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Empezó diciembre un viernes de temporal que dejó bajo agua a medio Montevideo. Si se debió al ya conocido fenómeno del Niño, que se manifiesta cada tres a ocho años, o al calentamiento global que nos tiene a todos en estado de alarma, no lo sabemos. Así inauguramos el último mes del año. Antes de la tormenta, mucho calor. Dos días después la temperatura ya estaba más fría.
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El desconcierto climático fue el prólogo indicado para un mes intenso, en el que pasan muchas cosas. Diciembre empieza con sagitario, de naturaleza positiva y de cualidad mutable, muy adepto a la diversión, las fiestas, la sociabilidad, los mil planes. Termina con capricornio, uno de los signos del zodíaco más constante, sólido y apacible —de apacible, diciembre tiene muy poco pero se permiten varias interpretaciones al respecto—, muy arraigado a los suyos y al hogar. No es casualidad entonces que las fiestas caigan en este signo.
El calendario dice que en diciembre terminan las clases, empieza el verano y es Nochebuena, Navidad y Fin de Año. Es el mes en el que estamos más cansados pero el más ajetreado. Los preparativos de las fiestas terminan por agotar el último porcentaje de batería que nos va quedando.
Empieza el verano. Para quienes les gusta esta estación del año esto es sinónimo de felicidad. De tiempo al aire libre, de playa y baños en el mar, de paseos por la ciudad, la costa y el campo. De poca ropa, de días más relajados, de muchos helados, de asados en chancletas. De olor a protector solar y de noches bajo las estrellas. También de aire acondicionado en la oficina y en el auto (y las diferencias de opiniones entre los que comparten el espacio).
Diciembre en la capital tiene sus desventajas que ya todos sabemos, pero puede tener también su lado luminoso. Cuando no caen lluvias estrepitosas y la temperatura se ajusta a la ropa que elegimos para ese día, lo que puede ser una lotería, la ciudad ofrece sus encantos. Uno de ellos es salir a tomar algo a espacios al aire libre.
Existe una costumbre un tanto inexplicable de despedir el año con aquellas personas con las que no nos vimos durante los 12 meses anteriores, con quienes este pasa a ser el único encuentro anual. En una primera instancia parece no tener sentido, pero pensándolo dos veces, al fin y al cabo es la excusa para verse, de otra manera pasaría más de un año para el siguiente encuentro.
Entonces, en ese sinsentido o con el sentido que tiene la despedida del año con los que nos vemos siempre o no nos vemos nunca, o por el simple hábito de salir a menudo a tomar algo —y diciembre no tiene por qué ser la excepción—, los bares y restaurantes de Montevideo despliegan lugares con más o con menos encanto, que dan la posibilidad de disfrutar del día y de la noche al aire libre.
Cuando llega el atardecer y las calles se llenan de esa luz amarillenta y esa brisa cálida, el cuerpo se resiste a encerrarse entre cuatro paredes y busca la manera de permanecer más tiempo a la intemperie. Y así comienzan los planes. Una llamada, un whatsapp y la idea de juntarse con amigos o familiares va tomando forma. Y surge la interminable búsqueda del lugar de encuentro.
En este número sugerimos un circuito de bares y restaurantes que le han dedicado pienso, tiempo y esfuerzo a crear ambientes al aire libre bellos, acogedores. La idea con esta pequeña y arbitraria lista es facilitar a los lectores el momento de buscar y encontrar un lugar lindo para salir a tomar algo sin techo. Ya desde las fotos se desprende que quienes están a cargo de estos establecimientos son amantes de los espacios abiertos y entienden que embellecerlos es una manera de crear entornos que nos hagan sentir bien.
Pero si el tiempo, las distancias, la logística o cualquier otra razón no habilitan la posibilidad de llegar a estos lugares, las veredas de Montevideo a esta altura del año se empiezan a llenar de mesas y sillas, y siempre habrá una disponible para disfrutar de un café por la mañana o una copa de vino por la noche. Las mesas afuera de los bares se prestan para que se vayan arrimando las sillas de los que llegan y si justo en ese momento pasa un conocido, el espacio abierto permite seguir acercando sillas. El encuentro termina en algo improvisado que deja a todos con un gusto dulce.
Diciembre y el paso de la primavera al verano tienen algunas cosas que pueden resultar molestas, pero otras que hacen de este mes uno en el que se respira un aire cálido e intenso, cargado de cierta euforia contenida, como antesala a la gran fiesta que es el verano. Bienvenidos al último mes del año.