Un estudio de la Facultad de Psicología reveló qué síntomas recrudecieron durante el confinamiento pandémico y que los más afectados fueron hombres, solitarios y jóvenes
Un estudio de la Facultad de Psicología reveló qué síntomas recrudecieron durante el confinamiento pandémico y que los más afectados fueron hombres, solitarios y jóvenes
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSeguramente nadie sea el mismo luego de 2020. Pero algunos lo pasaron peor que otros, sobre todo durante el tiempo de confinamiento: hombres, solos, adultos jóvenes o de mediana edad y de niveles socioeconómicos bajos. Esta es una de las realidades que reflejó el estudio Impacto psicológico de la crisis del Covid 19 en adultos residentes en Uruguay, realizado por la Facultad de Psicología de la Universidad de la República.
A priori, se podía hipotetizar que todos los síntomas de afección mental podían haber aumentado en una situación tan inédita y extrema. Sin embargo, eso no fue así, dice a Galería el doctor en Psicología Clínica y de la Salud Hugo Selma, coordinador de ese estudio, en el que participaron otros cinco psicólogos. "Los que subieron fueron los síntomas de depresión y de ansiedad, que son los más frecuentes", agrega Selma, también docente. Y subieron mucho: "Estimamos que la prevalencia de la depresión y de la ansiedad del tipo fóbica puede haber aumentado al doble de lo que sería habitual en un año normal".
El estudio y el seguimiento se realizaron de forma online y voluntaria a lo largo de siete tomas de datos, entre el 1º de junio y el 21 de octubre. Se difundió un formulario online con preguntas a los interesados sobre su situación, compartido por los integrantes del estudio desde los dispositivos web institucionales y las cuentas personales de los investigadores. En la primera muestra participaron 1.059 personas, 79,4% de las cuales eran mujeres.
Y lo que se registró en esa primera muestra, a casi tres meses de la llegada de la pandemia a Uruguay, cuando el confinamiento y las exhortaciones a quedarse en casa se sumaban a la inminente llegada del invierno, fue preocupante. De los consultados, más de un tercio (37,5%) mostraba síntomas depresivos "importantes"; dentro de ese segmento, 7,2% podían considerarse "graves". Pero también, subraya Selma, una cuarta parte (24,9%) registraba ansiedades del tipo fóbicas.
"Esta (la fóbica) es la ansiedad que se activa en situaciones concretas. En otros casos, como el ataque de pánico, no hay un disparador claro. En las fobias sí: en este caso fue el miedo al contagio o a estar con gente", indica.
A medida que pasó el tiempo, la participación voluntaria fue disminuyendo. El desconfinamiento y las flexibilizaciones paulatinas fueron mejorando los indicadores y quitándole representatividad a la muestra. "Obviamente, hubo gente que se fue desenganchando". A fines de octubre, solo 114 voluntarios completaron la última tanda de seguimiento. Pero los resultados dejaban claro que la pandemia había calado hondo: la medición final mostró que 29,8% de los casos tenían síntomas de depresión (4,4% eran graves).
Manifestaciones. ¿Cómo se manifestaron esos síntomas? Las respuestas coincidían con lo que la clínica espera de ellos. Estos meses fueron sinónimo -según este estudio universitario- para el doble de personas de lo habitual de sentirse tristes, decaídos, poco motivados. "Un elemento muy específico de la depresión es la dificultad para sentir placer, no llenarse con las actividades afectivas; luego había sintomatología física como problemas para dormir, falta de apetito, tendencia a bajar de peso. A eso se le suma una visión negativa de sí mismo y del futuro que le espera", indica Selma.
Los casos más pronunciados -los graves- encendían una luz roja. Cuando estos afloraban, el equipo enviaba un email al voluntario en cuestión, pidiéndole permiso para contactarlo. "Le mandábamos un correo o, si nos pasaba el número, lo llamábamos por teléfono. De ser necesario, hacíamos derivaciones. Eso era una tarea difícil, lo fue en Montevideo y más aún en el interior". Durante todo el proceso, añade, derivaron aproximadamente a cien personas a alguna policlínica de salud mental.
A escala mundial, la depresión y la ansiedad están más presentes en mujeres que en hombres. Sin embargo, un dato llamativo de este período es que la ansiedad del tipo fóbica afectó más a los varones, indica el coordinador del estudio. Más esperable fue la enorme diferencia de la afectación según el nivel socioeconómico. "Por estar sometido a mayores estresores o disponer de menos recursos, la prevalencia de la gente en la franja más baja es altísima; es entre el doble y el triple que en la más alta".
Más allá de los quintiles de ingreso, estar sin trabajo o en el seguro de paro fueron algunos de los "estresores" más presentes que alimentaban la angustia y la depresión.
Selma señala que la relación de los síntomas con la edad es "negativa". Esto quiere decir que "a mayor edad los síntomas en general eran menores". Este resultado, a priori, puede resultar sorprendente -y no es lo mismo que se reflejó en el teléfono 0800 1920, la línea gratuita que la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) puso a disposición de las personas que se sentían afectadas por el aislamiento (ver recuadro)-, por lo que se barajan dos explicaciones: que se haya producido un sesgo por el tipo no representativo de muestra (la gente más joven y habituada a las tecnologías respondía el cuestionario) o que, lisa y llanamente, los jóvenes hayan sido los que peor la pasaron. En este estudio, quienes se definían como jubilados o pensionistas eran los que menos expresaban tener síntomas depresivos: 13%, contra 14,5% de quienes tenían un trabajo estable y -en el otro extremo- 42% de los desempleados que buscaban trabajo.
También se dio que a más tiempo de confinamiento, más señales de riesgo. "Se hablaba del distanciamiento y de quedarse en su casa, pero los que estaban totalmente aislados se agravaban y los que comenzaron a retomar sus actividades se mejoraban. Pasar a la total virtualidad en las relaciones sociales no fue para cualquiera", resume.
Si bien nadie fue inmune, el estudio de la Udelar reveló algunas características comunes a quienes sobrellevaron mejor este período, más allá de retomar paulatinamente la normalidad (vieja o nueva, la que sea). Aquellos que hacían actividad física, que leían, que no descuidaban sus proyectos personales o que interactuaban con aquellos con quienes convivían, sobre todo si se trataba de pareja e hijos, registraron una sintomatología menor.
Por lo tanto, los que vivían solos o con sus padres (el estudio considera que se trata de adultos jóvenes, ya que todos los sondeados debían tener más de 18 años), con exceso de consumo de televisión o videojuegos, declaraban más síntomas, agrega. En marzo de este año, durante el encarnizamiento mundial de la primera ola, un estudio de la Universidad de California, en Estados Unidos, sostenía que la sobreexposición mediática del coronavirus podía suponer "una amenaza para la salud" de las personas. Si bien este trabajo no puede asegurar que algo así haya pasado en Uruguay, Selma estima que las primeras macrocoberturas noticiosas sobre infectados, fallecidos y testeados, con móviles diarios desde Torre Ejecutiva, "puede haber alimentado un estado de cierta paranoia", sobre todo en quienes se revelaron como más vulnerables.
Drogas y violencia. La primera toma de este estudio, en junio, arrojó un aumento del consumo de distintas drogas en el entorno del 21%. Entre las más nombradas estuvieron los psicofármacos, el alcohol, el tabaco y la cocaína. El consumo y la existencia de más síntomas de depresión o ansiedad se mostraron directamente ligados.
El psicólogo Paul Ruiz, integrante de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y que también participó en el trabajo de la Facultad de Psicología, había realizado un estudio específico sobre la influencia de las drogas antes que este. Fue entre la última semana de marzo y la primera de abril, participaron 2.400 personas, y reflejó "un aumento de frecuencia y volumen de consumo de la principal droga de cada uno de los consultados del entorno del 25%". La más nombrada fue el alcohol; luego le siguieron el tabaco, la marihuana y los psicofármacos.
Además de haber aumentado la cantidad y frecuencia de consumo, Ruiz destaca que el confinamiento también fue el marco para las recaídas. "Los principales motivos esgrimidos fueron la ansiedad, el cambio de rutina, el estrés y la soledad". Esta recaída siempre giraba sobre la droga -legal o no- que se había dejado de consumir.
Para muchas mujeres, adolescentes y niños, la casa puede ser el lugar menos seguro posible. En épocas del confinamiento, se temió un recrudecimiento de la violencia de género o la violencia machista. A fines de marzo, con el país recientemente paralizado, la directora del Instituto de las Mujeres (Inmujeres), Mónica Bottero, habló de un "aumento significativo" de las denuncias por esta situación.
El 8 de noviembre, empero, el Ministerio del Interior divulgó las cifras de delitos durante los primeros ocho meses de gestión del actual gobierno, comparado con igual período del año anterior. Según cifras oficiales, las denuncias de violencia doméstica bajaron 2,38%: de 23.387 entre marzo y octubre de 2019 a 22.830 en el mismo lapso siguiente. Solo considerando octubre, la baja fue de 2,90%.
Por su lado, el psicólogo Néstor Rodríguez, integrante del Programa de Género de la Facultad de Psicología de la Udelar, señala que si bien la pandemia contribuyó a la baja de todos los delitos, "la evidencia indica que el confinamiento ha tenido como efecto el recrudecimiento de la violencia en el ámbito doméstico".
Paralelamente, la coordinadora del Programa Género, Salud Reproductiva y Sexualidades de la misma casa de estudios, Alejandra López, adelantó que se acaba de terminar el trabajo de campo de un estudio referido al Covid-19 que incluye un módulo sobre violencia. Aborda 800 casos y los primeros datos estarán prontos alrededor del 10 de diciembre.
El docente Hugo Selma afirma que se está evaluando seguir con el estudio. "Si bien en Uruguay el proceso de la epidemia ha sido distinto que en otros países, y en general para bien, hay por lo menos para un año más". La evidencia empírica lo sustenta: en grandes epidemias recientes como las del Sars o la H1N1, seguían reportándose síntomas psicológicos hasta tres años después. "Esto va para largo", concluye.
Por cada tres mujeres, un hombre llamaba al 0800 1920
Depresión, ansiedad, aislamiento y soledad. Eso, en ese orden, fue lo que más se registró en las más de 13.500 llamadas que desde que comenzara a funcionar, a mediados de abril, recibiera la línea gratuita 0800 1920. Este es el teléfono que ofreció la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) para una primera contención psicológica a personas que se sentían afectadas por el aislamiento por pandemia.
Así lo dijo a Galería el director de Salud Mental de ASSE, Pablo Fielitz.
Esas 13.500 llamadas ya representan más del doble del total recibido por la Línea Vida (0800 0767) desde su creación, hace más de dos años (esta está en el entorno de las 5.500 llamadas).
Este número telefónico, subraya Fielitz, es "una línea de apoyo, un primer contacto con asistencia psicológica" y no sustituye una terapia. Por cada hombre llamaban aproximadamente tres mujeres; la mayoría eran mayores a los 61 años. "Son los que más han sufrido el confinamiento", asegura el jerarca de ASSE.
En el mayor prestador de salud del país no se notó una variación en el consumo de psicofármacos, agrega. "Al principio disminuyó porque menos gente salía de sus casas. Ahora se tendió a la normalización, muy similar a la prepandemia; no hemos registrado un aumento de la medicación ansiolítica o antidepresiva".
Contactos que curan
Adriana (40, nombre modificado) vivió el confinamiento de una manera muy especial: ella tuvo Covid-19, aunque transitó la enfermedad en su casa, sola, sin tener que internarse. Profesional, divorciada, con una hija de 20 años que no vivía con ella, vecina de Ciudad de la Costa, sintió que esas semanas fueron un "abre aguas", una prueba para sus vínculos y su forma de vincularse. Dicho así parece idílico, pero fue un proceso de mucha angustia.
"Con la pandemia en general, pero en especial con mi diagnóstico positivo, se cerró una ventana de hierro hacia el mundo exterior. Quedé sola en mi casa, aislada con mis fantasmas, que son muchos", le contó al psicólogo Luis Gonçalvez Boggio. "Al vivir sola no tenés un otro que te interpele, ni siquiera en tu depresión o en tu estrés cotidiano. Y lo principal: no tenés ese toque. Lo que más anhelo en este momento es un abrazo", le dijo durante los peores momentos del confinamiento. Lo primero que hizo al tener el alta médica fue ir a buscar ese abrazo de un ser querido.
Gonçalvez Boggio afirma que el cambio de Adriana en su cotidianidad fue radical y puesto en práctica ni bien pudo: "Cambió desde la forma de respirar, de caminar y de pararse ante la vida. Sintió la necesidad de salir todas las mañanas una hora a caminar y a respirar al aire libre". Varias preguntas, formuladas retóricamente a su analista, le quedaron sin respuesta: "¿Desde cuándo una patología respiratoria se va a mejorar impidiendo respirar aire puro? ¿Desde cuándo cualquier persona va a mejorar su salud estando encerrado en casa, sin posibilidad de salir, de tomar el sol, de estar en la naturaleza, sin abrazar a sus personas queridas y en un permanente estado de confusión y de miedo?".
Para Claudio (41, nombre también modificado), también profesional y vecino de Malvín, el confinamiento fue al principio toda una novedad. El teletrabajo le daba horarios flexibles y marzo y abril todavía proveían abundante luz y temperatura agradable. Pero el envión duró poco, junto con la novelería de verse con familia y amigos por Zoom. Oscurecía más temprano y el desinterés comenzó a ganar espacio en su mente.
"Y con el desinterés vinieron los miedos. Estaba convencido de que algo grave le iba a pasar a alguien en cualquier momento, a mi madre, a mis hermanos, a mi hijo". Vivía solo y los contactos virtuales no bajaban la ansiedad. Continuamente buscaba señales entrelíneas para confirmar sus peores pensamientos. "Si preguntaba ‘¿cómo estaban?' y titubeaban un segundo antes de responder ‘bien', ya entendía que estaba todo mal". Ateo como es, igual llamó a un cura amigo, excompañero de liceo. Este le dijo que lo que tenía era una "manija enorme" y que saliera a caminar para despejarse. "Eso y que rezara unos Ave Marías", ríe hoy.
Claudio sufrió un pico agudo de estrés y se proveyó -con recetas y sin ellas- de suficientes antidepresivos. Cuando volvió a ver a su gente y la empresa en donde trabajaba elaboró un protocolo para volver a la presencialidad, comenzó a sentirse mejor. También ayudó el inicio de una relación para sobrellevar mejor estos tiempos. "Si García Márquez viviera, hoy escribiría El amor en los tiempos del coronavirus", asegura. Los contactos curan.