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Fanny Berger: “Hoy los padres tienen miedo a perder el amor de sus hijos”

En su nuevo libro, la psicóloga invita a recorrer el camino de la paternalidad nutritiva para asegurar a los hijos una vida adulta feliz

Un niño de siete años le “roba” a su amigo un juguete. A la noche, se comienza a sentir culpable de lo que hizo y se lo comenta a su madre. Ella, sin escandalizarse pero sin quitarle importancia al asunto, le contesta: “No te preocupes, mañana se lo devolvés”. Este ejemplo verídico es uno de los tantos que la psicóloga Fanny Berger, luego de más de 40 años de experiencia, utiliza para ilustrar la importancia de ser un padre presente y dar seguridad a los hijos. “Eso es la seguridad, saber que cuento con otro. El niño sabe que le pasa algo y puede correr a los brazos de su papá, de su mamá, que lo van a contener. Lo que no implica que no se puedan enojar”, explica la psicóloga en diálogo con Galería. Para Berger, la seguridad es la mayor herencia que los padres pueden dejar a sus hijos.

regenerado

Sin embargo, la inestabilidad, la incertidumbre, el consumismo y la falta de compromiso de la sociedad actual atentan contra ello y contra la oportunidad de criar niños que en su vida adulta sean maduros, empáticos, respetuosos y felices. Para no sucumbir ante ello, la psicóloga propone el camino de la parentalidad nutritiva, es decir, el desarrollo en los progenitores de las habilidades y competencias necesarias para que sus hijos crezcan seguros, un concepto que desarrolla en su nuevo libro, Papis, necesito seguridad: una guía para la parentalidad nutritiva, de la editorial Fin de Siglo. “El libro quiere ayudar a los padres a recobrar su lugar, que es bueno para todos, para el padre y para el niño”, afirma.

El vínculo padre-hijo es circular, uno influye en el otro. De allí la importancia de que los padres puedan desarrollar dichas habilidades y puedan hacer frente a los desafíos que imponen los niños de hoy, sin miedo a recibir como respuesta un “no te quiero”. Una afirmación impensable de escuchar de la boca de un niño hacia su padre o madre hace 30 años, pero ahora cada vez más frecuente, apunta Berger.

En el libro señala que la herencia más valiosa que los padres pueden dejar a sus hijos es la seguridad. ¿Por qué considera que es tan importante?

La seguridad implica seguridad en uno mismo y en el mundo. Quiere decir que, sin importar las adversidades de la vida, el niño siente que puede. La seguridad emocional en el niño pequeño es saber que hay un adulto, que en teoría tendría que ser mamá o papá o, lo que sería mejor, ambos, u otro adulto en el caso de que estos no estén, que lo sostenga y contenga. Eso da seguridad. La seguridad no tiene nada que ver con el nivel cultural de los padres, ni con el nivel económico, tiene que ver con lo que se llama base segura. El niño sabe que le pasa algo y corre a los brazos de su papá, de su mamá, que lo van a contener. Eso no implica que no se puedan enojar. Eso es la seguridad, saber que cuento con otro. En la vida madura, saber que uno cuenta con uno mismo, lo que no exime de saber que también necesita amigos, familia o profesionales que lo guíen. Lo que vemos hoy son muchos adultos débiles emocionalmente, que se drogan, que se llenan con compras, con comida, con juegos, con otros vínculos, que hablan de la inseguridad que vivieron en la infancia. Nadie nace seguro o inseguro. Eso se construye en los primeros años de vida, según como lo contuvieron y sostuvieron en el día a día.

Para forjar esa seguridad, usted propone el camino de la parentalidad nutritiva. ¿En qué consiste?  

La paternidad o la maternidad son hechos biológicos. En cambio, la parentalidad es el conjunto de habilidades y competencias que el educador o el progenitor tienen que tener. Lo positivo es que, si no las tenés, las podés adquirir o mejorar. No basta con ser papá o mamá, la parentalidad va más allá. Hay padres adoptivos estupendos y hay padres naturales que no contienen a sus hijos, no los sostienen.

¿Qué habilidades y competencias necesita el adulto para ejercer una buena parentalidad nutritiva?

Estabilidad emocional. En tiempos donde todos corremos y nos estresamos, donde la incertidumbre es la regla y todo es descartable, la estabilidad emocional es muy importante. Es difícil porque los padres tienen otras actividades fuera de educar hijos y esas actividades están muy llenas de vicisitudes, de dudas, de inestabilidad. El mundo de hoy es muy inestable, mucho más que hace 10, 20 o 40 años. Todo eso juega en contra. La estabilidad emocional quiere decir gestionar las emociones. Hacerlo a través de las palabras o el silencio. El silencio también comunica. Uno puede sentir mucha rabia o tristeza, decepción o frustración por algo que le pasó o hizo su hijo. Son sentimientos y emociones muy intensos, pero hay que saber gestionarlos. No es lo mismo pegar violentamente o insultar, que eso tiene consecuencias en la personalidad del niño, que decir: “Eso me enoja muchísimo, no me lo vuelvas a decir”. Poner un límite y expresar lo que sentís.

Algo que también es muy importante en estos momentos en que todo vale es educar en el convencimiento. No todo vale cuando uno educa. El límite que voy a poner, aunque me duela a mí, está de acuerdo a mis valores y es para el bien de todos. Hay niños que son muy insistentes y demandantes. De repente, porque no los dejás hacer algo, le dicen a la madre: “No te quiero”. ¡Niños preescolares! Los niños ya hace unos años empezaron a decir “no te quiero” a los padres; cuando le ponen un límite, por ejemplo. Hecho impensable hace 30 años. Entonces, el convencimiento de que, a pesar de que el niño se enoje o conteste, yo estoy haciendo algo que es positivo para su educación y madurez.

Eso tiene que ver con la firmeza de la que usted también habla en el libro.

Claro. Cuando estás convencida, hay un rasgo que es consecuencia, que es la firmeza. En esta época en que los niños cada vez son más manipuladores, más demandantes, más inquietos, son también más inteligentes y extrovertidos, hay que ser firmes. Pero previo a la firmeza uno tiene que estar convencido. Si vas a ir a comprarle un vestido a tu hija y la niña es muy demandante, ya sabés que ella va a querer dos, entonces tenés que estar convencida y ser firme en que ese vestido no le va a dar la felicidad.

Siempre digo que la tarea de educar es una tarea hermosa pero por momentos desbordante. Son 24 horas al día, siete días a la semana, los 365 días del año, sin jubilación, sin derecho a enfermarse, entonces hay que tener un compromiso. Eso también es muy importante, y es algo que está fallando en la posmodernidad. El compromiso es necesario porque a veces uno tiene que autopostergarse o alargar el tiempo de los proyectos.

Fanny Berger. Foto: Gastón De Armas Fanny Berger. Foto: Gastón De Armas

Respecto al compromiso, en el libro habla también de la tendencia a “tercerizar la educación de los hijos”. A veces los padres piensan que el que educa es el colegio, no ellos.

Tal cual. Eso es falta de compromiso o, peor, falta de responsabilidad.  Hay padres que te dicen: “Pero yo le pago al colegio”. Es tremendo eso. Los colegios o las escuelas enseñan, los padres educan. La enseñanza es más cognitiva-racional y la educación es más de la casa. Por supuesto que colegio y padres tienen que ir para el mismo lado. No podés mandar a tu hijo a un colegio con valores tan distintos a los que tú querés enseñar en tu casa. Por eso se necesita compromiso.

Otra cosa que también es muy importante en la parentalidad nutritiva es la calidez. A veces, hay padres y adultos que besan y abrazan, pero la calidez alcanza con una mirada, una palabra de aliento, una sonrisa, una palmadita en el hombro. Hay gente que no es muy expresiva, pero igual puede ser cálida. No es necesario andar a los abrazos, es estar atenta, mirarlo, escucharlo, dedicarle tiempo, orientarlo, guiarlo. 

¿Cuáles son las necesidades afectivas de los niños?

Para que el niño se sienta querido hay que poner límites, y para que el niño se sienta seguro, contener. Si el niño llora, no gritarle o pegarle, como pasa mucho. Hay que tratar de calmarlo y ver lo que pasó.  También es importante contar la verdad de la familia para que el niño se sienta confiado. Eso es algo reimportante porque los niños se dan cuenta de todo. Si hay algún padre o abuelo con algún problema (por ejemplo, es alcohólico), ellos se dan cuenta de que algo no cierra. A veces los padres no les dicen lo que pasa y se enteran por las tías, por ejemplo. Entonces, crecen desconfiados. Eso va generando falta de confianza con los padres y después con el mundo.

Hoy parece más difícil ponerles límites a los hijos. ¿Por qué?

Porque hoy los padres tienen miedo a perder el amor de los hijos. Pero el límite es importante porque el límite ordena, guía, hace predecir a los padres. Los hijos de padres permisivos tienen una inseguridad total. ¿Puedo hacer esto o no puedo? Los límites son como señales en el camino. El niño sabe que el padre está ahí, se siente seguro y tiene claro que, si no obedece o no respeta el límite, le va a pasar tal cosa. En cambio, si no hay límites, el niño se siente huérfano. La seguridad es saber que cuento con mis padres y ellos me guían en lo que puedo hacer o no, que es distinto al miedo.

Los límites no tienen que ser murallas, son guías. No tienen que ser rígidos. Si el niño está irritado porque le pasa algo, no te pongas a pelear porque tiró un juguete, buscale la vuelta. Previo al límite hay que tener flexibilidad. Un día lluvioso de verano, en que los amigos no están, dejalo ver televisión o estar en las redes más horas. Durante la semana, en época escolar, no. Eso es importante. También es necesario tener creatividad porque hoy los niños son muy despiertos. Pero para ser creativos tenemos que ser flexibles.

¿El miedo de los padres a perder el amor de sus hijos es un fenómeno nuevo?

Cuando estudiaba en la facultad en los años 80 y principios de los 90 había sobre todo niñas que tenían miedo a que sus padres las dejaran de querer, entonces eran complacientes. Pero desde hace 10 o 15 años se empezaron a ver casos de padres que tienen miedo a perder el amor de los hijos. Y eso transmite inestabilidad y poca firmeza porque, si yo tengo tanto miedo y estoy tan pendiente a que el otro me deje de querer, no puedo ser una figura estable, firme, ni cálida, porque yo mismo estoy en tensión.

¿A qué se debe ese miedo de los padres?

Para mí, hay varias razones. Primero, hoy no se respeta la autoridad. Es una característica de la posmodernidad. No se respeta al padre, ni a la maestra, ni al pediatra. El padre ya no es la autoridad. Hay otro tema: antes, si vos querías, por ejemplo, sacar una mancha o cocinar algo, ibas a tu mamá a pedirle que te enseñara, hoy, como las madres trabajan, los niños van a Google. Esto también conspira contra la autoridad. Todo va sumando. Entonces, los padres, al perder la autoridad parental y el lugar tan importante frente a los hijos, se sienten inestables. Hoy los referentes pueden ser los youtubers. En muchos casos, los padres ya dejaron de ser esos referentes importantes que guiaban. A su vez, hay tanta variedad, tantos modelos de ser hombre, de ser mujer, de familias y tanta estimulación, que los padres tambalean. Por eso es tan importante el convencimiento. El libro quiere ayudar a los padres a recobrar su lugar, que es bueno para todos, para el padre y para el niño.

<strong> Papis, necesito seguridad: una guía para la parentalidad nutritiva, de Fanny Berger; editorial Fin de Siglo, 126 páginas, 550 pesos.</strong> Papis, necesito seguridad: una guía para la parentalidad nutritiva, de Fanny Berger; editorial Fin de Siglo, 126 páginas, 550 pesos. 

¿Cómo se hace para encontrar el punto medio entre los límites y el afecto?

Primero el padre tiene que sentir que es un referente y que es la autoridad, que tiene experiencia y que guía. Si no tuvo en su casa un modelo de parentalidad nutritiva, la puede adquirir. Puede pedir consulta, algún libro, algún taller. Los padres autoritarios no eran demostrativos y castigaban, el niño obedecía por miedo. El democrático es afectuoso, pone límites y el niño obedece, no por temor, sino por respeto. En el permisivo hace lo que quiere; lamentablemente hoy es el modelo de crianza más común. Por eso, también cada vez hay más personas narcisistas. Nadie nace narcisista. Sí todo niño pasa por una etapa narcisista, donde se siente el centro del mundo, pero, con un papá, una mamá, una figura de apego que lo contenga y le ponga límites, va madurando y sale del narcisismo. Hay personas que vienen de hogares disfuncionales, donde los padres no les brindaron esa seguridad, crecen con esa carencia y permanecen siendo esos niñitos heridos. Es lo que ves entre los padres de hoy. Los adultos narcisistas tuvieron ausencia de límites en la niñez, de demostraciones de cariño, un vacío existencial tremendo, y entonces como adultos sucumben ante el primer “no”. El narcisista es un gran inseguro. Por más que se presente divino, le decís algo que no le gusta y su ego se pincha. Si el otro no me mira, ni me elogia, no valgo nada. Si el otro me dice “qué lindo”, soy el más lindo. Eso da mucha inestabilidad.

¿Un adulto narcisista puede llegar a ser un padre nutritivo para sus hijos? 

Va a tener que trabajar mucho. Mi sugerencia es que antes de ser padre o madre encare un autotrabajo, porque esa carencia que tuvo en su infancia, en su adolescencia, se va a traducir en falta de paciencia, falta de límites, irritabilidad. Cuando el hijo meta un gol, va a ser un divino, pero, si no lo mete (a su criterio), no va a servir para nada. Entonces, evidentemente los padres narcisistas tienen que trabajar mucho con su narcisismo para llenar su carencia. Se puede. El tema es que si los padres son narcisistas, van a tener hijos narcisistas o con problemas similares.

¿Qué consejo le daría a un padre o una madre que le dice que ya no puede más con su hijo, que está agotado?

Los niños de hoy en día son demandantes y los padres trabajan 10 horas de lunes a viernes. Hay que pedir ayuda. Que pidan una consulta, siempre se pueden hacer cosas.

Al terminar el libro afirma que la parentalidad nutritiva es una vacuna. ¿Vacuna contra qué? 

Contra las adversidades y el desarrollo de trastornos, como el narcisismo y las psicopatías, que cada vez hay más en el mundo. La parentalidad nutritiva brinda seguridad y la seguridad es todo lo que hablamos, entonces, si yo tengo seguridad en mí y confío, no voy a desarrollar patologías. Si fallan las figuras de apego, puede haber sustitutos, por ejemplo, los abuelos o, en la adolescencia, los amigos. Capaz que al chico no le gustaría ser el día de mañana como sus padres, entonces, se rodea de amigos. El apego inseguro se puede transformar en seguro en la vida adulta, no solo con grupos de apoyo, sino con amistades, alguien que te quiera bien. Se puede cambiar. Ese es el mensaje, es todo mejorable. 

Una psicóloga especializada en niños y familia

Fanny Berger es psicóloga, máster en Psicología Educacional y Clínica de niños, jóvenes y familias. Es la creadora del método TAB (Terapia de Alcance Breve), que se focaliza en un tema concreto a lo largo de un máximo de cinco sesiones, y de Empatika, un método de asesoramiento en línea basado en la psicología resolutiva. Ha escrito varios libros sobre educación de los hijos, entre ellos, Papi, miren qué me pasa (2005), El paraíso posible (2008) y Padres sin autoridad, hijos sin rumbo (2020). Trabaja como psicóloga clínica, supervisora para psicólogos en forma particular y conferencista en instituciones educativas uruguayas y extranjeras.