No, no me entrevisté con nadie. Tengo demasiada información de políticos, funcionarios, candidatos, como creo las tenemos casi todos. Eso multiplicalo por la cantidad de años vividos. El trabajo que hicimos fue básicamente con Santiago, en función de lo que es el guion, la historia, lo que él pretendía. Teníamos premisas claras, como intentar por todos los medios que no tuviera ningún tipo de intoxicación de color o partidismo político, porque realmente es ficción y la historia no lo necesitaba; estando además en conocimiento de que, aun teniendo esa prevención, después cuando la película ganara la calle, la gente se iba a encargar de otorgarle connotaciones de distintos tipos. Así que nos cuidamos básicamente de eso, apoyados en datos concretos que trae el libro sobre lo que es el pasado del personaje, y su realidad actual. Hay que tener en cuenta que es un hombre que tiene una Intendencia. De un pueblito de la provincia de la Pampa, luego llegó a ser gobernador de esa provincia. No es una elección azarosa que sea la Pampa, deliberadamente fue elegida como la provincia de la que fue gobernador porque es una provincia de las que menos se habla en Argentina, nunca sabré por qué, porque es una provincia bellísima y muy fértil además. En el mundo se nos conoce por las pampas argentinas, y sabíamos que había sido intendente, gobernador, y que hace muy poco tiempo que está en el ejercicio del poder como presidente. Que no tiene un partido fuerte detrás que lo respalde, con lo cual ya desde el vamos lo sacamos de todas las comparaciones posibles. Entonces se empezó a acercar un poco más el personaje, casi inconscientemente, a una característica que se está dando en los últimos tiempos en el mundo, no en la Argentina, que es esta aparición de políticos que no tienen un gran historial político, pero que encuentran o hacen una lectura de lo que sus sociedades o comunidades quieren ver en un posible mandatario y se perfilan por ese lado. Esa, me parece, podría ser la biografía de este personaje.
En la película, la periodista que interpreta Elena Anaya le pregunta al presidente por la ambición, y él dice que no es algo malo. ¿Qué piensa usted?
Es innegable que la ambición es un motor. Cuando deseás algo, ambicionás algo, necesariamente tenés que ponerte en funcionamiento y direccionarte hacia lo que estás buscando. Desde esa perspectiva me parece lícito. El tema, o a lo mejor lo que posiblemente pueda entrar en discusión, es qué es lo que estás dispuesto a hacer en función de tus ambiciones o de tus deseos, cuál es la vara con la que vas a medir el intercambio de intereses y negociaciones. Y lo más atractivo de esta película, entre otras cosas, es precisamente eso, tener la chance, aunque sea por un período muy corto, de espiar un poco por el ojo de la cerradura, qué es lo que pasa cuando estos tipos funcionan sin que nosotros los veamos. O sea, fuera del alcance de nuestra vista, o nuestro entendimiento, qué pasa cuando están en la intimidad. Qué pasa cuando tienen un problema gordo de entrecasa o familiar o íntimo y a la media hora están en la cadena nacional poniendo su mejor cara. Esa fusión fue lo que me resultó a mí muy atractiva.
¿Cómo fue grabar esa escena con Christian Slater, que interpreta a un representante del gobierno de Estados Unidos? ¿Le costó actuar en inglés?
Es rarísimo. En este caso no tanto porque el peso de la escena recae sobre sus espaldas, no sobre la mía, por una cuestión de cantidad de texto. Pero fue fantástico. Yo no la pasé muy bien porque sostengo que es importante el pensamiento en un actor, y yo pensaba en castellano y hablaba en inglés, y él pensaba en inglés y hablaba en inglés, así que había una pequeña ventaja. Pero él estuvo muy bien, afortunadamente. No fue para nada sorpresivo porque es un gran actor. Hablo especialmente bien de su trabajo porque los textos que son muy fuertes hay que saber decirlos. Hay una tendencia generalizada a que cuando un texto es fuerte se lo sobrecarga y se lo sacraliza y se lo carga de importancia, y en realidad debería ser todo lo contrario, que es lo que hace él. Él surfeó ese texto, que se sabía perfectamente, con mucha cancha, con mucha simpatía, y eso lo hizo todavía mucho más profundo y duro, y a la situación le dio mucha tensión precisamente ese desparpajo con el que planteaba cosas como “nosotros inventamos todo” y no sé qué. Muy canchero. Estuvo muy muy bien. Fue un placer trabajar con él, porque es un tipo muy simpático y accesible. Estaba obviamente en un territorio donde no jugaba como local, y lo manejó muy bien.
Este año estuvo en Cannes presentando la película, y justo en esta edición se abrió el debate en el certamen sobre Netflix, por aquello de que el streaming puede alejar al público de las salas. ¿Está de acuerdo con esa postura?
Creo que toda la discusión es una gran tontería, porque Netflix podría dejar tranquilos a sus adversarios en esta contienda y decir: “Ok, la estrenamos en un cine. Si quieren que la vean en un cine, la estrenamos en un cine también”. A qué obedece el capricho de: “No, en cine no te la voy a mostrar”. Ahí es donde meten el dedo en el ventilador, y es absolutamente lícito que los directores, sobre todo los tradicionales, los tipos que han dejado su vida y han empeñado sus casas para producir películas sabiendo la importancia que tiene que una historia se vea en la pantalla grande, que es para la que ha sido diseñada, es lógico que salten como saltaron. De todos modos, es un tema bastante controversial. Pero la pregunta que yo me hago es: ¿no sería mucho más amable, amoroso, por parte de los empresarios de Netflix, ya que están intentando incursionar y lo están haciendo en un territorio que no les pertenecía, hacerlo de forma amable y cariñosa, y no tirando petardos al aire? Pregunto. ¿No?
¿Consume Netflix?
¿Quién no consume? Es como decir ¿tenés teléfono celular? Ya no nos queda otra. Estamos rodeados. Sí, consumo y consumo cosas muy buenas, de Netflix y de otras plataformas. Pero el fin es el cine, y si hay una empresa poderosa, como lo es, que decide incursionar de forma agresiva dentro de una actividad en la que no estaba antes, no cuesta nada ser cuidadosos, políticamente correctos. Decir: “Ok, busquemos la manera de que todos salgamos contentos”.
De adaptarse…
De adaptarse un poco a la… iba a ser “tradición” y me dio un poquito de miedo la palabra. A la costumbre, porque en realidad lo que está pasando es que estamos en una era en la que necesitamos defender la asistencia al cine, porque si no, es una actividad que va a decaer, peligrosamente. Hay que defender la asistencia al cine porque, por otra parte, no se trata solamente de una cuestión cooperativa: no es lo mismo ver una película en el cine que verla en el televisor de tu casa, por muy grande que sea y por muy buena definición que tenga. El cine está diseñado y planeado hoy en día para ese tamaño, para esa situación, para ese evento, para ese ritual, que es ver una historia con un montón de otras personas a las que no conocés. Y eso no ocurre en el living de tu casa.
En breve Darín volverá a dejar su casa de Palermo. Se instalará en España por 15 semanas, que es lo que dura el rodaje de la película del director iraní Asghar Farhadi, dos veces ganador del Oscar (La separación, El viajante), en la que interpretará al marido del personaje que encarna Penélope Cruz, y amigo de otro que interpretará Bardem. Todos lo saben, se llamará, y gran parte de las conversaciones previas que ha mantenido con Farhadi son por Skype. La traductora espera para intervenir, pero ellos hablan entusiasmados en un idioma que no saben bien qué es, pero se parece al inglés. Se entienden a las mil maravillas. Cuando Darín le habló de sus raíces sirio-libanesas, el lazo se estrechó aún más.
¿Qué piensa de las remakes que hace Hollywood de películas argentinas, como El secreto de sus ojos o Nueve reinas?
Vos ya sabés lo que yo opino, por eso me preguntás.
Pero me interesa también saber qué piensa a la inversa, cuando la remake se hace en Argentina. El año pasado se estrenó una remake de la película francesa Amigos intocables, que se llamó Inseparables, con Oscar Martínez.
Yo no soy amigo de las remakes, en ninguna de sus versiones. Porque atentan contra un principio original y fundamental para mí, que es: si me gusta mucho algo que vos hiciste, ¿por qué voy a comprar yo los derechos para intentar hacerlo distinto? No se me ocurriría a mí comprar los derechos de Taxi Driver para decirles: “Te voy a hacer un Taxi Driver pero te lo voy a hacer acá en Buenos Aires y vas a ver cómo vas a verla desde otro lado”. No se me ocurre eso. Mucho menos a la luz de lo que generalmente ocurre. No digo que no haya una excepción, pero generalmente lo que ocurre es que las remakes dejan mucho que desear. Es como si creyeran que conocen en profundidad la esencia de lo que les atrajo, de lo que les gustó, y van y lo estropean. Por ejemplo Criminal, que fue la remake de Nueve reinas, yo creo que ni siquiera leyeron bien el guion. No entendieron que se trataba de dos delincuentes de poca monta, de a pie, callejeros. Eso no puede ocurrir nunca en Los Ángeles. En Los Ángeles no podés ir a ningún lado si no tenés el culo apoyado en un automóvil o una moto. Ya partiendo de esa base, y otras que no quiero mencionar porque no me quiero poner fanático, no leyeron ni el guion. Entonces a qué responde que compres los derechos de algo que no entendiste. Yo no lo tocaría, lo dejaría así. No quiero exagerar, no me gusta exagerar, pero para fijar ideas, es como si vos estuvieras frente a un Picasso y dijeras: “Voy a hacer mi versión, le voy a cambiar algunas líneas porque se puede mejorar el Guernica” (risas).
Hace un tiempo elogió a Tiranos Temblad en el programa de Mirtha Legrand. ¿Cómo empezó a seguirlo?
Me encantó desde el minuto cero, porque me parece que todo es un gran hallazgo; en ese formato es una idea maravillosa burlarte con ternura de vos mismo. En un momento me pasó que tuve que viajar y no tenía acceso a los distintos capítulos y un día me vi como veintitrés; éramos adictos con mi mujer. Últimamente me desenganché un poco pero por otras cuestiones, no es culpa de ellos. Pero siempre los admiré muchísimo por lo que se les ocurrió. ¿Cómo no admirar una idea original, verdaderamente original?
¿Sigue relativamente el cine uruguayo? ¿Ha recibido alguna propuesta como para considerar?
Tengo amigos, viajo mucho a Uruguay. Es un lugar donde me siento como en mi casa cada vez más, por frecuencia, por conocimiento, tengo muchos amigos uruguayos, tengo mucho entrecruce. Y a veces me llegan propuestas, pero hasta ahora por una cosa o por otra... Mi hijo acaba de hacer una película en la que hace de (Mauricio) Rosencof, y estamos permanentemente en contacto.
¿Entonces lo que falta es que cuadre la situación?
Sí, pero no por nacionalidad. Yo me subo a las historias cuando leo algo que me conmociona de alguna forma, aunque no sea más que para entretenerme.
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2017-08-31T00:00:00
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