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    Entrevista - Aníbal Pereyra

    Nombre: Aníbal Pereyra • Edad: 49 • Ocupación: Intendente de Rocha • Señas particulares: Fue heladero, obrero, zapatero y vendedor; se baña en tres minutos; leyó 27 veces el mismo libro

    ¿Cuál es la mejor playa de Rocha?

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    Es difícil jugarse por una. Cada playa tiene su encanto y su característica propia. Hay playas como las de La Pedrera, que son hermosas, o Santa Teresa, Punta del Diablo. Las playas se construyen con historia, más allá de la belleza. Siempre fui rotando. De niño mis padres iban a Costa Azul, así que mi infancia la hice ahí. Después trabajé en La Pedrera, e iba ahí.

    Vive en la ciudad de Rocha, ¿Se le acercan vecinos a hacerle planteos?

    Permanentemente. El intendente al que no le pase eso no es intendente. Ya me pasaba siendo diputado, porque a diferencia de Montevideo, en el interior todo el mundo sabe dónde vivís. Además me muevo caminando, voy de mi casa a la Intendencia caminando, a hacer los mandados, al boliche. Y la gente se acerca.

    Hace un tiempo se hizo cargo del taller de zapatos de su padre. ¿Hoy sigue arreglando usted los zapatos o va a la zapatería?

    A la zapatería. Las herramientas de mi viejo quedaron por ahí. Si me siento en una banqueta, como se le dice al lugar de trabajo del zapatero, me animo a poner un taco o hacer un remiendo. El viejo desde niño nos inculcó a tener contacto con el trabajo, lo hacía desde la escuela. Iba a lustrar o a teñir zapatos.

    Durante años trabajó en la heladería Popi de La Pedrera. ¿Cuántos helados vendía por día en temporada alta?

    ¡Pah! No me acuerdo. Trabajé tres temporadas, de 1999 a 2001. Ahí salí edil departamental. Los niños me pusieron “Popiman”. Fue una época hermosa de contacto con la gente. Yo tuve muchos oficios y no tuve ninguno.

    También fue obrero de la construcción.

    Sí, mucho tiempo. En obras en Rocha y alcancé a trabajar en Montevideo en la refinería de La Teja, cuando se hizo la reforma grande en 1993. En Rocha no conseguía trabajo por dos razones: porque había poco y era de izquierda. También trabajé en invernáculos, vendiendo cosas en la calle, vendiendo pescado, torta de fiambre, de todo.

    Estudió carpintería en Talleres Don Bosco de Montevideo. ¿Le costó adaptarse a la capital?

    Tenía 15 años, y fue un cambio rotundo salir de la casa de mi padre a depender de mí mismo. Estaba pupilo en un colegio y eso implica cambiar la forma de vida. Me había ido mal en el liceo y mi viejo me dio a elegir entre el Liceo Militar y Talleres Don Bosco. No lo pensé mucho. Estuve dos años y algo, hasta que a mi padre lo internaron y enseguida murió. Ahí se me terminó el estudio y tuve que empezar a trabajar. Era el mayor de tres hermanos.

    Dicen que de esa época le quedó ser muy ordenado o riguroso.

    Lo que más me quedó, y en casa se ríen, es lo relativo a la ducha. En esa época se hacía cola, y tenías tres o cuatro minutos para bañarte. Si demorabas los curas te sacaban a toallazo limpio o te cerraban la canilla. Me quedó esa cosa metódica.

    Es padre de dos mujeres y un varón. ¿Cómo es su relación con ellos?

    Fui padre a los 20 y poquito y volví a ser padre a los 43. Anaclara apareció de casualidad. Fueron dos padres diferentes. La enana chica, de seis años, me tiene en el bolsillo. Además tengo un nieto que va a cumplir dos años, de mi hija de 28, y un hijo de 25. El hecho de ser militante político siempre les sacó tiempo a mis hijos. Eso te hace aprovechar más el tiempo con ellos. Mi hijo vive en Montevideo, está trabajando mucho, así que nos vemos poco. Mi familia es un sostén, en todo sentido.

    ¿Es verdad que se interesó en la figura de Carlos Gardel después de leer un libro sobre el Coronel Escayola?

    Leí 27 veces “Los secretos del Coronel”, de Susana Cabrera. Con una mujer que iba a la heladería intercambiábamos libros y me encontré con esa historia increíble. Ahí uno entiende la historia secreta de Gardel. Me atrapó y leí otros libros relacionados con eso. Gardel no me gustaba particularmente, pero como dijo Goyeneche a un periodista en una entrevista: “pibe, ya te va a llegar el tango a vos”. En algún momento algo del tango nos entra.

    ¿De dónde surge su gusto por el tema “Palabras para Julia” interpretado por Paco Ibáñez?

    En mi época de juventud esas canciones las tenía que escuchar bajito. La conocí por mi primo que vivía en Montevideo. También ahí escuché a muchos de los intérpretes prohibidos en esa época. Después tuve la oportunidad de ver a Paco Ibáñez cuando vino en 1984.

    Era hincha de Peñarol, después se hizo de Central Español y ahora es simpatizante de Nacional. ¿Cómo explica eso?

    Cuando tenía cuatro o cinco años era de Nacional, según me dicen, porque no recuerdo. En 1971 Nacional salió campeón del mundo y yo sabía todo el equipo: Manga, Ancheta, Artime. Pero tenía una tía muy fanática de Peñarol, que hacía hinchas a todos los sobrinos, porque regalaba la camiseta y la pelota de fútbol, que no era tan fácil de conseguir como ahora. Y me llevó por primera vez al Estadio Centenario a ver aquel memorable partido en el que Fernando Morena hizo como seis goles. Ahí me hicieron de Peñarol, me sobornaron. Después cuando vivía en Montevideo, cerca del Barrio Sur, Central ascendió a Primera y salió campeón uruguayo. Ahí me hice hincha. Y últimamente peleando con hinchas de Peñarol les digo que soy bolso positivo.

    En Rocha también es un caso raro, porque es socio de Lavalleja y Palermo, los dos rivales del Departamento. ¿Por quién va en los clásicos?

    También soy simpatizante de Rampla y de River. Voy por Lavalleja. Por gente insistente me hice socio de los dos. ¿Por qué no puedo ser socio del otro cuadro por más que no pertenezca, solo para colaborar? Es motivo para que me gasten, porque tener carné de socio de los dos en Rocha es inconcebible.