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    La huella de Claudio

    N° 1955 - 01 al 07 de Febrero de 2018

    La existencia de algunos hombres es tan productiva e intensa que parece condensar la de varios. Como si hubieran nacido con una dosis de energía extra, una fortaleza inusitada, una inteligencia más allá del intelecto, una habilidad, un olfato, un talento. Incluso si viven pocos años, hacen en ese lapso lo que otros no lograrían ni en dos vidas completas. Están llamados a dejar huella y, destacados como son entre la masa, no es exagerado decir que mueven los engranajes de la gran rueda en la que todos vamos girando. Cuando, además de poseer todas aquellas condiciones, esos hombres son buenos, se vuelven necesarios y hace falta su presencia. Conocí apenas a Claudio Paolillo, pero me atrevo a decir que fue uno de ellos. 

    Lo vi poquísimas veces, en las que intercambiamos algún comentario breve, y recibí un mail suyo a propósito de una columna hace bastante tiempo. Eso es todo. De esas escasas interacciones solo puedo decir que guardo en la memoria su trato cordial, su afabilidad de caballero. Sería un atrevimiento de mi parte referirme a la persona que fue y dejo eso para quienes sí lo conocieron. De todos modos, a pesar de la fugacidad de esos cruces, quedó en mí una impresión agradable. Lo que me recuerda que la vida también está hecha de esos encuentros más o menos pequeños que, fundidos con las grandes instancias profundas y duraderas, van construyendo nuestra experiencia.

    No puedo, por tanto, referirme a Claudio Paolillo con la cercanía afectuosa de sus amigos y colegas que lo trataron y quisieron. No puedo ni siquiera hablar de él con la propiedad de sus adversarios que, aun desde orillas distintas, han manifestado en estos últimos días reconocimiento a su coraje para sostener las ideas y respeto por la coherencia mantenida a través de tantos años de ejercicio del periodismo. Por supuesto que es imposible —y sospechoso— que alguien genere simpatías unánimes y habrá quienes no hayan sentido ninguna pena. Allá cada quien con sus resentimientos. Pero en términos generales ha sido enorme la coincidencia en la valoración de su labor profesional y su nombre ha resonado con estima no solo en medios nacionales, sino también extranjeros. Lo más conmovedor, a mi juicio, fue el sentir de sus colegas; en especial, de los más jóvenes, que encontraron en Claudio Paolillo a un maestro, un apoyo y una referencia ética. 

    No me corresponde, como antes decía, hablar de la persona. Pero sí puedo escribir como lectora que siguió el trabajo del periodista en columnas y artículos; también a través de la lectura de uno de sus libros, Con los días contados, donde se da muestra del rigor profesional que caracterizaba su entrega. Era, además de un valiente defensor de sus convicciones y un lúcido observador de la realidad, una pluma fina que mostraba preocupación por lograr textos escritos con elegancia de estilo. Ese cuidado por la forma sin descuidar el contenido es otra muestra de calidad profesional y respeto por sus lectores.  

    Claudio Paolillo escribía muy bien —lo que ya es decir en ese no siempre feliz maridaje entre periodismo y escritura—, pero no se quedaba en el floreo estético ni en la retórica vacía. Puso la pluma al servicio de sus ideas. Fue un adalid en la protección de la libertad de prensa, enemigo de la censura y de cualquier pensamiento hegemónico que intentara acallar alguna voz disidente por la vía de la fuerza. Defendió el derecho a expresarse con responsabilidad y fundamento y denunció con firmeza los atropellos perpetrados contra la prensa independiente. 

    Sé que esta columna carece de la calidez que me hubiera gustado imprimirle en circunstancias como esta. Una anécdota graciosa o tierna me habría dado la posibilidad de colorear estas palabras demasiado pobres para lo que yo quisiera. La vida no propició más encuentros y por ese motivo no puedo agregar más que este pequeño homenaje de ciudadana agradecida. Proteger a los medios de comunicación en el ejercicio de su libertad es condición esencial para el fortalecimiento y la consolidación de cualquier democracia. Por eso hacen falta hombres como Claudio Paolillo. Por eso vamos a extrañarlo. Por eso es importante que otros sigan su huella. 

    ?? No dejes para mañana