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De escribir guiones de humor para televisión a resistir en una
guerra provocada por un vecino con ansias imperialistas. Así puede cambiar la
vida de una persona de un día para otro. Así cambió la vida de Olena Zelenska,
la esposa del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. Y la forma como cambió
da mucho miedo, tan solo con leerla.
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Guillermo
Draper, el editor de Política de Búsqueda, fue invitado, junto con un
grupo de periodistas latinoamericanos, a viajar a Ucrania y entrevistar al
presidente y a la primera dama, por separado. Mientras Volodímir habló del
apoyo político de otros países hacia Ucrania y sus relaciones con presidentes (Búsqueda
Nº 2.227), la charla con Olena (que publicamos en esta edición y viste nuestra
tapa) permitió tener un pantallazo de lo que es vivir hoy en Ucrania, cómo hace
la gente para resistir y sobrevivir, cómo lucha contra el pánico todos los días
y todo el día, cómo se acostumbró a vivir así. Para quienes estamos del otro
lado del globo, sumergidos en una realidad tan distante como cada uno de los
kilómetros que nos separan, lo que ella relata resulta espeluznante.
Todos los ucranianos tienen en su celular una aplicación que enciende una
alarma antiaérea —la versión actualizada y tecnológica de aquellas horribles
sirenas que sonaban en las ciudades europeas en la Segunda Guerra Mundial—
estén en el país o no. Ya están acostumbrados a oírla, pues puede sonar varias
veces al día. Y los ucranianos ya llegaron a un momento en el que están
cansados de dejar lo que están haciendo, cortar su rutina, esa que los distrae
y los hace seguir adelante sin tener que pensar mucho, y correr a un refugio
subterráneo. Olena dice que para la sociedad del siglo XXI resulta humillante.
Muchos ya no lo hacen. Y mueren. Debajo de los escombros de algún edificio
destruido por las bombas.
Sin embargo,
hoy la vida en Kiev parece que sigue su curso normal, las personas andan por la
calle, trabajan, estudian, salen, tratan de continuar con sus vidas. Suena la
alarma, se esconden, pasa la alarma, siguen. Pero el miedo está. ¿Y cómo se
hace para lidiar con él? Según relatos de la primera dama, los psicólogos
aconsejan que cuando sientan nervios y pánico hagan algo bien familiar que los mantenga
con las manos ocupadas: lavar los platos, cocinar, limpiar; actividades que,
sabemos, tienen buenos efectos terapéuticos. Bañarse y lavarse el pelo también
es aconsejable, pues nunca saben cuándo van a volver a tener la oportunidad de
asearse.
Ahora, ¿estas
pequeñas artimañas cotidianas serán útiles también para las familias de los
niños y adolescentes deportados a Rusia? Se habla de miles de niños ucranianos
que están en territorios ocupados o en Rusia. Zelenska especifica los cuatro
escenarios en los que los niños son deportados a Rusia: sus padres fueron
asesinados en medio de operaciones militares (“asesinan a los padres, toman al
niño y se lo llevan”), la sustracción intencionada de un niño de su familia, la
creación deliberada de condiciones de vida insostenibles (los rusos “ofrecen”
llevar a los niños a la Crimea ocupada y los padres, que casi no los pueden ni
alimentar, aceptan), y por los campos de filtración, donde los ucranianos en
territorios ocupados que solo pueden ir hacia Rusia son revisados y si cae
sobre ellos alguna sospecha de apoyo al gobierno de Ucrania son detenidos y sus
hijos enviados a Rusia.
El año pasado
Putin firmó un decreto para crear un procedimiento acelerado para la adopción
de niños ucranianos por ciudadanos rusos, y para conceder la ciudadanía rusa a
los niños ucranianos que hayan cumplido 14 años.
Estamos ante
una grave crisis humanitaria consecuencia de una invasión sin sentido, donde
los niños, los más inocentes de todos, pagan. Mientras unos abogan por sus
derechos y se desvelan por su bienestar, otros los usan como arma de guerra, la
más perversa y escalofriante.
Ya pensar en
una guerra en el año 2023 parece algo demasiado atrasado, prácticas que vienen
de las etapas más oscuras de la humanidad que creíamos estábamos dejando atrás.
Un retroceso, una involución. Es volver a lo más primitivo del ser humano.
Desde su lugar de primera
dama de un país en guerra, Olena Zelenska muestra la cara más real y descarnada
de una sociedad en llamas. Aunque no lo expresa en palabras, esa parece ser su
misión: que el mundo sepa, se entere; por eso dio la tan criticada nota a la
revista Vogue, para que la invasión no sea desplazada de las noticias y
para llegar a la mayor cantidad de público posible, incluso a aquellos que no
se interesan por los conflictos políticos o bélicos, como pueden ser los
lectores de revistas de estilo de vida. Su tristeza en los ojos habla también
de la firmeza y convicción de que los suyos lucharán hasta el final por su
libertad e independencia. Pues lo deja bien claro, para ellos rendirse es
morir.