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Se celebró el primer torneo de apnea en Uruguay avalado por la asociación internacional de este deporte

Esta práctica consiste básicamente en aguantar la respiración bajo el agua y cada vez cuenta con más cultores en el país

En marzo, la piscina del complejo deportivo del Club Naval, en Carrasco, albergó la entrada “oficial” de Uruguay al circuito internacional de apnea, un deporte también conocido como buceo libre, freedive o freediving. Es una disciplina que consiste básicamente en sostener la respiración debajo del agua, con todo lo sencillo y aterrador que eso puede significar. Se trató de la primera edición de la Montevideo Indoor Cup, organizado por los jueces e instructores Facundo Yáñez y Eugenia Alcaraz, lo que significó que tenía el aval de la Asociación Internacional para el Desarrollo de la Apnea (AIDA).

Compitieron siete hombres y cuatro mujeres. En este deporte hay ocho disciplinas competitivas, explica Yáñez a Galería: cuatro de ellas en modalidad indoor, en piscina, y cuatro outdoor, en aguas profundas. La competencia en el Naval fue obviamente en la primera, en sus cuatro modalidades: estática, dinámica sin aletas, dinámica con monoaleta y dinámica con aletas. La primera de ellas exige aguantar el mayor tiempo posible en el agua; las segundas consisten en establecer además el mayor recorrido con una sola bocanada de oxígeno.

Yáñez, licenciado en Educación Física, instructor de buceo con equipo autónomo y de buceo con apnea para AIDA, además de portador de tres récords nacionales masculinos outdoor, dice que en esos dos días en el Naval se rompieron siete marcas uruguayas: las cuatro de varones y tres femeninas; solo la estática en las mujeres se mantuvo incambiada.

Es algo para sacar pecho, pero también para ubicar al país en el mundo de esta disciplina. “Internacionalmente, Uruguay está recién apareciendo. Los últimos años ha habido participaciones esporádicas en competencias de profundidad dentro del sistema AIDA en el servicio de récords y rankings. En piscina, las marcas estaban congeladas desde el (año) 2000”, dice Yáñez. Casi un cuarto de siglo después, era hasta saludable mejorar los registros. “Pudimos actualizar todas las marcas, todas subieron un montón”.

Desde ese día, Santiago Bartesaghi se convirtió en el varón uruguayo que más tiempo aguantó la respiración en una piscina: 4 minutos, 46 segundos. También en la competencia masculina Guillermo Rodríguez se hizo con las marcas dinámicas sin aletas (100 metros), monoaleta (111) y aletas (112). En las mujeres, Lucía Puentes buceó 49 metros sin salir a la superficie sin aletas, 69 en monoaleta y 62 con aletas. Todo eso quedó registrado en la webde AIDA (aidainternational.org). El récord uruguayo femenino en estática (4 minutos, 9 segundos) pertenece desde agosto de 2009 a Irene da Cunda, que lo logró en Bonaire, un municipio insular de los Países Bajos ubicado en el Caribe.

Rodríguez, recordman criollo en tres disciplinas en pileta, fue nadador federado, guardavidas y hace dos años hizo un curso de buceo con tanque. “Mirando luego en Internet encontré que había gente que bajaba a pulmón, (y) parecían mucho más libres en el agua”, cuenta a Galería. Buscando si existía algo así en Uruguay, encontró la escuela Freedive Uruguay y se comunicó con Facundo Yáñez.

Si bien la apnea en Uruguay está muy lejos de convertirse en un deporte desarrollado, más allá de cultores e impulsos periódicos, sí se puede decir que está en crecimiento. Hay otros (pocos) apneístas más allá de los 11 que terminaron compitiendo en marzo en el Club Naval. “Hay un acercamiento cada vez mayor de la gente con el agua, hay más nadadores de aguas abiertas. Hay gente que busca herramientas para estar más cómoda en la naturaleza. También hay gente que ha tenido experiencias traumáticas en el agua y busca herramientas para superarlas”, indica Yáñez.

<em> Antes de comenzar a competir hay que hacer un trabajo de relajación. Foto: Facundo Lemos</em>Antes de comenzar a competir hay que hacer un trabajo de relajación. Foto: Facundo Lemos

Hay una realidad con la que es muy difícil lidiar. Si bien existen muchas piscinas aptas para el indoor, en el outdoor este país está muy lejos de ser una meca para la apnea, como sí pueden serlo San Andrés, en Colombia (donde vive Yáñez), el agujero azul de Dahab, en Egipto (donde se han formado o desafiaron sus límites los mejores del mundo), o el de Dean, en las Bahamas, donde la uruguaya Vanessa Estol descendió 60 metros en 2023.

“Esta modalidad en Uruguay está muy limitada porque su costa no es muy profunda y las condiciones del mar no son las más amigables, considerando temperatura, visibilidad y oleaje. Todo depende del día”, dice el instructor. De hecho, él da cursos con su escuela en Uruguay de noviembre a marzo; el resto del tiempo lo divide en ubicaciones más ideales para este deporte como los ya mencionados en Colombia y Egipto. En La Paloma, Rocha, también hay otra escuela de freediving, a cargo de Francis Batista.

Hay otros espejos de agua donde practicar. Lucía Puentes, portadora reciente de tres récords nacionales, dice que hay “una cantera cerca de Pando” donde se puede descender hasta 28 metros. Otro competidor, Santiago Bartesaghi, residente de Valizas, en Rocha, se maneja con profundidades que llegan a los 12 metros. “En un lugar algo más alejado conseguís 20, pero son poquísimas las veces que el mar te permite ir ahí”, añade.

Como en tantas otras disciplinas, el apneísta uruguayo que quiera desarrollarse en la alta competencia en outdoor no tendrá más remedio que pasar por la Aduana. “Si bien se puede hacer una base importante de entrenamiento en Uruguay, la profundidad disponible queda corta luego de cierto nivel”, afirma Rodríguez. Él ha llegado a descender hasta 45 metros ayudado de una cuerda. Este competidor también está ahora en San Andrés, donde puede haber 100 de profundidad (con 30 de perfecta visibilidad), preparando una competencia. “Viajar a lugares con mejores condiciones es importante para seguir progresando en nuevas profundidades y vincularse con apneístas del resto del mundo que están realizando el mismo proceso que uno”, afirma.

Superarse. Paz, conexión con uno mismo y con la naturaleza, contrapeso al vértigo del día. Son bastante comunes las respuestas de los cultores de la apnea a la hora de decir qué obtienen del hecho de tratar de pasar el mayor tiempo posible en un ambiente totalmente distinto; “un universo paralelo”, al decir de Bartesaghi. Todo viene de la mano de un mayor amor por lo acuático, ya sea por el nado a mar abierto o por el buceo o la pesca subacuáticos.

Cuenta la leyenda que, en julio de 1911, al pescador griego Yorgos Haggi Statti le pagaron cinco libras esterlinas y el permiso para usar dinamita en su trabajo por recuperar el ancla de un barco italiano, el Regina Margherita. Este se había hundido a 77 metros de profundidad en la bahía Picadia, en el mar Egeo. Tenía 35 años y un aspecto enclenque; sin embargo, aseguraba que podía aguantar la respiración siete minutos. Ayudado tan solo por un cabo atado a una piedra de 45 kilos, el que muchos consideran el primer apneísta de la historia logró recobrar la pieza.

Según distintas publicaciones científicas, una persona sin entrenamiento específico puede durar entre 30 y 90 segundos sin respirar debajo del agua, la mayoría pierde el conocimiento a los aproximadamente tres minutos. Lo que hoy se conoce como apnea empezó a ser considerada una disciplina de competición en la década de 1950. Claro que antes de la hazaña atribuida al griego Yorgos, distintas culturas dedicadas a la pesca submarina, como los ama en Japón, los bajau de Indonesia o los wayu de Colombia, ya cultivaban el arte de aguantar la mayor cantidad de tiempo a mayor profundidad posible como mecanismo de subsistencia.

<em> Las competencias pueden ser un piscina y en la naturaleza; en esta última Uruguay cuenta con lugares adecuados. Foto: Facundo Lemos</em>Las competencias pueden ser un piscina y en la naturaleza; en esta última Uruguay cuenta con lugares adecuados. Foto: Facundo Lemos

El griego Giorgios Panagiotaks y el polaco Mateusz Malina recorrieron 300 metros con aletas; la rusa Natalia Molchánova buceó a lo largo de 237 metros. Con asistencia de un peso metálico, el austríaco Herbert Nitsch descendió 253 metros. La rusa Natalia Molchánova murió en 2015 haciendo su deporte favorito (que es muy riesgoso si no se toman los recaudos), tiempo después de haber llegado a los 237 metros bajo la superficie. El croata Branko Petrovic llegó a los 11 minutos y 54 segundos sin respirar. Otro croata, Budimir Buda, alcanzó los 24 minutos y 33 segundos, pero la AIDA no lo homologó porque en los minutos previos se hiperventiló con oxígeno puro y no con aire.

En Uruguay los apneístas buscan superarse a sí mismos más que tratar de acercarse a marcas muy lejanas. “Esta es una actividad que te pide mucha conexión, mucha presencia, que obliga a la relajación, que nos lleva a parar un poquito y nos conecta con todo lo que hay que hacer. Eso se diferencia mucho de otros deportes donde ser explosivo y rápido es una cualidad. Acá el ahorro de oxígeno está apoyado en actuar de forma relajada. Y te ayuda a parar un poco de la vorágine en la que vivimos”, dice Yáñez.

<i> Son cuatro modalidades indoor: estática y dinámica sin aletas, con manoaleta y bialetas. Foto: Facundo Lemos</i>Son cuatro modalidades indoor: estática y dinámica sin aletas, con manoaleta y bialetas. Foto: Facundo Lemos

El reflejo de inmersión mamífero es una respuesta natural que ayuda a estos animales —tanto a los acuáticos como a los que no lo son, como el hombre— a optimizar la respiración para pasar más tiempo fuera del agua. Esto también se entrena. Antes que nada, se busca relajarse y bajar el ritmo cardíaco, realizar pequeñas inmersiones cortas a poca profundidad. Nadie deja su trabajo de oficina para sumergirse en el acto 30 metros —y a más profundidad, más presión sobre el organismo, comprimiendo los pulmones— o cuatro minutos. Y se recomienda encarecidamente hacerlo acompañado de alguien.

“Para disfrutar de la apnea vos tenés que estar muy relajado. De esa manera vas a disfrutar más, la apnea va a ser más larga. Ir agarrando confianza y seguridad. Vos a veces te exponés a cosas que en la vida normal dan miedo”, dice Bartesaghi. Entre esas “cosas”, en la práctica en el mar bien puede sumarse un cambio de corriente o un lobo marino, un animal que no suele ser peligroso ni agresivo pero que está lejísimo de ser un bicho doméstico. “En el agua los sonidos son diferentes, la presión es diferente, hay un silencio y una paz impresionantes”.

Conectarse. En una nota de Galería publicada en octubre pasado, Vanessa Estol (que también fue la primera montañista uruguaya en escalar el Everest) dijo que luego de descender 30 metros se produce el freefall, en el cual el cuerpo baja a un metro por segundo sin necesidad de moverse. “Se siente una sensación de paz impresionante, la frecuencia cardíaca baja muchísimo y entrás como en una especie de meditación”, dijo entonces.

Esa excesiva paz hay que tenerla controlada. Hay herramientas como el cabo de inmersión que es una referencia para que el apneísta no se pierda (a 100 metros de profundidad la luminosidad tiende a ser nula). Siempre se recomienda el acompañamiento de un apneísta de seguridad, sobre todo, en caso de que el deportista sufra un síncope durante el ascenso. No hay que perder de vista que es un deporte de riesgo, pues la ausencia de oxígeno puede generar hipoxia (de leve a moderada falla del control motor; en una severa, un blackout), trombosis o —por supuesto— la muerte. “Si se siguen las reglas, si se aprende a atender las señales del cuerpo, es una práctica segura. Es como cruzar una ruta sabiendo qué quieren decir las luces del semáforo”, grafica Yáñez.

Más allá de todo, Puentes siente “mucha más paz que miedo”. Ella es una economista de 31 años, con “un típico laburo de oficina de nueve horas”, que en 2018 comenzó a hacer buceo con tanque y recién tuvo su primera práctica de apnea en febrero de este año. Un mes después rompía un récord nacional. El “chucho” inicial se va si se toma en cuenta las instrucciones de seguridad, en que los límites se desplazan muy de a poco y en los avisos que da el cuerpo. “El cuerpo siempre da señales para parar y la primera de todas es la incomodidad. Y ahí hay que parar”. Para ella, esta práctica representa un equilibrio con su rutina diaria, ya que básicamente corre todo el día, todo el tiempo.

<em> Foto: Facundo Lemos</em>Foto: Facundo Lemos

En profundidad es muy importante “escuchar al cuerpo”, por ejemplo, “si hay dificultades para ecualizar los oídos o si se siente demasiada presión en el pecho”, explica por su lado Rodríguez. Eso se va ganando con la experiencia. “Puede sonar peligroso pero, haciéndolo con instructores certificados y las medidas de seguridad adecuadas, es una actividad segura y muy gratificante”, añade.

Los apneístas —y esto no sabe de fronteras— concluyen que es un camino de ida. “Más allá de las cosas que surjan a diario, uno (con la apnea) tiene que estar en paz y no exaltarse con todo lo que te pueda afectar, mantener la calma”, resume Bartesaghi. No es algo muy distinto al mejor consejo que se puede recibir sobre la vida.