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Hacer valer las palabras

El mero hecho de hablar de un tema -sea doloroso, preocupante o culpabilizador- puede resultar sanador.

El mero hecho de hablar de un tema -sea doloroso, preocupante o culpabilizador- puede resultar sanador. 

Primero fueron los hashtag Me lo dijeron en la Fmed y Me lo dijeron en el liceo, que reunían denuncias de abusos y acosos en la Facultad de Medicina y el ámbito de Secundaria a través de Twitter. Poco después surgió el Instagram Varones Carnaval, que en pocos días hizo más de 250 publicaciones con testimonios de mujeres denunciando haber sufrido acoso, abuso y otros tantos tipos de violencia; algunas sin nombres, otras con iniciales, muchas que permiten adivinar el apellido. No pasaron muchos días para que surgieran cuentas similares en las distintas redes sociales: varones del rock, varones de la publicidad, varones de la política, varones de la fotografía... Hubo denuncias en la Justicia, cancelación de eventos como el concurso del Carnaval de las Promesas, columnas en los medios de comunicación, debates públicos y charlas de sobremesa.

Es como si el tema de la violencia de género, tan presente desde hace años en la agenda de derechos, tan trabajado desde todos los feminismos posibles, que tanto costó visibilizar en los más diversos ámbitos profesionales, del que se tomó conciencia de a poco en muchas generaciones de mujeres pero instalado con fuerza en las más jóvenes, hubiera traspasado una barrera más. Quizá la forma, el tono o el soporte no fueron los ideales. Las redes sociales son una buena plataforma colectiva cuando el encuentro cara a cara es difícil, pero tienen sus falencias. El anonimato sobre el que se sostienen y la inmediatez que precisan para funcionar les pueden jugar una mala pasada. Los escraches a veces infundados y otras veces equivocados son producto de eso.

Y eso también pasó en las últimas semanas.

Pero de todo este tsunami rescato el hecho de animarse a hablar y de la importancia que eso tiene. Respecto a los temas de violencia, expertas como Andrea Tuana o Lilián Abracinskas ya lo han dicho muchas veces. Al hablar las mujeres están empezando a desnaturalizar situaciones que antes eran vividas y vistas como normales; al verbalizar se procesan y vuelven tangibles muchas cosas de las que no se tenía conciencia; al compartirlo con otras, además, se termina con ese sentimiento de soledad e incomprensión, que tantas veces viene de la mano de la culpa.

El mero hecho de hablar de un tema -sea doloroso, preocupante o culpabilizador- puede resultar sanador. Salvando las distancias, de eso trata la nota que escribió Patricia Mántaras sobre los beneficios que puede traer conversar con honestidad y sin alardes sobre sexo con amigos. A priori parece estar lejos del clima de violencia y denuncias que se vio en las redes sociales en el último mes, pero tampoco tanto. La diferencia entre una charla productiva y una destructiva radica en la sinceridad, en no volverlas un podio de proezas ni una tribuna de jueces, sino en una instancia de intercambio donde las experiencias de los otros pueden producir tranquilidad y seguridad. "Saber que a otros tal vez les ha pasado lo mismo puede ser tranquilizador, así como enterarse de que no, puede incentivar a pedir ayuda profesional", dice la nota.

Aunque cada vez menos, todavía cuesta hablar de sexualidad. Algunas personas siguen llegando a la vida adulta sin haber conversado nunca sobre sexo con un amigo o amiga, mucho menos con sus padres. Entre quienes sí lo hacen habitualmente, hay mayoría de solteros/as. La razón, explican los expertos, es simple: cuando alguien que tiene pareja revela los pormenores de lo que ocurre entre cuatro paredes está, de algún modo, violando la intimidad del otro. En el otro extremo, conversar sobre estos temas que a veces parecen vulgares puede ayudar al empoderamiento, sobre todo femenino. Entre los varones, y aunque el machismo viene en franca picada, todavía se habla más de hazañas que de problemas.

Así, sin demasiadas vueltas, parece que hablar puede ser parte de la solución a un problema. Como ocurre con todos los temas sensibles, es importante saber con quién, cuándo, cómo y hasta dónde. El movimiento internacional Me Too, que se generó a partir de las acusaciones sobre Harvey Weinstein en 2017, sirvió para quitar un primer velo. Cada vez hay más educación, más información, más conocimiento, más visibilidad, menos tabúes, mandatos y prejuicios. Ahora hay que aprender a ver en la conversación una herramienta poderosa. Y que las palabras de una charla no se las lleve el viento.