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El domingo 27, en el Teatro Dolby de Los Ángeles, el actor estadounidense Troy Kotsur subió al escenario para recibir el Oscar a Mejor actor de reparto por su papel en CODA. Esa noche se convirtió en el primer actor sordo hombre en ganar este premio. Hasta ese momento, uno de los más emotivos de la noche, solo dos personas con discapacidad habían recibido la estatuilla dorada: una vez en 1947 y la siguiente en 1987, cuando le tocó a la actriz Marlee Matlin, ahora compañera de reparto de Kotsur.
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En su discurso, el actor dedicó el premio a su familia y a toda la comunidad sorda. “Gracias a mi esposa y mi hija, a mi pueblo en Arizona. Solo quiero decir que esto está dedicado a la comunidad sorda, a la de CODA y a la de discapacitados. Este es nuestro momento. A mi mamá, mi papá, mi hermano Mark, no están aquí esta noche, pero mírenme, lo logré”, dijo en lengua de señas y traducido por un intérprete. El público presente en el Dolby aplaudió de pie, muchos golpeando las manos y otros tantos agitándolas, con un aplauso silencioso e inclusivo.
Un rato después, la emoción se volvió a apoderar de la sala cuando esta pequeña película independiente —que cuenta la historia de una familia sordomuda y cómo su hija más pequeña, que es oyente, se debate entre ayudar a su familia o seguir sus sueños— ganó como Mejor película (mención y emoción aparte merece la entrega del premio por parte de Liza Minelli, apoyada en Lady Gaga). Allí todo el elenco subió al escenario. CODA en inglés es el acrónimo de Child of Deaf Adults (hijo oyente de padres sordos) y en América Latina el título de la película se tradujo como “Señales del corazón”.
Mientras que El poder del perro tenía 12 nominaciones (y finalmente obtuvo solo un premio), CODA llegó a la 94ª ceremonia de los Oscar con solo tres y se fue con trofeos para cada una de ellas, que incluyó también Mejor guion adaptado. Además, se convirtió en el primer filme distribuido por un servicio de streaming (Apple TV) en ganar a Mejor película y en la primera cinta de Sundance que gana el máximo galardón de la Academia. En Uruguay se puede ver por el servicio de streaming Amazon Prime.
CODA no se trata de una historia original, sino que está basada en la película francesa La familia Bélier, de 2014, pero a diferencia de esta, en la nueva versión —dirigida por Sian Heder—, el elenco está integrado por personas sordas. Esa decisión, además de no contar con abultados fondos de financiación ni grandes nombres de Hollywood, hizo que el proceso de producción fuera lento y dificultoso. Emilia Jones, la actriz galesa que interpreta a la hija menor de la familia, no solo tenía que saber actuar y cantar, sino que también debió aprender lengua de señas y sostener el peso de cada escena. “Estás buscando un unicornio”, le dijo el director de casting a Heder en un momento del proceso.
Más allá de que desde la estadística hubo quienes se sorprendieron con el triunfo de CODA, que surgieron teorías conspirativas sobre el ninguneo de la Academia a Netflix y que desde la crítica algunos la tildaron de maniquea y previsible, su éxito parecer ser multicausal y tener el ancla, sobre todo, en el significado de esa historia más allá de la pantalla. “Creo que lo que ha hecho nuestra película es que ha unido a la gente... Y realmente espero que abra puertas”, dijo Jones a la BBC. El actor mexicano Eugenio Derbez, que interpreta al profesor de música de la protagonista, también vio el triunfo desde esa perspectiva y tuiteó: “¡¡¡Viva México!!! Esta noche el ganador fue la inclusión. Viva el arte del cine CODA ha demostrado que siempre se puede hacer historia, incluso, sin grandes nombres ni presupuesto, pero poniendo todo el corazón en ello”. Matlin, por su parte, hizo énfasis en la importancia de generar oportunidades laborales para las personas sordas o con alguna discapacidad, un capítulo todavía pendiente para las artes. “Ha tardado mucho en llegar. 35 años he estado esperando para decirle a la gente que hay actores sordos ansiosos por trabajar”, dijo.
Después de ver CODA y de editar la nota sobre inclusión en las artes escénicas y visuales que hizo para este número Santiago Perroni, no puedo dejar de pensar en lo que los alemanes llaman “zeitgeist” y en español se traduce como “espíritu del tiempo” o “espíritu de la época”. En Uruguay, hace poco más de 10 años que se empezaron a incorporar herramientas que permiten que personas con discapacidad visual o auditiva disfruten de obras de teatro, películas o exposiciones de arte. El camino ha sido lento y sinuoso, quizás como lo fue el de CODA. Pero hoy las excepciones ya están más cerca de ser norma. Elencos oficiales como la Comedia Nacional o el Ballet Nacional del Sodre tienen la inclusión como uno de los pilares de sus políticas culturales. En el Solís, por ejemplo, las funciones de los domingos por la noche son gratuitas y tienen audiodescripción. En el Auditorio Adela Reta, la semana que viene comienza el primer festival internacional inclusivo. Se llama Sin Límites y no solo cuenta con la descripción a través de auriculares y lengua de señas, sino que en los elencos habrá artistas con discapacidad. El Museo Nacional de Artes Visuales ya tiene algunas propuestas para público sordo y/o ciego, pero está trabajando en otras más. Desde el ámbito privado e independiente también ha habido iniciativas y propuestas. Por momentos, incluso en su conjunto, las acciones parecen pocas o insuficientes. Pero los cambios, y mucho más los sociales y culturales, nunca son de un día para el otro. Como dijo Jones, es cuestión de que se empiecen a abrir las puertas. Después, hay que seguir atentos para marcar el camino e invitar a andar.