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Los hogares se volvieron ese refugio donde nos recluimos voluntariamente, nos alejamos del ruido, la vida social, los miedos, las enfermedades para encontrarnos con nosotros mismos, y descubrimos allí la seguridad y certeza que antes buscábamos en el afuera.
"Refugio: lugar que sirve para protegerse de un peligro". Esa es una de las definiciones que tiene la palabra que elegimos como hilo conductor para una nueva edición del número de interiorismo, que cumple 10 años. Hace meses, cuando empezamos a intercambiar ideas para este especial, no necesariamente pensamos en el objetivo de resguardarnos de una amenaza, fuera un viento fuerte, una tormenta o un animal. Sin embargo, la prolongación de la pandemia y sus medidas de distanciamiento más tiempo de lo previsto hicieron que el concepto de peligro también cobrara un nuevo significado. Los hogares se volvieron ese refugio -urbano, playero o campestre- donde nos recluimos voluntariamente, nos alejamos del ruido, la vida social, los miedos, las enfermedades para encontrarnos con nosotros mismos de un modo que antes nos habría resultado inconcebible. Y descubrimos allí, algunos más otros menos, la seguridad y certeza que antes buscábamos en el afuera.
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Una de las notas de este número es una entrevista a Rafael Lorente, arquitecto y artista plástico, que abre con ese concepto sin anestesia. Al recibir al periodista en el estudio taller que tiene en Palermo él mismo dice: "Bienvenido a mi refugio". Más adelante en la charla, profundiza al decir que el hogar es un refugio en tanto es "el lugar sagrado de la familia". Y agrega: "Yo me formé con una idea de servicio. No me interesa la arquitectura-objeto sino una en la cual se desarrollen todas las actividades del hombre. Y eso es un refugio".
Con el pasar de las semanas, en ese proceso de búsqueda de temas surgió la posibilidad de mostrar varios trabajos uruguayos que estaban recibiendo premios internacionales. Uno de ellos, justamente, se llama Refugios y, aunque nació antes de la llegada del coronavirus, utiliza recursos y conceptos que no solo no tienen fecha de vencimiento sino que se volvieron más pertinentes que nunca. La serie de casas que Tatú Arquitectura construyó entre 2018 y 2021 "se centra en la habitabilidad de paisajes naturales con intervenciones de mínima escala". Su última obra, que publicamos en este número, lleva el nombre de Refugio Ventolera y es una especie de cabaña de vidrio, chapa y madera en las sierras de Lavalleja, sobre una topografía "muy accidentada". Por estos días Tatú está participando virtualmente en la Bienal Internacional de Arquitectura de Lima y en setiembre viajará a la Bienal de Arquitectura Latinoamericana en Pamplona, donde será el único estudio uruguayo.
También en las sierras y también incrustada en la naturaleza, está la casa de los hermanos Martín y Marcelo Gualano, que formó parte de la selección por Uruguay para la X Bienal Iberoamericana en San Pablo, entre otras distinciones. Un techo de seis metros de ancho por 24 de largo abovedado -apenas apoyado a cada lado en muros de piedra-es el gran protagonista, mientras que por debajo transcurre una casa en la que los límites entre el adentro y el afuera están totalmente desdibujados, o mejor dicho, integrados.
En la esquina de Pedro Murillo y Havre, en Carrasco, el proyecto Murillo Housing nació con la premisa de construir un complejo de cinco casas sin afectar ni cambiar la disposición de los árboles centenarios que había en el terreno y que contaban con protección patrimonial. El condominio que hoy funciona allí es sustentable en su concepción y uso, y le valió a la dupla de arquitectos que lo creó uno de los principales premios del concurso Rethinking the Future. Además, recientemente se enteraron de que son finalistas de los World Architecture News Awards, donde compiten, entre otros, con el estudio de Zaha Hadid.
Esta colección de premiados la completa José Luis André, quien fundó el estudio que lleva su nombre en 2005, y en 2014 y 2015 obtuvo el premio a mejor residencia individual de arquitectura, una categoría en los International Property Awards, que se entregan en Londres. La casa que publicamos es uno de sus últimos trabajos, está emplazada en Altos de La Tahona e integra la vivienda a la naturaleza desde todos sus espacios a partir de la utilización de grandes ventanales, patios interiores y galerías al jardín.
Mientras descubríamos estos cuatro proyectos que estaban poniendo la arquitectura uruguaya en el mapa del mundo, oficinas supertecnológicas y las últimas tendencias sobre el uso del color en decoración, nuestro recorrido nos llevaba al otro extremo de la historia, a casas, hoteles y talleres armados en viejos vagones de AFE y a emprendimientos que se dedican a rescatar muebles y objetos con más de 50 años de historia para darles una nueva vida. Y allí, casi sin planificarlo, los dos extremos se juntan. Pasado y futuro se transforman, de cierto modo, en el presente que nos toca vivir, un momento histórico en el que queremos -y precisamos- conectar con nosotros mismos y nuestro entorno de manera auténtica. En el que valoramos los recursos naturales más que nunca. Queremos conocer todo sobre nuestro pasado. Buscamos optimizar los tiempos de trabajo y disfrute. Y nuestros hogares funcionan como refugios, pues allí se dan cita los recuerdos, los afectos y los sueños de una vida siempre mejor