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La lectura, una fiesta íntima que no se suspende

Leer siempre ha sido -y lo sigue siendo- un acto de intimidad, un encuentro resguardado de las miradas y voces de los otros, de las luces de un escenario o de la necesidad de moverse físicamente

Cada vez hay más "día de" para rendirle homenaje a algo o alguien; prácticamente todas las semanas hay uno. Muchos no están basados en un dato objetivo de la realidad, simplemente son comerciales o están arraigados a una tradición más costumbrista que histórica. Otros, pueden llegar a festejarse por partida doble, según quién marque la fecha en el calendario. Algo de eso pasa con el Día del Libro en Uruguay, y en bastantes otros países, sobre todo latinoamericanos.

Cada 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro, una jornada en la que autores, librerías, editoriales y un largo etcétera de personas vinculadas al ambiente se suman a la movida impulsada por los amantes de las letras en distintas partes del mundo. La elección de esta fecha no es casual, coinciden en ella la muerte de tres grandes escritores universales: Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega. Con una carga simbólica alta, se trata de una celebración casi universal con el objetivo de incentivar la lectura, proteger la propiedad intelectual y fomentar la industria editorial.

Esta efeméride se estableció hace no tanto tiempo, en 1995, a partir de una conferencia de la Unesco celebrada en París. Allí se tomó la decisión de homenajear a los libros y sus autores. Para 2010 la celebración ya estaba presente en más de cien países. Pero muchos, como sucedió en Uruguay, ya tenían su propia fecha para rendirles honores a los libros y entonces la sumó, sin perder el festejo local. Por estos lados, el Día Nacional del Libro se celebra desde 1940 cada 26 de mayo, fecha en que se conmemora el aniversario de la Biblioteca Nacional, la primera biblioteca pública del país, que abrió sus puertas en 1816. En Reino Unido y en Irlanda, por ejemplo, se festeja el primer jueves de marzo; en Paraguay es el 25 de junio, en Argentina el 15 de junio y en México el 12 de noviembre.

Desde 2001, además, la Unesco elige una ciudad por año para otorgarle el título de Capital Mundial del Libro, una especie de reconocimiento (e impulso) a la calidad de sus programas para promover la difusión de obras, fomentar la lectura y la industria editorial. Madrid inauguró el título; luego fueron seleccionadas ámsterdam, Nueva Delhi, Beirut y Montreal, entre muchas otras. En 2020 se eligió a Kuala Lumpur, en Malasia, pero los eventos fueron suspendidos por la llegada del coronavirus. Este 2021 es el turno de Tiflis, en Georgia, que ya comenzó sus festejos bajo el lema "Ok, ¿entonces tu próximo libro es...?", centrado en el uso de la tecnología como herramienta para promover la lectura entre los jóvenes. Para 2022 ya está previsto que la honrada sea Guadalajara, en México.

A casi un año y medio de convivir con la palabra pandemia, no hay dudas de que la cultura ha sido una de las áreas más golpeadas y a la vez uno de sus mayores refugios. A lo largo y ancho del mundo decenas de informes analizaron el tema, llegando siempre a conclusiones similares: que el covid está dejando pérdidas millonarias -a nivel económico y de puestos de trabajo- y cambiando los patrones de consumo cultural. De ese último punto es del que quizá valga la pena aferrarse, como una especie de salvavidas para transitar la tormenta.

En marzo de 2021, un informe de la agencia EFE centrado en la realidad española aseguraba que mientras la música, el arte, el cine o la gastronomía habían visto desbarrancar sus cifras, las circunstancias excepcionales habían "favorecido manifestaciones culturales que se pueden practicar en casa como la lectura, la televisión o los videojuegos". Y agregaba: "El sector del libro no ha salido tan mal parado e incluso en algunos géneros, como literatura y ensayo, ha registrado un ligero incremento en ventas". En Uruguay la evaluación no es tan alentadora, aunque desde la Cámara Uruguaya del Libro reconocen que su sector no ha sido el más golpeado. Para empezar, porque fue un rubro de consumo cultural que nunca estuvo completamente cerrado. Para seguir, porque la venta online aumentó -se estima que alrededor de 50%, con mejores resultados entre quienes ya tenían un ecommerce activo-, aunque no llegó a compensar la caída generada por el cierre de los shoppings, la ausencia de turismo y la natural contracción de las editoriales. "Conceptualmente, entendemos que en 2020 se leyó más que nunca, pero el comercio del libro no creció", dijo consultado para esta columna el actual presidente de la Cámara, Álvaro Risso. 

La frase de Risso tiene sentido. Más allá de algunas excepciones, leer siempre ha sido -y lo sigue siendo- un acto de intimidad, un encuentro resguardado de las miradas y voces de los otros, de las luces de un escenario o de la necesidad de moverse físicamente. La lectura pasa por esa conexión entre los ojos, el cerebro y el corazón, no precisa mucho más. Y así, como si se tratara de un acto de magia, nos traslada en el tiempo, el espacio y las circunstancias. Leer es como viajar -otra de las actividades restringidas por la pandemia-, pero con consecuencias hasta más profundas a veces.

Los periodistas nos sentimos o nos creemos un poco escritores. La lectura y la escritura son nuestras maestras, o nuestras mejores compañeras de banco. Están cerca cada vez que pensamos una nota, cada vez que la desarrollamos, cada vez que la editamos y cada vez que, como meros lectores, vamos al encuentro del trabajo de algún colega. Somos unos privilegiados, porque aun buceando entre las letras de la realidad -y no en las de la imaginación- conocemos mundos distintos todos los días. Y la magia nunca queda restringida a temas o formatos, pasa con cualquier artículo que sepa aprovechar el arte de contar una historia.

Cada año, cuando llegan estas fechas, nos topamos con el desafío de pensar una forma distinta de honrar a los libros. Y aunque requiere el esfuerzo extra de no repetirnos, siempre es una tarea gratificante. Los libros generan adhesión, entusiasmo, alegría. Esta semana publicamos una entrevista con la colombiana Pilar Quintana, ganadora del premio Alfaguara 2021 con su novela Los abismos, armamos una recorrida por librerías que también tienen café o cafeterías con su propio espacio para leer, y convocamos a fervientes lectores para que elijan su título preferido en algunos de sus lugares favoritos. La mayor dificultad estuvo en seleccionar solo un ejemplar. El resto fue una fiesta.