Además de estrella y productor, Suar es un tipo inaprensible, tan difícil de sentar para las entrevistas como de encasillar. De movida, no se parece en nada a su personaje cinematográfico, el tipo seductor, simpático, acelerado, argentinísimo. No es que no sea amable o seductor, pero en la vida prefiere meditar lo que contesta, le importa no equivocarse y parece estar haciendo un esfuerzo. Pero de pronto, en plena respuesta seria, pausada, formal, se queda unos segundos en silencio y dispara un chiste. Y se ríe con ganas, y la gente que lo ve por televisión ríe con él, y se dice: “Ese es Suar”.
¿Sos consciente de la empatía que genera tu personaje público? ¿De dónde viene y cuánto tuyo hay en él?
Soy actor, y actuar es mi pasión, además de producir. Pero no me imagino lejos de la actuación y, en ella, lejos de la comedia, que es el terreno en el que me muevo más cómodo. No está bien que lo diga yo, ustedes son los que pueden definir a mis personajes, pero hay una fibra de la comedia con la que funciono, siento que me sale bien, tiene que ver con una entrega, un tirarse de cabeza, con todo, y con el sentido del humor, claro, que creo que tengo. Luego, está el oficio. ¿Cuánto tiene de mí? El humor, seguro, y una cosa llana, del presente, del momento: yo no me maquillo de lo que no soy, es lo que ves.
Luce siempre radiante. Un hombre de éxito metódico, que se cuida, pero que además transmite energía de quienes parecen satisfechos con lo que hacen. Una imagen de la felicidad, probablemente, en un hombre que ha vuelto a la soltería después de su separación, en muy buenos términos, de la actriz Griselda Siciliani, madre de la pequeña Margarita. Hoy, lejos del look camiseta ajustada —que permite apreciar su buena forma física en la película de Marcos Carnevale—, viste saco y pantalón azul, de calce impecable, a juego con el tono de sus ojos. Camisa blanca abierta, zapatos de punta cuadrada lustrosos, olor a limpio y a buen perfume sutil. Si no fuera el protagonista de algunos de los grandes éxitos del cine, la televisión y el teatro argentinos de los últimos tiempos, podría ser perfectamente un atractivo hombre de negocios, en la sala vip de un aeropuerto internacional, de esos que disparan las fantasías femeninas.
Una jornada tuya contiene al actor, al productor, al empresario teatral (gestiona ahora la nueva temporada del antiguo teatro El Nacional, a metros del Obelisco porteño) y al gerente de programación de televisión. ¿Sos una especie de workaholic, necesitás la actividad constante?Sí, ojo que también necesito descanso, como todo el mundo. Pero sí, me gusta mucho lo que hago, trabajo con pasión, tanto en la actuación como en la producción, disfruto del éxito, me tranquiliza, pero rápidamente, de manera natural, me pongo a pensar en lo siguiente. Ahora, por ejemplo, estoy disfrutando de todo lo que está pasando con Las Estrellas (la nueva tira diaria de El Trece que gira alrededor del mundo femenino, con protagónicos de Celeste Cid, Marcela Kloosterboer, Violeta Urtizberea, Natalie Pérez y Justina Bustos, y que en Uruguay emite La Tele). Es hermoso, pero a la vez estoy muy entusiasmado con nuevos proyectos para la pantalla que seguro van a sorprender. Y con Julio (Chávez), compartiendo la magia de la sala llena en las funciones de la obra Un rato con él, pensamos volver en enero. Por suerte tiene una respuesta fantástica de la gente, que llena la sala. Y más hacia adelante, sueños y proyectos que tengo muchas ganas de concretar, vinculados a, por ejemplo, formar gente en la producción, fundar una escuela donde puedan transmitirse herramientas para este trabajo, dejar algo de la experiencia, con errores y aciertos, que me ha dado esta profesión, de la que hago un balance feliz. La cabeza nunca para, pero también me gusta la reflexión, la he aprendido. Hice terapia 17 años y fue la plata mejor invertida de mi vida (ríe). La reflexión es una herramienta que me ha servido mucho. Y volviendo a lo de la actividad, definitivamente, me hace sentir muy vivo todo lo que se genera a mi alrededor, como productor. Aunque la actuación me va a seguir acompañando, porque es lo que soy, un actor.
Y de esta película, El fútbol o yo, ¿qué te enganchó?
Que era una historia de amor entrañable y poderosa, una comedia, y una con un personaje muy interesante para hacer, un tipo adicto al fútbol, que no puede parar a cualquier hora de ver todos los partidos del mundo. A mí, el fútbol me gusta (es hincha de Boca), pero ¡no tanto! Además suponía volver a laburar con Julieta (Díaz), con la que me siento muy cómodo. Ambos nos sentimos así. Veníamos de hacer otra pareja en crisis, en Silencios de familia, y tenemos química, nos entendemos muy bien, pero de muchas otras actrices podría decir más o menos lo mismo: de Valeria (Bertucelli), de Nancy (Dupláa), de Carla (Peterson, con la que protagonizó la versión teatral de La guerra de los Roses).
Hay mucho color porteño en la película, pero el fútbol es idioma universal…
Por supuesto, imaginate los uruguayos, con lo futboleros que son, cómo se van a divertir con esta historia, llena de situaciones con las que cualquiera que esté casado y luche por negociar los domingos entre la familia y el fútbol se va a sentir identificado. Pero sobre todo creo que se van a divertir mucho.
En la vida de Suar las cosas se convierten en noticia simultánea. Su continuidad tiene que ver con que esas noticias hablan de éxitos, eso que él llama “olfato”: en 2017 triunfa con Las Estrellas y firmó como productor de una de las mejores miniseries del año: el policial El jardín de bronce, que puso al aire HBO Latinoamérica, con un estupendo Joaquín Furriel buscando a su hija desaparecida acompañado por Luis Luque, igual de magnífico. En la semana que pasó, además, fue figura invitada de varios programas del prime time, incluyendo el living de Susana Giménez, diva de la competencia, Telefé. En Los ángeles de la mañana, el programa que conduce el jurado del Bailando, Ángel de Brito, por la pantalla del Trece, su participación se vendió como “Suar habla de todo”.
Es raro lo que pasa en entrevistas como esa de su propio canal, en las que los panelistas juegan a la irreverencia, con preguntas indiscretas, como si no fueran reportajes al jefe. Quizá porque, con su 1,68 de altura, su aspecto descontracturado y el efecto que causa su sonriente popularidad, cuesta imaginar a Suar en el rol de jefe. Sin embargo, es uno de los grandes proveedores de trabajo para la comunidad de actores, atravesada por la grieta política que dibujó el kirchnerismo en sus doce años de prédica de amigos y enemigos.
Sos una voz autorizada a la hora del debate sobre el estado de las cosas en el mundo de la cultura, y muchas veces hacés oír tu opinión. ¿Cómo ves la situación ahora, tiempo de elecciones legislativas?¿Con optimismo?
Creo en las políticas de Estado. Me pareció que correspondía en su momento alertar sobre lo que estaba pasando en el INCAA (se refiere a los cambios de la cúpula del Instituto Nacional de Cine Argentino), me parece que es importante, para toda la actividad, que haya reglas claras para todos. Soy productor desde los 24 años, empecé y no paré nunca. Pero también soy actor, estoy de los dos lados del mostrador. Es un rol que me costó asumir, trabajé mucho en eso, en lo personal, pero me ha aportado una visión distinta de la actividad. Me han pegado por decir alguna vez que no me gustan los fanatismos, que el pensamiento único me da miedo, pero los mismos militantes que me criticaron saben perfectamente que nunca dejé de contratar a alguien por cómo pensaba políticamente, jamás. Mis acciones me definen y me gusta que así sea. En cuanto a la situación, soy un ciudadano más, que adora este país y se siente agradecido, y convencido de que si a este proyecto le va bien, nos va bien a todos. La esperanza es necesaria siempre, porque hay gente que lo está pasando mal.