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    Leandro Palomeque

    Edad: 44 • Ocupación: Comisario mayor; director Nacional de Bomberos • Señas particulares: Tiene devoción por el fuego; lava y plancha su ropa; restaura muebles

    Su padre era bombero y su hermano también lo es. ¿En algún momento se planteó hacer otra cosa? No. Nací y crecí dentro de Bomberos, así que fui palpando todo lo que era la profesión. Ingresé a la Escuela Nacional de Policía en 1992 y a partir de ahí comenzó mi carrera. Al año siguiente me vinculé a Bomberos y estoy acá desde 1993.

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    ¿Cuál fue el primer incendio en el que participó? Uno en la planta superior de una casa en Prudencio Vázquez y Vega. Llevaba unos meses de formación, fue a mediados de 1993. El primer incendio grande fue el 13 de agosto de 1993, el del Palacio de la Luz. Fue a las tres y media de la mañana y las alarmas no dejaban de sonar. Fui con Ricardo Riani, un compañero, y mi hermano Mario. Nos tocó trabajar en la línea directa de ataque. Comenzamos en el octavo piso, noveno, décimo, undécimo, y logramos acceder a la azotea por el interior del edificio. Fuimos los primeros en hacerlo.

    A los bomberos les toca ocuparse de situaciones insólitas. ¿Recuerda alguna? Innumerables. La imaginación humana no da crédito para recrear las imágenes que me han tocado vivir durante este cuarto de siglo dentro de Bomberos, como sacar un mono descontrolado de adentro de una casa. O casos de personas atrapadas que no sabés cómo llegaron a esa situación. Una vez una persona tenía todo su miembro inferior adentro de un wáter siguiendo el sistema de de­sagüe. Estaba intentando arreglar la cisterna del baño cuando se rompió la tapa del wáter. Tenía múltiples fracturas. Hubo que desmontar la porcelana para poder retirarlo. Una vez tuvimos que sacar un yacaré de una casa. Tanto él como el mono terminaron conviviendo unos días con nosotros en el cuartel de Bomberos porque no había lugar físico al que llevarlos. Todos aquellos vacíos que hay de medios de respuesta recaen en Bomberos. Una vez en Jaureguiberry terminamos liberando ballenatos que habían quedado encallados en la playa.
    Antes de ser director fue muchos años encargado de Relaciones Públicas. ¿Sigue trabajando en incendios? Sí. No voy a todos, pero sí a los de magnitud, por víctimas, o riesgos potenciales, como edificios de altura, fábricas, forestales, o de múltiples víctimas, como el del hogar de ancianos o el del depósito de pirotecnia.

    ¿Cómo se hizo hincha de Defensor? Nací en una familia hincha de uno de los cuadros tradicionales. Cuando me mudé al Parque Rodó estaba a pocas cuadras del club y empecé a ir. Cuando nacieron mis hijas (de 19 y 14 años) empezaron a ir y se integraron. Así que tomé la decisión de hacerme hincha de Defensor.

    ¿Cómo conoció a su señora? En un evento en la Rural del Prado. Ella estaba paseando y yo trabajando. Dio la casualidad y quiso el destino que ella estuviera trabajando en ese momento en Bomberos como administrativa, pero no la conocía. Empecé a verla a veces en Bomberos y un año después volvimos a coincidir en el Prado y comenzamos la relación. Pocos meses después le pedí que se fuera de Bomberos porque eran otros tiempos y otras las situaciones jerárquicas, y podía estar no bien visto en aquel momento. Ella lo entendió y se fue en comisión a otro lugar. Un año después nos casamos.

    De niño pasaba sus veranos en Salto y en Las Toscas. ¿Qué recuerda de aquellos años? Salto es la tierra natal de mi madre. Pasaba gran parte del verano haciendo actividades de campo. En invierno iba a hacer la yerra, también arreaba el ganado, curaba bicheras. A Las Toscas empecé a ir más adelante, cuando un grupo de bomberos, entre los que estaba mi padre, compraron una colonia de vacaciones que hasta ahora tenemos. Era un viejo hotel que estaba derruido y entre todos lo reciclamos. Hoy veraneo en Cuchilla Alta.

    Es muy ordenado con su ropa. ¿La lava y la plancha usted? Sí. Cuando tenía tres años y mi hermano cuatro mi madre contrajo lupus. Eso la llevó a una forma de invalidez. Nunca dejó de estar, de cocinar, de enseñarnos y acompañarnos, pero con sus limitaciones motrices. Eso hizo que desde muy chicos cada uno se tuviera que ocupar y me dio la conducta de hacer las cosas. Después, con 13 años, me fui de casa internado al Liceo Militar, porque era un requisito previo para la formación de bombero.

    ¿Cómo empezó a reciclar muebles? Siempre me gustó. Empecé como una necesidad económica de no desperdiciar las cosas. Soy totalmente autodidacta, hago carpintería y patino muebles. Algunos amigos me han dado una mano en la parte que no conozco.
    También le gusta cocinar y su especialidad es la parrilla. ¿Cómo es su relación con el fuego? Se dice que el fuego es el elemento de trabajo del bombero y que no tiene tanto apego. En mi caso es todo lo contrario: admiro el fuego, lo admiré de chico y lo continúo admirando. Para mí el fuego nace, crece, se reproduce y muere. La relación mía con el fuego me lleva a tener devoción por él. Trabajo con la parrilla, horno, quemador, tengo todos esos elementos, a veces con dos o tres encendidos al mismo tiempo. Es el mejor elemento para la cocción de alimentos.  Me gusta, le dedico tiempo libre a eso y también a la cocina en general. Cocino habitualmente; para mí es un de­senchufe total. n