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“Al dirigir, todos los días estás cediendo algo”

“No respires”, la segunda película de Fede Álvarez en Hollywood después de la viralización de su corto “Ataque de pánico”, se estrena en Montevideo

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Ya está jugando al “juego grande” en Hollywood, que es escribir películas que se estrenarán en más de 3.000 salas de Estados Unidos y serán vistas en sus primeros días por unos cuatro millones de personas. Este juego grande no es para cualquiera; y llegar a jugarlo implica haber pasado por varios filtros y aprendizajes, y convertirse en un director de esos en los que los estudios confían. Como el uruguayo Federico Álvarez. Su primer proyecto en la industria, “Posesión infernal”, le permitió al estudio embolsarse unos 100 millones de dólares a partir de una inversión de 17.

Para su segunda película, el presupuesto ascendió solo a 10 millones, y Álvarez lo prefirió así, acotado, así sabe que tiene más libertad creativa. En los siete años que lleva en Hollywood aprendió a negociar con los estudios, a saber qué ceder y qué no. Algo siempre hay que ceder.

El 26 de agosto, Stephen King tuiteó que esa noche iría a ver una “pequeña e interesante película”. Era “No respires”, el filme sobre tres jóvenes que entran a robar a la casa de un ciego veterano de Irak sin sospechar los peligros que encierra su plan. Ese día, poco después del estreno en EEUU, la cinta ya había recibido críticas elogiosas que hablaban de “un nuevo clásico del horror” y se referían a Álvarez como un “Hitchcock bajo los efectos del crack”.

“No respires” se estrena en Montevideo este jueves 8 y, mientras trabaja en el proyecto de una serie de TV que todavía no puede revelar, Álvarez conversó con galería sobre su método de trabajo para lograr un mayor realismo en los actores, qué implica hacer una película de bajo presupuesto en Hollywood y cómo recibió las críticas positivas del filme.

—Esta película apunta más al suspenso que a la sangre que la anterior. ¿Es más difícil asustar de esa manera?

—Se juega mucho con lo que la audiencia cree que va a pasar. En general es eso, jugar con las expectativas de la gente. No queríamos hacer algo sangriento, algo que fuera solo por el shock, queríamos algo que volviera más a los clásicos del suspenso, a las películas de Hitchcock. El suspenso era la clave.

A veces es fácil hacer una película donde tengan muchos sustos y saltos, pero después la gente se queda con una sensación vacía, como que no se acuerda ni de qué se trataba la película.

Pero siempre es difícil, si fuera fácil saldría una de estas todos los fines de semana y serían un exitazo. Es uno de los géneros más rentables en Hollywood por lo que invertís y el retorno que pueden tener. Pero salen tres, cuatro al año, y creeme que se hacen 80 o 100.

—Dijo que a veces les daba a los actores una indicación de lo que sucedería en la escena, y después cambiaba los planes para que ellos también se sorprendieran, para que sus reacciones fueran reales. ¿Funciona esa estrategia?

—Algo que busco hacer siempre es darles una experiencia real, intentar que no estén fingiendo todo, porque ahí se ven las actuaciones malas. En esta película está el perro que los persigue de verdad, ellos confían en que no se los va a comer porque está entrenado, que le dijeron “no te comas a los actores”, pero a fin de cuentas es un perro que se puede equivocar y todo puede pasar. Ese tipo de cosas me parecen muy importantes para hacer que en el set todo el mundo esté atento. Mi set no es un ambiente donde cortamos y todo el mundo se caga de la risa, o que todo es un chiste. Intento que sea una experiencia intensa, porque eso es lo que la audiencia quiere ver cuando ve la película.

—¿Cómo fue que Stephen Lang, el actor que encarna al ciego, intimidó un poco a los actores jóvenes?

—El tipo tiene un presencia brutal y también intimidaba por su carrera; el resto de los actores son jóvenes que hicieron pocas películas, entonces ese contraste siempre intimida. Y además está la presencia del personaje. Lo que se hace es intentar que los actores entre sí no sean amigos, no los ponés en el mismo hotel, te asegurás de que no se encuentren en el lobby, que no charlen y vayan a cenar juntos. Generalmente lo que hago es aislarlos lo más posible y, probablemente, la escena en la que se encuentran por primera vez es la primera vez que se ven en todo el rodaje.

—Dijo que trató de hacer a los personajes inteligentes, que hicieran las cosas que haría el público ante esa situación de peligro. ¿Qué mecanismo siguió para lograrlo?

—De algo que estoy orgulloso de esta película es que no cometimos tantos pecados como en “Posesión infernal”. Había mucho de la tipa que va y baja al sótano donde hay otra que está poseída solo para ayudarla, porque cree que no está poseída. Toda la audiencia sabe que está poseída, que le va a pasar algo, pero claro, el personaje no sabe que está en una película de terror, entonces se comporta como alguien se comportaría en la vida real, y no cree que hay demonios en el mundo, porque en general no creemos en eso. Pero la audiencia sabe y le exige al personaje que sepa eso.

En esta película es algo a lo que le prestamos mucha atención, que los personajes hicieran lo que vos harías en esa situación. Creo que al menos ahora lo hicimos siendo fieles a la verdad y a lo que los actores quieren hacer, porque ellos son los primeros en decirte si hay algo que no tiene sentido. Un director tiene que mantenerse flexible y abierto, escuchar y reescribir las dos páginas siguientes del guion.

—¿Qué premisas estéticas tenía en la cabeza para la película? ¿Cómo lo trabajó con el director de fotografía, el uruguayo Pedro Luque, y con un presupuesto reducido para lo que es Hollywood?

—Eso es lo divino de haber crecido en Uruguay. Con Pedro Luque trabajamos juntos desde que tenemos veintipoquitos. En Uruguay, durante muchos años hicimos comerciales, cortos, videoclips, y como nunca hay un mango para filmar esas cosas siempre tenés que ser creativo. Los uruguayos que estuvimos involucrados en el rodaje somos personas con muchos recursos. Como algunos efectos especiales que los hice yo en mi computadora, porque que no había presupuesto en la película. Toda la posproducción se hizo en Montevideo, en Aparato, una compañía que solía ser mía y ahora es de Alejandro Damiani. Hicieron un trabajo increíble por tres veces menos de lo que hubiera salido en cualquier lado. Hace cinco días que está en cartel y el estudio ya recuperó toda su inversión.

—¿Qué le da miedo a usted en una película?

—Todo lo que pongo en mis películas son las cosas que me dan miedo. Son temas, ideas, nunca es el concepto literal que ves en la película, siempre es lo que hay detrás. La soledad, la avaricia, esta película habla mucho de la miseria humana: gente que no tiene un mango contra otras personas que no tienen un mango. Hay algo en esas cosas que ves todos los días que es aterrador, y lo pongo en la película. Obviamente son niveles, en su superficie tiene una trama sencilla, pero si escarbás hay temas más profundos que, por lo menos a mí, me fascinan y también me aterran un poco.

—¿Cómo es el proceso de trabajo para escribir y presentar un guion en un estudio?

—Siempre es un misterio, pero en este caso fue muy sencillo. Nos fue muy bien con “Posesión infernal”, fue una película que gustó, la hicimos con 17 millones de dólares e hizo 100 millones en todo el mundo; eso hace que el estudio confíe en vos. Pero obviamente tiene que ser viable y algo que les interese. A veces simplemente salís a venderlo y varios estudios hacen ofertas, pero en general la apuesta es encontrar un estudio que sienta que es viable. Nunca podés estar seguro, pero mi trabajo es eso, contarles un cuento y convencerlos de que la gente quiere escuchar esta historia y que no se lo tienen que perder.

—¿Qué tanto opinan los estudios? ¿Dan más libertad creativa a los proyectos de bajo presupuesto?

—Sí, porque cuando empezás a gastar más plata se convierten en películas por comité, es decir, no es el director solo sino que hay un directorio en el estudio que opina, muchos productores involucrados. Eso es algo más tedioso y difícil para el director para hacer lo que quiere. Al dirigir todos los días estás cediendo algo. En Hollywood, saber dirigir es una casilla de 20. La otra por ahí es saber escribir, y después hay muchos ítems que son cruciales a la hora de poder sobrevivir ahí y salir adelante como lo hemos hecho nosotros. Hay una parte que la había adquirido en Uruguay trabajando en publicidad, que es ser un profesional y entender que no es mi proyecto. No es como si hicieras una película independiente con inversión de fondos; en Hollywood estás trabajando siempre con plata de alguien más, nunca podés creerte “esta es mi película, hago lo que quiero”. Siempre hay un tema de respeto, de involucrarlos en el proceso y hacerlos sentir parte. Y después está lidiar con talento, con actores y actrices de allá que son personajes muy particulares, con psicologías muy particulares, con egos muy particulares, que hay que tenerlos a todos contentos, pero a la vez a raya, que no se les vaya la moto o el ego les explote de una manera que decidan que la película es de ellos.
Entonces hay todo un tema que no tiene nada que ver con saber dirigir. Sentarte con la persona, entender qué está pasando en sus vidas, porque mañana vamos a filmar tal cosa y la vida privada de ellos influye directamente en cada día de rodaje. Hice dos películas y las dos tuvieron sus desafíos a ese nivel. Hay también cuestiones políticas y complejidades de Hollywood que recién ahora empiezo a tener mejor idea de cómo funciona.

—¿Esperaba todas las críticas positivas que recibió la película?

—Es un placer, pero la sensación, pero por como somos con Rodo (Sayagués, coguionista), el alivio número uno es no hacer un papelón. Cada vez que hacés una película y la sacás al mundo te exponés de una manera brutal, estás diciendo “esto es lo que que yo creo que está bueno”, y lo ponés ahí y dejás que todo el mundo lo critique. Es un placer que haya tenido críticas tan buenas dentro y fuera del género. Por suerte se expandió más allá de eso, porque las películas de terror puramente nunca tienen buenas reviews porque el terror es como la oveja negra.
En “Posesión infernal” hicimos una película que era supersangrienta y violenta, estábamos intentando ser radicales y provocadores y funcionó: la gente fue y apreció que fuera diferente a la masa de cine de terror. Y ahora en todas hay fantasmas, hay una especie de presencia, y son todas así. Nosotros hicimos algo diferente, y cuando salís de esa tendencia y le va bien a la película, el retorno es mucho mejor, te eleva del resto del pelotón.

GALERIA
2016-09-08T00:00:00