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Editorial | Más mujeres, más miradas

Gane quien gane la elección, la próxima vicepresidenta de Uruguay va a ser una mujer. Y aunque hablar del rol de las mujeres en política no es una novedad y quizá ya no debería ser un tema, la verdad es que todavía lo es. En una entrevista que publicamos en la edición aniversario de galería a Beatriz Argimón y Mónica Bottero, candidatas por el Partido Nacional y Partido Independiente, respectivamente, ellas hablaban bastante de eso, de sus batallas, sus conquistas, sus logros y sus pendientes. Contaban que su vínculo comenzó tras las elecciones de 1999, cuando 13 mujeres accedieron al Parlamento, una novedad para ese espacio hasta entonces dominado por hombres. Feministas desde siempre y amigas hace ya 20 años, coinciden en la mayoría de los asuntos de género, conscientes de que todavía hay mucho por hacer, pero que el camino está al menos allanado para las generaciones que vienen. Argimón, por ejemplo, reconocía que cada partido tiene sus tiempos, y que en el suyo “fue un debate interno mucho más duro que en otros”, donde la batalla la dieron algunas mujeres “bastante en solitario”. Bottero recordaba sus primeras notas sobre violencia de género y cómo cuando proponía uno de esos temas considerados “femeninos” sus propios compañeros le decían “vos otra vez con lo mismo”. De su experiencia como periodista, también opinó que con la llegada del Frente Amplio al poder hubo un punto de inflexión y que la coalición de izquierda tuvo muy claro que ahí había electoralmente una veta para explotar, aunque quizá después no lo hizo de la mejor manera. “Empezó a designar mujeres —de hecho, hay un montón de diputadas del MPP del interior— que no necesariamente están formadas para trabajar en equipo con políticas de otros partidos. Y muchas de las que llegaron no tienen conciencia de género, ni del Frente ni de los demás partidos”.

Esta semana entrevistamos a la candidata que faltaba, Graciela Villar, compañera de fórmula de Daniel Martínez, expresidenta de la Junta Departamental y un personaje poco conocido para la mayoría de los uruguayos hasta hace unos meses. Además, después de su nombramiento y la polémica por el título, Villar dio pocas entrevistas, la mayoría sobre temas políticos con poco espacio para su vida privada. En el encuentro que mantuvo con Elena Risso en su casa de Goes, Villar mostró otra faceta —alejada del perfil combativo que venía construyendo—, la de una gran lectora, la de una madre que extraña a su hijo radicado en España, la de de una mujer que cayó presa cuando su hija mayor tenía apenas un mes de nacida y salió fortalecida. Y aunque su recorrido es bien distinto al de Argimón y Bottero, la primera con formación como escribana y larga trayectoria militando para su partido; la segunda con una destacada carrera en prensa, la charla con Villar confirma lo valioso de tener la mirada femenina. Además de considerarse una militante de consensos, se define como una mujer comprometida con el concepto de maternidad y familia, es fundadora de la organización Idas y Vueltas, que trabaja con migrantes, y una de las creadoras del primer centro de educación inicial para trabajadoras de la salud.

Leyendo su historia, conociendo un poco más sobre la de Argimón y Bottero, pensando en la de Lucía Topolansky, que también ocupa ese puesto desde 2017, me viene a la mente esa frase un poco manida del filósofo español José Ortega y Gasset que tanto sonaba en la clase del liceo: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Claro que esto también se aplica a los hombres, no hay una cuestión de género aquí. Sin embargo, como mujeres, creo que nuestras historias, nuestras pequeñas luchas y conquistas cotidianas, nuestros debes, nuestras preocupaciones y nuestras alegrías, remueven, sacuden y echan luz en lugares donde antes había sombras. Y así, en las diferencias y las similitudes, una fórmula mixta es una razón más para celebrar la democracia.