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Ellas son las primeras edecanas del presidente y la vicepresidenta

La tenienta coronel María Etcheverry, la tenienta de navío Valeria Rodríguez y la capitana Liliana Bayardo asumen un rol tradicionalmente masculino que implica ser el nexo con las Fuerzas Armadas

"Nos cuesta porque somos militares", bromea María Etcheverry mientras le indican cómo posar para los retratos. La fotógrafa le dice que se pare derecha y relaje los hombros, pero a la tenienta coronel le cuesta salir de la postura que aprendió en años de carrera. Está acostumbrada a mostrar un lenguaje corporal y un comportamiento más formal. Al menos eso transmite cuando lleva el uniforme. Sin embargo, lejos queda el protocolo cuando se reúne en la Casa Militar, en el piso 9 de la Torre Ejecutiva, para hablar con la capitana Liliana Bayardo y la tenienta de Navío Valeria Rodríguez.

Las tres están con el pelo recogido y los uniformes en perfectas condiciones. Ya no tienen que usar prendas diseñadas para hombres en talles más grandes ni corren para conseguir calzados que les queden bien (encontrar botas para el Ejército en talle 35 puede ser un dolor de cabeza, cuenta Liliana). Todas comparten historias, se ríen con complicidad y dicen -un poco expectantes, un poco ansiosas- que están preparadas para su nuevo rol: son las primeras mujeres en la historia en asumir como edecanas del presidente Luis Lacalle Pou y de la vicepresidenta Beatriz Argimón. Su función es asesorar y asistir a los gobernantes en temas relacionados con las Fuerzas Armadas sin romper la cadena de mando. "El camino no fue sencillo. Decir que fue como ir a la facultad sería una mentira. Tuvimos que romper muchos mitos", dice María Etcheverry, la única mujer militar que cumple este rol con el presidente. Hasta ahora, la tenienta prestó servicio en la Base Aérea Nº 2 de Durazno; es pilota de A-37 y se desempeñó como comandanta en el escuadrón de base.

Mientras, y antes de trabajar con la vicepresidenta, Valeria Rodríguez estuvo en el Congo como oficial de Estado Mayor ante las Naciones Unidas, fue jefa del Departamento de Oceanografía y del de Meteorología Marina, además de dar clases de Física en la UTU. La capitana Liliana Bayardo, con quien compartirá horas de trabajo, formó parte del grupo de Escuadrones de Caballería Mecanizado Nº 1, estuvo en la Brigada de Caballería Nº 3 y en una misión en el Congo. Ahora, las tres asumen un puesto que las une y desafía.

Asumir como edecanas es, probablemente, el desafío más grande de sus carreras. ¿Cómo fue la preparación para un cargo que hasta hace un tiempo era impensado para manos femeninas?

Valeria Rodríguez: La verdad es que es superdesafiante y una nueva experiencia. Tenemos muchos ojos que nos están mirando para ver cómo va a ser el proceso.

María Etcheverry: Va a ser una exposición diferente a la que estamos acostumbradas. Pero es cierto que nosotras llamábamos la atención por el rol que teníamos en la institución a la que representamos. En los trabajos anteriores mirábamos para atrás y siempre somos pocas. También es desafiante porque, en cierta forma, en Presidencia o en el Parlamento estamos trabajando en un lugar nuevo. Nuestros cargos son decisiones políticas que se tomaron en conjunto con las Fuerzas y es un desafío en todo aspecto. Yo hasta ayer estaba manejando a 300 personas -hombres y mujeres- de personal subalterno y ahora es otra cosa. Esto cultiva nuestro acervo personal.

¿Consideran que la decisión de las Fuerzas Armadas responde a una necesidad social?

Liliana Bayardo: Es necesario que los cambios se sigan dando. El otro día lo comentaba la vicepresidenta: el lugar que ocupan las mujeres aún es menor en determinadas áreas y determinados cargos y se está buscando una mayor equidad. Al menos en el Ejército, nosotras consideramos que una equidad de un 50% quizás no es necesario por las exigencias físicas. Pero sí es importante que haya una equidad en determinados cargos.

VR: Desde que empezó el proceso de ingreso de las mujeres, las Fuerzas Armadas han cambiado continuamente y se han generado políticas positivas. Ha sido un esfuerzo mancomunado para mostrar el cambio a la sociedad. Ingresar a las mujeres también ha sido un desafío para los hombres, porque es un ambiente distinto, capaz hasta un poco inhóspito, donde la mujer era considerada como alguien bastante frágil. Ahora estamos a la par de los hombres y llegamos a puestos cada vez más importantes. Eso muestra el compromiso de la sociedad uruguaya, de las Fuerzas y de lo político porque si no hay un marco político, el cambio no se da.

A pesar de que Uruguay es uno de los países pioneros en la región en la inclusión de la mujer en el Ejército, las Fuerzas Armadas siempre fueron un mundo de hombres. ¿Cómo se adaptaron a las nuevas necesidades y a la convivencia en lugares como los buques?

ME: Me acuerdo de que llegábamos y había que cambiar situaciones que hoy en día pueden parecer graciosas, pero eran importantes. Había que resolver dónde iban a dormir, dónde se iban a duchar y qué baños iban a utilizar las mujeres. Pasaban cosas tan sencillas y cotidianas para la mujer como estar con el período y que no supieran qué hacer. Al extremo, a veces, de que los hombres no sabían cómo actuar y manejarlo. Hoy las tres escuelas y las instituciones tienen otra mentalidad y esos cuestionamientos no se hacen , pero hubo momentos en los que sí. Decían: "Ay, qué vamos a hacer cuando se vayan de maniobra, donde pasan una semana durmiendo a la intemperie". Esos cuestionamientos se fueron dando, se fueron allanando y hoy en día estamos llegando a rangos de mayor jerarquía.

VR: Yo creo que nosotras, las pioneras, hemos sido las referentes para las generaciones siguientes y hemos roto paradigmas; rompimos barreras para generar un cambio.

LB: Y servimos como ejemplo. En mi época, no había oficiales femeninas combatientes y yo tuve la oportunidad de ser instructora en el Liceo Militar; era increíble cómo te miraban las alumnas. Tengo el honor de decir que tuve alumnas que hoy son oficialas de las Armas y tienen una buena referencia. En lo personal, me enorgullece decir: "Esta alférez fue alumna mía".

¿Hay complicidad entre las mujeres de las distintas Fuerzas? ¿Están unidas de alguna forma?

ME: Lo que nos pasa es que son muy pocas las veces que tenemos este tipo de contacto. A veces se da que nos contactamos y nos ayudamos.

LB: A mí me pasó que una camarada se me acercó para preguntarme qué uniforme usábamos para las embarazadas, porque ellas tenían uno que no estaba actualizado...

ME: Y lo mismo con el cambio de gorra. En Durazno tuvimos instancias en las que estábamos muy próximas a un coronel y mi compañera tenía mucho diálogo con él. Le decía que las gorras que usaban eran horribles y cada vez que lo veía en un acto repetía lo mismo. Un día el coronel se le acercó y le dijo que habían cambiado las gorras (risas).

LB: Es que habían hecho un gorro para nosotras que no se acoplaba a las nuevas jerarquías, no se le podían coser los laureles. Tuvieron que cambiarlo para adaptarse y eso también es parte de romper el paradigma.
VR: Es un proceso de ensayo y error, y todavía se siguen adaptando con cambios por el bien de nosotras.
¿Pero los prejuicios sobre las mujeres siguen estando?

ME: En las generaciones más jóvenes pasa menos porque están recontra acostumbrados, pero yo me acuerdo, por ejemplo, de salir sola y que un coronel que ya estaba retirado me dijera que no sabía cómo iba a hacer o si me iba a faltar fuerza porque el avión era pesado. Hoy se comparte desde la escuela con mujeres, se tiene instructoras. No se hacen este tipo de cuestionamientos; esa cosa de "vamos a ver si podés" no existe. Las mujeres muchas veces, incluso, les pasamos el trapo en la parte académica y en determinadas cosas de la parte física. A las que estamos en los cargos más altos, los mandos nos vieron desde el inicio de nuestras carreras. El futuro general Luis de León, que ascendió en Fuerza Aérea, fue jefe mío en Durazno y me conoce desde cadeta. Sabe cómo fui, mis experiencias en vuelo y cómo soy administrando.

VR: Muchas veces también aparece el "podrán" por temor, no solo por machismo. Se mira desde una mirada paternal porque antes era diferente. O más bien era impensado. Ojalá llegue el día en que no haya más diferencias.

ME: Yo creo que no es un tema que nos pase solo a las mujeres. Si hay cuestionamientos acerca de la capacidad es por la competencia que hay dentro de la carrera.

LB: Hoy a nosotras nos evalúan en conducta, capacidad militar y educación física. Hay una tabla adaptada para nosotras. A mí me decían que era muy buena en educación física pero lo soy porque entreno. Siempre les digo: "Me piden lo mismo que a ustedes". La evaluación es la misma.

Además de las diferencias físicas, las mujeres suman un rol distinto con la maternidad. ¿Cómo viviste el embarazo al ser militar, María?

ME: Para nosotras fue todo un tema cuando una compañera mía, que es navegante, quedó embarazada. En ese entonces yo tenía un novio y mi jefe me dijo que sería bueno que planificara tener familia cuando vaya a Montevideo porque iba a estar medio apartada del vuelo. Yo lo quedé mirando y le pregunté de qué hablaba. Él se reía porque se dio cuenta de que era un disparate. En la Fuerza Aérea se empezaron a quedar embarazadas las que eran navegantes -que no vuelan- y pensaban qué iba a pasar cuando quedáramos embarazadas. No pasó nada. Cuando me enteré del embarazo, yo quedé apartada del vuelo por la máquina que estábamos usando en ese momento y después de tener mi licencia volví a la actividad normal. Lo admito: durante esos meses escuchaba un (avión) A-37 volar y pensaba "no puede ser que yo esté acá sin volar y estos están volando". Los que hacemos acrobacia y las pilotas de helicóptero tenemos que dejar de manejar pero después volvemos.

VR: El mismo dilema sobre qué iba a pasar cuando las mujeres quedaran embarazadas estuvo en los buques y nos adaptamos; tuvimos nuestros períodos de licencia como otras mujeres.

ME: Me acuerdo una vez que tuvimos una charla con un coronel del Ejército y en el auditorio en Durazno la única mujer era yo. Estaba hablando de los retiros y en un momento dice: "Si están embarazadas, pasan a estar eximidas". El estar eximido te afecta la calificación anual y dijimos: "Qué pasó". Eso en la Fuerza Aérea también se discutió. Hubo que adaptarse a los cambios.

VR: Es como en cualquier otro ámbito: hay cosas que podés hacer y otras no.

Cuando ingresaron a las Fuerzas Armadas, sus casos fueron atípicos. ¿Qué las llevó a elegir estas profesiones? ¿Fue por herencia familiar?

VR: Mi padre es coronel de la Fuerza Aérea y siempre tuve admiración por lo militar. Arranqué una carrera universitaria, pero no me sentía cómoda y cuando se abrió una oportunidad para que las mujeres ingresaran a la Marina, no lo dudé un segundo.

LB: Yo me anoté en el Liceo Militar porque me enteré de casualidad. No vengo de una familia militar - mis padres son comerciantes- y fui conociendo las diferentes escuelas antes de decidirme por el Ejército. Siempre tuve inclinación por los caballos. Fue vocacional: de chica mi madre me decía que iba a ser policía porque no existía la posibilidad de ser militar para una mujer.

ME: Claro. Mi caso es similar al de Valeria. Mi padre fue piloto militar y yo estaba yendo a facultad cuando me encontré con una amiga que me dijo que se estaba preparando para dar los exámenes por las inscripciones para mujeres. Ese mismo día les dije que iba a dejar la carrera para estudiar para los exámenes y empecé esta carrera.

¿Cómo lo tomaron?

ME: Mi padre lo único que me dijo fue que me iban a enseñar a ser puntual (risas). No sé si me lo enseñaron mucho. Mi madre no dudaba de que fuera a ingresar, pero nunca perdió las esperanzas de que me fuera. Hubo unos años en que yo viajaba a Durazno para prestar servicio y ella me acompañaba a Tres Cruces y me decía que me quedara así mandábamos la baja. Ella veía que me iba lejos y sabía que el camino no era sencillo. Decir que fue como ir a la facultad sería una mentira. Durante esos cuatro años tuvimos que romper muchos mitos y ganarnos un lugar. Para las tres generaciones que estaban por encima de mí era una novedad nuestro ingreso. Yo era una mujer empezando a ocupar un lugar de varones y hay mucha gente a la que no le gustó. Hay que tener una coraza muy grande.

VR: Y no solamente en el ámbito interno de las Fuerzas Armadas sino también en la sociedad. Te dicen: "Pah, sos militar, cómo hacés, cómo podés; eso es duro. Es un mundo de hombres". Hay que seguir rompiendo paradigmas.

¿Cómo toman sus familias su nuevo rol de edecanas?

ME: A mi esposo, cuando nos conocimos, le dije que mi profesión era todo lo que tenía. Hoy estoy acá, pero mañana capaz que me tengo que ir por una semana y me voy. Él es profesor de Educación Física, lo entiende y también es así con su trabajo. Nosotros tenemos un hijo y yo doy las gracias de tener a mis suegros que son mayores pero me ayudan; mi suegra es el bastión. Yo me he ido a ejercicios internacionales 15 días con mi hijo chico (ahora tiene 8 años) y lo dejaba con mi esposo y mi suegra. Si no los tuviera, sería imposible. Ahora, por ejemplo, me tendría que haber trasladado a Montevideo (vive en Durazno) y cambiado la dinámica familiar.

VR: Se necesita mucho apoyo del entorno familiar. Y es gratificante porque a la larga ellos ven que los esfuerzos se recompensan.

LB: Yo soy de Montevideo, estuve en el interior, me fui a San Ramón y de misión al Congo. Mis padres están acostumbrados y saben que me voy. En mi anterior destino estaba en un cuartel y pasé fin de año de guardia en la cárcel; les mandé un beso pero me fui a pasar ahí. Mi madre nunca me dejó flaquear. Cuando estábamos en la escuela y estaba sancionada me iban a visitar y me llevaban torta de chocolate (risas).

¿Cómo fue el primer encuentro que tuvieron con sus nuevos jefes? Tú, María, ya te reuniste con Luis Lacalle Pou y ustedes, Liliana y Valeria, con Beatriz Argimón...

ME: Escuchamos las órdenes y qué directivas tenían para nosotras. En realidad nos genera mucha incertidumbre porque hacemos un relevo con los edecanes anteriores, pero hasta Vázquez se hacía de una forma y ahora se va a rever todo. Lo vamos a ir deshilachando sobre la marcha, con el presidente ya tuve una aproximación sencilla. A mí los cambios me producen incertidumbre, pero he aprendido que no me puedo preocupar. Me ocupo pero ya lo veré. Él es nuevo y nosotros también.

VR: La impresión que me dio la vicepresidenta es que es muy cálida, humana y firme. Sabe qué es lo que quiere en su vida y nos sentimos en un ámbito muy cómodo. La idea es ser el nexo entre las Fuerzas Armadas y ella.
LB: Yo también sentí que era un reflejo porque ella vivió estas situaciones. Ella es pionera y la precursora de los derechos de las mujeres; sabe lo que nos pasa y lo que vivimos. Estuvo y sigue en un ambiente de hombres. Ya lo pasó.