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La forma femenina de gobernar

Si ya se discutía la necesidad de un nuevo tipo de líderes con un nuevo tipo de agenda, los actuales gobiernos encabezados por mujeres confirmaron que ese es el camino

Si ya se discutía la necesidad de un nuevo tipo de líderes con un nuevo tipo de agenda, los actuales gobiernos encabezados por mujeres confirmaron que ese es el camino

En 2003, hice mi tesis para el máster en Periodismo Internacional de City University, en Londres, sobre los nuevos líderes políticos en América del Sur: quiénes eran y por qué. En aquel momento Uruguay volvía a asomar la nariz al mundo después de atravesar una de las mayores crisis de su historia. En materia política y manteniendo sus propias características, parecía sumarse a una tendencia que se repetía en algunos países vecinos: un giro hacia la izquierda de la mano de figuras que eran outsiders de la política.

En el caso uruguayo ese líder era Tabaré Vázquez, el oncólogo que ya había sido intendente de Montevideo. En el resto del continente, Luiz Inácio Lula da Silva había ganado en Brasil, Hugo Chávez lo había hecho en Venezuela, Alejandro Toledo en Perú y Lucio Gutiérrez en Ecuador. En Bolivia, la popularidad de Evo Morales venía en ascenso. Si bien todos tenían perfiles y pasados diferentes, había un denominador común: proponían un cambio. "Muchas personas están buscando alternativas porque no eran felices con la forma como se estaban llevando adelante las cosas. Muchos de estos países atravesaron crisis de varios tipos y con distintas intensidades y ese contexto lleva a la gente a pensar en un cambio, en opciones que vengan de afuera de la política", me dijo para el trabajo uno de los entrevistados más interesantes de toda la investigación, Richard Lapper, en aquel entonces editor de la sección América Latina del Financial Times.

La vida son ciclos. Y la política aún más. Aunque ahora estamos siendo testigos de un cambio que parece no tener vuelta atrás. Como todo lo que sucede desde hace algunos meses, fue la pandemia de Covid-19 el factor externo que hizo que se volviera a hablar de un tema que ya había estado en la agenda internacional: la importancia de la presencia femenina en la política. Si ya se discutía la necesidad de un nuevo tipo de líderes con un nuevo tipo de agenda, los gobiernos encabezados por ellas confirmaron que ese es el camino. De casualidad, en su columna de esta edición, Carmen Posadas habla del tema y lo expone clarito: "Son los tiempos y las circunstancias las que crean líderes, no al revés. En la era precoronavirus muchos nos preguntábamos cómo era posible que el mundo estuviera dirigido por tal sarta de mediocres; ahora será el propio Covid-19 el que cree mandatarios fuertes y fiables". En ese sentido, Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelanda, es la estrella. Su video de dos minutos (o en realidad 2 minutos 56 segundos) sobre los logros de sus primeros dos años de gobierno, es una joyita de marketing personal y comunicación política. Pero como ella, hay más mujeres tomando las riendas de sus respectivos países con altos índices de popularidad y logros relevantes. Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia, nuestra tapa del número de hoy, es otro ejemplo.

Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), las mujeres en cargos de decisión tienden a enfocarse en bienes esenciales como "la salud y la educación", y en proteger "a las personas que más lo necesitan, particularmente los niños". En el caso particular de la pandemia, destaca "la firmeza, elocuencia y empatía por los más vulnerables", todos factores que ayudaron a transitar la crisis sanitaria (y sus consecuentes crisis) de la forma más exitosa posible.

Aunque la investigación de la ONU no lo dice de modo explícito, es imposible (o más bien injusto) hablar de liderazgo femenino sin mencionar a Angela Merkel, canciller de Alemania desde noviembre 2005 (cuando en América Latina la vida política estaba claramente en otra sintonía). Merkel va por su cuarto mandato y cuenta con más de 80% de popularidad. Más allá de las decisiones estrictamente políticas, respecto a la pandemia ha sido elogiada por actuar a la vez con sensibilidad y claridad a la hora de explicar las medidas a adoptar. Siempre con sus trajecitos discretos y su media sonrisa, Merkel se convirtió en la madrina de las nuevas generaciones de mujeres políticas, la sabia de la manada.

De todas maneras, todavía se trata de un fenómeno que avanza, pero a paso lento. Hoy, solo 20 de los 193 Estados miembros de la ONU están liderados por una mujer. Más de la mitad de las mujeres jefas de Estado y de Gobierno están en Europa. Casi todos los gobiernos de los países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega) están encabezados por una mujer, con la excepción de Suecia. En las Américas, en cambio, hay tres mujeres líderes, la mitad de las que estaban en el poder en 2015. En los parlamentos y gabinetes ministeriales el progreso es mayor: las mujeres ahora representan el 50% de los puestos ministeriales en 14 países, frente a nueve en 2019. En Uruguay, en tanto, la nueva legislatura cuenta solo con una mujer más que la anterior y el país se colocó en el puesto 112 en representación femenina parlamentaria.

En contrapartida, los pequeños pasos que se dieron en el mundo fueron demostrando que las mujeres tienen su propia forma de gobernar. Y que esa forma tiene beneficios. Según ONU, logran trabajar independientemente de su afiliación política en los grupos parlamentarios femeninos. Además, son mucho más dedicadas a crear políticas públicas para proteger a otras mujeres. Defienden cuestiones relativas a la igualdad de género, como la lucha contra la violencia, las licencias parentales o el cuidado de los hijos. Pasan de la órbita privada a la pública con naturalidad. No hacen de su casa un mundo; hacen que el mundo sea la casa en la que les gustaría vivir. Capaz así funciona.