En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Hay una
idea, real y recurrente, de que no vemos las cosas que
están demasiado cerca. No apreciamos su belleza porque quizás las vemos todos
los días y se nos hace costumbre, y cuando precisamos algo bello lo salimos a
buscar más lejos. A las cosas que tenemos al lado no les damos la verdadera
dimensión que tienen, seguramente porque nos falta la perspectiva suficiente
para verlo desde todos sus ángulos y en su totalidad. Pero después, aparece
alguien o sucede algo que nos abre los ojos y les devuelve a esas cosas su
valor real. Es la mirada del outsider, a veces tan acertada como
necesaria.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Un día, la visita de una extranjera
a la oficina modificó abruptamente la búsqueda de locaciones que venía haciendo
la productora de la revista para una sesión fotográfica al halagar con asombro
la belleza del lugar en el que trabajamos a diario. La productora solo tuvo que
girar la cabeza 90 grados para encontrar lo que hacía rato venía buscando. El
entusiasmo se apoderó de ella, que se ocupó de contagiar, con argumentos
sólidos, al resto del equipo para que viéramos en ese lugar lo que nadie de los
que pasamos por allí 20 veces al día había visto hasta ese momento. Todos
agradecimos a aquella visita, sin que ella lo supiera, claro, por el involuntario
gesto que tuvo de resolver una cuestión con la solución más simple, adecuada y
bella que tuvimos frente a nuestros ojos todo el tiempo.
En otro plano pero bajo el mismo
concepto, desde el estreno de La sociedad de la nieve en diciembre y a
lo largo de toda esta campaña por los Premios Oscar que vienen haciendo los
integrantes del equipo de la película, no hemos dejado de toparnos con
contenidos referidos al tema en diarios, revistas, programas de televisión,
radio, podcasts de todo el mundo, y especialmente en las redes. Enzo
Vogrincic aparece en stories y en el feed de Instagram a razón de
cuatro veces al día. Hace ya como un mes, alguien en la revista dijo “¿no será
mucho?”, y todavía no estábamos ni en la mitad de esta carrera. Claro, en
Uruguay hace 50 años que venimos escuchando de la tragedia/milagro de los
Andes. Conocemos a todos los sobrevivientes, nos cruzamos con ellos en sus
distintas actividades, conocemos a algún familiar, leímos incansables veces
acerca de esta historia y en cada aniversario redondo se vuelve sobre el tema.
Es entendible que a los uruguayos en algún punto ya no nos resulte interesante,
y en algún punto eso nos haga quitarle importancia a lo que sucedió.
Pues llegó un español, con toda su
parafernalia cinematográfica, para devolverle, 50 años después, la verdadera
dimensión a la cosa. Para sacudir la modorra uruguaya y decirnos que, aunque
haya pasado medio siglo y vivamos en la sociedad que lo vivió, lo padeció,
vivió su duelo, convive con sus cicatrices y ha sido testigo de la resiliencia
de los sobrevivientes, sus familias y las familias de los que no volvieron,
estamos ante una de las hazañas de supervivencia más asombrosas en la historia
de la humanidad. Y esta película, de la forma que lo hizo, vino a poner en su lugar
muchas cuestiones referidas a esta historia que subyace en la sociedad uruguaya
y que por momentos parecía que se estaba perdiendo, quizás por cansancio. Una
de estas cuestiones es la de contárselas a las nuevas generaciones, que, solo
tal vez, algo habían escuchado alguna vez y que ahora, frente a las imágenes de
la pantalla grande y, después, con todo lo que ven en las redes dicen: “No
puedo creer que fueran uruguayos, que esto pasó acá”. Pero nada se compara con
lo que puede estar sucediendo en las casas de los sobrevivientes y de las
familias de los que no volvieron. Seguramente, este fenómeno que se está
viviendo ahora venga a ponerles frente a sus narices algunas cosas que siempre
estuvieron ahí y no podían ver.
No
es que haya que ir por la vida mirando con asombro todo el tiempo lo que vemos
una y otra vez, un ejercicio que sería, además de imposible, estéril y sin
sentido. Pero cuando aparece un outsider y hace lo suyo, es bueno estar
abiertos a recibir ese nuevo enfoque de lo cotidiano.