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Sobre David Fremd y un poco de todos los padres

A mi papá, a Fede, el mejor padre que les podía tocar a mis hijos, y a todos los padres, feliz día.

A mi papá, a Fede, el mejor padre que les podía tocar a mis hijos, y a todos los padres, feliz día.

No recuerdo qué estaba haciendo la tarde del 8 de marzo de 2016. Sí recuerdo, en cambio, la sensación en el cuerpo cuando me enteré del asesinato de David Fremd en Paysandú. No lo conocía a él, a su esposa ni a sus tres hijos. Esa noche en los informativos y luego en los diarios y portales, las palabras no eran suficientes para explicar el horror de lo que había ocurrido en una de las principales ciudades del interior del país. Los titulares se limitaban a explicar que un-comerciante-judío había sido apuñalado por un-asesino-antisemita. Difícil no encasillar una cosa y la otra, pero también injusto e insuficiente.

Cuatro años después, la historia de David vuelve a ser noticia gracias a su hijo mayor, Rafael, quien acaba de publicar un libro para que su padre deje de ser el comerciante-judío-asesinado-en-Paysandú y pase a ser el hincha de Nacional, el que le gustaba hacer asados en familia, el amigo que siempre se despedía diciendo "vamo' arriba", el de los viajes a Buenos Aires y las vacaciones sorpresa. "Es mi forma de reaccionar para intentar que su nombre sea asociado a su forma de vivir, no de morir", dice Rafael como forma de introducción. En Un reloj que no es mío, el hijo trae a su padre más humano a través de sus recuerdos y los de muchos amigos, compañeros de la infancia o colegas. En sus textos, breves y emotivos, logra poner en primer plano aquellas cosas por las que a él le gustaría que su padre fuera recordado. Y así, en esas proezas cotidianas, en las costumbres más simples, en los gustos caprichosos, aparece "el viejo" -como lo llamaban él y sus dos hermanos-, sin que sea necesario más título que ese.

El libro se editó hace un par de semanas, casualidad o no, como una especie de homenaje para un Día del Padre diferente, con distanciamiento social, menos abrazos y pocos besos. En la entrevista que le hizo Patricia Mántaras a Rafael hay varias anécdotas que hacen que la piel se erice y los ojos se llenen de lágrimas. El cuento de la última vez que padre e hijo se vieron, en Argentina, es una de ellas. "Lo abracé y no le dije: ‘Te quiero', le dije: ‘Te voy a extrañar'. Y es cierto, lo iba a extrañar, y lo extraño, pero me quedó esa cosa en la garganta de decirle el último te quiero".

David era un hombre común y corriente, querible y especial para los suyos, como suele suceder, y por eso en los textos de Rafael hay un poco de todos los padres. Están los que saben los goles del cuadro de sus amores de memoria, los que solucionan todo con su caja de herramientas, los que no saben hacer ni un huevo frito, los capos de la parrilla, los que siempre dan el consejo justo, los que prefieren no meterse mucho, los memoriosos que llevan una historia debajo de la manga, los que hacen el chiste incómodo en el almuerzo familiar, los que nunca saltean la siesta y los que no saben quedarse quietos.

Los padres no se eligen, pero sí se pueden elegir las cosas que compartimos con ellos. En el caso de nuestra nota de tapa, eso en común se llama música. Allí están el legendario Jorge Nasser, de Níquel, y su hijo Francisco, tecladista de No Te Va Gustar. También Christian Cary y Lucas, Gonzalo Moreira y sus cinco hijos, el violinista Claudio Nathan y Maximiliano (su otro hijo, Federico, toca de forma independiente y ahora está radicado en Valencia) y el contrabajista Juan José Aldado con Francisco y Virginia. Con la vocación como denominador común, en sus casos el intercambio de consejos es constante, la palabra orgullo, una de las que más mencionan los padres y la de agradecimiento, la que más dicen los hijos. Algunos admiten que siempre estuvieron dispuestos a escuchar; otros, que es un ejercicio que mejoraron con el tiempo. No todos hacen el mismo tipo de música y no por eso tienen menos cosas en común. Aprendieron a escuchar y a escucharse.
Es difícil, sin la perspectiva del tiempo, reconocer y decir en qué nos parecemos a nuestros padres. Ante esa pregunta, Rafael Fremd, por ejemplo, eligió responder en qué era diferente o en qué le gustaría parecerse. Entre los músicos, hablaron de la disciplina, la constancia y el amor por lo que hacen. En mi caso, heredé de mi padre eso de pensar que todo siempre tiene solución y de evitar la confrontación. También nos gusta salir a comer rico y somos bastante sensibles, de lagrimón fácil. Sobre todo después de tener hijos, las semejanzas se vuelven más fáciles de identificar.

A mi papá -que además de todo asegura ser mi fan número uno-, a Fede, el mejor padre que les podía tocar a mis hijos, y a todos los padres, feliz día.