Se termina un año de introspección, resiliencia y reinvención
Se termina un año de introspección, resiliencia y reinvención
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáFaltan pocas horas para que termine un año que seguramente nadie vaya a extrañar demasiado. Hay puestas más expectativas que las habituales en este 31 de diciembre, como si la formalidad de pasar la página del calendario realmente implicara un cambio. Como si el mero hecho de estar en 2021 permitiera borrar -o al menos solapar- algo de lo que hasta apenas un día antes estaba ocurriendo. Al igual que en tantas otras circunstancias, es ante todo una expresión de deseo, una más que envuelve al mundo entero en estos raros días de fiestas, distanciamiento voluntario, burbujas... en fin, nueva normalidad.
Durante los últimos meses muchas veces se dijo que 2020 iba a ser un año para el olvido; sin embargo, 2020 es todo lo contrario, un año que va a quedar para la historia. Es el año de la pandemia por coronavirus, es el año en que tanta globalización nos jugó una mala pasada, es el año en que la población de todas partes del globo -más allá de sus peculiaridades sociales o dramas locales- se vio afectada por el mismo tema, es el año en que el mundo tal cual lo conocíamos se detuvo y, seguramente, no vuelva a ser el mismo. De repente, casi sin aviso (o al menos así lo fue para la mayoría de los mortales), una sociedad que estaba planificando excursiones a la Luna, hablando de casas completamente robotizadas o presentando nuevas plataformas de streaming para cuanto contenido cultural uno pueda imaginar, pasó a hacer foco 24/7 en un virus desconocido, altamente contagioso y de efectos mortales.
Y así empieza a tambalear la vida que hasta entonces nos parecía normal. Porque una de las mayores particularidades que tuvo este año fue la ausencia de certezas. Fue el año de lo desconocido, del ensayo y error, de cambiar rutinas, de probar, de ir paso a paso empezando por lo más básico. "Lo primero que hizo el virus en la cabeza de todos nosotros fue asesinar el 2020, ese que teníamos proyectado, que teníamos planificado, en el que habíamos depositado deseos. (...) Por eso es que sentimos tanta impotencia, tanta negación, tanta desesperación, tanta angustia. Y en ese mismo proceso, comenzamos a transitar en la obligatoriedad de tener que construir un 2020 distinto, nuevo, que como característica principal tuvo la no planificación", dijo Pilar Sordo, que actualmente está realizando una investigación del impacto que produjo el Covid-19, a La Nación. Este virus dejó en evidencia la fragilidad del sistema político, económico y de salud. Pero, sobre todo, demostró lo pequeños y vulnerables que somos los seres humanos.
Se habló mucho de ansiedad, empobrecimiento y depresión. Pero también se habló de volver a los afectos más básicos, de introspección, de resiliencia, de reinventarse (sí, aunque ya hay detractores fuertes en su contra) y de ver en el caos o los problemas una oportunidad. En el capítulo de las cosas buenas que trajo 2020 está el acercamiento a la ciencia, una disciplina árida a la que un poco a la fuerza fuimos comprendiendo y poniendo rostros. Por estos días, una de las caras más conocidas de la ciencia uruguaya, la del virólogo Gonzalo Moratorio, apareció en varios medios de prensa y televisión. Hoy, también está en la tapa de Galería (donde estuvo hace algunos meses junto con un dream team integrado también por Gregorio Iraola, Lucía Spangenberg y María Inés Fariello). Moratorio es director del laboratorio de Evolución Experimental de Virus del Instituto Pasteur de Montevideo, estudió en París y en San Francisco y hace pocos días fue distinguido por la revista Nature -junto con figuras de la talla del director de la Organización Mundial de la Salud o la primera ministra de Nueva Zelanda, por ejemplo- por la creación de los kits para detectar positivos de Covid-19, o sea, por su aporte a la ciencia en este año pandémico. No solo fue el único uruguayo presente en la lista, sino también el único latinoamericano. Antes tenía que explicar varias veces a qué se dedicaba, ahora lo saludan, felicitan y piden consejos en la calle. "Por un lado es un poco irónico que haya que llegar a situaciones límite como esta para valorar una actividad que es transversal a todos los desarrollos humanos", le dijo en la entrevista a Leonel García, refiriéndose claramente a la ciencia y su apuesta (personal) de redireccionar todo el sistema científico del país hacia la salud. "Por otro, también es parte de la naturaleza humana: siempre que pasan estas situaciones límite valoramos lo que teníamos e ignorábamos".
Hay una frase hecha que dice que la información es poder. Y es cierto. En el caso del coronavirus, los meses que Uruguay se mantuvo con pocos casos positivos y bajo número de muertes sirvieron para "ganar tiempo", dicen los expertos, Moratorio incluido. Hoy Uruguay tiene muchos más enfermos que en marzo, pero también más conocimiento. No estamos mejor, estamos diferente. Todavía no tenemos certezas, solo algunas pistas de cómo será el camino.
Mientras escribía esta columna, en el living de mi casa y con la misma música de un piano vecino que me acompañó algunas tardes de home office en marzo, me llegó al grupo de WhatsApp de la familia una reseña del restaurante que mi hermano abrió en plena pandemia en Barcelona, escrita en inglés, con un comienzo brutal. Decía algo así como que 2020 era el año en que todas las grietas comenzaron a verse, como si el universo hubiera puesto a la luz el tejido remendado de nuestra vida cotidiana. Y entonces, "los restaurantes, las empresas e incluso las relaciones de pareja que habían ido mal durante años se rindieron". Pero el mensaje no era 100% apocalíptico. También decía que "la esperanza y la imaginación son compañeros persistentes", como esas velas que se vuelven a encender después de cada soplido y solo se apagan cuando se sumergen en agua. Y aunque este año que ya casi termina tuvo varios chaparrones, también hubo más tiempo para buscar esas pequeñas grandes cosas que funcionan como refugio, nos dan seguridad y, a veces, cierran el ciclo con felicidad. Por eso, vale la pena imaginar un 2021 con menos sobresaltos pero la misma capacidad de seguir construyendo paso a paso. ¡Feliz año!