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    Entrevista - Juan Miguel Petit

    Nombre: Juan Miguel Petit Edad: 58 Ocupación: Comisionado Parlamentario para el Sistema Carcelario Señas particulares: tiene un gran sentido del humor, considera que comer algo dulce todos los días es muy necesario, tiene una tortuga de mascota

    Su apellido es francés. ¿Sabe decir algo en ese idioma?

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    Ni una letra. Una vez, cuando trabajaba para las Naciones Unidas, fuimos a París en una misión y todo el mundo iba a hablar con monsieur Petit y yo sacaba una tarjetita que decía en francés: “Discúlpeme pero no puedo hablar su idioma”.

    Cursó los años de liceo en el Seminario. ¿Qué tan influyente fue en su vida?

    Súper influyente. Yo había ido al Saint Andrews en primaria, que es un colegio muy chiquito. El Seminario era mucho más grande, una institución, muchos pisos, cientos de alumnos. Y el clima que se vivía era el de la inscripción del escudo, ese concepto de Ut Serviam (“para servirles”). La influencia de la parte cristiana fue fundamental, después se agregaron algunos elementos políticos y filosóficos.

    ¿Es creyente?

    Es un tema de reflexión permanente. Yo tuve un gran maestro espiritual que era el padre Aguerre. Antes de morirse él estuvo muy grave en el CTI y pidió tres cosas: la Biblia, la “Scientific American” y “Crucigramas”. Así mezclaba la fe, la ciencia y el humor. Yo me crié con esa mirada de la fe como una aventura y no como un dogma totalitario. Te diría que soy creyente, quiero ser cristiano —no puedo decir que lo sea— y lo vivo como una aventura de incertidumbres.

    Se recibió de abogado, pero nunca ejerció. ¿Qué carrera elegiría si tuviera 18 años hoy?

    Cualquiera menos Derecho. Lo que pasa es que en facultad encontraba muchas cosas que iban más allá del estudio de lo jurídico. A mí lo que me gustaba era la política, la comunicación, el periodismo, la discusión y los temas vinculados a políticas públicas y sociales. Así que es probable que hubiese estudiado algo vinculado a las Ciencias Sociales.

    Fue periodista durante muchos años. ¿Qué actividades sigue haciendo por deformación profesional?

    Tener una Moleskine para anotar, siempre. El diario, en algún momento de la mañana. Si es con un café, mejor. La lectura de los semanarios los días que salen. Ver algún diario de afuera y que sea en papel. Es horrible, pero si algún día de la semana no compro “Clarín” o “La Nación”, lo extraño. Y eso que los kioskos ahora están bastante desprovistos. A veces no encontrás un diario brasileño.

    ¿Sigue yendo al cine o migró al sillón?

    Me gusta ir al cine, sí. Sé poco de cine. No sé si es correcto decirlo pero me considero una persona muy inculta. Soy muy entusiasta y muy informado de algunos temas de trabajo. Después puedo decir que no sé de música, no sé de cine, no sé de teatro aunque me gustan y me emocionan mucho.

    ¿Cómo se explica que le guste la banda Buenos Muchachos?

    Claro, es una rareza etaria. Los fui a ver al Teatro de Verano el 8 de abril. Lo que pasa es que escucho mucho la radio y en un momento empecé a escuchar una voz que se repetía. Y era una voz que me impactaba mucho, así descubrí a Pedro Dalton y a los Buenos Muchachos.

    Los que trabajaron con usted cuentan que siempre llevaba algo rico para compartir de tarde. ¿Es de las personas que necesitan algo dulce a diario?

    Ahora pasé, por recomendación médica, de los dos alfajores diarios al chocolate amargo. Más allá de eso, a veces compro para compartir. Lo dulce es muy simbólico, es algo que he hablado con psicólogos muchas veces. Cuando trabajé en lo que era el Consejo del Niño había muy poco dulce. No se compraban tortas ni bizcochos, no se conocía el dulce de leche. Había siempre fruta de postre. Entonces incluimos dulce de leche, de membrillo, de batata, las tortas los días de cumpleaños, porque lo dulce es muy necesario.

    ¿Cuál es el mayor aprendizaje después de haber convivido años con cuatro mujeres?

    Cuatro mujeres y una tortuga. La tortuga ha sobrevivido gracias a mi mujer, que es la que la cuida. Fue un regalo para mi hija del medio que quería un perro y que ahora ya se fue de la casa. Con respecto a las mujeres de la familia puedo decir que para mí, que soy hijo único, fue todo un aprendizaje. Aprendés a crecer, a saber sostener, a superar las adversidades y enfrentarlas, a dialogar y perdonar, a ver al otro desde su perspectiva. Ellas cuatro han sido la mayor biblioteca que he tenido.

    ¿En qué aspectos se reconoce optimista?

    En que creo que ganan los buenos. No sé si hoy o mañana, pero al final ganan.

    Hablando de los buenos. ¿Cuál es su superhéroe favorito?

    El hombre murciélago. A mí de chico me parecía que era un hombre muy correcto, pero que no le alcanzaba con eso y por eso había desarrollado el mundo que se encontraba en la Baticueva. Capaz que le encuentro algo surrealista o esa doble realidad que también se conecta con personajes muy queridos como los de Les Luthiers, Fontanarrosa, Dolina, ese humor bien rioplatense. Tengo hasta una camiseta de Batman, es un personaje que de verdad me gusta mucho.

    ¿Qué tiene Buenos Aires que no tiene ninguna otra ciudad de América Latina?

    Tengo una enorme fascinación por Buenos Aires. Me gusta todo. Al principio fue el deslumbramiento porque fue la primera gran ciudad que conocí. Después entendí que es una ciudad donde todo es pujante, todo está pasando ahí. La actitud que tiene, los distintos barrios, el cuidado de las pequeñas cosas, la cultura del café, los kioskos, la actividad temprana. Es una ciudad que siempre está despierta.