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Hace unos días, una conferencia del economista y analista financiero argentino Claudio Zuchovicki se volvió viral en las redes sociales. Zuchovicki hablaba de dinero, de vivir el presente y de qué dejarles a los hijos. Era un combo casi infalible. El relato comenzaba así: “Yo una vez me tomé un taxi y el taxista me dijo: ‘¿Usted es el que habla de economía? Le voy a decir la mejor frase de economía, lejos. Si te morís y te sobra guita, hiciste mal las cuentas’”. Y desató la risa del auditorio. Pero la anécdota no terminaba ahí, porque cuando Zuchovicki se lo contó a uno de sus profesores, este le explicó que el origen de ese concepto venía de muchos años atrás, cuando el premio Nobel de Economía Franco Modigliani —italiano radicado en Estados Unidos por su origen judío y sus ideas antifascistas— sentenció: “La herencia es un error de cálculo”.
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La frase de Modigliani, claro, no se había gestado de un repollo, sino que venía a cuento de su teoría sobre el ciclo vital relacionado con el gasto y el ahorro. En ella también explicaba que “el consumo de un período depende mucho menos del ingreso de dicho período, que del capital acumulado hasta ese momento y el ingreso esperado hasta el día de la muerte”. Uno de los puntos más importantes para el economista italiano era la distinción entre ahorro y bienestar: el primero es “instrumental”, mientras que el segundo “surge del consumo”. Pero como no sabemos cuándo nos vamos a morir, advertía, “algunos ahorran hasta el final, sufren cuando tienen que desahorrar y por consiguiente generan herencias que usufructúan sus parientes”.
Los dilemas y debates en torno a la generación, administración y disfrute del dinero siempre existieron. Pero también siempre fueron cambiando según los contextos y las épocas. Ahora la caja de resonancia son las redes sociales, como antes lo fue la sobremesa, el boliche o el cordón de la vereda.
En este número publicamos una nota en la que venía trabajando María Inés Fiordelmondo desde hace varias semanas y que está vinculada al ahorro/gasto/inversión/disfrute: los millennials y la vivienda. Las cifras, tanto de Uruguay como del resto del mundo, muestran que los más jóvenes no buscan casa para comprar sino para alquilar (en una relación aproximada de 70 a 30) y —en un capítulo más filosófico que fáctico— que no es lo que más les interesa, que no está en sus prioridades, o al menos no en las de corto y mediano plazo. Pero, entonces, la interrogante que surge es: no compran porque no pueden, no compran porque no quieren, o no quieren porque no pueden. Como bien dice la nota, no hay una única respuesta ni es tan sencillo de explicar. Sin embargo, hay dos grandes ejes sobre los que reflexionar: economía y mentalidad, siendo esta última en la que los cambios son más visibles (digamos que para ahorrar no hay demasiados secretos ni fórmulas mágicas).
Para la presidenta de la Cámara Inmobiliaria Uruguaya, Beatriz Carámbula, el vínculo de una persona de entre 25 y 35 años con la vivienda es el mismo que tienen con otros aspectos de su vida, donde predomina el disfrute y vivir el hoy. “Les pasa con la vivienda y también con el trabajo, no son de quedarse muchos años en un lugar de trabajo, buscan escalar muy rápido. Es algo innato a la juventud, están hiperconectados, saben lo que quieren, son consumidores, les gusta viajar y no son tanto de ahorrar para después tener la casa. Ellos buscan el hoy”, opina. Si antes pagar un alquiler era considerado como “tirar la plata”, hoy sacar un préstamo y tener una deuda por los próximos 20 o 25 años parece el peor negocio de la vida. Privarse de los gustos cotidianos para algún día invertir en ladrillos tampoco es la opción más habitual.
El surgimiento y auge de los colivings —espacios donde la gente vive con todas las comodidades y además tiene áreas comunes como café, bar o gimnasio donde genera comunidad— no es casualidad. En uno de ellos, en Pocitos, el tiempo promedio de permanencia de los colivers es de tres meses, un dato que habla por sí solo de la rotación —en todo sentido— del segmento millennial. Según la investigadora de mercado y tendencias Verónica Massonier, lo diferente de esta generación es que posterga el orden de las metas tradicionales; no es que no les interese comprar una vivienda, pero no les interesa ahora. “Se valora la mayor movilidad, el menor compromiso a largo plazo y la posibilidad de cambio cuando se sienta necesario”, explica.
Para quienes no entran en la categoría de millennials (léase padres y quizás jefes) es este cambio de mentalidad lo que más cuesta procesar. Hace ya algunos años, el magnate australiano Tim Gurner dijo en un programa de televisión que estamos viviendo en un momento en el que las expectativas están muy altas, donde las nuevas generaciones quieren comer afuera y viajar cada año, mientras que él había podido comprar su primera casa porque no gastaba 20 dólares al día en tostadas con palta y café. También es cierto que el mundo y sus posibilidades no son las mismas que hace 25 años. Todo está más cerca y más conectado. La movilidad es una realidad y la diversidad de opciones es cada vez mayor. Igual que sucede en temas como la crianza, la formación profesional o el cuidado del cuerpo y la alimentación, vivir donde queremos y como queremos no debería significar un problema. Y si después de todo hay un rico desayuno “afuera” y una herencia para disfrutar, mucho mejor.