A propósito del estreno en Montevideo de la comedia negraRadojka —con Patricia Palmer como coprotagonista—, la actriz argentina Cecilia Dopazo cuenta lo emocionante que fue volver a hacer teatro después del confinamiento, el difícil presente de su profesión, el uso que hace de las redes y el nuevo paradigma de la imagen femenina.
Cecilia Dopazo atiende la videollamada desde el living de su casa, en Buenos Aires. Es un lugar tan luminoso que se confunde con un patio. Ella está vestida de manera sencilla, con una remera de algodón, lentes de sol y sus canas atadas en una colita de pelo —es que este año se dejó de teñir y lo documentó en las redes sociales. Justamente eso es lo que rescata de la pandemia, “ese velo que se corre” y permite ver a la otra persona en un entorno íntimo. “Por ahí el otro está rearreglado arriba, y abajo tiene un pijama, o es una persona muy seria y lo ves con la cama atrás”, comenta entre risas.
Para la actriz argentina, que saltó a la fama en los 90 con la telenovela juvenil Clave de Sol, el confinamiento le dio una oportunidad de reinventarse y probar cosas nuevas. Por ejemplo, dirigió una obra por streaming con Carmela Rivero y Natalia Grinberg, Un virtual engaño. Se transmitió en vivo durante todos los fines de semana de agosto. “Nos generó terrible adrenalina, no solo por la actuación sino por la parte técnica”, cuenta. También hizo un taller de autobiografía con Mariana Mazover, escribió y sobre todo leyó, leyó mucho. “A mí me gustó mucho La casa de los conejos de Laura Alcoba, que después me enteré que se hizo la película y el jueves pasado se estrenó en cines. También Poeta chileno, de Alejandro Zambra, que es precioso. Leí a Leila Guerriero y muchos más”.
Cuando se empezaron a abrir las salas estrenó Radojka, una comedia negra que coprotagoniza con Patricia Palmer. La dirección es de Diego Rinaldi y la dramaturgia de Fernando Schmidt y Christian Ibarzabal, dos uruguayos. Ahora la obra llega a Montevideo para presentarse en Sala Teatro Movie el martes 16 y miércoles 17 a las 20 y 22 horas. Sobre esta obra y varios otros temas Dopazo conversó con Galería.
Radojka cuenta la historia de dos amigas que, para no perder el trabajo, recurren a medidas extremas. Si bien es una comedia, no deja de ser fuerte la situación. ¿Lo ves como una crítica al sistema?
Efectivamente, Radojka habla de la falta de trabajo. Pero, además en este caso, es la posibilidad de quedarse sin trabajo para dos mujeres que ya han pisado los 50, con lo cual eso se hace más pronunciado todavía. A esa edad la gente empieza a quedar un poco fuera del sistema y eso es clave para el conflicto de la obra: no daría lo mismo que fueran dos personas muy jóvenes. Eso fortalece el conflicto de la obra y el plan que urden justamente para no quedarse sin trabajo. Si bien este es un tema muy serio, la obra lo trata de un modo realmente desopilante, es una comedia excelentemente bien escrita y tiene un humor que pocas veces vi. La premisa es muy disparatada y estos dos personajes también lo son. La comedia te da la posibilidad de reírte de algo que en principio sería dramático.
¿El público es más receptivo a los temas duros cuando se tratan en clave de comedia?
Sí, absolutamente. Es catártico y a la vez el humor te da la posibilidad de tomar distancia, desdramatizar durante una hora y media el tema y poder reírte, que siempre es tan sano, de este tema o con este tema. Notamos lo agradecida que está la gente y no te puedo explicar lo agradecidas que estamos nosotras de haber vuelto. Al principio, con el aforo del 30 % era muy emocionante ver cómo la gente venía con los barbijos porque te hablaba de la necesidad de salir y de la necesidad de reírse. El hecho de que nosotras pudiéramos provocar eso nos daba una emoción enorme. Es un recrearse y salir del teatro diferente, tanto para los espectadores como para nosotras, salimos flotando.
¿Cómo es tu vínculo con el trabajo? ¿Sos selectiva con los proyectos que realizás?
Esa es una visión un poco romántica. En un contexto en el que no hay mucho dinero para producir, más que una elección lamentablemente es una realidad. Los actores y las actrices no estamos con demasiado trabajo, algunos con poco. No pasa por ser selectivo o no, hoy por hoy en Argentina son muy poquitos los privilegiados que pueden decidir entre un proyecto u otro. Y los pocos que hay, al menos los que yo conozco, se matan haciendo todo. Eso es intrínseco a la profesión pero hoy está mucho más pronunciado. Yo he tenido la suerte el año pasado de hacer tres cosas al mismo tiempo, pero es un caso muy extraordinario. Estoy viviendo muy intensamente el presente y valorándolo muchísimo.
Además de actuar has ocupado otros roles, como dirección y guion. ¿En cuál te sentís más cómoda?
He escrito algunas cosas, un unipersonal hace muchos años, que también dirigí, después hice una participación en un guion en la película No sos vos, soy yo, pero no muchas cosas más que se hayan visto. Me queda muy grande el título de autora. Después dirigí algunos cortos, dos documentales, dos ficciones y cuatro experiencias en teatro. Como directora me siento muy confiada, muy segura, me siento como en casa: siento que sé y que soy buena para eso. Como actriz me ha gustado todo lo que hice, todas las experiencias, todos los géneros. A esta edad y en estos últimos años lo que más he disfrutado ha sido el teatro y dentro del teatro el género que estoy haciendo, que es la comedia, es donde más cómoda me siento. Me gusta muchísimo el humor. En mi juventud fue donde menos oportunidades había tenido. Empecé en audiovisual y es algo que siempre había querido hacer, pero uno no puede hacer todo al mismo tiempo.
Cada vez se hace menos ficción para la televisión argentina. ¿Cómo ves a la industria?
Está muy pobre. En tele no se está haciendo nada, está la novela que transcurre en una villa, La 1-5/18, que la produce Polka y tiene un elenco bastante grande. No la he visto aún, pero sé que hay mucho talento, hay excelentes actores en Argentina. Pero si no me equivoco, es la única. La tele está inundada de talk shows, realities y programas de entretenimiento. Comprar una lata de una telenovela turca conviene más económicamente y eso es muy triste para la industria. Las plataformas de streaming vinieron a dar bastante oxígeno a la industria, se están haciendo muchas coproducciones para Amazon, Netflix y Cablevision Flow. Ojalá que puedan volver en breve, no lo veo demasiado pero mientras, vamos haciendo el aguante con el teatro y con la autogestión. Esto también te empuja a ser lo más creativo posible, a buscar otros lugares. Eso quedó muy al descubierto durante la cuarentena, aparecieron muchas cosas por streaming.
En tu Instagram comunicás con mucha frescura. ¿Cómo llevás esa exposición, distinta a la que tenías en los 90?
La de hoy, con mucha alegría; y la frescura que decís que transmito tiene que ver con eso, con que la paso bien. Tardé un montón en abrir Instagram, de hecho lo hice cuando empecé a militar por la Ley del Aborto Legal con el colectivo de Actrices Argentinas. Ese fue mi impulso y después de un tiempo fui encontrando mi voz, como uno encuentra la voz en la escritura. Sin proponérmelo empecé a relajarme y a mostrarme. Mi voz tiene mucho que ver con el humor, de reírme de mí misma. Yo digo que es un “Instagram en pantuflas”.
También mostraste tu proceso de dejarte las canas, que tal vez es algo que una actriz hace 20 años no hubiese hecho.
Por suerte ha evolucionado la sociedad gracias al feminismo, que está ahí luchándola para que eso sea así, para que tengamos más libertades. Yo de algún modo estoy militando con los hechos, lo más particular fue que me harté de teñirme, era superesclava de eso. Este acto no habla solamente de una cuestión exterior sino que también es un cambio muy profundo de paradigma. Con eso va concatenado todo, te cuestionás por qué te tenés que depilar. De hecho, me contactaron de una empresa por un aparato para quitar la celulitis. Yo generalmente hago esas cosas encantada, me vendría bien el ingreso, pero dije que no. Es una tortura pensar que hay algo malo con tu cuerpo porque tenés celulitis, que venga el verano y sea una batalla para las mujeres. Estoy en las antípodas de eso.
¿Lo ves como una responsabilidad el tener tantos seguidores?
Un montón de gente me escribe diciendo que se dejó de teñir después de verme a mí, que le di fuerzas. Hay un movimiento muy grande que se llama Silver Sisters, en el que todas nos acompañamos en este proceso que es durísimo. Esa comunidad de mujeres es fundamental. Y aparece el tema de la responsabilidad, el decir cuándo las fotos tienen filtro.
Mencionaste la agrupación Actrices Argentinas. ¿Cómo se transformó la industria a raíz de eso?
Fue una experiencia muy interesante la que pasé con Actrices Argentinas, porque las mujeres cuando se unen son mucho más fuertes y su voz es escuchada. Todo empezó con la marcha del Ni Una Menos, que organizaron dos periodistas acá y fue alucinante. Esta comunidad de mujeres es cada vez más grande y alcanza cada vez más cosas. Después estuvo el caso de Thelma Fardín y Juan Darthés, y eso fue un camino de ida, ya no hay vuelta atrás, sentó un precedente. Hay un antes y un después en nuestra industria y en cualquier ámbito de trabajo. Tenemos que estar todas muy agradecidas por la valentía que tuvo Thelma y con todas las mujeres que hablaron después. Hay mucho por recorrer.