Cualquier persona pensaría que la voz está vinculada con la garganta, a lo sumo con la caja torácica. Pero casi cada parte del cuerpo está vinculada a cómo sale el sonido. Hace poco, en una master class, un profesor italiano le dijo a De Vargas, hoy de 25 años, que era positivo que tuviera los ojos algo saltones y que hasta la forma de sus caderas la beneficiaba. “Es como en la guitarra, que la caja de madera funciona como resonador. Nuestros resonadores son los huesos”, explicó De Vargas.
De Canelón Chico al Sodre. La profesora de canto del Conservatorio de Canelones también daba clases en la Escuela Nacional de Arte Lírico (ENAL) del Sodre. Cuando finalizaba el primer año de estudios de De Vargas, la docente ya había descubierto su potencial y dedicación. “Si seguís creciendo como lo has hecho hasta ahora, el año que viene yo te presento para que des la prueba de ingreso a la ENAL”, le prometió. Y así fue. En 2016 la joven practicaba su pasión en Canelones y al año siguiente ingresaba a la escuela del Sodre.
“Yo siempre estudié mucho. Algunos compañeros se asombraban de cómo avanzaba tan rápido, pero yo practicaba y cantaba todos los días, era muy aplicada. ¿Sabés por qué? Porque después de estudiar toda una vida cosas que no me gustaron —la última fue Administración en la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU)— descubrí la música y la ópera, y dije: ‘¡Por fin estudio con gusto!’. Me convertí en una nerd total”.
Tan aplicada era que no dejó el conservatorio por la ENAL, sino que durante tres años estudió en ambos institutos. Vivía en Canelón Chico, iba a clases, luego almorzaba en el ómnibus que la llevaba hasta el Centro de Montevideo, llegaba a la ENAL, cursaba sus estudios y volvía cuando ya el sol se había ocultado. Su casa quedaba en el campo y, antes de ese ómnibus en el que almorzaba, dependía de otro para llegar a la ciudad. Era un transporte con poca frecuencia, pasaba una vez cada tanto. Cuando las clases en el Sodre se extendían más allá de las 20:45, De Vargas perdía el último ómnibus hasta su casa en el campo y su padre tenía que ir a buscarla a la ciudad de Santa Rosa. Algo que pasaba con frecuencia. Los días en los que tenía coro terminaba la jornada a las 22:00. “Era muy sacrificado”, recordó.
Las clases en la ENAL no consistían solo en ir, cantar y regresar a casa. Al igual que en una universidad, la formación en esa escuela consta de varias asignaturas. Cuatro años de teatro, otros cuatro de solfeo, dos de historia de la música, dos de francés, lo mismo de italiano y alemán. Sumado a eso, seis años de canto, seis de técnica vocal, otros seis de repertorio y dos de piano.
Además de sus estudios, rápidamente empezaron a convocarla desde la ENAL para asistir a conciertos. Uno de los últimos memorables para ella fue el del 14 de julio de 2022, fiesta nacional francesa en la que se conmemora la Toma de la Bastilla. En esa instancia cantó el himno uruguayo y el francés, sin imaginarse que un año después estaría en Pa
Del Sodre a Notre Dame. Siempre tuvo el apoyo de su familia en la persecución de su sueño de vivir del canto. De su familia y de varias otras personas que se cruzó en el camino. Una de ellas fue la coordinadora académica de la ENAL, Raquel Pierotti, a quien De Vargas considera “una segunda madre”. En más de una instancia, Pierotti invitó a la joven a dormir a su casa cuando no podía regresar a Canelón Chico por el tema del transporte.
Un día de su segundo año en la escuela del Sodre, la coordinadora le envió un link para postularse para estudiar en la academia del teatro La Scala de Milán, Italia. Era uno de los lugares de mayor prestigio en los que podía realizarse un cantante lírico. “Cuando la profesora me mandó eso me sorprendió, porque yo era consciente de que recién estaba empezando. Pero me dijo :‘¿Te interesa?’. Y le contesté: ‘Sí, ¡obvio!’”. Ingresar a esa academia era algo muy difícil y requería de gran experiencia, así que De Vargas sabía que las chances eran mínimas. Sin embargo, desde ese entonces creció en ella el bichito viajero, quería emigrar y estudiar fuera del país. El sueño de Italia quedó entre sus cejas, se obsesionó con ese territorio y durante años buscó diferentes becas y oportunidades pero sin éxito.
España fue otra posibilidad. De Vargas había conocido, a través de internet, a un compositor español llamado Gabriel Ordás, con quien había forjado una amistad virtual. Él le comentó que podía contactarla con la madre de su mejor amigo, que era profesora de canto en el Conservatorio del Principado de Asturias. La joven le mandó un video mostrando su talento y la mujer expresó un gran interés en ella. Durante tres años la profesora le preguntaba cuándo viajaría, pero ella nunca podía por diferentes cuestiones personales.
El último verano encontró a la joven en medio de una crisis personal. Y, otra vez, aquella mujer de Asturias se hizo presente a través de WhatsApp. Para De Vargas, fue casi un resurgir de sus esperanzas de crecer y vivir del canto, así que empezó a organizarse para viajar a España, pero resultó que el Conservatorio de Asturias no ofrecía becas. El sueño comenzaba a desinflarse, y entonces decidió buscar una segunda opción. Recordó que una pianista de la ENAL le había hablado sobre una joven uruguaya que había conseguido estudiar en el coro de la iglesia de Notre Dame. Se informó sobre los requisitos, envió sus datos y una carta motivacional traducida con Google. Al poco tiempo recibió respuesta: “¡Te esperamos!”. Y decidió apostar todas sus fichas a París y a Notre Dame.
De Vargas no trabajaba, con su padre mantenía poco vínculo y su madre es empleada doméstica en una casa de familia en la que trabaja hasta hoy. Fue ella quien le sacó el pasaje a la capital francesa, juntando el aguinaldo que tenía ahorrado con un adelanto de su salario vacacional y cada peso que pudo juntar. Pero la cantante necesitaba también demostrar que tenía cierto respaldo económico en una cuenta bancaria para ser aceptada en Notre Dame. Allí volvió a aparecer su mejor amigo, Leandro, quien por esos días visitaba Uruguay para ocuparse de la venta de la casa de su padre, que había muerto. De Vargas lo ayudó y allí se le ocurrió la idea de pedirle prestado algo del dinero para tener en su cuenta bancaria.
Sin dudarlo, Leandro sacó de una mochila unos 7.000 dólares y se los dio a su amiga, que con mucho miedo corrió a depositarlos. El 11 de mayo de 2023 De Vargas partió rumbo a París. Dos días después dio la prueba para ingresar al coro de Notre Dame. A la semana recibió un mail con la noticia: había quedado seleccionada.
Por fortuna, la joven cantante lírica seguía en París. Algo dentro suyo le había dicho que tenía que permanecer allí un tiempo, y entonces pasó 67 días en contacto con otros artistas y con la ciudad en la que, en el fondo, sabía que viviría. Ella siempre fue de familia católica y tenía mucha confianza en Dios. Incluso en la capital francesa asistía a misa todos los domingos y allí conoció a algunas personas que le ofrecieron alojamiento temporal. Primero estuvo en una habitación a cambio de una colaboración de solo 100 euros por mes (cualquier alojamiento en París supera los 700) y luego consiguió otra en una pensión administrada por una comunidad religiosa por 500 euros al mes.
Pero la bolsa de estudios de Notre Dame le pagaría unos 615 euros mensuales, que le darían para cubrir ese alquiler y quedarse con 115 euros para vivir. Y no, ese monto no está ni cerca de ser suficiente en una ciudad como París. Según De Vargas, con lo justo y necesario, comidas y poco más, el gasto diario allí es de 30 euros por día.
Pasaba el tiempo y sus recursos se volvían cada vez más escasos, así que decidió cantar a la gorra en el puente Saint-Louis, sobre el Sena, y allí hizo algunos amigos. “Ganaba entre 30 y 50 euros por día”, recordó. Entre las amistades que conoció estaba un excantante, ahora dedicado a organizar eventos, que le ofreció contratarla para algún concierto. “Cuando apretó la necesidad”, De Vargas lo contactó. A través de él tuvo la oportunidad de ir a cantar a Normandía. Le ofreció también participar en un homenaje a la soprano María Callas y cantar una vez por semana en un teatro, a cambio de un pago de 500 euros por noche.
El show debe comenzar. De Vargas audicionó para Notre Dame, cantó a la gorra en un puente parisino, trabajó y gestionó su vivienda. Después de esos 67 días, decidió volver a Uruguay para realizar los trámites correspondientes en el Consulado francés para poder estudiar y trabajar en Francia de manera legal.
Casi que allí se le desinfla otro sueño. Notre Dame, al ser una iglesia, no le otorgaba la calidad de estudiante que necesitaba para obtener su visa de estudios. Podía perder la oportunidad de su vida. “Estuve días con eso dando vueltas en la cabeza, ¡me quería matar!”, recordó.
Un día, una de sus compañeras de la ENAL se enfermó y no pudo asistir a un concierto en el Yacht Club del Puerto del Buceo. Así que la coordinadora académica contactó a De Vargas para ofrecerle la oportunidad. Aunque con poco ánimo, ella asistió. Entre el público de ese concierto se encontraban varias figuras políticas amigas del embajador de Francia en Uruguay. Deslumbrados por la voz de la soprano, se acercaron a hablarle y conocer su historia. La joven expresó las dificultades que estaba teniendo para obtener la visa y hacer realidad su sueño de formarse en el coro de Notre Dame y todos se comprometieron a hablar con el embajador para solucionar el problema.
“Al otro día me contactaron de la embajada para decirme que tenían una pista para resolver mi caso. La próxima etapa es tomarme las huellas digitales, pero creo que ya está resuelto el tema de la visa. Ya estoy esperando tenerla para sacar el pasaje para volver a París”, contó De Vargas.
El primer día de setiembre empiezan las clases en el coro de Notre Dame y la joven necesita viajar cuanto antes para organizar su vida allá: alojamiento, posible trabajo, materiales de estudio, el estudio propiamente dicho. “Hay mucha gente tratando de ayudarme con el pasaje, es una linda locura”. Para hacer realidad el sueño de esta joven cantante lírica uruguaya, ella y su familia habilitaron un colectivo en Redpagos y una cuenta en el banco Itaú, donde cualquier persona puede depositar el monto que sea.
Al final, esa larga escalera que comenzó en Canelones y siguió en la Escuela Nacional de Arte Lírico del Sodre podría llevarla al coro de la iglesia de Notre Dame en París.
Para colaborar: Colectivo Redpagos número 82566, “Cecilia por un sueño” | Banco Itaú, caja de ahorro en dólares número 8315763.