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Edad: 56 • Ocupación: Embajadora de Canadá • Señas particulares: cuando se jubile va a plantar ajo; no se acostumbra a vivir en la ciudad; tiene un grupo de WhatsApp con otras embajadoras
¿Cómo cambió su vida desde que se mudó de Canadá? Cambió mucho porque en Canadá vivía en el campo. De alguna manera es como un castigo tener que vivir en una ciudad. No importa si es Montevideo, Buenos Aires o Rio de Janeiro. Las ciudades tienen mucho ruido y es difícil para nosotros. Nuestra casa en Canadá queda cerca de un río donde solo se escuchan las aves, los osos y los zorros. Acá la fauna se limita a dos patos.
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¿Fue difícil adaptarse? Sí, pero también fue un cambio positivo. En diciembre cuando en Canadá hubo una gran tormenta de nieve miré la rambla y le dije a mi esposo: ‘Yo puedo vivir en un país así. No necesito lidiar con la nieve?. Aunque me gustan mucho los deportes de invierno. Disfruto caminar por los ríos congelados.
¿Por qué decidió convertirse en embajadora? Siempre quise ayudar en distintas batallas. Hace diez años mi hija me invitó a participar en un congreso de cooperación internacional en Guatemala. Después de esa experiencia volví a Canadá de una forma diferente. Apenas llegué le dije a mi esposo que ya sabía qué iba a hacer cuando me jubilara. Mi sueño era salvar el mundo, eliminar el hambre y ayudar a las mujeres. Lo siento como una pasión y una obligación. Por eso decidí emprender este camino.
¿Es cierto que antes de convertirse en embajadora trabajaba como geógrafa? Sí, era geógrafa y trabajaba para el gobierno. Incluso fueron ellos los que me ayudaron a convertirme en embajadora. Antes de jubilarme fui a ver al patrón de mi jefe y le dije que me quería ir del país porque todavía me quedaban cosas por hacer. También le expliqué que quería ayudar en nombre de Canadá. Después de ese encuentro nos reunimos en el Ministerio de Relaciones Exteriores. El ministro me dijo que tenía buenas intenciones, pero que era casi imposible conseguir un puesto. Entonces le dije que podía lavar pisos, manejar programas online... básicamente, hacer lo que necesitaba. Antes, además, había representado a mi país como directora del servicio canadiense del bosque. Me dijo que no podía. Al final logré que me nominaran y acá estoy.
¿Cómo lo tomó su familia? Por suerte la posibilidad se presentó en el momento ideal. Mi padre había fallecido y mis hijos ya eran grandes. Podía tener este tipo de cambios, pero me tomó por sorpresa. Recibí la noticia de mi nominación en junio y me mudé en agosto. No pude vender mi casa ni hacer nada para prepararme. Eso fue catastrófico.
¿En qué quedaron los sueños de combatir el hambre y ayudar a las mujeres? Todavía no los pude cumplir. En Uruguay el problema de la violencia doméstica, por ejemplo, toma cada día más importancia. Hay mucho por hacer.
¿Cómo ve a la mujer en la sociedad uruguaya? A veces no comprendo cómo un país con tanta riqueza y cultura puede tener las cifras de violencia que tiene. Me encontré con muchas jóvenes y mujeres que contribuyen al cambio necesario para incluirnos en el comercio, en el espacio político. Me parece que es una lucha que recién empieza. En Canadá, y acá también, hay muchas mujeres que pelearon por sus derechos. Pero los cambios para incluir a las mujeres en puestos altos e importantes pueden tomar hasta una o dos generaciones.
El año pasado fue a la marcha por el Día de la Mujer con otras embajadoras mujeres. Y después de la manifestación crearon un grupo de WhatsApp. Sí, creamos un grupo entre embajadoras. Y lo utilizamos como un medio de fuerza y voz. Algunas se fueron porque no están más en Uruguay, pero vamos a tener a otras mujeres. Todas venimos de políticas muy diferentes. Yo estoy lista para hablar de las mujeres, pero en otros países no es tan fácil.
Después de terminar su gestión en Uruguay, ¿va a seguir en la diplomacia? No, voy a jubilarme. Y ya tengo todo planeado. Hace 15 años empecé a hacer vitrales y me gustaría dedicarle más tiempo a mi faceta creativa. También quiero cultivar ajo. Puede sonar gracioso, pero es fácil plantarlo en el otoño canadiense. En invierno queda en el suelo y simplemente tenemos que dejar limpia el área de la cosecha para que sobreviva. El resto del tiempo espero poder ir a Nepal para trabajar con una ONG que promueve el desarrollo sustentable. Ahora estamos trabajando para reconstruir un pueblo que quedó en pedazos por un terremoto.
En Uruguay promovió la construcción de casas de madera. Sí. Antes de venir acá trabajé con el servicio canadiense del bosque, que comenzó a utilizar la madera de una forma diferente. Ya no utilizamos tanto a los árboles para la impresión de hojas porque utilizamos internet y leemos en línea. Entonces, la industria tuvo que analizar cuáles eran los nuevos productos que podemos desarrollar con madera. Descubrimos que la fibra de los árboles canadienses es fuerte y permite transformarla en innumerables productos, como casas. Es un mercado para nuestros árboles y podría serlo para Uruguay. Además es un recursos renovable. Cuando empecé a recorrer Uruguay encontré muchas investigadoras que me decían que tenían muchísimas plantaciones, pero que no sabían qué hacer. La respuesta es sencilla: tienen que hacer casas.
Este año hizo una gira por el interior del país, ¿cómo lo encontró? Ahí me sentí mejor que en la capital. No hay ruido y la vida es muy tranquila. Podemos manejar el auto sin miedo a tener accidentes.
¿Le preocupa el tránsito? Sí, a los dos meses de llegar mi coche estaba destruido. Yo no fui la conductora, pero estuve en el accidente. Seguimos las reglas, pero el accidente nos demostró que debíamos conducir de una forma muy diferente. Tengo miedo cuando hay mucho tránsito, de verdad.
Antes de llegar a Uruguay, ¿sabía hablar español? En la universidad tuve clases, pero fue hace muchos años. Había practicado solo en los viajes, hasta que me enteré que venía a Uruguay. Tomé clases de español seis horas por día durante un mes. Y por primera vez en mi vida me di contra una pared por mi capacidad intelectual. Fue la primera vez en mi vida que dije que no podía más. Al final, y aunque sigo teniendo algunos problemas, aprendí.