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Laia Barboza: “Los videojuegos son la intersección perfecta entre tecnología y arte”

Es CEO de Pincer Games y presidenta de la Cámara de Desarrolladores de Videojuegos, que organiza este viernes 28 Level Uy, una cumbre para profesionales de esta industria que no para de crecer en Uruguay y en el mundo

Editora de Galería

Laia Barboza está convencida de que hay un videojuego para cada persona. Que lo que se conoce popularmente como videojuego es apenas la punta del iceberg, los productos más masivos: el equivalente a las películas de acción o superhéroes en el cine. Se toma la parte por el todo y se generaliza. Laia Bee —como se la conoce en el ambiente— dice que hay juegos que ayudan a atravesar duelos, que hay juegos que pueden ofrecer un escape a ciertas situaciones al permitir vivir otras vidas (el metaverso existe desde hace décadas), y que hay juegos que abrieron la puerta a una segunda vida. Es el caso de Robertson Escuoto (Tellier50), el abuelo gamer uruguayo que después de jubilarse empezó a streamear en Twitch y hoy, con más de 500.000 seguidores, es uno de los más famosos de Latinoamérica. “Son esas historias lindas y emotivas de conexión con el videojuego”.

Los videojuegos son la industria del entretenimiento más importante del mundo: factura más que el cine y la música juntos. Según datos de Uruguay XXI, en el país el sector de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) representó en 2021 el 35% de las exportaciones de servicios de Uruguay, alcanzando los 1.335 millones de dólares; un aumento del 33% respecto a 2020.

En Uruguay existen más de 20 empresas formales de videojuegos y unos 15 estudios de garaje, como se llama a los proyectos en ciernes pero con potencial de formalizarse. Barboza es CEO de la compañía que fundó en 2014 con dos amigos: Pincer Games. Desde su propia experiencia (fue nombrada por el portal GamesIndustry una de las 100 personas que están transformando los videojuegos en el mundo) y también desde su rol de presidenta de la Cámara de Desarrolladores de Videojuegos (CAVI, fundada en 2016), asegura que para quienes quieran incursionar en el rubro, hay oportunidades, pero hacen falta más. Y para eso se mueve —impulsando iniciativas como Level Uy, una cumbre para desarrolladores que tendrá lugar este viernes 28—, se muestra —para decirles a las niñas que es un camino posible, porque “no se puede ser lo que no se conoce”— e incentiva a sumarse a esta industria, que ve como un “medio para crear historias, interacción y empatía”.

Empezaste trabajando como DJ, o sea que desde un principio te volcaste a una profesión no convencional. ¿Fue difícil tomar ese camino?

Creo que tuvo mucho que ver la cultura interna que se vivía en mi familia. Mi hermano y yo nunca nos sentimos obligados a tomar carreras convencionales. Mi papá era concertista de música clásica de guitarra, y tanto él como mi mamá nos apoyaban en todo aquello que nos hiciera felices. Nunca nos sentimos exigidos a tomar el camino típico de ir a facultad, pensando que eso nos iba a dar un laburo seguro para el futuro. Al principio yo quería ser diseñadora de modas, y ellos me decían “dale”. Estudié en (el Instituto) Strasser, en Montevideo. Después surgió esto de ser DJ, y ellos refelices, estaban en primera fila en las discotecas o en los festivales, bailando.

¿Y cómo llegaste al mundo de los desarrolladores de videojuegos?

Había empezado a hacer música como productora y un amigo que estaba trabajando en una empresa de juegos me preguntó si me animaba a hacer la música para el juego que estaban desarrollando. Esa fue la primera vez. Me quedé maravillada cuando supe de la opción de pasar de jugar videojuegos sola en mi cuarto a participar en un proyecto; me explotó la cabeza. Ahí arranqué. Yo había estado durante muchos años gestionando la empresa familiar que importaba productos, y cuando surgió la oportunidad del Concurso Nacional de Videojuegos mis socios dijeron: vamos a hacer un proyecto. En el proceso, Ingenio (la incubadora) estaba haciendo un llamado específico para empresas de videojuegos, y ahí fue que nos postulamos y me di cuenta de que toda mi habilidad de gestión, de desarrollo de negocios, de habilidades de hacer contactos, tenía mucho que ver con fundar una empresa y desarrollarla.

Foto: Lucía Durán Foto: Lucía Durán

¿Cuándo fundaron Pincer Games?

En 2014. Nosotros tres somos amigos desde hace 20 años y nos tiramos a este sueño de hacer nuestro estudio de videojuegos. Este año sacamos nuestro videojuego Fighters of Fate al mercado. En la empresa somos nosotros tres y un artista contratado, Nico (Celayes), o sea que tenemos muchos sombreritos; los independientes hacemos de todo. Pero simplificándolo, intento hacer un montón de cosas para que Juan Manuel (Pereyra) y Pablo (Lancaster) solo tengan que enfocarse en el producto y yo pueda traer oportunidades, todo lo que tiene que ver con la financiación del proyecto, con desarrollar conexiones que nos sirvan en distintas etapas de nuestro desarrollo; todos esos business developments que es lo que yo hago más fuerte dentro de la empresa.

¿Los otros dos socios se encargan más del desarrollo?

Sí. Pablo es el director del juego, el game designer; también hace animaciones y todo lo que es visual del juego, salvo el arte, que lo hacen artistas contratados; él integra toda esa parte. Y Juan Manuel hace toda la parte técnica del juego, porque es online y multiplayer, entonces tiene muchas complejidades.

¿Dónde se puede jugar Fighters of Fate?

En este momento está para jugar en Google Play de manera gratuita.

¿Y cómo es el negocio cuando los juegos son gratuitos?

Hay distintos negocios. Hay videojuegos que son premium, que básicamente pagás y los comprás, como el FIFA. Vas, te comprás el CD o lo descargás, y después hay algunos que te ofrecen contenido extra, que si querés te lo podés comprar dentro del juego. Es un híbrido que se está utilizando. Luego están los gratuitos, que los descargás y pagás de dos maneras distintas: o comprando cosas dentro del juego, o viendo videos de manera recompensada. Esto es que vos estás pasando una pantalla, perdiste, y si mirás un video tenés una chance de volver a pasar esa pantalla para no perder tu progreso, por ejemplo.

La mayoría de nuestros ingresos y de los de todos los juegos uruguayos son de jugadores de Estados Unidos; es nuestro principal mercado, seguido por Canadá y Europa.

Das un taller en Bellas Artes de Producción de Negocios en Videojuegos. ¿Qué les enseñás a tus alumnos?

Esa es mi especialidad, y es todo un tema: cómo presentarse a fondos concursables, cómo hay que tratar con un editor de videojuegos, qué se tiene que esperar de esa empresa. Uno piensa que hacer videojuegos es programar, animar y hacer el dibujo, pero hay un mundo por detrás. Cuando uno mira los créditos de un videojuego puede ser hecho por 20 personas o por más de 1.000.

La industria de los videojuegos factura más que el cine y la música juntos. Es la industria de entretenimiento que más factura. Todo el mundo juega videojuegos, hasta las personas que te dicen que no, porque de repente mirás su celular y ves que tienen el Candy Crush instalado. Tal vez no está jugando al FIFA, pero también es un videojuego. Mi mamá hace más de 10 años que juega al Candy Crush. Me manda capturas de la pantalla en la que está; es una hardcore gamer de Candy Crush. Hay que sacar ese estereotipo de lo que es ser un gamer.

¿Cómo se conforma entonces un equipo para crear un videojuego? Una de las oradoras de Level Uy es una escritora de videojuegos…

Sí. Por ejemplo, en videojuegos que están hechos para educar, necesitás expertos en pedagogía, profesores. Si es un videojuego histórico necesitás historiadores para que ese juego tenga el rigor que merece. Cuando se quemó la Catedral de Notre Dame el modelo más cercano y fiel que había en ese momento era de un videojuego, Assassin’s Creed Unity, así que les pidieron prestado el modelo (a los creadores del juego) para ver algunas partes de la catedral y ayudar a la reconstrucción.

¿Qué tan competitivo es el ámbito de trabajo y el mercado de los videojuegos?

Por supuesto va en las personas, pero una cosa que pasa en videojuegos es que si quisiéramos estar haciendo dinero, seguramente estaríamos haciendo software y no videojuegos. Es una industria muy pasional, de personas a las que les gusta el medio, les gusta lo que hacen. Además, nosotros somos naturalmente exportadores. Vos subís un juego y, a no ser que hayas hecho específicamente un juego para Ceibal, que lo vas a hacer para los niños de acá, en general lo subís a tu tienda y ya hay personas de todas partes del mundo jugándolo. Nosotros estamos todo el tiempo contestando mensajes de Rusia, de Indonesia, de Filipinas, de Corea del Sur. Y el hecho de que en Uruguay haya casos de éxito nos sirve, porque quiere decir que va a crecer el sector. Kingdom Rush, de Ironhide Games, que son los creadores, es el caso de éxito más grande que hay en Uruguay. Cuando pusimos el stand de Uruguay en Game Developers Conference junto con Uruguay XXI, pusimos Kingdom Rush en todos lados y la gente se acercaba y decía: no puedo creer que sea uruguayo. Eso va haciendo la fama.

Foto: Adrián Echeverriaga Foto: Adrián Echeverriaga

¿Encontraste algún obstáculo por ser mujer en esta industria?

Sí, no voy a mentir. Los datos hablan por sí solos. Somos el 24% de la fuerza de trabajo en la industria de los videojuegos en todo el mundo; y en roles de liderazgo, fundadoras de empresas, presidentas de cámaras, somos menos del 3% en todo el mundo. Yo fui codirectora de Girls in Tech en Uruguay durante dos años, y voluntaria durante cinco, y a muchas nos pasa que pasamos a ser militantes de todo este tema de niñas, mujeres —y otras disidencias de acuerdo a tu industria— porque es una necesidad. Cuando entrás a un lugar y ves que no hay casi mujeres decís: hay trabajo por hacer. Y trabajamos también para impulsar a que niñas y adolescentes empiecen a considerar esta industria como viable para ellas. Es importante trabajar para que esa brecha empiece a disminuir, porque eso también se refleja en el producto que las empresas ofrecen a los usuarios; el 50% de los jugadores en el mundo son mujeres, y si solo 3% están tomando decisiones, ¿qué producto realmente va a resonar con ese 50%? ¿O es que las mujeres nos estamos adaptando a un producto que no está necesariamente pensado para nosotras?

Has hablado del poder de la empatía de los videojuegos. ¿A qué te referís con eso?

Hay un concepto que en inglés es agency, y lo traducimos como “agencia”. Es eso de la interactividad del videojuego y qué produce en la mente del jugador. No es lo mismo ver en una película que un personaje salta al río a salvar a un niño, o leerlo en un libro, que tener el control, tomar la decisión y saltar al río. Es muy distinto lo que sentís. Hay videojuegos que te hacen, primero, jugar del lado de una de las protagonistas, que es antagonista de la otra, y luego hacerte jugar con esa antagonista. O sea que al final del juego tenés que pelear contra vos misma, y es brutal eso de pensar: no quiero estar haciendo esto, no quiero pelear, yo sé todos los sentimientos que tiene el otro personaje, y todo lo que pasó, es solo que ambos personajes no se entienden. Te hacen esas cosas (los diseñadores de videojuegos) que son imposibles de saborear y experimentar con ningún otro medio. De hecho, se están utilizando en los videojuegos más serios para concientizar a los líderes acerca de los efectos de la guerra; se utilizan los cascos de realidad virtual para generar experiencias. Lo que más se conoce de videojuegos podría ser comparable con las películas de Michael Bay (Armaggedon, Transformers), con explosiones y robots, pero los videojuegos son un medio, son la intersección perfecta entre tecnología y arte; hay todo un mundo que a veces las personas desconocen. Seguro que hay un videojuego para vos.

Mucha gente dice: los videojuegos son violentos. Y sí, hay videojuegos que son violentos, que no está bueno el contenido. Primero hay que respetar el rating (la calificación según la edad) como en una película. Y cuando hablamos de defender los videojuegos no estamos hablando de defender títulos, hay títulos que están muy de menos y hay títulos que son hermosos. Es como cuando decís: aquel libro no me gustó nada el contenido que estaba proponiendo y este sí. A los videojuegos hay que tratarlos de la misma manera y no estigmatizar el medio.


LEVEL UY GAME DEV SUMMIT: UN ACERCAMIENTO A LA INDUSTRIA

La edición 2022 de esta cumbre para desarrolladores tendrá lugar este viernes 28 en Sinergia Palermo y congregará a oradores nacionales e internacionales. En la mañana habrá workshops para profesionales y estudiantes de videojuegos y, por la tarde, desde las 13 horas en adelante, será la expo, a la que puede asistir cualquier persona interesada, previa inscripción en la web (leveluy.com).

“Hay muchos jóvenes en Uruguay que están medio desinteresados en el estudio, y sentimos que los videojuegos pueden ser una linda entrada para la motivación de esos adolescentes que no saben qué hacer”, dice Laia Barboza. “Está bueno que vayan los padres con sus hijos, que vean que hay una industria, que puedan probar juegos, que vean todas las oportunidades que hay, dónde se puede estudiar. Si bien Level Uy está pensado para desarrolladores, si alguna familia nos visita y lo llega a ver como una industria viable para el futuro de sus hijos, es un objetivo que también nos parecería relindo de cumplir”.


OPORTUNIDADES PARA DESARROLLADORES

Desde la Cámara Uruguaya de Desarrolladores de Videojuegos (CAVI), explica su actual presidenta Laia Barboza, procuran generar oportunidades para el sector. “Articulamos con las instituciones para ver qué nuevas herramientas podemos traer, y gracias a eso hay fondos concursables para que quienes quieran hacer un videojuego tengan un fondo para hacer su demo. También se otorgan becas para ir a ferias internacionales en distintas partes del mundo, y estamos trabajando en proyectos de ley para importar ítems que son muy importantes para los desarrolladores, como los dev kits, que se necesitan para editar juegos para Xbox, PlayStation y Nintendo y para chicos que están recién empezando, importarlos es un gasto muy grande”.

CAVI es también organizadora de Level Uy y del Concurso Nacional de Videojuegos, que entrega más de 10.000 dólares en premios.