¿Qué tal un ejemplo circular de los seis grados de separación? El 16 de
mayo se celebrará en Argentina una nueva edición de los Premios Gardel. Carlos
Gardel, según las teorías más nacionalistas, nació en Tacuarembó (Uruguay).
También en Tacuarembó nacieron los padres de Alejo Nahuel Acosta Migliarini.
Este, en cambio, es argentino: vino al mundo en Buenos Aires el 12 de junio de
1998; hoy es conocido como YSY A, el Varón del Trap. E YSY A está nominado a un
Gardel en la categoría Mejor colaboración de música urbana por la canción Sonido
nativo del río, en la que juntó sus fuerzas nada menos que con el colectivo
Bajofondo. Sobró un grado.
Bajo el
paraguas de “música urbana” se han desarrollado, en esta parte del mundo y en
este siglo, géneros como el reguetón, el trap latino, el hip hop latino, RKT e
incluso cumbia en su variante más border. Las colaboraciones (featurings),
en estos tiempos de una industria musical sostenida en las plataformas, se han
convertido en una forma frecuente (aunque no novedosa) de que un artista
consagrado potencie a uno emergente o dos pares lo hagan mutuamente. Y esto es
particularmente usual entre los cultores más populares del género como
Bizarrap, Duki, La Joaqui, L-Gante o Rusherking.
Sin embargo, esta canción candidata tiene por un lado a los
respetadísimos y veneradísimos Bajofondo, con un Gustavo Santaolalla (considerado
una suerte de gurú del rock latino) rapeando de contrapunto, si se permite la
licencia, con un artista 47 años menor. Este diálogo entre lo nuevo y lo viejo,
lo urbano y lo espiritual, el tango, el trap, lo nativo y el rock, ayudado por
un excelente videoclip a cargo de Ivan Pierotti, le da fuerza a la canción. Y
de alguna manera es el pasaje a la “respetabilidad” (entendiendo eso como la
aceptación por parte de los sabios de la tribu) de YSY A. Si es que lo
precisaba. Si es que le importase a alguien.
La historia
grande de YSY A comenzó pronto. A los 13 años ya era parte de El Quinto
Escalón, una competencia de batallas de rap, en formato freesytle, que
entre 2012 y 2017 se realizaron originalmente en el porteñísimo Parque
Rivadavia, en el barrio de Caballito, y terminaron en el Microestadio Malvinas
Argentinas, en La Paternal. Era una versión argentina de batallas que en
Estados Unidos se desarrollaban desde hacía décadas (inmortalizada en películas
como 8 Mile, de 2002, con Eminem como protagonista), que ahí las
organizaban él y un locutor radial, de nombre Matías Berner, que respondía al
alias de Muphasa.
“Las primeras juntadas eran 15 personas, muy pocos freestylers. La
mayoría eran bailarines, graffiteros y beatboxers, eso sí, todos siempre
dentro de esta cultura”, le dijo a la edición argentina de la revista Billboard
en abril de 2020. El Quinto Escalón terminó siendo la competencia de su tipo
más importante en español en todo el mundo, sacando a la fama a figuras hoy
conocidas como WOS, Trueno o Dtoke. La última edición ya congregó a 8.000
personas. Fue el último gran semillero artístico, dicen algunos, y él estuvo
detrás. Pero él mismo se encargó de ponerle punto final porque, contó en esa
ocasión, se había vuelto un “entretenimiento” y no se “rapeaba en la calle de
verdad”.
Para entonces
ya había adoptado su nombre artístico, había formado el trío Modo Diablo con
Duki y Nero Pistea y era padre. A los 17 años nació Bruno, su hijo. En todo fue
precoz.
Productivo.
Precoz y sin
ganas de perder el tiempo. YSY A publicó cuatro discos entre 2018 y 2022: Antezana
247, Hecho a mano, Trap de verdad e Ysysmo. Este
último es un guiño a que durante sus actuaciones de mayo de 2022 en el estadio
Obras Sanitarias de Buenos Aires, los vecinos del recinto denunciaran haber
sentido un “terremoto”, que no era otra cosa que las vibraciones del pogo
generado por el público del trapero.
Nada mal para
quien comenzó, siendo un niño, juntando monedas cantando rap en los ómnibus y
el subte para poder darles forma a sus batallas en Rivadavia. Por supuesto, ya
ha cruzado las fronteras de su país. Solo el año pasado tocó en Montevideo en
la Sala del Museo primero y el Antel Arena después.
En 2020, único año en el que no sacó un disco, sí produjo varios
sencillos y colaboraciones con sus respectivas promociones en YouTube, donde su
canal tiene más de un millón y medio de suscriptores y sus videos más populares
superan las 30 millones de visualizaciones. En Spotify, su canción más popular
es Hijo de la noche, reproducida casi 90 millones de veces. Si algo hay
que reconocerle es que se maneja de forma natural en estos tiempos de la
industria musical.
Y más allá de
lo urbano, YSY A lleva el tango en la sangre (¿es posible una música más urbana
que esa en Buenos Aires?). De hecho, sus padres se mudaron a Buenos Aires por
influencia de un tío suyo que se ganaba la vida con el dos por cuatro. Tanguero
también fue uno de los managers del naciente artista. Y esa influencia
es muy notoria en su música.
“Para mí, el hip hop representa un estilo de vida que habla del respeto,
la igualdad, el movimiento constante y la autogestión”, le dijo a Billboard
como declaración de principios. Ese estilo de vida lo ha llevado al margen de
los sellos multinacionales. Si bien en sus primeros dos discos los editó bajo
el paraguas de Warner y Amazon, para el tercero ya tenía su propia compañía,
Sponsor Dio$. Ofertas no le faltaron. Sin embargo, él ha dicho que puede
conseguir mucho más por su propia cuenta: no habla de dinero solamente, sino de
independencia para elegir ritmos, temas, colaboraciones y —lo que lo desvela—
crear un movimiento que perdure.
Reviente
y conciencia. Sus letras
hablan de sexo, drogas, reviente y noche (temáticas que han escandalizado y
escandalizarán a las generaciones adultas en los surgimientos del tango, el
rock, el hip hop y lo que surja). Sin embargo, también tiene referencias al
amor e incluso a lo religioso. Alguna vez paró un recital multitudinario porque
no estaba de acuerdo con el cántico “el que no salta es un inglés”, muy
habitual en Argentina. “No estoy ni ahí con la discriminación (…). No me cabe
una la discriminación, guacho”, dijo en diciembre del año pasado en un show
en Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires.
Ya este año,
en enero, paró otra presentación cuando un fanático se subió al escenario a
saludarlo. “El escenario es para el artista”, dijo. “Yo no me subo a la moda de
artistas que suben gente al escenario para hacerse los simpáticos y demás. Yo
dejo el alma acá, pero este es mi lugar”, agregó. Estas situaciones se
viralizaron en las redes y generaron todo tipo de comentarios, a favor y en
contra.
Es que YSY A
también refleja una cara —si se permite el término— “pensante” del movimiento.
Hay evolución: ha dicho que ya no aguanta mucho tiempo viendo una batalla de
raperos. Y no todo es desbunde. O al menos ya no todo lo es. El quiebre también
fue temprano, durante la publicación de su segundo disco, en 2019. Ya para
entonces había expresado su cansancio de los “amigos del campeón” que se le
acercaban solo por la incipiente fama.
“Cuando estás
en un boliche, o repasado con esa gente, cuando no hacés lo que tenés que
hacer, perdés esa energía. Pero si no salís un viernes a romperte la cabeza, el
sábado podés comer con tu familia y disfrutarlo. Entendí que podía poner esa
energía en mi música y mi familia, y le di más fuerza y madurez a lo que hago.
Por eso Hecho a mano no es un disco que hable de reviente sino de estar
activo, no dormido ni nublado. Quise transmitir lo que estoy viviendo”, le dijo
a Página 12 en 2020. “Si la gente me viera en Instagram todo pasado,
drogado, quebrado, incitando a hacer eso, no sentiría que estoy haciendo una
buena vida. Tomé el control, trato de transmitir que salgan a laburar, a hacer
historia. Al principio algunos se ofendían, me decían que era un creído, un
gorila; después entendieron que estaba alejado del mundo político. Te estoy
diciendo, de humano a humano: ‘Wacho, no estés tirado en la cama con el celular
una hora cuando te despertás. Lavate los dientes y salí a hacer lo que tenés
que hacer’. Ahora me lo agradecen”, agregó en esa misma entrevista.
Quizá la suma de todas esas
características —el crossover musical, el empuje y la idea de que el
descontrol está bien pero hasta ahí nomás— haya contribuido para que los
respetables Bajofondo lo eligieran para una colaboración que terminó como
candidata a los Premios Gardel.