había muchas personas luchando para que yo pudiera casarme
eventualmente. Y hay que seguir dando visibilidad al tema. En otros países
todavía te prohíben ser gay. Hay colectivos segregados, como las personas trans
y los no binarios y me parece importante apoyar desde mi lugar para que esas
personas se puedan sentir aceptadas”, añade.
Alex Bukstein
En su carrera, a Bukstein tampoco le tocó vivir malas
experiencias o situaciones de discriminación. Cree que, en parte, esto se debe
a que siempre trabajó en empresas jóvenes y del sector tecnológico. Con el paso
de los años percibió cómo las empresas evolucionaron y empezaron a prestar
mayor atención a la diversidad e inclusión. “Creo que muchas empresas han
empezado a entender que la diversidad no es un tema cool, sino que es un
tema serio, y que si bien la inclusión o ser inclusivo hacia el afuera puede
hablar bien de una empresa, solamente con crear una campaña de marketing que
muestre a dos chicos besándose no alcanza para que la gente crea que sos una
marca que apuesta por la diversidad”. Sostiene que Mercado Libre, como empresa
con millones de usuarios registrados en todo el continente, entiende que los
representa y que tiene que empatizar con todos, más allá de su orientación
sexual o género. Y considera que las empresas “tienen que ser enfáticas” y
generar proactivamente espacios para dar visibilidad y crear conciencia
respecto al valor de la diversidad.
Bukstein empezó a trabajar en
Groupon tres años antes de que el matrimonio entre dos hombres o dos mujeres
fuera legal en Uruguay, y cuando la diversidad no era un tema de debate ni que
interpelara a las empresas como hoy en día. De todas formas, siempre se sintió
acompañado y aceptado por sus compañeros y jefes. En su caso, las barreras
fueron psicológicas y emocionales. Hace 10 años temía decir que era gay en el
trabajo, sentía que había que dar explicaciones. “Si tuviera que ir para atrás,
pensaría que no tengo que contar nada, porque soy una persona común y
corriente, no tengo que explicarle a la gente que soy gay. Muchas cabezas
fueron evolucionando, pero en ese momento quizás no, no estábamos preparados
para hablarlo con tanta soltura, para decir ‘tengo novio’ y no sentir que te
están mirando”, admite. Antes de decir que era gay, Bukstein creía que tenía
que “juntar méritos”. “Es muy loco. Creía que tenía que ser exitoso en mi
trabajo, mi carrera, mis finanzas, mis amigos, tenía que acumular ciertos
éxitos superficiales y materiales para que cuando supieran que era gay dijeran:
‘ah, pero él es muy bueno’. Como si el hecho de ser gay fuera a opacar todo lo
bueno que podía generar, y como si todo lo bueno que había generado fuera a
contrarrestar la ‘mala noticia’ de ser gay. Así era mi cabeza a los 23 años”,
confiesa.
El gran debe. “Espero que sepas
entenderlo, pero prefiero no participar. Soy muy privilegiada por mi estética,
mi familia, mis estudios. No puedo hablar por otras chicas porque tengo otros
privilegios. He sufrido discriminación, pero no puedo comparar. El mundo
laboral es muy hostil para nosotras, sobre todo para las mujeres trans. (...)
Si me pongo a hablar de las carencias, la situación laboral para las mujeres
trans es precarísima. Sería exponerme mucho y puedo perder muchas oportunidades
laborales, incluso mi oportunidad laboral actual. Quiero aportar, pero no
quiero dejar de tener trabajos”. El mensaje que mandó a Galería una
mujer trans que prefirió no participar en esta nota resume buena parte de la
realidad que vive esta población.
Y todos los especialistas coinciden en ese punto: para
las personas trans y géneros no binarios, las barreras a nivel laboral son las
más altas. Según Calvo, están “altamente precarizadas” y les cuesta “muchísimo
más” acceder al empleo. “Siento que para hablar de verdadera diversidad e
inclusión hay que poner el foco en personas trans y no binarias, que dentro del
colectivo social y humano está todavía quedando muy por fuera”, sostiene. Tan
por fuera, que les cuesta mencionar un solo caso de personas trans trabajando
en empresas uruguayas. Mosquera dice que si bien “ahora están apareciendo
chicas y chicos trans jóvenes”, para personas de 40 e incluso 30, acceder a un
trabajo digno y bien remunerado es muy difícil. “Los han expulsado de sus
hogares, no se han podido preparar y no tienen los conocimientos que precisan
para equis tarea. El 60% o 70% de la batería de la cámara LGBTQ+ está apuntando
a esa población”, explica.
La de Yulisa Prunell es una historia excepcional. Hace
tres años entró a trabajar en la cooperativa encargada de la limpieza del
Mercado Agrícola de Montevideo (MAM) en horario nocturno, de 10 de la noche a 6
de la mañana. Nadie la veía. Para ella, eso era una especie de escudo, de
protección. Hasta que en una de sus tantas noches de trabajo, la vio la
directora del MAM, Elisa Areán. “Eran como las 11 de la noche, estaba lavando
la entrada principal, salía de uno de los pasillos técnicos con un carro de
desechos y se me para una mujer adelante, casi me la llevo por delante y la
miré como diciendo: ¿no ves que estoy saliendo? Una compañera me dice: ‘Yuli,
¡es la directora!’. Ahí nos presentamos”, recuerda. Una de las tantas veces que
se cruzaron, Areán llegó con una invitación. “Quería que fuera con ella a un
congreso de la cámara LGBTQ+. Yo le dije que no encajaba, ¿qué iba a hacer yo
en una cena de gala?”. Finalmente, en pleno congreso, la directora aprovechó un
reconocimiento hacia el Mercado Agrícola para hacer el anuncio: Yulisa Prunell
pasaría a integrar el equipo de atención al cliente de la empresa. A pedido de
Areán, Yulisa, atónita, subió al escenario a recibir los aplausos. “Todo el
mundo sabía menos yo”, recuerda. Esa fue la noche que marcó el comienzo de una
nueva e inesperada etapa.
Yulisa Prunell. Foto: Adrián Echeverriaga
Si bien Yulisa había hecho “todos los cursos del mundo”,
como repostería, enfermería, dactilografía y electricidad, conseguir un trabajo
medianamente digno parecía una misión imposible. “No les importaba si tenía
conocimientos, diplomas. Estuve años buscando y me revolvía con lo que podía”,
relata. Oriunda de Rivera, su madre murió hace seis años y su padre nunca la
aceptó. Por 11 años trabajó en una papelería industrial durante 16 horas
diarias. “Tenía que hacer ese horario para generar horas extras, no me daba el
sueldo. Me levantaba a las 4.30 y cerca de las 22 llegaba a mi casa a dormir”,
relata. Cada día de trabajo era un suplicio. “A las 5 estaba en la parada y no
había un día que no me parara un auto a preguntarme cuánto cobraba. El trabajo
era en una fábrica mixta y tenía que soportar muchas cosas, situaciones
humillantes, y vivitos que se desubicaban. Tenía ganas de largar todo, pero
¿qué comía?, ¿cómo seguía adelante si bajaba los brazos? No tenía un respaldo
ni un sueldo fijo, tenía que agachar la cabeza y darle para adelante”. Pero la
vida da muchas vueltas. Ahora, detrás del mostrador del MAM, le toca atender a
quienes años atrás la hostigaron. “Me han visto y me dicen que me saqué el 5 de
Oro. Y no, yo nunca me estanqué, nunca me conformé. Hice un curso de
electricidad, ¿para qué?, no sé, pero lo hice”, ejemplifica.
Cambiar el uniforme de limpieza por el de oficinista no
le resultó tan sencillo. En primer lugar, porque pasaría a exponerse al público
durante todo el horario de trabajo, algo a lo que no solo no estaba
acostumbrada, sino que también evitaba. “No me veía capacitada para ese lugar
de trabajo y para exponerme tanto a la gente por temores a pasar un mal rato.
Se lo comenté a Elisa y me dijo: ‘¡Imagen, altura, usted puede!’”. Y pudo.
Acostumbrada a vivir “a la defensiva” y con “escudos siempre en guardia”,
Prunell aprendió a explotar su carisma, su vocación de psicóloga —una carrera
que planea estudiar— su sentido del humor y el innato optimismo que nunca le
permitió rendirse.
Tres años después, asegura nunca
haberse sentido discriminada. Muy por el contrario, dice haber recibido más
halagos en los últimos tres años que en sus anteriores 42. Tres veces por
semana estudia un curso intensivo de turismo y atención al cliente e inglés.
Mira para atrás y todavía le cuesta creerlo: “Jamás me imaginé trabajando en un
lugar como estoy ahora. Es increíble el cambio y lo que superé, y voy por más”,
asegura. “Yo estaba sola, sí o sí tenía que apechugar y no bajar los brazos. En
otra situación quizás tenés un apoyo, un entorno familiar, yo no tenía el
derecho a bajar los brazos”.
Problema invisible. Después de 42 años sintiendo que vivía en un cuerpo
ajeno, muchas horas de terapia y el esperado okay de la doctora para
empezar el proceso de hormonización, Rodrigo redactó el mail, lo dirigió
al director de la empresa con copia a todos los empleados y al clickear
enviar pensó: “ahora, o estoy afuera o voy por todo”. En el mail contaba
que era un varón trans, que a partir de ese momento empezarían a notar cambios
en su aspecto y su voz, que pasaría por el quirófano y que, por lo tanto,
esperaba recibir el apoyo de todos, o sea, de los compañeros y jefes de la
empresa en la que venía trabajando durante más de 10 años. Por fortuna, fue por
todo. “El primero que respondió fue el director de la empresa diciendo que me
apoyaba 100%, que me felicitaba por el valor de comenzar esta nueva vida y que
obviamente estaba a mi disposición por si lo necesitaba”, cuenta Rodrigo Falcón
a los 50 años, sentado entre violines, guitarras e instrumentos de todo tipo en
el segundo piso de la sucursal del Palacio de la Música, en la que se desempeña
como encargado.
A la respuesta del director le
siguió una lluvia de mails con felicitaciones de los demás compañeros.
Nadie esperó a que cambiara su nombre en la cédula. Al día siguiente, Rodrigo
ya era Rodrigo; en realidad, quien internamente siempre había sido.
Rodrigo Falcón. Foto: Adrián Echeverriaga
Sabe que fue y es afortunado. Como
director del colectivo Trans Boy Uruguay, le consta que para otros la
transición en el trabajo no es nada fácil, si es que tienen la “suerte” de
tener un empleo.
La realidad de los hombres trans es
diferente a la de las mujeres. Rodrigo recién pudo ponerle nombre a lo que le
estaba pasando a los 42, gracias a Alejandro Iglesias, un participante
transgénero del reality Gran Hermano. Nunca antes se había encontrado
con un caso similar en Uruguay. “Hay un poco de que el varón trans pasa
desapercibido luego de la transición y no tiene la necesidad de decir que es un
varón transexual. Pero si no lo decís, nadie lo sabe. Por ahí te librás de
algún hecho de discriminación, pero también de darles información a los que
vienen atrás, que están en tu misma condición y sin saber”.
Rodrigo entró al Palacio de la
Música como auxiliar de ventas y a los pocos años pasó a ser el encargado del
local. Estudió Analista en Marketing y también repara instrumentos. El resto
del tiempo toca el bajo, escribe y, sobre todo, milita. “La militancia es un
24x7. Necesitan un trámite o están mal o simplemente necesitan una escucha”,
cuenta.
A nivel laboral, explica que la
situación es más complicada para quienes no quieren hormonizarse. “Me llega
mucha información y los que tienen cambio de documento y apariencia masculina
no tienen problema, se insertan cómodamente. El problema es con quienes no
quieren hormonizarse o están en proceso”, apunta. También es cuesta arriba para
quienes hacen la transición siendo mayores. “Los más grandes no han podido
estudiar, porque tenés que ser muy valiente para afrontar los centros
educativos. En mi casa, dejar de estudiar no era una opción, pero cuando iba
tenía que aceptar que me dijeran el clásico “tortillera” o “camionera”, y las
profesoras que te decían cómo ser más femenina. Algunos pudimos pasar, pero
tiene que ver con la fortaleza y las herramientas que cada uno tenga”, explica.
Great Place to Work concluye en su
estudio que convertirse en una empresa “para todos” es fundamental para el
éxito. Ya está demostrado que un espacio de trabajo diverso e inclusivo, que
promueve que todos se sientan igual de apoyados e involucrados, aumenta el
compromiso y la productividad. No hay excusas, y convertirse en una empresa
diversa es muy simple. Solo hay que dejar las puertas abiertas para todas las
personas, sin distinciones.