Para
forjar esa seguridad, usted propone el camino de la parentalidad nutritiva. ¿En
qué consiste?
La
paternidad o la maternidad son hechos biológicos. En cambio, la parentalidad es
el conjunto de habilidades y competencias que el educador o el progenitor
tienen que tener. Lo positivo es que, si no las tenés, las podés adquirir o
mejorar. No basta con ser papá o mamá, la parentalidad va más allá. Hay padres
adoptivos estupendos y hay padres naturales que no contienen a sus hijos, no
los sostienen.
¿Qué
habilidades y competencias necesita el adulto para ejercer una buena
parentalidad nutritiva?
Estabilidad
emocional. En tiempos donde todos corremos y nos estresamos, donde la
incertidumbre es la regla y todo es descartable, la estabilidad emocional es
muy importante. Es difícil porque los padres tienen otras actividades fuera de
educar hijos y esas actividades están muy llenas de vicisitudes, de dudas, de
inestabilidad. El mundo de hoy es muy inestable, mucho más que hace 10, 20 o 40
años. Todo eso juega en contra. La estabilidad emocional quiere decir gestionar
las emociones. Hacerlo a través de las palabras o el silencio. El silencio
también comunica. Uno puede sentir mucha rabia o tristeza, decepción o
frustración por algo que le pasó o hizo su hijo. Son sentimientos y emociones
muy intensos, pero hay que saber gestionarlos. No es lo mismo pegar
violentamente o insultar, que eso tiene consecuencias en la personalidad del
niño, que decir: “Eso me enoja muchísimo, no me lo vuelvas a decir”. Poner un
límite y expresar lo que sentís.
Algo que
también es muy importante en estos momentos en que todo vale es educar en el
convencimiento. No todo vale cuando uno educa. El límite que voy a poner,
aunque me duela a mí, está de acuerdo a mis valores y es para el bien de todos.
Hay niños que son muy insistentes y demandantes. De repente, porque no los
dejás hacer algo, le dicen a la madre: “No te quiero”. ¡Niños preescolares! Los
niños ya hace unos años empezaron a decir “no te quiero” a los padres; cuando
le ponen un límite, por ejemplo. Hecho impensable hace 30 años. Entonces, el
convencimiento de que, a pesar de que el niño se enoje o conteste, yo estoy
haciendo algo que es positivo para su educación y madurez.
Eso
tiene que ver con la firmeza de la que usted también habla en el libro.
Claro.
Cuando estás convencida, hay un rasgo que es consecuencia, que es la firmeza.
En esta época en que los niños cada vez son más manipuladores, más demandantes,
más inquietos, son también más inteligentes y extrovertidos, hay que ser
firmes. Pero previo a la firmeza uno tiene que estar convencido. Si vas a ir a
comprarle un vestido a tu hija y la niña es muy demandante, ya sabés que ella
va a querer dos, entonces tenés que estar convencida y ser firme en que ese
vestido no le va a dar la felicidad.
Siempre
digo que la tarea de educar es una tarea hermosa pero por momentos desbordante.
Son 24 horas al día, siete días a la semana, los 365 días del año, sin
jubilación, sin derecho a enfermarse, entonces hay que tener un compromiso. Eso
también es muy importante, y es algo que está fallando en la posmodernidad. El
compromiso es necesario porque a veces uno tiene que autopostergarse o alargar
el tiempo de los proyectos.
Fanny Berger. Foto: Gastón De Armas
Respecto
al compromiso, en el libro habla también de la tendencia a “tercerizar la
educación de los hijos”. A veces los padres piensan que el que educa es el
colegio, no ellos.
Tal cual.
Eso es falta de compromiso o, peor, falta de responsabilidad. Hay padres que te dicen: “Pero yo le pago al
colegio”. Es tremendo eso. Los colegios o las escuelas enseñan, los padres
educan. La enseñanza es más cognitiva-racional y la educación es más de la
casa. Por supuesto que colegio y padres tienen que ir para el mismo lado. No
podés mandar a tu hijo a un colegio con valores tan distintos a los que tú
querés enseñar en tu casa. Por eso se necesita compromiso.
Otra cosa
que también es muy importante en la parentalidad nutritiva es la calidez. A
veces, hay padres y adultos que besan y abrazan, pero la calidez alcanza con
una mirada, una palabra de aliento, una sonrisa, una palmadita en el hombro.
Hay gente que no es muy expresiva, pero igual puede ser cálida. No es necesario
andar a los abrazos, es estar atenta, mirarlo, escucharlo, dedicarle tiempo,
orientarlo, guiarlo.
¿Cuáles
son las necesidades afectivas de los niños?
Para que el
niño se sienta querido hay que poner límites, y para que el niño se sienta
seguro, contener. Si el niño llora, no gritarle o pegarle, como pasa mucho. Hay
que tratar de calmarlo y ver lo que pasó.
También es importante contar la verdad de la familia para que el niño se
sienta confiado. Eso es algo reimportante porque los niños se dan cuenta de
todo. Si hay algún padre o abuelo con algún problema (por ejemplo, es
alcohólico), ellos se dan cuenta de que algo no cierra. A veces los padres no
les dicen lo que pasa y se enteran por las tías, por ejemplo. Entonces, crecen
desconfiados. Eso va generando falta de confianza con los padres y después con
el mundo.
Hoy
parece más difícil ponerles límites a los hijos. ¿Por qué?
Porque hoy
los padres tienen miedo a perder el amor de los hijos. Pero el límite es
importante porque el límite ordena, guía, hace predecir a los padres. Los hijos
de padres permisivos tienen una inseguridad total. ¿Puedo hacer esto o no
puedo? Los límites son como señales en el camino. El niño sabe que el padre
está ahí, se siente seguro y tiene claro que, si no obedece o no respeta el
límite, le va a pasar tal cosa. En cambio, si no hay límites, el niño se siente
huérfano. La seguridad es saber que cuento con mis padres y ellos me guían en
lo que puedo hacer o no, que es distinto al miedo.
Los límites
no tienen que ser murallas, son guías. No tienen que ser rígidos. Si el niño
está irritado porque le pasa algo, no te pongas a pelear porque tiró un
juguete, buscale la vuelta. Previo al límite hay que tener flexibilidad. Un día
lluvioso de verano, en que los amigos no están, dejalo ver televisión o estar
en las redes más horas. Durante la semana, en época escolar, no. Eso es
importante. También es necesario tener creatividad porque hoy los niños son muy
despiertos. Pero para ser creativos tenemos que ser flexibles.
¿El
miedo de los padres a perder el amor de sus hijos es un fenómeno nuevo?
Cuando
estudiaba en la facultad en los años 80 y principios de los 90 había sobre todo
niñas que tenían miedo a que sus padres las dejaran de querer, entonces eran
complacientes. Pero desde hace 10 o 15 años se empezaron a ver casos de padres
que tienen miedo a perder el amor de los hijos. Y eso transmite inestabilidad y
poca firmeza porque, si yo tengo tanto miedo y estoy tan pendiente a que el
otro me deje de querer, no puedo ser una figura estable, firme, ni cálida,
porque yo mismo estoy en tensión.
¿A qué
se debe ese miedo de los padres?
Para mí,
hay varias razones. Primero, hoy no se respeta la autoridad. Es una
característica de la posmodernidad. No se respeta al padre, ni a la maestra, ni
al pediatra. El padre ya no es la autoridad. Hay otro tema: antes, si vos
querías, por ejemplo, sacar una mancha o cocinar algo, ibas a tu mamá a pedirle
que te enseñara, hoy, como las madres trabajan, los niños van a Google. Esto
también conspira contra la autoridad. Todo va sumando. Entonces, los padres, al
perder la autoridad parental y el lugar tan importante frente a los hijos, se
sienten inestables. Hoy los referentes pueden ser los youtubers. En
muchos casos, los padres ya dejaron de ser esos referentes importantes que
guiaban. A su vez, hay tanta variedad, tantos modelos de ser hombre, de ser
mujer, de familias y tanta estimulación, que los padres tambalean. Por eso es
tan importante el convencimiento. El libro quiere ayudar a los padres a
recobrar su lugar, que es bueno para todos, para el padre y para el niño.
Papis, necesito seguridad: una guía para la parentalidad nutritiva, de Fanny Berger; editorial Fin de Siglo, 126 páginas, 550 pesos.
¿Cómo se
hace para encontrar el punto medio entre los límites y el afecto?
Primero el
padre tiene que sentir que es un referente y que es la autoridad, que tiene
experiencia y que guía. Si no tuvo en su casa un modelo de parentalidad
nutritiva, la puede adquirir. Puede pedir consulta, algún libro, algún taller.
Los padres autoritarios no eran demostrativos y castigaban, el niño obedecía
por miedo. El democrático es afectuoso, pone límites y el niño obedece, no por
temor, sino por respeto. En el permisivo hace lo que quiere; lamentablemente
hoy es el modelo de crianza más común. Por eso, también cada vez hay más
personas narcisistas. Nadie nace narcisista. Sí todo niño pasa por una etapa
narcisista, donde se siente el centro del mundo, pero, con un papá, una mamá,
una figura de apego que lo contenga y le ponga límites, va madurando y sale del
narcisismo. Hay personas que vienen de hogares disfuncionales, donde los padres
no les brindaron esa seguridad, crecen con esa carencia y permanecen siendo
esos niñitos heridos. Es lo que ves entre los padres de hoy. Los adultos
narcisistas tuvieron ausencia de límites en la niñez, de demostraciones de
cariño, un vacío existencial tremendo, y entonces como adultos sucumben ante el
primer “no”. El narcisista es un gran inseguro. Por más que se presente divino,
le decís algo que no le gusta y su ego se pincha. Si el otro no me mira, ni me
elogia, no valgo nada. Si el otro me dice “qué lindo”, soy el más lindo. Eso da
mucha inestabilidad.
¿Un
adulto narcisista puede llegar a ser un padre nutritivo para sus hijos?
Va a tener
que trabajar mucho. Mi sugerencia es que antes de ser padre o madre encare un
autotrabajo, porque esa carencia que tuvo en su infancia, en su adolescencia,
se va a traducir en falta de paciencia, falta de límites, irritabilidad. Cuando
el hijo meta un gol, va a ser un divino, pero, si no lo mete (a su criterio),
no va a servir para nada. Entonces, evidentemente los padres narcisistas tienen
que trabajar mucho con su narcisismo para llenar su carencia. Se puede. El tema
es que si los padres son narcisistas, van a tener hijos narcisistas o con
problemas similares.
¿Qué
consejo le daría a un padre o una madre que le dice que ya no puede más con su
hijo, que está agotado?
Los niños
de hoy en día son demandantes y los padres trabajan 10 horas de lunes a
viernes. Hay que pedir ayuda. Que pidan una consulta, siempre se pueden hacer
cosas.
Al
terminar el libro afirma que la parentalidad nutritiva es una vacuna. ¿Vacuna
contra qué?
Contra las
adversidades y el desarrollo de trastornos, como el narcisismo y las
psicopatías, que cada vez hay más en el mundo. La parentalidad nutritiva brinda
seguridad y la seguridad es todo lo que hablamos, entonces, si yo tengo
seguridad en mí y confío, no voy a desarrollar patologías. Si fallan las
figuras de apego, puede haber sustitutos, por ejemplo, los abuelos o, en la
adolescencia, los amigos. Capaz que al chico no le gustaría ser el día de
mañana como sus padres, entonces, se rodea de amigos. El apego inseguro se
puede transformar en seguro en la vida adulta, no solo con grupos de apoyo,
sino con amistades, alguien que te quiera bien. Se puede cambiar. Ese es el
mensaje, es todo mejorable.
—
Una
psicóloga especializada en niños y familia
Fanny
Berger es psicóloga, máster en Psicología Educacional y Clínica de niños,
jóvenes y familias. Es la creadora del método TAB (Terapia de Alcance Breve),
que se focaliza en un tema concreto a lo largo de un máximo de cinco sesiones,
y de Empatika, un método de asesoramiento en línea basado en la psicología
resolutiva. Ha escrito varios libros sobre educación de los hijos, entre ellos,
Papi, miren qué me pasa (2005), El paraíso posible (2008) y Padres
sin autoridad, hijos sin rumbo (2020). Trabaja como psicóloga clínica,
supervisora para psicólogos en forma particular y conferencista en
instituciones educativas uruguayas y extranjeras.