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La mirada del outsider

Editora Jefa de Galería

Hay una idea, real y recurrente, de que no vemos las cosas que están demasiado cerca. No apreciamos su belleza porque quizás las vemos todos los días y se nos hace costumbre, y cuando precisamos algo bello lo salimos a buscar más lejos. A las cosas que tenemos al lado no les damos la verdadera dimensión que tienen, seguramente porque nos falta la perspectiva suficiente para verlo desde todos sus ángulos y en su totalidad. Pero después, aparece alguien o sucede algo que nos abre los ojos y les devuelve a esas cosas su valor real. Es la mirada del outsider, a veces tan acertada como necesaria.

Un día, la visita de una extranjera a la oficina modificó abruptamente la búsqueda de locaciones que venía haciendo la productora de la revista para una sesión fotográfica al halagar con asombro la belleza del lugar en el que trabajamos a diario. La productora solo tuvo que girar la cabeza 90 grados para encontrar lo que hacía rato venía buscando. El entusiasmo se apoderó de ella, que se ocupó de contagiar, con argumentos sólidos, al resto del equipo para que viéramos en ese lugar lo que nadie de los que pasamos por allí 20 veces al día había visto hasta ese momento. Todos agradecimos a aquella visita, sin que ella lo supiera, claro, por el involuntario gesto que tuvo de resolver una cuestión con la solución más simple, adecuada y bella que tuvimos frente a nuestros ojos todo el tiempo.

En otro plano pero bajo el mismo concepto, desde el estreno de La sociedad de la nieve en diciembre y a lo largo de toda esta campaña por los Premios Oscar que vienen haciendo los integrantes del equipo de la película, no hemos dejado de toparnos con contenidos referidos al tema en diarios, revistas, programas de televisión, radio, podcasts de todo el mundo, y especialmente en las redes. Enzo Vogrincic aparece en stories y en el feed de Instagram a razón de cuatro veces al día. Hace ya como un mes, alguien en la revista dijo “¿no será mucho?”, y todavía no estábamos ni en la mitad de esta carrera. Claro, en Uruguay hace 50 años que venimos escuchando de la tragedia/milagro de los Andes. Conocemos a todos los sobrevivientes, nos cruzamos con ellos en sus distintas actividades, conocemos a algún familiar, leímos incansables veces acerca de esta historia y en cada aniversario redondo se vuelve sobre el tema. Es entendible que a los uruguayos en algún punto ya no nos resulte interesante, y en algún punto eso nos haga quitarle importancia a lo que sucedió.

Pues llegó un español, con toda su parafernalia cinematográfica, para devolverle, 50 años después, la verdadera dimensión a la cosa. Para sacudir la modorra uruguaya y decirnos que, aunque haya pasado medio siglo y vivamos en la sociedad que lo vivió, lo padeció, vivió su duelo, convive con sus cicatrices y ha sido testigo de la resiliencia de los sobrevivientes, sus familias y las familias de los que no volvieron, estamos ante una de las hazañas de supervivencia más asombrosas en la historia de la humanidad. Y esta película, de la forma que lo hizo, vino a poner en su lugar muchas cuestiones referidas a esta historia que subyace en la sociedad uruguaya y que por momentos parecía que se estaba perdiendo, quizás por cansancio. Una de estas cuestiones es la de contárselas a las nuevas generaciones, que, solo tal vez, algo habían escuchado alguna vez y que ahora, frente a las imágenes de la pantalla grande y, después, con todo lo que ven en las redes dicen: “No puedo creer que fueran uruguayos, que esto pasó acá”. Pero nada se compara con lo que puede estar sucediendo en las casas de los sobrevivientes y de las familias de los que no volvieron. Seguramente, este fenómeno que se está viviendo ahora venga a ponerles frente a sus narices algunas cosas que siempre estuvieron ahí y no podían ver.

No es que haya que ir por la vida mirando con asombro todo el tiempo lo que vemos una y otra vez, un ejercicio que sería, además de imposible, estéril y sin sentido. Pero cuando aparece un outsider y hace lo suyo, es bueno estar abiertos a recibir ese nuevo enfoque de lo cotidiano.