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Era difícil imaginar que Nueva York se recuperara del tremendo golpe de la pandemia. Sin embargo, lo hizo
imagen de El verano saca a la ciudad del duelo
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El último viaje grande que hice en familia fue a Nueva York. Era julio de 2019. La ciudad explotaba de gente y actividades. Se acababa de inaugurar The Vessel y los nuevos proyectos se contaban por decenas. Resultaba imposible en ese momento anticipar todo lo que sucedería después. Solo una película de ciencia ficción podría haberlo hecho (como lo hicieron en los 2000 filmes como Soy Leyenda, por nombrar uno).
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Hoy vivimos otra vida y otro mundo. Muchas cosas cambiaron, otras desaparecieron para no volver y, por suerte, algunas surgieron entre los escombros. En mayor o menor medida, la pandemia de covid-19 no dejó indiferente a casi nadie. Nueva York, por ejemplo, fue una de las ciudades más golpeadas por la pandemia.
De las 600.000 personas que murieron en Estados Unidos por coronavirus, una de cada diez víctimas vivía en la Gran Manzana. Las calles estaban desiertas, la gente tenía miedo de salir de sus casas. Mientras los hospitales literalmente colapsaban, muchos abandonaron la ciudad, los comercios y teatros cerraron sus puertas, los hoteles quebraron y el movimiento habitual se redujo a casi cero. En medio de la tristeza y el temor, era difícil imaginar que la ciudad se recuperara de tremendo golpe.
Sin embargo, lo hizo. La campaña de vacunación, que para mayo 2021 ya contaba con 70% de la población inmunizada, fue la clave para salir de la crisis. De forma gradual las actividades se fueron reactivando y los habitantes y turistas volvieron a disfrutar de su encanto, ahora con algunas ventajas. Después de varias postergaciones, Alejandra Pintos pudo hacer ese viaje a Nueva York que tenía pendiente y en la nota que publicamos hoy cuenta cómo vio la ciudad, cuál es la energía que allí se respira y cómo no todos los cambios fueron malos. Todavía no hay multitudes en Times Square ni largas filas para entrar a los museos, pero quizá eso también es parte de las enseñanzas que dejó la pandemia. Alejandra cuenta que el verano 2021 fue apodado como hot vax summer en referencia a la expresión hot girl summer de la rapera Meghan Thee Stallion, y que así se vive en las calles. Por donde se mire o se camine hay espíritu festivo, dice en la nota.
Salvando las distancias, algo similar se vive en Uruguay a medida que el verano se acerca. Con las cifras de casos positivos bajo control (aunque en los últimos días hubo una curva ascendente) y casi sin fallecimientos desde que la población vacunada superó el 60%, lentamente la sensación de alerta permanente está dando paso a las ganas de disfrute con cautela. Como en cualquier lugar del mundo, la gente se acostumbró a convivir con el virus, el tapabocas y el alcohol en gel. Nos dimos cuenta de que si eso es lo que hay que hacer para mantenernos sanos, el costo no es tan alto. Y con cuidados, podemos volver a hacer aquello que tanto extrañamos. Por estos días, justamente, el ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, pidió cambiar el término pandemia por endemia e ir, de a poco, apostando a una convivencia con el virus.
La actividad empresarial/social/cultural se reactivó. Galería, como buen termómetro de parte de la sociedad, da cuenta de ello en sus páginas. Aprendimos a organizarnos y a planificar, a reservar mesa para ir a un restaurante, a comprar las entradas de esa obra que queremos ver con anticipación, a aprovechar más los espacios públicos y al aire libre. Aprendimos (bastante, aunque aún podría ser más) a ver qué cosas son las importantes y cuándo los encuentros cara a cara suman.
A nivel país, va a ser difícil compensar el golpe y las pérdidas de un año y medio de parate casi total, aunque la temporada de verano —como ocurrió en Nueva York—, puede mover la aguja. Para eso, la apertura de fronteras es un paso fundamental.
También lo es promocionarse como un destino seguro para vacacionar y mantener el estatus sanitario que se logró hasta ahora. En ese camino la táctica del gobierno fue hacer un proceso gradual, con cuentagotas, que no siempre dejó a todos contentos. Hasta ahora solo han podido entrar al país los extranjeros residentes y vacunados; a partir del 1º de noviembre podrán hacerlo el resto de los turistas, entre ellos los argentinos, piezas clave en nuestra temporada estival. El siguiente paso, que todavía no está cien por ciento definido, es explorar el llamado “turismo de vacunas”.
La semana pasada, el actual ministro de Turismo, Tabaré Viera, anunció que tenía el aval del presidente Luis Lacalle Pou “para ofrecerles a los extranjeros que vengan al país una vacuna, tanto para los menores de 18 años a los que en sus países de origen no se les exige, como una tercera dosis para adultos”. Sin embargo, la decisión todavía no está confirmada y depende, sobre todo, del stock de vacunas disponibles. Según los últimos datos, en Uruguay 87% de la población objetivo (mayores de 12 años) recibió las dos dosis de la vacuna, 92% una dosis y 37% tres dosis. Darles a los turistas la posibilidad de inmunizarse no solo es un servicio más que se les ofrece, es también un paso adelante para la seguridad de los uruguayos que vacacionan dentro de fronteras. En Nueva York lo hicieron. Los vacunatorios y los puestos de test ambulantes, distribuidos en puntos estratégicos de la ciudad, se convirtieron en postales de estos tiempos. Y mal no les fue.