Los gobiernos liderados por mujeres, caracterizados por promover la empatía, la igualdad de género y una comunicación clara y concisa, son los que mejor manejaron la pandemia y dan pistas de cómo hacer política en el futuro
Los gobiernos liderados por mujeres, caracterizados por promover la empatía, la igualdad de género y una comunicación clara y concisa, son los que mejor manejaron la pandemia y dan pistas de cómo hacer política en el futuro
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá"Liderazgo, firmeza, elocuencia y empatía con los más vulnerables" son algunas de las características de las presidentas y primeras ministras que han enfrentado e intentado frenar la expansión del Covid-19 en sus países, según expresa un informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU). De todas maneras, en la actualidad menos del 10% de todas las naciones del mundo son gobernadas por mujeres y solo 20 de los 193 países miembros de la ONU tienen una mujer liderando el poder ejecutivo. Sin embargo, hay cierto avance. Al menos si se compara la situación actual con 2005, cuando solo ocho mujeres estaban en el poder. Cuanto más cerca del futuro se nazca, mejor. Y el futuro, al parecer, es femenino.
"Las mujeres líderes han tenido una particular disciplina, sensibilidad y capacidad de respuesta frente a esta pandemia, y por ello han podido desarrollar mejores políticas para ahora y para el futuro", asegura en una nota publciada en la web de la ONU, Gabriela Cuevas, presidenta de la Unión Interparlamentaria, la única organización que representa a la rama legislativa de los gobiernos en una escala mundial. Según Cuevas, las mujeres en cargos de decisión tienden a enfocarse en bienes esenciales como "la salud y la educación", y en proteger "a las personas que más lo necesitan, particularmente los niños".
Y entonces surge el ejemplo más inmediato y, también, más mediático. El de Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, que habló de considerar como un "trabajador esencial" al Conejo de Pascua. "Pienso que cuando un jefe de Estado es capaz de comunicarse incluso al nivel de los niños, es un ejemplo muy elocuente de las preocupaciones que tiene por los más vulnerables, que son a quienes más está afectando la crisis de salud, y que también probablemente afectará la crisis económica que apenas empieza", sostiene Cuevas.
La canciller alemana Angela Merkel junto a Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, en el marco de una reunión bilateral entre ambos gobiernos, en febrero de este año.
Antecedentes y prioridades. Ardern no es una recién llegada. Y, como ella misma lo indica, no es la única. Es imposible hablar de liderazgo femenino, de celeridad, claridad, firmeza y empatía sin mencionar a Angela Merkel, canciller de Alemania desde noviembre de 2005. La física y política alemana cuenta, en su cuarto mandato, con 83% de popularidad; ha sido elogiada por actuar con rapidez y calma y por presentar de manera clara las medidas ejecutadas para proteger a la población. La comunicación sencilla y constante con los ciudadanos es una de las fortalezas de Merkel, que llegó a realizar comunicados y conferencias exclusivamente para niños (a pesar de los elogios, hay quienes sostienen que lo de la canciller también es una movida para conquistar a futuros votantes desde chiquitos).
ONU y sus agencias, además de diferentes organizaciones mundiales, vienen advirtiendo que la pandemia ha incrementado la desigualdad social y el desempleo, poniendo en peligro los derechos humanos de los más vulnerables. Y, según el más reciente Mapa de las Mujeres en el Poder de la Unión Interparlamentaria y ONU Mujeres, las agendas y los planes de gobierno de las mujeres en puestos políticos alrededor del mundo contemplan precisamente estos temas. Según el informe, las líderes tienen, en su mayoría, las siguientes prioridades: familia, niños, jóvenes, adultos mayores y discapacitados; problemas sociales; ambiente, recursos naturales y energía; trabajo y educación; igualdad de género y cuestiones de mujeres.
Con 34 años, Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia, es la jefa de Gobierno más joven del mundo. Es, además, una de las cinco mujeres entre los 28 líderes actuales de la Unión Europea. Y no solo eso. Marin lidera una coalición de izquierda junto con otros cuatro partidos que, a su vez, están liderados por mujeres: Li Anderson (32 años), Maria Ohisalo (34 años), Katri Kulmuni (32 años) y Anna-Maja Henriksson (55 años). Su gabinete está compuesto por 12 mujeres (su ministra de Finanzas es Kulmuni, dos años menor que ella) y siete hombres: 63% de participación femenina, el porcentaje más alto en el Unión Europea.
En Finlandia, como también ocurre en Islandia, no es descabellado ni extraño ver mujeres en el gobierno. Algo similar ocurre en Suecia, donde las mujeres representan la mitad de los partidos, y en Dinamarca, que tiene a Mette Frederiksen como primera ministra y cuenta con cuatro banderas políticas encabezadas por mujeres. En Noruega la jefa de Gobierno es la política, socióloga, politóloga y economista Erna Solberg. Y en Islandia, tierra con una rica cultura de mandatarias, la ambientalista Katrín Jakobsdóttir, de 44 años, es la actual primera ministra.
La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin (tercera de izq. a der.), junto a sus secretarias de Estado: la ministra de Educación Li Andersson, la ministra de Finanzas Katri Kulmuni y la ministra del Interior Maria Ohisalo.
El arma secreta de Finlandia. Marin no es la primera en el cargo: en otros periodos estuvieron Anneli Jäätteenmäki (la pionera, en 2003, aunque de manera muy breve) y posteriormente Mari Kiviniemi (también breve, de 2010 a 2011). Actualmente, 47% del Parlamento es ocupado por mujeres. Por lo tanto, para los finlandeses, ver mujeres en altos cargos políticos no es inusual. De todos modos, el caso de Marin rompe algunos esquemas.
"Nunca he pensado en mi edad o género", ha dicho Marin, perteneciente al Partido Social Demócrata. Defensora de los derechos de las minorías sexuales, se crio en una familia homoparental: "Eso me ha condicionado para que la igualdad, la paridad y los derechos humanos sean muy importantes para mí". Sus padres se separaron cuando ella era pequeña debido "al problema de alcoholismo" de él. Fue criada por su madre y la novia de esta en Pirkkala, al norte de Helsinki, décadas antes de que la ley finlandesa reconociera el matrimonio homosexual. De niña, recordó en una entrevista, se sentía "invisible" debido a que no podía hablar abiertamente sobre su familia. "El silencio fue lo más duro. La invisibilidad causó un sentimiento de incompetencia. No fuimos reconocidos como una verdadera familia o igual a los demás. Es ahora, en el siglo XXI, que se ha abierto el debate sobre las familias arcoíris". Marin considera que "todas las personas siempre han sido iguales". Y agrega: "No es una cuestión de opinión, es la base de todo". La primera ministra está en pareja con el futbolista Markus Räikkönen, su novio desde los 15, con quien tiene una hija.
Fue a los 15, precisamente, cuando empezó a trabajar en una panadería en Tampere. Más tarde, durante el Bachillerato, se dedicó a vender revistas. "Creo que era la alumna más pobre de mi clase", confesó en su blog, sannamarin.net. Tras su graduación trabajó como cajera, puesto por el que algún político, como el ministro del Interior de Estonia, cuestionó su capacidad para dirigir el país. "Cuando estaba en el liceo sentí que las personas que hacían política eran bastante diferentes y provenían de entornos diferentes de los míos. En ese momento, no creía que fuera posible involucrarme". Pero fue a la universidad (la primera de su familia en hacerlo), donde estudió Administración Pública. Allí se involucró en el movimiento estudiantil. Fue nombrada primera ministra en sustitución de Antti Rinne, quien se vio obligado a dimitir luego de un escándalo que dejó al descubierto que había mentido sobre un conflicto en una empresa pública. Es decir, no la tuvo fácil cuando asumió en diciembre de 2019, y tuvo que aparecer el coronavirus para complicar un poco más las cosas.
Erna Solberg, Mette Frederiksen, Katrin Jakobsdóttir y Angela Merkel reunidas en Reykjavík, Islandia, en agosto de 2019.
El 15 de junio el Gobierno de Finlandia aprobó la suspensión del estado de emergencia, decretado tres meses atrás para frenar la expansión del coronavirus. Finlandia, con 5,5 millones de habitantes, registró 7.108 contagios y 326 fallecidos. Según analistas, el secreto del éxito fue la gestión de Marin, "el arma secreta de Finlandia". El país adoptó una estrategia "híbrida": mantuvo ciertas restricciones y multiplicó los test, siguió las cadenas de contagio, aisló a los infectados y reforzó los cuidados médicos a los enfermos que los requerían. Siguiendo los pasos de Dinamarca, se suspendieron escuelas y universidades, se prohibieron las reuniones de más de 10 personas y se cerraron las fronteras. Dos meses después, el 15 de mayo, Marin anunció que la pandemia estaba bajo control. "Mediante una respuesta temprana, hemos logrado frenar la progresión de la epidemia y hasta ahora hemos sido capaces de evitar un pico pronunciado de la enfermedad. Esto ha sido posible gracias a todos los que han actuado de forma responsable". Se abrieron bares y restaurantes a un 50% de su capacidad, y se autorizó el regreso controlado de museos, bibliotecas, cines, teatros, piscinas municipales y centros juveniles. "Es necesario continuar con la estrategia híbrida para prevenir la propagación del coronavirus hasta que la epidemia esté bajo control a nivel global", declaró.
Marin ha sabido usar las redes sociales y las ruedas de prensa para acercarse a la ciudadanía y comunicar con claridad. Al igual que Ardern, Merkel, Solberg y Jakobsdóttir, para quien la crisis mundial también ha servido como un gran baño de humildad para los políticos.
Tu ego a un lado. Según la primera ministra de Islandia, Katrín Jakobsdóttir, la clave para liderar la lucha y vencer al coronavirus tiene que ver con hacer a un lado el ego. En una videoconferencia de la serie Time 100 Talks, Jakobsdóttir remarcó que la humildad y el escuchar a la ciencia han sido las claves para que Islandia haya alcanzado las tasas más bajas de mortalidad por Covid-19 en el mundo, a pesar de tener una alta tasa de infección. Según el rastreador mundial de coronavirus de la Universidad Johns Hopkins, la isla de hielo tiene 1.803 casos y 10 muertes confirmadas, lo que la ubica entre las cifras más bajas de Europa.
Katrin Jakobsdóttir y Angela Merkel durante una conferencia de prensa en Berlín, en marzo de 2018.
Jakobsdóttir es otra de varias líderes femeninas en todo el mundo que han sido elogiadas por su gestión del coronavirus, junto con Ardern, Merkel, Marin y la taiwanesa Tsai Ing-Wen, que basó su estrategia en la anticipación, la realización de pruebas generalizadas, el confinamiento desde un primer momento y acciones mediáticas de concientización. Un detalle en común en los discursos de estas mujeres, señalado por varios especialistas, es que en la comunicación con la ciudadanía evitaron el empleo de términos bélicos, recurrieron a la empatía y buscaron transmitir transparencia. "No creo que sea una coincidencia", comentó Jakobsdóttir, aunque resaltó que varios líderes masculinos también han manejado de manera eficiente la crisis sanitaria. "Lo que podemos aprender de esto es que es importante dejar a un lado el ego como político y aprender de esos humildes científicos, que se han enfrentado a una crisis que nadie podría esperar". Jakobsdóttir, de formación ambientalista, considera que escuchar a la ciencia, como se hizo en esta crisis, debería repetirse frente a otros "desafíos globales", como, por ejemplo, el cambio climático.
Según la líder islandesa, el éxito de la nación (con una población de 360.000 habitantes) consistió en actuar temprano, realizar test (disponibles para los residentes de forma gratuita) y fomentar el uso de una app de rastreo. No cerró los jardines ni las escuelas primarias. Sí introdujo medidas de distanciamiento social y clases limitadas en determinados momentos. El hijo de la mandataria, contó Jakobsdóttir, asistía a la escuela pero durante dos horas al día.
Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, junto a su equipo de gobierno.
No soy la primera. El 9 junio, cuando Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, se enteró de que su país tenía cero casos activos de Covid-19, su reacción fue ponerse a bailar. Al menos, eso fue lo que dijo que hizo al recibir semejante noticia. "Hice un bailecito", contó con esa sonrisa a prueba de temblores y pandemias. "Solo empecé a bailar, fue encantador. Lo hice delante de Neve, que se quedó un poco sorprendida, pero se unió, sin tener la más remota idea de por qué yo bailaba en la sala, pero lo disfrutó de todos modos".
Neve es su hija. Ardern presentó formalmente en público a Neve Te Aroha (nombre de origen maorí) el lunes 24 de setiembre de 2018, cuando la llevó consigo a una conferencia de la Asamblea General de Naciones Unidas. Había dado a luz tres meses antes, convirtiéndose en la primera mujer en la historia de su país en parir durante el ejercicio del cargo (y la segunda dirigente del mundo en hacerlo, después de la paquistaní Benazir Bhutto en 1990). Se tomó seis semanas de licencia por maternidad ("Es totalmente inaceptable que las mujeres tengan que responder a la pregunta de si quieren ser madres en una entrevista de trabajo. La decisión de una mujer sobre cuándo o si quiere tener hijos no debería ser jamás un asunto que influya en su porvenir laboral", explicó en una entrevista un par de años antes de ser madre).
En setiembre de 2018 se encontraba en pleno período de lactancia. Así que se trasladó a Nueva York acompañada de Neve, de tres meses, y del padre de la niña, el presentador de televisión Clarke Gayford, pareja de Ardern desde 2013. "Tengo una pareja que puede estar a mi lado, que toma una gran parte de esta responsabilidad conjunta porque él también es el padre, no es un niñero", había comentado Ardern al retomar sus funciones luego de la licencia maternal. Dicho y hecho: aquel día en la ONU, Gayford se encargó de cuidar a la bebé mientras la primera ministra realizaba su discurso ante el resto de los líderes mundiales. "No soy la primera mujer multitarea. No soy la primera que tiene que trabajar y criar a un bebé, lo han hecho muchas mujeres antes que yo". Ardern es la tercera mujer en liderar a un país referente en políticas de igualdad de género. Antes que ella estuvieron Jennty Slapley (1997-1999) y Helen Clark (1999-2008). Es interesante pensar qué vendrá después.
Erna Solberg, primera ministra de Noruega, se toma una selfie con miembros de su gobierno en enero de este año.
Puño de acero en guante de seda. Elegida primera ministra en octubre de 2017, Ardern tenía 37 años cuando se convirtió, entonces, en la mujer más joven en liderar un Estado, título que ahora ostenta la finesa Marin. Aun sumando hombres a la lista de líderes políticos más jóvenes, ella sigue dentro del top ten. Fue portada de Vogue Reino Unido, y en 2018 y 2019, dos de los tres años que lleva de gobierno, estuvo incluida en la popular lista de las 100 personas más influyentes del mundo de Time.
De origen progresista y militante feminista, la actual líder del Partido Laboral participó en varias Marchas del Orgullo y mantuvo un rol activo en la discusión por la Ley de Matrimonio Igualitario, promovida desde 2005 por la primera ministra Clark, y sancionada finalmente en 2013, convirtiendo a Nueva Zelanda en el primer país de Asia-Pacífico en legalizar la unión civil entre personas del mismo género. Durante su gobierno, además, se despenalizó por completo el aborto y se aprobó un proyecto de ley para ampliar la baja parental subsidiada de 18 a 22 semanas. La cantidad de cartas de escolares en torno al cuidado del ambiente la llevó a impulsar un plan para prohibir las bolsas de plástico de un solo uso (con multas de hasta 65.000 dólares).
Si hay una líder de gobierno que ha demostrado ser hábil en materia de comunicación y gestión de crisis, esa es Jacinda Ardern. Así quedó demostrado, una vez más, cuando subió un video en el que se valió de dos minutos para enumerar los avances de su gobierno en dos años. En el video irradia esa energía canchera que ostentan los conductores de late shows. Ardern sabe hablar y moverse en cámara con naturalidad, serenidad y firmeza, rasgos que mantuvo incluso cuando un terremoto de magnitud 5,6 sacudió la Isla Norte de Nueva Zelanda mientras ella era entrevistada en vivo por televisión. "Tenemos un terremoto aquí". Sonrió y siguió con la nota.
En 2019 Ardern había recogido elogios por cómo manejó la peor masacre en la historia moderna de Nueva Zelanda. El ataque terrorista perpetrado el 19 de marzo por un "lobo solitario" contra dos mezquitas en Christchurch dejó 51 muertos y 49 heridos. Ardern, declarada agnóstica, llevó un mensaje de empatía e inclusión, entendiendo que el odio solo se combate a través del amor. "Ellos son nosotros", dijo refiriéndose a las víctimas. "Han elegido Nueva Zelanda porque era un lugar seguro, porque aquí no cabe el odio ni el racismo. Porque somos diversidad, amabilidad, empatía, un hogar para quienes comparten nuestros valores. Un refugio para quienes lo necesitan".
Se negó a dar el nombre del atacante, un australiano, para negarle la notoriedad que buscaba: "Diré los nombres de los que perdimos, en lugar del nombre del hombre que se los llevó". Tras la matanza visitó la comunidad musulmana vistiendo un hiyab y se abrazó con los sobrevivientes y familiares de las víctimas. Presentó un proyecto de ley para endurecer la venta de armas (aprobado de forma casi unánime por el Parlamento) y logró que se prohibieran las armas de corte militar que usó el terrorista. Fue entonces cuando muchos la calificaron como la "anti-Trump".
"Sé fuerte. Sé amable". Tal es el lema con el que se identifica Ardern, elogiada y estudiada por su forma de gobernar. Durante la crisis sanitaria, se aseguró de ser asesorada por expertos y de transmitir información de manera transparente. Impuso medidas estrictas y a la vez apoyó a los sectores más vulnerados. Recomendó que los empleadores adopten una semana laboral de cuatro días para que los fines de semana largos impulsen el turismo interno.El 27 de abril fue el primer día sin contagios registrados, lo que llevó a comenzar un desconfinamiento moderado. Según algunos expertos, estos pasos fueron clave para que finalmente Nueva Zelanda haya registrado algunas de las cifras más bajas del mundo: 1.163 contagios y 22 fallecimientos.
Ella y sus ministros redujeron sus sueldos en un 20% durante seis meses. "Si alguna vez hubo un momento para cerrar la grieta entre grupos de personas a lo largo de Nueva Zelanda en posiciones diferentes, es ahora", señaló. Sus principales vías de comunicación: conferencias de prensa y redes sociales. Tiene 1,621 millones de seguidores en Facebook, plataforma donde realizó transmisiones en vivo, algunas de ellas espontáneas (todo lo espontáneas que pueden ser estas acciones llevadas a cabo por un gobernante), y otras en las que se notaba que ella misma manejaba la cámara del celular. Y todo para dar detalles de su agenda, explicar los motivos detrás de las medidas tomadas durante la crisis y, además, responder a las preguntas de los internautas.
Jacinda Ardern, su pareja Clarke Gayford y su hija Neve Te Aroha, fuera del hospital de Auckland en junio de 2018.
"Estamos listos. Hoy no tenemos casos activos en Nueva Zelanda", dijo, 75 días después de que se generaron las primeras alertas por el Covid-19 en ese país y 17 días después de que se registró el último caso de contagio local. Lo que llevó al Gobierno a abrir completamente la economía desde el pasado martes 9 de junio. "Estamos confiados de que hemos eliminado la transmisión del virus por ahora, pero la eliminación no es un punto en el tiempo, es un esfuerzo sostenido". Una semana después, y tras 25 días sin contagio, el país registró dos nuevos casos debido a un error de control: dos mujeres llegadas de Reino Unido abandonaron la cuarentena antes de lo previsto sin ser examinadas, pese a que presentaban síntomas leves.
Mientras diversos medios analizan su popularidad y liderazgo, califican su forma de gobernar y comunicar como "puño de hierro envuelto en un guante de seda". Combina gestos amables con una estrategia clara y concisa. Sabe qué decir y qué no, sabe cuándo decir algún chiste, y también sabe qué dejar subordinado a la imaginación. Por eso, cuando un periodista le pidió que ofreciera una muestra de cómo había sido ese pequeño baile de festejo, su respuesta fue contundentemente clara: "Absolutamente no". Eso sí, lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja.