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Un grupo de cinco franceses retirados, apasionados por la
navegación, se embarcaron en una hazaña con pocos precedentes: recalar en la
remota bahía Margarita, al oeste de la península Antártica, siguiendo los pasos
del mítico explorador polar anglo-irlandés Ernest Shackleton. A bordo de un
velero bautizado en su honor, Sir Ernst —por un malentendido entre
idiomas se registró omitiendo la letra e—, los tripulantes se
propusieron seguir la ruta de aquel navegante en su primer viaje a la
Antártida.
regenerado
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La historia de este viaje comenzó a gestarse dos años
atrás, cuando el navegante aficionado François Miribel compró este velero a
Herve Perrin, actual jefe de la expedición, quien ya había timoneado al polo
sur en dos ocasiones. Ambos se hicieron amigos y se propusieron viajar juntos a
la Antártida en compañía de sus colegas Fabrice Papazian, Philippe Greda y
-Pierre Etienne Touati. El proyecto, llamado Bahía Marguerite, está financiado
de forma privada; Miribel se encarga de cubrir los gastos referentes al velero,
mientras que aquellos propios de la convivencia son compartidos por todo el
grupo.
La tripulación: Pierre Etienne Touati, Herve Perrin, Philippe Greda y Fabrice Papazian (al momento de la fot François Miribel se encontraba haciendo los trámites de migraciones para la salida del puerto). Foto: Gastón Tricárico
Además del desafío que significa arribar a un área a la
que solo han llegado unos pocos barcos de todo el mundo, la expedición busca
concientizar sobre el cambio climático. Por estos días, la embarcación está
llegando a destino, donde permanecerá en tierra durante un mes para realizar
mediciones hidrográficas y meteorológicas, ya que las regiones polares y
periféricas de la península antártica constituyen zonas carentes de registro.
Las lecturas realizadas por el Sir Ernst, mediante equipos otorgados por
la Organización Hidrográfica Internacional, serán de gran valor científico y
significarán un testimonio actual del cambio climático en una latitud poco
visible en la que los impactos se reflejan rápidamente.
Foto: Gastón Tricárico
Una parada en Punta del Este. El Sir Ernst partió de mónaco el 15 de setiembre de 2021.
Procurando hacer el recorrido del explorador Shackleton en su viaje a la
Antártida, fondeó en Islas Canarias, Cabo Verde (África) y Punta del Este, a
donde arribaron cerca de un mes después de la fecha de partida. Si bien no
estaba en los planes permanecer en el balneario durante tanto tiempo, debido a
la pandemia y el cierre de ciertas fronteras debieron improvisar algunos
cambios en el calendario.
Antes de emprender la travesía, los
tripulantes tuvieron un entrenamiento disciplinado en el que trabajaron
aspectos técnicos y personales. Como no hay médico a bordo, se formaron en
conocimientos básicos de anatomía y además mantienen contacto satelital con un
hospital francés que tiene personal especializado en guiar tripulantes en
navegación.
El pequeño comedor de Sir Ernst. Foto: Gastón Tricárico
Foto: Gastón Tricárico
El jueves 6, un día antes de partir
hacia Ushuaia, la anteúltima parada antes de llegar a destino, los tripulantes
dieron una conferencia en el Yacht Club de Punta del Este, en la que
compartieron los pormenores de este proyecto inspirado en los viajes de
Shackleton. Contaron que la convivencia en el barco es como la de cualquier
hogar: cada uno asume tareas distintas, mientras que otras se comparten. Por
ejemplo, Fabrice, François y Harve son los únicos habilitados para timonear.
También repasaron la importancia de saber escoger el momento justo para poner
en marcha este tipo de proyecto, considerando los períodos favorables para la
navegación. A esas latitudes solo se puede llegar unas cinco o seis semanas al
año, y enero es uno de esos meses en que el acceso se vuelve posible.
De proa a popa. La construcción del Sir Ernst llevó dos años. Con
más de 14 metros de largo, su diseño fue particularmente adaptado a las
condiciones extremas de navegación en la Antártida.
Foto: Gastón Tricárico
Foto: Gastón Tricárico
Esto se traduce en que su
estructura es de aluminio y su casco está realizado con un material especial
para entrar en el hielo. Se trata de un velero pequeño, con comodidades para
acogera seis tripulantes. Cuenta con tres cabinas, con dos camas cada una, dos
baños y una sala de estar integrada con cocina.